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jueves, 12 de agosto de 2021

#29 Mantegna: Cristo muerto

 



 


Lamentación sobre Cristo muerto

(Cristo morto nel sepolcro e tre dolenti)

 

 

Fecha: h. 1483

Estilo: Arte renacentista

Autor: Andrea Mantegna

Técnica: temple sobre lienzo

Ubicación: Pinacoteca de Brera (Milán, Italia)

 

 

El escorzo por excelencia de la historia del arte

 

Sí, porque lo de este hombre es básicamente un alarde, demostrando el poderío del pintor a la hora de representar figuras monumentales.

En el Renacimiento italiano se distinguen dos períodos, el Quattrocento (siglo XV) y el Cinquecento (siglo XV). El centro del primero fue Florencia y, del segundo, Roma.

Pero hubo otros centros interesantes en el norte, Padua, Ferrara y, sobre todo, Venecia. Esta última destacó por su cromatismo, más que su dibujo, y la excelencia de sus retratos.

En Padua trabajaron Donatello, Ucello y Piero de la Francesca, y de ahí la influencia florentina, de la línea y el dibujo, en la obra de los pintores de esa localidad.

Entre los paduanos, el más original, de quien se ha dicho hasta que es revolucionario, es Andrea Mantegna. Anticipa algunos elementos que se verán después desarrollados en el Alto Renacimiento.

Esta es su obra más conocida, fundamental en la historia del arte occidental. Mide 68 x 81 centímetros. Está elaborada en temple sobre lienzo. 

En cuanto a la datación, he visto diferentes fechas, desde 1490 hasta 1505. Me he quedado con 1483, más antigua, que es la que ponen en la página web de la Pinacoteca de Brera. Hay quien la sitúa en la época en que trabajaba para los Gonzaga en Mantua. Por entonces pintó otras escenas así de patéticas. 

La iconografía es inusual. El cadáver de Cristo yace sobre la lápida. A un lado, las santas mujeres lloran, con gran dramatismo. Se ven las perforaciones de Cristo en pies y manos. Nunca se había representado este momento evangélico así, de esta manera, con Cristo enfocado desde sus pies, pintados de un tamaño mucho mayor que la cabeza, de manera que transmita la idea de que está más cerca del espectador.

Se trata de una representación grandiosa, escultórica, Cristo parece como una estatua de la antigüedad. Parece como labrada en piedra, monumental al estilo de Masaccio.

A ello ayuda la perspectiva que ha adoptado. Por un lado, adopta un punto de vista más bien bajo, con lo que logra dotar a la figura de monumentalidad. Por otro, recurre a la técnica del escorzo, que representa la anatomía tumbada o en desequilibrio. Esto de las perspectivas forzadas ya lo vimos en Uccello. Con ello incrementaba el dramatismo de la escena.

Refuerza la impresión de escultura la limitada paleta de colores. Para diferenciarse de los pintores medievales, los italianos del XV optaron por no usar colores vivos, sino apagados, grises, neutros. Ese monocromatismo ayudaba a crear la ficción de escultura antigua. Imitaba así el efecto camafeo.

Historia del cuadro

Se cree que Andrea Mantegna pintó este lienzo para su propia devoción privada; ello explicaría que no siguiera ningún modelo previo. Se cree que estaba en el taller de Mantegna cuando murió y su hijo Ludovico se lo vendió al cardenal Sigismondo Gonzaga. En Mantua estuvo desde entonces, inventariado en 1627. No se sabe seguro, pero parece que al año siguiente lo adquirió el rey inglés Carlos I el de tan triste final. No se sabe muy bien qué pasó después con él. Se cree que pudo formar parte de la colección del cardenal Mazarino. A la pinacoteca de Brera llegó, por compra, en 1824.

El autor: Andrea Mantegna

Nació en Isola di Cartura en 1430 o 1431, procedente de una familia pobre, que lo puso a aprender con el pintor Francesco Squarcione (m. 1474). 

Mantegna estudió la arquitectura clásica, algo que le sirvió para los elaborados fondos arquitectónicos de sus cuadros. 

También eso le permitió crear trampantojos, arquitecturas fingidas como las de la Bóveda de la Cámara de los esposos, en Mantua. Explotó el escorzo por ejemplo desde abajo hacia arriba, lo que se llama di sotto in sù. Más tarde, este tipo de perspectivas se usarían mucho en la época barroca. 

Anticipó las figuras monumentales, escultóricas, que podemos ver en un Miguel Ángel. Más que pintadas, parecen labradas en piedra.

Tuvo tal éxito que Lodovico Gonzaga le contrató para que fuese a Mantua, con un salario anual. Decoró varios de sus edificios, destacando sobre todo la capilla y la famosa Camera Picta (1465-1474) del castillo. Allí vivió ya el resto de su vida, acumulando fama y propiedades hasta que murió, en Mantua, en el año 1506

Otras obras

Os pongo, a continuación, otras obras destacadas de este autor. Las fechas son aproximadas.



«San Sebastián» (h. 1456-1459), temple sobre tabla, 68 cm × 30 cm, Kunsthistorisches, Viena.



«La Crucifixión» panel central del retablo de San Zenón (1457-1460), temple y óleo sobre tabla, 76 cm × 96 cm, Basílica de San Zenón, Verona.



«San Jorge» (h. 1460), temple sobre tabla, 66 cm × 32 cm, Galería de la Academia, Venecia.



«El tránsito de la Virgen» (h. 1462), técnica mixta sobre tabla, 54,5 cm × 42 cm, Museo del Prado, Madrid.



«Ludovico II Gonzaga y su corte» fresco en la Cámara de los esposos (entre 1465 y 1474), Palacio Ducal, Mantua.



«Minerva expulsando a los vicios del Jardín de las Virtudes» (1499), temple y óleo sobre tabla, 160 cm × 192 cm, Museo del Louvre, París.

lunes, 21 de diciembre de 2020

#47 Guas: Palacio del Infantado

 

Galería de la fachada, por Benjamín Núñez González (2018)
[CC BY-SA 4.0] vía Wikimedia Commons

 

                       

Ubicación: Guadalajara (Castilla-La Mancha, España)

Fecha: 1480 y ss

Estilo: Arte gótico

Tipo de edificación: palacio (edificio civil)

 


 

Donde hay poderío, ya sabéis, que se vea, y los Mendoza no fueron excepción.

 Venga, vamos a por el Sábado Deluxe histórico.

 Domingo, 31 de enero de 1560: en la capilla de este palacio de Guadalajara, el cardenal Mendoza oficia una boda.

Una pizpireta princesa francesa, Isabel de Valois, se casaba con el rey de España, un madurito interesante, arrubiado y culto, Felipe II.

Era el tercer matrimonio del rey, que a la muerte de su segunda esposa, María Tudor, sopesó la posibilidad de casarse con su heredera, la reina Isabel. Aquello no fructificó, primero porque la inglesa se negaba a convertirse al catolicismo (se ve que Madrid no valía una misa) y, en segundo lugar, porque no podía procrear y claro, una reina infértil en aquella época no valía para nada, ya que el proyecto hispano-inglés era más bien para que el fruto de esa unión heredase un reino nórdico uniendo las islas británicas a los Países Bajos Habsburgo.

No era el primer compromiso de la jovencita Isabel. Se iba a casar con el rey inglés Eduardo VI, ya sabéis, el breve sucesor de Enrique VIII, pero este murió; y luego con el español príncipe Carlos, cuando Felipe II aún estaba casado.

Como la alianza hispano-francesa era necesaria, y el hijo del rey no daba para mucho, con sus escasas luces y mal carácter, jorobado y cabezón, siendo dudoso que pudiera consumar el matrimonio en un plazo razonable, se decidió que lo más sensato es que se volviera a casar el rey, ahora viudo.

Luego os cuento cómo fue lo de consumar el matrimonio entre Isabel y Felipe.

El matrimonio en sí ya se había celebrado en Notre Dame de París, el 22 de junio de 1559, por poderes. Al novio lo representaba el duque de Alba, rodeado de súbditos del rey de España como Gómez de Silva, Egmont u Orange. Entre quienes sostenían el manto de terciopelo azul de la princesa francesa estaba toda una reina, María Estuardo de Escocia.

Clouet: Isabel de Valois, h. 1560


Fijaos que la novia no vino a España hasta el año siguiente. Entre las cosas que la retrasaron fue que, durante la celebración de esas bodas, resultó muerto su padre, el rey de Francia. Una lanza le entró por el ojo, los torneos es lo que tienen. Muy gore todo.




Que la bendición nupcial entre Isabel y Felipe se celebrara en este rico palacio de Guadalajara no hacía sino indicar la importancia de los Mendoza.

 


Fachada occidental del Palacio, fotografiada por Pavlemadrid (2007) [CC BY-SA 2.5], via Wikimedia Commons

Fue el II duque del Infantado, III marqués de Santillana, quien construyó este palacio en época de los Reyes Católicos, ochenta años antes de la celebración de esas nupcias reales de su descendiente.

Se llamaba Íñigo López de Mendoza y Luna (1438-1500), que no hay que confundir con su abuelo, el célebre político y escritor marqués de Santillana. El II duque del Infantado empezó las obras en 1480 y la fachada, quizá lo más llamativo, se terminó en 1483. Luego fue el patio y el interior, de manera que para finales del siglo XV ya estaba terminada esta obra.

Cuando en Italia ya empezaban las arquitecturas renacentistas, aquí como en el resto de la Europa atlántica, se seguía con gótico.

Como ya comenté al hablar de la Lonja de Palma de Mallorca, dentro de la arquitectura gótica española, se diferencian varias fases: protogótico, clásica, manierista y luego está la fase barroca. Este Palacio del Infantado de Guadalajara es también de esta última.

Recordemos que a esta fase barroca del gótico que a veces se llama flamígero, por aquello de que emplea calados con adornos inspirados en las ondulaciones de las llamas.

Este rasgo procede de Flandes, y cuando se introduce en España, y se une a características autóctonas, mudéjares, crea este estilo hispano-flamenco. Las formas flamencas llegaron a Castilla por la construcción de la catedral de Sevilla, que empezó en 1401. Como coincide con el reinado de Isabel I de Castilla, también se le llama gótico isabelino.

En esta fachada, orientada al Oeste, se funden elementos góticos, flamencos y mudéjares. Gótico flamenco es parte de la decoración y la estructura de balcones o portadas. Mudéjar es el adorno con cabezas de clavos o puntas de diamante.

Podría entrar en detalles de esta construcción, pero yo me fijo en su elemento más característico, esa galería que remata la fachada.

Juan Guas, el arquitecto a quien se deben las trazas de este palacio, supo fundir muy bien lo flamígero de raigambre flamenca con el mudéjar toledano.

Es el arquitecto más importante del gótico isabelino. Trabajó para la Casa de Mendoza no solo aquí, sino también en el castillo del Real de Manzanares. Pero también lo hizo para la casa real, y de esa manera se le debe a él el edificio que quizá sea el más representativo del estilo hispano-flamenco: el convento de San Juan de los Reyes, en Toledo. Es una iglesia con una sola nave, y con una decoración de grandes escudos, figuras y con una curiosa epigrafía gótica, en la que se usan las letras como adorno, como se hacía en el arte musulmán.

 

 

Aquí os pongo una imagen del claustro de San Juan de los Reyes, la que se considera obra maestra de Juan Guas, fotografiada por Querubin Saldaña Sánchez en 2011 (CC BY-SA 3.0).

El Palacio del Infantado está catalogado como Bien de Interés Cultural desde el 20 de abril de 1914.

Acabo el cotilleo histórico. ¿Se consumó el matrimonio de Isabel y Felipe? Pues sí, claro, es obvio, ya que como es sabido, fue la madre de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. No menstruó hasta finales de aquel año 1560, y entonces se pusieron al tema.

La cosa fue un poquito difícil, para que todos hablemos del cotilleo actual y cómo se sabe todo. En aquella época, la que ocurría en el lecho del rey se comentaba en las cartas.

En este caso, el embajador francés escribió a la mamá de Isabel:

«La fuerte constitución del Rey causa grandes dolores a la reina, que necesita de mucho valor para evitarlo».

Entristece un poquito leer esas cosas, la verdad.

No sé cómo lo recibiría Catalina de Médicis.

En fin, para cuando podáis viajar con cierta comodidad, ya sabéis, otra propuesta para un turisteo de fin de semana: Guadalajara. Admirad esa fachada, imaginad al nieto del marqués de Santillana mirando orgulloso cómo enriquecía su herencia con esta obra en tiempos de los Reyes Católicos, y luego, ochenta años después, esa boda del rey de España.