martes, 23 de agosto de 2016

#3 Ulises



Portada de la primera edición (Sylvia Beach, París, 1922)
[Dominio público], via Wikimedia Commons

Ulysses
Autor: James Joyce
Fecha de publicación: 1922


Una historia intrascendente sobre personajes irrelevantes, pero ¡vaya estilazo!

La trama del Ulises es bien sencilla: un día (el 16 de junio de 1904), en Dublín, en la vida de dos personajes vulgares: Stephen Dedalus y Leopold Blum. Es mera excusa para experimentar con el lenguaje y la forma de narrar las cosas, a veces fluida, otras inconexa, abrupta, bastante monólogo interior…

Esta novela es un enorme ejercicio de estilo que maravilla al mostrar de qué maneras diferentes puede narrarse, jugar con el lenguaje, inventar, crear, parodiar, probar a eliminar los signos de puntuación... Es la novela del siglo XX por antonomasia, publicada en la Europa de entreguerras.

Esto la convierte en un libro nada fácil de leer. Como dice Ifor Evans (Breve historia de la literatura inglesa, Ariel, 1985), “En Joyce nos encontramos con un genio vigoroso y total que es muy difícil de seguir”.

Cuando valoro una narración, principalmente en forma de novela, pero también es aplicable al teatro y a otras ficciones comerciales como el cine o las series de televisión, suelo sopesar cinco aspectos, que –aunque con variaciones cada vez que lo expreso-, suele resumirse en: trama, personajes, ambientación, estilo y trascendencia. La ficción comercial, por ejemplo, suele carecer de trascendencia y su estilo es mediocre: su fuerte está en los otros tres elementos. Pero incluso dentro de la Literatura, poquísimas obras consiguen el pleno. El Quijote lo tiene, pero para que no se diga que soy patriotera de mi idioma, también Guerra y paz o Los novios. No incluiría el Ulises dentro de esas obras afortunadas: logra la máxima puntuación en ambientación, estilo y trascendencia, pero –a mi modo de ver- no los personajes ni la trama.

A mí el Ulises me impresiona por su enorme creatividad e innovación. Pero admito que, por lo demás, me deja bastante fría. Primero, y sobre todo, porque no me interesa lo más mínimo lo que me está contando. Pero, segundo, por el trato y retrato de las mujeres. Todas son meros objetos, cuerpos que los machos de la película examinan y sobre los que proyectan sus deseos e imaginaciones, normalmente, de forma bastante elemental, de carácter sexual. No encuentro mujeres de carne y hueso ni por el forro; para mí, Molly Bloom es puro cliché, aunque muchos sesudos analistas digan lo contrario y alaben su monólogo final. 

Admito que puede ser injusto, pero cada uno critica desde su propia ideología. Al fin y al cabo, el catedrático que firma la introducción a mi edición, parece reprocharle a Joyce “su falta de patriotismo irlandés”. Que, digo yo, qué obligación existe de ser patriota, o por qué el arte tiene que rendir pleitesía o convertirse en canal propagandístico de una determinada ideología por el lugar en que uno nace. Y que, en el caso de Joyce, afortunadamente abandonó para irse a la Europa continental, porque si no, no habría podido escribir con libertad. Tuvo que publicar este libro una editora estadounidense residente en París. ¿Por qué inclinarse ante un Estado donde no pudiste vivir tranquilamente y que no autoriza la publicación de tu opus magna hasta décadas después de tu muerte? Ahora viven del turismo que esta obra genera y hacen de él poco menos que un héroe nacional, pero como suelo decir, "en el pecado, llevan la penitencia" porque este es un libro infumable para el 90% de los lectores.

Una lectura difícil sólo apta para quienes interese el arte por el arte. Ni te emocionará ni te hará pensar, pero si te gusta la Literatura, probablemente te compense su prodigioso genio creador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario