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jueves, 6 de junio de 2024

#98 Moisés y Aarón

 

Composición en doce tonos de Arnold Schönberg
Para su ópera Moisés y Aarón, en préstamo de la
Fundación Arnols Schönberg (foto de Andreas Praefcke, 
junio de 2009)



 

 

 


 

Moses und Aron

 

 

Estreno: Zúrich, 6 de junio de 1957

Compositor: Arnold Schönberg

Libretista: el compositor, basándose en el libro del Éxodo

 

 

Tal día como hoy, del año 1957, se estrenó en la Stadthalle de Zúrich, la ópera póstuma de Schönberg, incompleta

 

De acuerdo, el dodecafonismo no es para todo el mundo.

De hecho, conozco a grandes aficionados a la música clásica que no se arriman a este tipo de música ni con el pensamiento.

Si os preguntáis qué tipo de música es, os diré que… es esa música que suena como si la orquesta aún estuviera afinando… O como la banda sonora de una película de psicópatas, cosa que tampoco es rara porque muchos de estos músicos centroeuropeos tuvieron que huir del nazismo y acabaron en EE. UU., en Hollywood, como también lo hicieron guionistas, directores, etc. Y llevaron consigo el arte de vanguardia europeo.

Estamos ante una ópera inacabada. Schönberg escribió el libreto en tres actos, pero solo musicó dos. Cuando se representan estos dos, acaba de una manera que resulta brusca, dejándote el mal sabor de boca de un conflicto no resuelto.

Tenemos a Moisés, que duda de sí mismo como profeta, pero consigue liberar al pueblo judío de Egipto. Sus milagros impresionan al faraón. Vagan por el Sinaí, en su camino hacia la Tierra Prometida. Moisés sube a la montaña a que Dios le dicte sus mandamientos. Mientras, el pueblo se dedica a gozar, a entregarse a sacerdotes pecaminosos que violan a cuatro vírgenes desnudas. El pueblo se entrega a una orgía de sexo y adoración del Becerro de Oro que Aarón les proporciona.

Cuando Moisés baja de la montaña, y se encuentra el panorama, se cabrea, discute con Aarón, y acaba rompiendo tanto el Becerro de oro como las tablas de la Ley. 

El papel de Moises es hablado, en lo que se llama, técnicamente, sprechgesang, algo muy apropiado para un profeta. Aarón es tenor. Es una obra, no obstante, ante todo, coral, en la que los diálogos y enfrentamientos entre Moisés y su hermano Aarón tienen su contrapunto en el pueblo de Israel, que es un protagonista más. Su alma y sus corazones son lo que ambos hermanos quieren ganar para Dios, para su Dios celoso y único, solo que cada uno lo ve de una manera. Hasta tiene el hallazgo de un coro que no solo canta sino también declama, al mismo estilo que Moisés.

Moisés es el idealista, el que habla de un Dios invisible, al que no se puede representar. Sus conceptos abstractos son inaprensibles para el común de los mortales. De ahí que Aarón, hombre de acción, más inclinado a la realpolitik, les dé otra cosa para adorar, el Becerro de Oro, una imagen que pueden ver y tocar.

Es el pensamiento frente a la acción. Moisés podría representar al hombre de ideas, Aarón, al de acción. Uno tiene la cabeza en los cielos, hablando con Dios de tú a tú (casi), mientras que el otro hunde sus pies en la tierra, y sabe el percal que tiene en casa.

Como se ve, es una ópera compleja, filosófica y religiosa. Y no resuelve el conflicto. No es fácil de entender y ya digo que con esto del dodecafonismo, tampoco es fácil de «disfrutar» musicalmente. Está a años luz de lo que te imaginas como la ópera, casi no cabe en la cabeza que esto y Verdi pertenezcan al mismo género musical.

He leído que es difícil de representar, y hasta que tal vez «sea mejor considerarla como una impresionante obra sinfónico-coral que como pieza teatral, ya que en la sala de conciertos choca menos que en un escenario operístico» (Martín Triana dixit). 

Pero, la verdad, lo que yo he visto tiene tanta fuerza, que creo que al contrario, aunque no entiendas la letra, con una puesta en escena descarnada te puede impresionar más.

Schönberg es considerado el padre del dodecafonismo o, al menos, de sus principales cultivadores. Nació en Viena, y buena parte de su vida la pasó entre esa capital y Berlín. Luego, con el advenimiento del nazismo lógicamente tuvo que salir por pies. Estuvo un tiempo en Barcelona, pero terminó en EE. UU., de donde se naturalizó.

Sus cuatro óperas son radicales, distintas, algo nuevo y rompedor, por ese estilo dodecafónico, pero no son de las que el aficionado suele ver en los teatros de ópera.

No llegó a ver el estreno de esta ópera, ya que murió en Los Ángeles en 1951. Tiempo tuvo de acabarla y no lo hizo. Ya digo que el libreto lo tenía terminado. Compuso estos dos actos en 1930-1932, antes de marcharse al exilio. De ahí, hasta su muerte, tuvo tiempo de componer el tercer acto, y no lo hizo. Siempre quedará la duda del porqué.

Una curiosidad del título en alemán, Moses und Aron, es que se escriba «mal» el nombre del hermano de Moisés. Siempre ha sido Aarón, también en alemán. Lo que ocurre es que entonces le salía un título de trece letras y Arnold era pelín triscaidecafóbico.

Como comprenderéis, no es una ópera que se represente mucho. Siendo habladas las intervenciones del profeta, y en alemán, no resulta fácilmente asequible. Pero tampoco es de esa música que puedas poner el disco y escucharla, sin más. Es más un sofisticado producto musical para entendidos.

En esta ópera no hay momentos por así decirlo reconocibles para cualquier aficionado, de esos que usan tenores y sopranos en sus conciertos como piezas aisladas.

Quizá el más distinguible sea la Danza en torno al Becerro de Oro, que se estrenó en 1951 por Hermann Scherchen, antes de la propia ópera. 

Hay un par de momentos corales notables: «Ein Wunder erfullt uns mit Schrecken» del acto I, en que los israelitas rechazan la invisibilidad de Dios y «Wo ist Moses?», en el acto II, cuando se impacientan preguntándose dónde anda Moisés, que como no aparezca pronto acabarán cargándose a los sacerdotes.

 La grabación recomendada de esta ópera es la de Georg Solti publicada en el año 1984 por Decca, con el coro y la orquesta sinfónica de Chicago. Son sus protagonistas Franz Mazura y Philip Langridge.

Para saber más, la WikipediaWikipedia. El libreto, en español y alemán, así como discografía de referencia, en KareolKareol.

El otro día me vi esta ópera en You Tube. Menos de dos horas, claro. Impresionante. Hay sexo y violencia, incluida violencia sexual, sangre. Todo muy gris, y negro y rojo. Las vírgenes desnudas están, sí, literalmente desnuda. La verdad es que ponen a todo en mundo escaso de ropa. Hasta Moses aparece en gayumbos.

Os dejo el enlace. Es del año 2009, en la trienal del Ruhr .

 



 

Podéis echarle una ojeada, por curiosidad. Pero vamos, que entiendo perfectamente si no aguantáis más de dos minutos. Ya digo que hay muchos aficionados que no gustan de este tipo de música. De hecho, he leído también que es una ópera (y, en general, Schönberg) más bien de músicos, de compositores, de gente que entiende de verdad lo que el autor estaba haciendo.

Por explicar un poco más esto del dodecafonismo, os transcribo algunos comentarios que he visto:

Schoenberg descubrió que, cuando se daba el mismo valor a todas las notas –en lugar de ponerlas al servicio de una clave o acorde musical, como en la armonía tradicional– se abrían las puertas a un nuevo reinado de expresión «atonal» (Guías visuales Espasa, Ópera, 2008).

El hecho de basar todo el comentario musical en  una serie de doce notas le otorga a la obra una unidad asombrosa, cuya variedad reside en su original, refinada y chocante instrumentación, así como en una serie de factores diversos… (Martín Triana: El libro de la ópera, Ópera, 1992).

En la primera década del siglo, la demanda de armonías aún más expresivas llevó a Schönberg a sustituir las tonalidades y escalas ordinarias por una textura continuamente cambiante en la que cada sonido tenía la misma importancia. Sus admiradores llamaron a esta técnica «atonalidad», mientras que el público, sorprendido, la consideraba una auténtica pesadilla. En la década de los veinte elaboró aun más esta idea, y perfeccionó el «sistema de música dodecafónica». Este descubrimiento influyó desde entonces en la música de casi todos los compositores serios. (La discoteca ideal de la música clásica, Enciclopedias Planeta, 1996).

Para mí, es un estilo musical que no puedo desligar del momento histórico en que nació, de esa Europa desencantada, de la vanguardia artística, la pérdida de la inocencia, la Gran Guerra y la posguerra, el expresionismo, la época de los totalitarismos en alza, la incomodidad vital, el mundo visto de manera algo deformada, truculenta incluso, como en las obras de Otto Dix. Le va bien esta música que crea una atmósfera de pesadilla.

Obviamente, Hitler metió a Schönberg dentro del «arte degenerado», e intentó su desaparición, igual que se dedicó a la quema de libros de escritores judíos como Zweig o Roth. Bajo la excusa de la corrección artística se enmascaraba el antisemitismo de toda la vida. Su obra es, en buena parte, el legado cultural de Europa, y yo pongo mi granito de arena para que nunca se olvide. Forma parte de aquello que un europeo que se considere culto debe conocer, aunque personalmente no le encuentre el gusto.

domingo, 28 de junio de 2020

#34 El puente sobre el río Kwai

© 1958 Columbia Pictures Corporation




The bridge on the river Kwai
Año: 1957
País: Reino Unido
Dirección: David Lean
Música: Malcolm Arnold


Hoy domingo, toca ir al cine a ver un clásico del cine bélico

            Hay películas que ves una vez en la vida y te marcan, pero no te entran ganas de volver a verlas. Otras, en cambio, te enganchan en cuanto las ves de pasada en la parrilla de programación. Esta es una de esas películas.

            Ayer volví a verla. Y de nuevo me quedé atrapada en esta historia de un hombre (varios hombres) y sus circunstancias, en mitad de la jungla del sudeste de Asia. Saito, el comandante japonés de un campo de prisioneros, tiene que construir un puente para el tren que se pretende que enlace Bangkok y Rangún. Allá llegan un montón de prisioneros británicos, de esos que se rindieron bastante ignominiosamente en Singapur.

Mantienen, no obstante, cierto espíritu, y a ello se esfuerza el coronel Nicholson (un inmenso Alec Guinness en uno de los papeles de su vida). Estarán prisioneros, sí, pero a esos soldados sólo los manda él y sus oficiales. Cuando se entera de que todos tienen que trabajar en el ferrocarril, Nicholson se opone: los oficiales, según la Convención de Ginebra, no pueden dedicarse a trabajos forzados manuales.
      
      A poco que sepas de historia, convendrás conmigo que nada podía importarle menos al ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial que la Convención de Ginebra. Pero Nicholson es claro, se trata de una cuestión de principios y, aunque quizá fuera mejor para todos tener la fiesta en paz, se niega.

Luego las cosas se complican y se le va un poco la olla. Pero por si alguien aún no ha visto la película, tampoco voy a destriparla aquí, aunque tenga ya más de medio siglo de existencia. 

Es de esas pelis que disfrutas mientras las ves, siempre que el cine bélico sea lo tuyo, claro. Y luego tiene ese punto de las grandes obras de arte, que es su trascendencia, te permite reflexionar más allá, en este caso, sobre el ser humano, cualquiera, y en cómo reaccionaríamos según qué caso. El personaje de Alec Guinness es un hombre absolutamente convencido de estar en lo cierto, con su pundonor, su dignidad, y se esfuerza en hacer en todo momento lo que él cree que será bueno para la moral de la tropa: llegan silbando y es su tarea que sigan silbando al final, y no ve más allá. Se habrán rendido, pero no están derrotados.

Este personaje contrasta con el que interpreta William Holden, un soldado estadounidense que se esfuerza por sobrevivir a cualquier precio, luchando con todas sus fuerzas y su ingenio. No es que no tengan principios, es que los suyos son otros. Su visión del mundo se nos antoja más realista, parece más lúcido, que comprende mejor el conjunto de las cosas que las estrechas miras de un oficial inglés muy del Raj, claramente racista, que incluso como prisionero tiene esa actitud de querer demostrar la superioridad británica sobre los que considera bárbaros.
Aquí, Holden enseñando pechote

Por cierto que esta película nos regala más de un momento de la espléndida anatomía de Holden en plena madurez, esa sonrisa algo canalla y sus ojazos, más brillantes que nunca destacando sobre la piel tostada. Ains, qué hombre tan pero que tan atractivo.

Visto con la perspectiva del tiempo, quizá me faltó un poco poder ahondar en el personaje de Saito, el comandante japonés, saber quién era él en tiempos de paz, conocerlo un poco más. Para ser el antagonista, acaba resultando un poco plano. Su crueldad y su desprecio para aquellos a que ve como malos soldados, que se rinden sin luchar hasta la muerte, quedan claros. Al bushido lo de sobrevivir para luchar otro día, como que no le va. Y tiene que cumplir su deber, pero no va más allá, no reconoce la humanidad de sus prisioneros en ningún momento, es tan inflexible como Nicholson. No le veo yo evolución alguna al personaje a lo largo de la película; ni siquiera puede decirse que haya sabido utilizar hábilmente en su favor la actitud de Nicholson, no, eso es algo en lo que este último se mete él solo. 

Una de las cosas por las que más es recordada esta película es por su banda sonora del compositor Malcolm Arnold. Y sí, ciertamente es de esas pegadizas que tuvo que ser un bombazo en su momento. Ganó, por cierto, el óscar a la mejor banda sonora, una de esas veces en las que la Academia realmente acertó a la hora de distinguir la excelencia en el arte cinematográfico.

Aquí, los muchachos silbando…, la entrada de los prisioneros británicos en el campamento.


Aunque para nosotros es la Marcha sobre el río Kwai, en realidad es la Marcha del coronel Bogey, y fue compuesta por un tal teniente Ricketts en 1914. Arnold la metió en la partitura por aquello de que era un tema muy famoso durante la Segunda Guerra Mundial. Era un tema alegre que contrastaba con las inhumanas condiciones de los prisioneros en el campo japonés.

Hay géneros que me gustan más y otros menos. Así, las del Oeste no suelen gustarme mucho. Me suelo decir que porque el papel de las mujeres es pequeñito y bastante cliché. Pero las de guerra, que tienen el mismo «problema Bechtel», en cambio, son mi tipo de peli favoritas. Supongo que aquí puedo pasar más por alto la habitual ausencia de personajes femeninos importantes porque me interesa más lo que me cuentan: la del individuo en las peores circunstancias imaginables.

Este Puente sobre el río Kwai es una de las mejores películas del género, que sabe muy bien ejemplificar cómo podemos comportarnos en medio de las circunstancias más atroces.

Fue una película muy premiada. Ganó siete premios Óscar, incluyendo mejor película, director, actor (Guinness), guion, fotografía, montaje y música. Tuvo tres Globos de Oro, en las categorías drama, director y actor (de nuevo, Guinness). También en los británicos BAFTA se llevó mejor película, actor y guion. Se ve que a Lean sus compatriotas no le querían tanto; en cambio, el Sindicato de Directores, sí que lo escogieron como mejor director. El National Board of Review la escogió como mejor película, director y, fíjate tú, actor secundario, por la interpretación que Hayakawa hizo de Saito. El Círculo de Críticos de Nueva York también la galardonó como mejor película, director y actor (Guinness, of course). Acabo con los premios italianos David di Donatello, que la escogieron como la mejor producción extranjera.

Como veis, hay un par de premios al guion, cuando la historia es cuando menos curiosa. La película se basa en un relato del francés Pierre Boulle (que, por cierto, tenía un final diferente a la peli). Los guionistas que adaptaron la novela al cine, Foreman y Wilson, no pudieron aparecer en los títulos porque estaban en la lista negra (ya sabeis, la caza de brujas de McCarthy, etc). Así que en teoría el premio al guionista iba al novelista, que en realidad no intervino en el guion. Solo en 1985 la Academia les reconoció el premio a los guionistas, que para entonces ya estaban muertos. Total, que es un Óscar que al parecer no recogió ninguno de los galardonados.

Para saber más: consúlteme usted la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.

domingo, 28 de enero de 2018

#8 En el camino

Tres ediciones de En el camino, por Prosopopee, [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons



On the road
Autor: Jack Kerouac
Fecha de publicación: 1957

Debió ser muy rompedora en su momento, pero (para mí) ha sido un poco tirando a... pestiño.

De verdad, ¿«esto» le ha gustado a alguien en los últimos veinte años?

Esta novela fue todo el símbolo de una generación, la generación beat, con muchas citas sobre todo jazzísticas. Si hemos de fiarnos de la Wikipedia, está considerada como uno de los clásicos más influyentes del siglo XX. La revista Time la incluyó en su lista de las cien mejores novelas en idioma inglés editadas desde el nacimiento de la revista en 1923, hasta la actualidad.​

A partir de las notas que fue haciendo Jack Kerouac en el curso de sus viajes por el país y México entre 1947 y 1950, escribió esta novela en tres semanas.

Por lo visto, inicialmente este monólogo interior lo mecanografió sin márgenes ni párrafos, lo que Kerouac llamaba el rollo. Para editarlo, al menos en mi traducción española, se divide en cinco partes y luego cada una de estas en capítulos tirando a breves. Los diálogos van con sus guiones y todo, lo cual francamente facilita la lectura. No quiero ni pensar en cómo sería leerlo formado un continuum sin pausas.

Se relata en primera persona, por un alter ego del escritor llamado Sal. Y en el personaje de su amigo Dean se supone que es Neal Cassady. Te cuenta básicamente viajes del Este al Oeste y, al final, al Sur, internándose en México hasta el Distrito Federal. A lo largo de los años, en sus viajes, se unen y separan y se reencuentran con personas diversas.

Debo reconocer que me ha costado un montón leerla. Y no por la forma que está escrita. Aunque la traducción podría ser mejor, la verdad es que es una forma de narrar que engancha. No, el problema que he tenido es que no me interesaban nada los personajes ni sus vidas. Me parecieron gente ociosa, muy dada al jazz (me pasa como con el flamenco, que ni lo entiendo ni lo disfruto), hablando verborreicamente como si se hubieran tomado unos cuantos tripis (que, de hecho, probablemente era así), pero sin decir nada con una mínima profundidad o sentido.

Igual en los años cincuenta era muy rompedor eso de oír a unos drogatas descascarillados hablar de sus cosas. A mí, la verdad, me resultó un aburrimiento.

¿Lo peor del libro, para mí? El retrato de las mujeres, que resulta repugnante. Ojo, que entiendo que posiblemente no sea cómo las ve el escritor en sí, sino cómo las ven los personajes de la novela. Pero aun así, están al margen, siempre, y sólo como hembras a las que beneficiarse, preñar, de las que vivir un tiempo y luego abandonarlas. Pasando de pensiones alimenticias. Regado con unas cuantas denominaciones de «puta» a toda aquella que tuviera una vida sexual, incluso si era con los propios protagonistas.

En un momento dado, el personaje de Dean habla elogiosamente de la mujer de otro personaje llamado Walter, una mujer que sonreía sin decir ni una palabra:

—Ahí la tienes, tío, ésa es la auténtica mujer que necesitamos—dijo Dean en la calle a la luz del amanecer—. Nunca una palabra más alta que otra, nunca una queja; su marido puede volver a casa a la hora que quiera y con quien le dé la gana y hablar en la cocina y beber cerveza y marcharse en cualquier momento. Eso es un hombre y ése es su castillo. —Y señaló el edificio de apartamentos.

Eso yo, como mujer, claro. Tengo la impresión de que una persona con un color de piel más oscuro que el mío, y los que tengan gustos homosexuales, se sentirán más ofendidos por otros pasajes. Mi impresión es que no le interesaban las mujeres en absoluto, por lo que no me ha extrañado leer por ahí que en realidad podía ser un gay reprimido que se escondía detrás de su machismo.

No te diría yo que no, viendo la ferocidad con la que ataca a un «marica» (me chirría el escribirlo, pero es como lo escribe el traductor) que aparece por ahí.

Y ya cuando pasan por México, me sonó todo tan tópico que era casi como ver las calles llenas de mariachis con sus sombreros. Que sí, que el escritor habrá ido y cuenta lo que vio, o, más bien, lo que escogió ver. 

Ya digo que lo peor es la perspectiva sobre las mujeres. En esta novela, aparecen como extrañas criaturas que intentaban hacer que sus amigos madurasen y dejasen los comportamientos adolescentes. Fracasando, por supuesto. Las pinta un poco bobas, como perritos falderos siempre dispuestas a perdonar a sus amos las correrías, los abandonos, físicos y económicos.

¿Lo mejor del libro? Los paisajes, la inmensidad. Cuando Sal recorre Estados Unidos, y nos va contando, desde el vehículo en el que esté, cómo son las montañas, las llanuras, la oscuridad o la luz, las ciudades populosas, o la soledad de la naturaleza inmensa de ese gran país,… Ahí sí, reconozco que me quedé colgada totalmente.

Sí, bueno, será que me gustan más los paisajes que el jazz o las elucubraciones de estos tipos.

Pero, así como otras obras de la literatura se te quedan grabadas en tu piel, en tu cabeza, les das vueltas, y te van enriqueciendo,… Esta no es así. Me parece que forma parte del canon literario, claro, como una novela esencial para entender una época. Pero se me hace difícil creer que pueda ser un clásico que vaya obteniendo nuevos lectores entre las distintas generaciones.

¿Mi consejo? Si le das una oportunidad igual a ti te engancha. Pero si ves que no conectas con la novela, no pierdas el tiempo pensando que igual mejora después, porque no lo hace. Es todo penosamente igual.

domingo, 12 de marzo de 2017

#17 Fresas salvajes



Smultronstället

Año: 1957
País: Suecia
Director: Ingmar Bergman
Música: Erik Nordgren

Una de mis películas favoritas de Bergman. La angustia existencial puesta en imágenes.

Seré breve.

Película en blanco y negro.

Un viejo profesor, Isak Borg, va en coche con su hija hacia Lund, donde lo harán doctor honoris causa.

En el camino se encuentran a una muchacha algo dividida en su amor entre dos chicos.

La hija del profesor vive un momento de crisis.

El profesor repasa su vida, los caminos que tomó y que le han llevado a ser quien es. Su vida podría ser distinta. Y recuerda aquel momento, el Smultronstället, ese instante de la primavera en que fructifican las fresas salvajes, ese momento que está, que florece, y luego se desvanece. Como la juventud, evidentemente.

Las vidas de todos, van cambiando conforme se va eligiendo esto o aquello.

Recuerdo sobre todo imágenes oníricas, algo surrealistas, aunque no de ese surrealismo incomprensible pero luminoso del Mediterráneo, de un Miró o un Dalí.

No.

El surrealismo angustioso de un Magritte. Relojes sin manecillas. Todo un universo simbólico que te hace evocar otras cosas diferentes, y que hacen que sea una película de argumento sencillo pero significado profundo e inquietante. Aún así, no es difícil de ver. Es sólo que le tienes que dar su tiempo para impregnarte no sólo de lo que te cuentan sino también, de lo que te quieren decir.

Así que no, no es una película para ver cualquier día. Me gusta por esa nostalgia amarga de la mirada al final de la vida, cuando tienes que valorar quién eres, si ha merecido la pena llegar aquí, y si ha tenido algún sentido todo lo vivido. Mientras, a tu alrededor, la vida sigue, los jóvenes siguen enamorándose, los adultos decidiendo qué hacer con su vida,… Y nada asegura que las opciones que tomes vayan a ser las mejores.

Diría que es cine para adultos, si no sonara tan pretencioso y no se diera la circunstancia de que yo, personalmente, a Bergman lo descubrí siendo niña, y me vi la mayor parte de su filmografía en mi adolescencia y primera adultez, y me fascinó, lo comprendí, me habló a mi como persona del sentido (o la carencia de él) del mundo que me rodeaba y de las relaciones entre las personas.

Así que no, no voy a suponer que los jóvenes de ahora son unos iletrados y yo una listilla. Esta película la puede ver cualquiera, de cualquier edad, que tenga dos dedos de frente y que sea capaz de hacerse preguntas. Otra cosa es que haya, de verdad, respuestas.

Fresas salvajes ganó el Oso de oro a la mejor película en el Festival de Berlín, un premio Pasinetti en el Festival de Cine de Venecia, dos galardones en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata al mejor largometraje y al mejor actor, un premio Bodil a la mejor cinta europea y, finalmente un Globo de Oro honorífico (ya en 1960) a la mejor película extranjera.

Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.

viernes, 9 de diciembre de 2016

#92 Senderos de gloria


Paths of Glory
Film Affinity

Año: 1957
País: Estados Unidos
Director: Stanley Kubrick
Música: Gerald Fried

Hoy cumple 100 años KIRK DOUGLAS. Felicidades

Ya sé que mucha gente recuerda a Kirk Douglas sobre todo por Espartaco; otros, por El loco del pelo rojo o Cautivos del mal. Pero cada uno tiene sus favoritos, y si hay una película del actor que merece la pena que aparezca entre las 100 mejores, es esta de Senderos de gloria.

Aparte de ser la que más me gusta, hay que reconocerle el mérito de que, si esta peli pudo salir adelante, fue gracias al empeño personal de Douglas.

En medio de la gran carnicería que fue la Primera Guerra Mundial, un estúpido general franchute ordena una misión suicida de conquistar una colina. Entre la incompetencia de unos y la ambición de otros, sólo consiguen que los soldados vivan un infierno de muerte provocado por la estulticia de sus mandos. Pero lejos de arrepentirse de órdenes criminales, lo que hace es represaliar a unos cuantos soldados para que sirva de ejemplo: convoca un consejo de guerra contra tres soldados elegidos al azar y los acusa de cobardía ante el enemigo. Esto puede significar, obvio es decirlo, la pena de muerte.

Kirk Douglas interpreta a uno de esos héroes lúcidos que tanto admiro. Sin perder un ápice de virilidad y rigor militar, es el hombre racional que se enfrenta a un sistema enloquecido y absurdo. Es fuerte, intenso, pero siempre con esa contención tan soldadesca, tan masculina. El mismo personaje, interpretado por Gregory Peck, habría salido de otra forma. Y aunque es una película estadounidense, está muy lejos de ser una americanada. Es de Kubrick, después de todo. Todas las escenas de guerra, y en particular esos trávelin por las trincheras, son soberbios, toda una lección de cine.

Porque habíamos quedado que el arte no es tanto qué cuentas como cómo lo cuentas, ¿verdad?

Es antibelicista y por ello tuvo serios problemas para exhibirse en distintos países de Europa, como Francia, Bélgica o Suiza. En España, por supuesto, fue censurada por el régimen de Franco, y a pesar de ser de los años cincuenta, no pudo verse hasta octubre de 1986.

Todas estas protestas y rechazos se deben a que la consideraban ofensiva para el ejército. Está entre los clásicos del cine antibelicista. Pero fíjate, no estoy tan segura de que sea una de esas películas de “la guerra es absurda, saca lo peor del ser humano, acabemos con todas las guerras”. No, yo creo que va más bien contra una forma irracional de hacer la guerra, la indiferencia ante el soldado, al que no importa hacer picadillo con órdenes absurdas. Es más el ejemplo de todo el mal que pueden hacer unos mandos ambiciosos, cobardes o simplemente estúpidos.

Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.

domingo, 17 de julio de 2016

#7 Doce hombres sin piedad



Twelve Angry Men

Año: 1957
País: Estados Unidos
Director: Sidney Lumet
Música: Kenyon Hopkins

Todas las virtudes de una película teatral, con magníficas interpretaciones.

Doce hombres sin piedad era una obra de Reginald Rose, escrita inicialmente para televisión, y que luego fue adaptada al cine y al teatro.

Esta película me gusta, sobre todo, porque es un canto a la racionalidad, al escepticismo científico.

Me explico. Doce miembros de un jurado tienen que decidir si un joven acusado es culpable o no de haber matado a su padre. O, por mejor decir, si están convencidos, más allá de toda duda razonable, de su culpabilidad. En una primera votación, el personaje que interpreta Henry Fonda es el único que tiene dudas, el resto lo considera culpable. La película se dedica entonces al debate entre los distintos miembros del jurado, analizando las pruebas. La valoración personal sobre si se creen o no una determinada prueba está muy afectada por sus propios prejuicios personales.

Es una película muy entretenida de ver, con unas interpretaciones estupendas, que recrea el ambiente asfixiante de una sala de deliberación de un jurado. Es fascinante darse cuenta de que la gente decide las cosas unos por pereza, otros por dejarse llevar por la mayoría, o por sus propios prejuicios o por llevar la contraria... El personaje de Henry Fonda lo que quiere, sobre todo, es que sus compañeros jurados piensen racionalmente, por si mismos, que analicen lo que han visto y oído en la sala del tribunal.

No se trata de saber simplemente si es culpable o no, eso es algo que no se sabe, sino de si hay prueba suficiente, si no hay dudas razonables. La diferencia es sutil pero enorme, en ella se basa un sistema judicial como el nuestro. Da lo mismo que sea un jurado o que sea un juez, la forma de valorar, crítica, escéptica, realista, debe ser la misma. Y se puede extender a cualquier cosa de nuestra vida diaria: piensa por ti mismo, analiza las “pruebas” que los políticos o los medios de comunicación ponen a tu disposición sobre cualquier tema importante. Piensa, analiza, razona,…

Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity, Internet Movie Data Base y Sensacine.

domingo, 22 de mayo de 2016

#25 El séptimo sello



Det sjunde inseglet



Año: 1957
País: Suecia
Director: Ingmar Bergman
Música: Erik Nordgren

Si tuviera que escoger una sola película para irme a una isla desierta, posiblemente fuera esta.


La peste negra alcanza las costas de Suecia al mismo tiempo que el caballero Antonius Blovk regresa de las Cruzadas. Con él va su escudero Jöns. El caballero se pregunta una y otra vez por Dios, si existe o no, y qué sentido tiene tanto sufrimiento humano.

Su escudero, en cambio, tiene una visión más terrenal de la vida: esto es lo que hay y no perdamos el tiempo con filosofías; comamos, bebamos y gocemos del resto de los placeres mientras se pueda.

A lo largo de la película, la Muerte (que en el norte de Europa es vista como hombre, no como mujer) juega una partida al ajedrez con el caballero. Al principio, el caballero cree que podría ganarla, pero es una pretensión absurda. Sólo puede ganar tiempo, para él y especialmente para otros. La película finaliza con una muy bajomedieval danza de la muerte.

Fotografía en blanco y negro, sobrecogedora interpretación de Max von Sydow, que nunca estuvo tan intenso. Y tan guapo. La muerte taimada y el escudero sobradete ponen el contrapunto a las dudas y las angustias del caballero.

Esta película la vi por primera vez de niña, a solas, en la tele, y me dejó sobrecogida. Creo que fue la primera película que me mostró que las pelis podían ser algo más que una historieta de entretenimiento. Se podía reconstruir el pasado, hablar de temas profundos, mezclar géneros alternando la farsa con el drama. Posiblemente sea la película con la que descubrí el Cine como arte y sinceramente pienso que es la que mejor ha envejecido de las de Bergman, uno de mis directores de cine favoritos.

La veréis muchas veces calificada como "obra maestra", y creo que pocas películas se lo merecen tanto. Los personajes son interesantes y están perfectamente caracterizados. El argumento es fácil de llevar y con la intriga de qué pasará después, entrelazando diversas historias: la del caballero y su escudero, los comediantes, la partida de ajedrez, la tragicomedia del herrero y su esposa... 

El estilo cinematográfico ágil, los encuadres nunca son gratuitos, las cosas se cuentan en primer plano, o en plano medio, o iluminados más o menos por algo, la perspectiva con la que se narra cada escena,.. Cada decisión técnica tiene detrás toda una carga emocional. Ejemplifica maravillosamente la necesaria correlación entre fondo y forma.

Y qué puedo deciros de la "dimensión mítica", lo que las cosas significan más allá de su lectura aparente. Tiene hasta un sentido profundo que encaja con la iconografía medieval.

Por último, la trascendencia, sí, lo que esta película significa en la historia del cine, lo que impresionó y lo que afectó a cineastas posteriores, aunque fuera sólo para parodiarlo.


Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity, Internet Movie Data BaseSensacine.

Añadido el 01/11/2023. Hace poco, el programa de BBC 4 'In Our Time' con Melvyn Bragg, se dedicó a esta obra maestra, «The Seventh Seal». Por si queréis saber más, en inglés.