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domingo, 30 de marzo de 2025

#96 La doble vida de Verónica

La double vie de Véronique                

 

  La doble vida de Verónica

 


Año: 1991

País: Francia

Dirección: Krzysztof Kieslowski

Música: Zbigniew Preisner

 

Aunque diestros y zurdos lo han olvidado, no puede faltar en mi lista

 

 

Hay directores a los que asociamos siempre con un determinado compositor de música para el cine. Spielberg/Williams o Leone/Morriconne parecen evidentes.

En mi caso, son indisolubles Branagh/Doyle o Greenaway/Nyman, cosa de gustos. Y una de «mis» parejas es Kieslowski/Preisner.

Como comento arriba, de Kieslowski, muerto hace casi treinta años, ya no se acuerda nadie, ni los diestros ni los zurdos. En Sight & Sound, obviamente, prescindieron de él, no es el tipo de cine para críticos woke. Pero allá a principios de los noventa, era el no va más. Hasta Almodóvar, siempre sensible a lo último, venga o no a cuento, lo copió en más de una escena de La flor de mi secreto.

Pero yo sí lo recuerdo, era apasionado y profundo, con una factura propia, muy romántico y con sus momentos sensuales... Y me viene a la memoria, sobre todo, la música. Estuve dudando de si poner aquí Azul o La doble vida de Verónica. Tres colores: Azul es una película más redonda y cuenta con una interpretación impresionante de Juliette Binoche. Pero si me he decidido a hablar de La doble vida de Verónica es, más que nada, por la música.

La banda sonora de Preisner es una de las pocas que compré en aquella época. No tenía mucho dinero y tenía que pensarme mucho cada gasto. Música pequeñita, para nada estruendosa o rimbombante, lenta, desgranándose poco a poco, para momentos ensimismados, y ese pastiche barroco con letra del Dante:

O voi che siete in piccioletta barca,

desiderosi d'ascoltar, seguiti

dietro al mio legno che cantando varca,…

Me la aprendí de memoria, y hasta forcé la voz un poco cantándola, pues la soprano debe llegar a unos agudos inverosímiles.

Es, como veis una película europea al cien por cien. Coproducción polaco-francesa, con actores de uno y otro país. Hablada en dos idiomas: empieza en polaco y sigue en francés, y la pieza principal es una imitación de lo barroco con letra de un italiano medieval. Sexo explícito y más de un desnudo, tanto de piel como emocional. ¿Hay quien dé más?

Empieza en Polonia, un país en transformación. Sobre el telón de fondo de las manifestaciones, una joven cantante de coro, Weronika, deja su ciudad natal, y a su novio, para ir a Cracovia, donde tendrá su primer concierto público.

Su camino se cruza con otra Verónica, la francesa Véronique, también música, y profesora de niños. Ahí es donde se desarrolla la mayor parte de la película, en Francia. Esta Véronique, como la otra, padece del corazón; a diferencia de ella, deja el canto.

Véronique se enamora, sin conocerlo realmente, de Alexandre Fabbri, un marionetista y autor que en cierto sentido juega con ella pero, en otro, no. El titiritero se cuela por ella de la misma manera, algo repentina, loca, puro insta-love. Alexandre acaba contándole a Véronique una historia que, sin saberlo, es la suya propia, la de Véronique y su sosias Weronika.

No es una película larga, hora y media. Pero sí es de desarrollo pausado, porque el argumento ya veis que es sencillo. Es cine poético, de ese que es mejor que te dejes llevar por las imágenes, las interpretaciones, los momentos de exaltación y los de recogimiento, incluso la magia que tiene lo inexplicable. Aunque lo mejor es, en mi opinión, sumergirse en esa música omnipresente de Preisner. Sólo por ella merece la pena ver esta película.

La he vuelto a ver hace poco y para mí, supera el test del tiempo. Me parece muy romántica, algo loca, yo creo en el final feliz, de dos que se conocen un poco por casualidad pero que sientes que estaban obligados a encontrarse. Hubo un tiempo en que Philippe Volter me parecía el tipo más atractivo del mundo, gracias a esta película y otra anterior, Le Maître de musique (1988) de Gérard Corbiau. Tristemente, Volter se suicidó en 2005, víctima de una depresión. Me enteré años después, cuando quise ver qué más películas había hecho, porque le había perdido la pista; entonces no es como ahora, que tienes todo el cine en plataformas.

Irène Jacob protagonizó la tercera de la trilogía Tres colores, Rojo.

Preisner ha seguido componiendo para el cine, en su estilo neorromántico, y por momentos minimalista.

Kieslowski dejó de hacer cine después de su trilogía Tres colores y murió en el noventa y seis, con cincuenta y cuatro años (menos de los que tengo yo ahora).

No descarto meter alguna otra película suya entre las cien, quizá Azul, con una Binoche fantástica; o Rojo, que me toca más de cerca. Ya veré.

Otros lo han olvidado, yo no.

La doble vida de Verónica tuvo unas cuantas nominaciones a premios, pero ganar, lo que se dice ganar, ganó menos. Irène Jacob fue premiada como mejor actriz en el festival de Cannes de 1991, la película tuvo el FIPRESCI y el del Jurado Ecuménico. La consideraron como mejor película de habla no inglesa los de la National Society of Film Critics. Curiosamente, aunque para mí (y FilmAffinity) es una película francesa, para el Sindicato de Críticos de Cine Franceses no lo es, y la dieron por ganadora en la categoría de «mejor film extranjero». En los premios Sant Jordi de 1992 distinguieron a Irène Jacob como mejor actriz extranjera.

La Asociación de Críticos de Los Ángeles premiaron a Preisner y su banda sonora como la mejor de 1991. 

Una última reflexión me mueve a preguntarme por el cine español, ¿hay compositores análogos? Sí y muy buenos. No voy a mencionar los clásicos, a día de hoy, de Alberto Iglesias a Alejandro Cardelús, hay compositores de altísimo nivel.

¿Hay esa misma relación director/compositor en el cine español? No he visto suficiente cine patrio como para saberlo. Alberto Iglesias trabajó mucho con Almodóvar. Pero en lo que se refiere a clásica, la verdad es que los cineastas españoles son bastante como la sociedad española: lo clásico no es algo extendido. Esto no es Alemania o Italia. Salvo la difunta Pilar Miró, no recuerdo a otro cineasta con cierto gusto por la música culta. 

Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base

sábado, 28 de octubre de 2023

#60 Si esto es un hombre

 

Si esto es un hombre

 


Título original: Se questo è un uomo

Autor: Primo Levi

Año: 1947

Género: Ensayo / autobiográfico

Tema: Historia / Segunda Guerra Mundial / Shoá

 

Abrumador testimonio

 

La trilogía de Auschwitz de Primo Levi es uno de los testimonios más sólidos de los totalitarismos del siglo XX en Europa. 

Unos libros imprescindibles para cualquier ciudadano europeo que quiera entender lo que somos, de dónde venimos, lo que ocurrió para que no vuelva a pasar. A los humanos del resto del mundo, bueno, les puede servir para entender un poco ciertas cosas, pero me parece necesario sobre todo para nosotros, para entender por qué un proyecto europeo común es imprescindible y es lo que consigue más paz y prosperidad.

Primo Levi fue un químico y escritor italiano, del Norte, que nació en Turín en 1919. Si habéis leído Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, sabréis que el rodillo antisemita no actuó de idéntica forma ni siquiera en todos los países aliados de los nazis o invadidos por ellos. Dependía mucho de las fuerzas locales. Lo que pasó en Rumanía, por ejemplo, no tuvo mucho que ver con lo ocurrido en Bulgaria.

En Italia la cosa fue, pues eso, muy italiana. Los alemanes con sus normas y sus consignas, y los italianos dando largas con la burocracia. 

Pero es evidente que cuando podían echarle mano a algún hebreo italiano, los nazis no se lo pensaban. Cuando el joven Primo Levi fue detenido, actuando como partisano –ya en la época de la República de Salò–, acabó en un tren hacia Auschwitz.

Este libro relata su experiencia allí, desde marzo de 1944 hasta que el campo fue liberado por el Ejército Rojo, en enero de 1945. Él no tuvo que emprender las llamadas marchas de la muerte, pues estaba en la Ka-Be, enfermería.

Te cuenta cómo se ve reducido a ser una cosa, un animal, solo, él y su cuerpo desnudo, ya sin nombre, meramente un número tatuado 174517.

Los trabajos forzados, el hambre constante, la peculiar economía del campo, donde se comerciaba con lo que se tenía a mano, lo que se podía intercambiar, trapichear, robar,... las brutalidades cotidianas, las miserias como el verse privado hasta de zapatos o cucharas... las menciones de pasada a, por ejemplo, los desesperados que se tiraban contra el alambre de espino, para morir electrificados. Los números bajos y los números altos, los recién llegados, la selección al llegar y más tarde...

La vida brutal del Lager.

En la historia y en la vida, parece a veces discernirse una ley feroz que reza: «A quien tiene, le será dado; a quien no tiene, le será quitado». En el Lager, donde el hombre está solo y la lucha por la vida se reduce a su mecanismo primordial, esta ley inicua está abiertamente en vigor, es reconocida por todos.

La esperanza de vida es corta, y si te limitas a ser obediente, mueres pronto. No vale la pena ni hacerse su amigo, porque sucumbirán pronto.

Sucumbir es lo más sencillo: basta cumplir órdenes que se reciben, no comer más que la ración, atenerse a la disciplina del trabajo y del campo. La experiencia ha demostrado que, de este modo, sólo excepcionalmente se puede durar más de tres meses...

Se duda en llamarlos vivos: se duda en llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque están demasiado cansados para comprenderla.

Son los que pueblan mi memoria con su presencia sin rostro, y si pudiese encerrar todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen, que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento

Los que sobreviven son los que se buscan la vida con lo que tienen. Algunos, colaborando con los opresores.

Con los adaptados, con los individuos fuertes y astutos, los mismos jefes mantienen con gusto relaciones, a veces casi de camaradas, porque tal vez esperan obtener más tarde alguna utilidad.

Si los hundidos no tienen historia, y una sola y ancha es la vía de la perdición, las vías de la salvación son, en cambio, muchas, ásperas e impensadas.

Se refiere a los Prominenz, los Kapos, los Scheissminister y Bademeister...

Son el típico producto de la estructura del Lager alemán: ofrézcase a algunos individuos en estado de esclavitud una posición privilegiada, cierta comodidad y una buena probabilidad de sobrevivir, exigiéndoles a cambio la traición a la solidaridad natural con sus compañeros, y seguro que habrá quien acepte. Éste será sustraído a la ley común y se convertirá en intangible; será por ello tanto más odiado cuanto mayor poder le haya sido conferido. Cuando le sea confiada el mando de una cuadrilla de desgraciados, con derecho de vida y muerte sobre ellos, será cruel y tiránico, porque entenderá que si no lo fuese bastante, otro, considerado más idóneo, ocuparía su puesto. Sucederá, además, que su capacidad de odiar, que se mantenía viva en dirección a sus opresores, se volverá, irracionalmente, contra los oprimidos, y él se sentirá satisfecho cuando haya descargado en sus subordinados la ofensa recibida de los de arriba.

Me doy cuanta de que todo esto está lejos del cuadro que suele imaginarse de los oprimidos que se unen, si no para resistir, cuando menos para sobrellevar algo.

Son estos personajes los que están ahí, en primer plano. Llama la atención que menos protagonismo tienen las SS o los nazis. Están ahí, dominando todo, pero quienes controlaban y oprimían diariamente al resto de los prisioneros eran esos, los Prominenz o los Kapos, delincuentes, políticos o gente de otras nacionalidades. Se ganaban un poco de privilegio a cambio de tratar brutalmente a otros desdichados.

No hay mejor astilla que la de la misma madera.

Más de una vez, no de forma tan dramática, claro, encontrarás lo mismo en la vida. Compañeros de los que esperas comprensión y solidaridad son, al contrario, los más crueles y hasta miran con desprecio a esos otros que no aprovechan la oportunidad de colaborar con el opresor. Y yo creo que el razonamiento mental de esta gente es el mismo, que si no lo hacen ellos, otros, más idóneos, ocuparán su puesto.

El estilo con que lo cuenta es del que te engancha. Levi lo relata con esa exactitud y hasta frialdad propia de un científico. Está construido por capítulos tirando a breves, y por ello relativamente fáciles de leer, un ratito, respiras hondo y sigues. 

No hay aquí desgarros, melodramas, nada parecido. Sólo la realidad, tal cual la vivió él, algo bastante insoportable

Tampoco salen las cámaras de gas, por ejemplo, o el exterminio. Ni opina sobre si esto está bien o mal. No. Ni si esto es peor que aquello otro.

Él, lo dice después, no es un juez, es un testigo. Cuenta lo que él vivió en su campo de trabajo, cómo eran esclavos a los que se exterminaba, normalmente, por agotamiento. Cuenta lo que vivió y también reflexiona sobre ello.

Leer este libro es, no lo voy a negar, angustioso. Cada vez que lo cogía era como sumergirme bajo el agua aguantando la respiración... Hasta que, ardientes los pulmones, ya no resistes más y lo dejas, subiendo a la superficie.

Y respiras hondo e intentas seguir con tu vida normal hasta la siguiente vez que te sientes para hundirte en aquella pesadilla.

Leo mucho, y veo documentales, y películas, sobre los totalitarismos que arrasaron Europa, y he visto cosas tremendas, y lo aguanto soportando ese dolor y sufrimiento como algo bastante ajeno... Pocas veces tengo tal sensación de congoja, por presenciar un horror tan abrumador.

Solo recuerdo otra ocasión en que me sentí así de mal, con un documental sobre el gulag soviético, cómo había esa máquina de represión política para suministrar constantemente esclavos a las grandes obras comunistas. Porque no nos engañemos, sin estos prisioneros políticos habrían sido imposibles aquellas obras colosales, infraestructuras, colonización o explotación de los recursos, principalmente en la época de Stalin. Aunque la motivación fuera política, la estructura de la represión era económica.

Son momentos en que me digo para qué recordar, revivir aquellos abusos, crueldades, que causaron tantísimo sufrimiento. Pero bueno, es debilidad por lo que me hace sufrir, emocionalmente. Luego me digo que es el tipo de cosas que hay que leer si quieres ser un ciudadano responsable que contribuya a tu sociedad y no seas un parásito irresponsable e ignorante. Para ser consciente, estar alerta ante cosas malas, porque el totalitarismo está ahí, entre nosotros, el odio y la intolerancia, el antisemitismo por ejemplo, siguen ahí, esperando el momento para manifestarse, de forma violenta y despreciable.

Las reflexiones de un Primo Levi te ayudan a entender cómo funciona el autoritarismo o el totalitarismo. Incluso diría que para que entendamos la esencia de qué es este tipo de situaciones, de regímenes, que ahora pueden existir con otras formas.

Es importante que persista la posibilidad de elegir tu propio camino, de que puedas ser diferente. No podemos todos pensar lo mismo.

No es sencillo sustraerse a todo condicionamiento, pero por lo menos es posible elegir el condicionamiento que uno prefiere.

En un Estado autoritario no es así. La Verdad es sólo una, proclamada desde arriba; los diarios son todos iguales, todos repiten esta única idéntica verdad; así también las radios, y no es posible escuchar las de los otros países... En cuanto a los libros, sólo se publican y se traducen los que agradan al Estado... Con los libros no gratos, o ya no gratos de épocas anteriores, se encienden hogueras públicas en las plazas...

Hay que estar alerta en cualquier entorno en que no haya opciones diversas, en que se machaque al rival político, en que haya una sola Verdad de la que no puedas disentir. Ahí tienes la semilla del totalitarismo. Donde se emplee la violencia para atacar al que piense diferente a ti, quites sus libros de bibliotecas, busques que pierdan su empleo, lo agredas por la calle,... sólo por pensar diferente a ti o tener otra opción política, o social, o forma de vida.

Ahí es donde ya existe el mal. En esos comportamientos fascistas no es que veamos el huevo de la serpiente, es que estamos ya con la serpiente nacida y crecida. 

La tolerancia no consiste en soportar al que piensa igual que tú, al contrario, es admitir al que piensa distinto y que los dos podamos convivir en paz.

La edición que tengo por casa de la Trilogía de Auschwitz es la de El Aleph Editores, en una edición de 2009. El prólogo lo firma Muñoz Molina. Una edición que está bien, sobre todo porque tienes los tres relatos en un solo volumen. La traducción está bien, aunque a veces alguna cosa me sonó rara.

Es interesante que el libro se remata con un apéndice de 1976. A lo largo de los años, Primo Levi trabajó no solo de químico, sino que escribió libros y dio conferencias. Contesta en este apéndice a preguntas habituales que le hicieron a lo largo de los años. Si los alemanes sabían o no qué pasaba, la ausencia en su libro de expresiones de odio contra los alemanes, si volvió a Auschwitz alguna vez, qué pasó con algunas de las personas que menciona en el libro o por qué habla de los Lager alemanes y no los rusos, del antisemitismo como fenómeno de intolerancia.

Te da cierta perspectiva sobre lo que has leído antes, y contesta a cuestiones que tú mismo has podido hacerte mientras estás leyendo.

Una de las cosas con las que más me quedo es con su respuesta a cómo es que él sobrevivió.

Recuerda que los supervivientes de los campos fueron muy pocos. Algo que dije aquí al comentar La lista de Schindler, película en parte tramposa, la versión hollywoodiense de la Shoah, porque no expresaba bien lo que esto fue. La historia de los campos es la de la muerte, no la de los pocos que sobrevivieron. 

Aquí lo recuerda Primo Levi, que por ejemplo de los deportados italianos sólo el cinco por ciento pudo regresar.

Y, de ellos, muchos perdieron la familia, los amigos, los bienes, la salud, el equilibrio, la juventud.

Él atribuye su supervivencia a que tuvo suerte y solo en menor medida (mucha) a otras cosas...

En muy pequeña medida jugaron los factores preexistentes, como mi entrenamiento para la vida en la montaña y mi oficio de químico, que me acarreó algún privilegio durante mis últimos meses de prisión.

Ya lo comenté en otro sitio, que la experiencia montañera te coloca en situaciones en que te ves reducido a lo esencial: refugio, agua, comida. Hasta yo he tenido momentos así, de sed y hambre, frío tremendo o calor insoportable, o que te falle el físico, o te rompas un hueso, y aun así tengáis que seguir porque el refugio (y el agua, la comida, el descanso, etc.) queda aún un poquito lejos. Entiendo perfectamente lo que dice Primo Levi de que en una pequeña (muy pequeña) medida, su experiencia montañera le ayudó.

Hombre, yo también diría que le ayudó ser un mocetón de veintitrés años.

 

Primo Levi en los años cincuenta, fotógrafo desconocido, de Editorial Mondadori (via Wikimedia Commons)

El primer capítulo de Si esto es un hombre, «El viaje», se menciona en un artículo publicado sobre los relatos que Primo Levi dedicó a la montaña, de Alejandro Pérez Vidal: «Apuntes sobre el alpinismo, "sucedáneo de los viajes”, en la vida y la obra de Primo Levi», en Quaderns d'Italià, 2019, núm. 24, p. 175-188 (https://doi.org/10.5565/rev/qdi.424).

martes, 26 de enero de 2021

#31 Leonardo da Vinci: La dama del armiño

 



 


Dama con l'ermellino

Dama z gronostajem

 

 

Fecha: 1488-90

Estilo: Arte renacentista

Autor: Leonardo da Vinci

Técnica: óleo sobre tabla

Ubicación: Museo Czartoryski (Cracovia, Polonia)

 

Mi pintura favorita de Leonardo

 

No sé si habéis visto la película de George Clooney The Monuments Men (2014).

En todas las guerras hay saqueos, y las obras de arte son uno de los botines más preciados. Napoleón recorrió Europa arrasando con todo lo de valor. A veces ni siquiera hace falta una guerra, el más fuerte se hace con lo que quiere: la depredación inglesa por los rincones del imperio y aledaños también es antológica.

La Segunda Guerra Mundial no fue una excepción. Conforme los ejércitos alemanes conquistaban territorios, aparte de exterminar a Untermenschen, rapiñaban cuanta obra de arte se les pusiera a tiro. Es célebre la colección que llegó a reunir Göring. La idea de Hitler sería construir un gran museo (se llamaría el Führermuseum) en su ciudad natal, Linz, pero sus sicarios cuando atropaban algo, no lo daban al estado, sino que se lo quedaban para sí.

Así que no es de extrañar que el gobernador general de Polonia, Hans Frank, cuando tuvo que largarse a Baviera al final de la guerra, se llevara consigo esta obra de Leonardo da Vinci, que había cogido del castillo de los Czartoryski. En Baviera es donde lo recuperaron los Monuments Men a los que Clooney hizo una peli.

El film, entre nosotros, es agradable de ver aunque nada especial. Lo mejor, que resulta un justo homenaje hacia aquellos hombres estadounidenses que vinieron al viejo mundo, arriesgando sus vidas, para salvar el patrimonio artístico europeo.


Aquí, a la izquierda, los Monuments Men originales, enseñando La dama del armiño. La foto la he tomado de Wikicommons y pone Fine Arts, and Archives program, dominio público, via Wikimedia Commons.

La dama del armiño es un óleo sobre tela. Leonardo es de la generación florentina que empezó a experimentar con el óleo, esa técnica que los flamencos habían llevado a su cumbre.

Como muchos de los cuadros del autor, es de pequeñas dimensiones, 54,8 x 40,3 cm. Tiene una inscripción, posiblemente añadida al llegar a Polonia en el siglo XVIII, que dice la bele feroniere leonard da vinci. Pero, como os contaré más tarde, la retratada no era la Bella Ferronière.

Me encanta este magnífico cuadro porque me parece una estampa real de la vida captada al vuelo. Te imaginas perfectamente a la modelo, entretenida con su mascota. De repente, se abre una puerta, o suena un ruido, y los dos se vuelven a mirar, ella y el armiño.

Capta el movimiento, y eso es dificilísimo. Otros retratos suyos son muy cuatrocentistas, con modelos estáticos, desde Ginevra Benci a Mona Lisa: esas mujeres están posando. Solo en este se transmite el nervio, la vida, el movimiento. Se nota que es una muchacha joven, a punto de sonreír a la persona que llega. Sabes lo que ha pasado antes y lo que pasará después de ese momento.

Notas los músculos de la mano sujetando al animal. La postura del mustélido, además, es muy reconocible para cualquiera que tenga una mascota, mismamente un gato: lo coges en brazos con cariño y se deja acariciar pero, de repente, algo que llama la atención y se revuelve, quizá para saltar a ver qué hay.

La retratada es Cecilia Gallerani, de dieciséis años. Era amante del duque Ludovico Sforza. No solo era bella, sino también ingeniosa y cultivada, hablaba latín con fluidez, y se decía que era una música y cantante dotada. Hizo sus pinitos literarios y contribuía a un salón en el que se hablaba de aquellas cosas humanistas.

Ironizaba Jane Austen en Orgullo y prejuicio sobre lo mucho que tenían que saber las jovencitas. A mí me hace gracia, la verdad, lo que se esperaba de las jóvenes casaderas en época georgiana o durante la Regencia no es nada frente a los refinamientos exigidos de las mujeres cultas de la Italia renacentista.

Estilo

Leonardo da Vinci fue prácticamente contemporáneo de Botticelli (era siete años más joven). Cuando su padre, un notario florentino, vio lo bien que se le daba el dibujo al crío, le puso en el taller de Verrocchio, a ver si aprendía a ganarse la vida con algo práctico.

Por eso, aunque cronológicamente, Leonardo sería uno más de la segunda generación de pintores florentinos, supone un paso más allá. Se le sitúa estilísticamente, entre el Quattrocento y el Cinquecento.

Domina mejor la pintura al óleo, y aprende a sacarle potencial a la hora de reflejar la realidad, con sus veladuras. Por eso tantos de sus cuadros son pequeños, requiere tiempo, y él pintaba pausado. 

Sus intentos en formatos más grandes... o no los terminaba porque siendo como era parsimonioso pintaba muy lento, no cumplía con los plazos y ni el comitente ni él conservaban el interés en terminar... O le pasaba como con la Última Cena, no estaba dotado para pintar al fresco e intentó una técnica que, bueno, digamos que empezó a desmoronarse ya al poco de ser terminado. De su torpe intento de reavivar la encáustica en Florencia ya ni hablamos.

Leonardo fue un magnífico pintor y, sobre todo, un extraordinario dibujante, en un entorno, el florentino, que destacaba precisamente por eso, por el dibujo, la línea, más que el color.

Su principal aportación como pintor fue prescindir de la nítida línea que envolvía las figuras de un Botticelli, por ejemplo. Difuminó los bordes, en lo que se llama «esfumado» (sfumato), con lo que los personajes representados quedaban envueltos en una especie de niebla algo enigmática. Creando suaves contrastes entre la zona de luz y la de sombra, añadía volumen a las figuras.

Historia del cuadro

Ya he dicho que la representada era amante del duque Ludovico Sforza, llamado el Moro. Llegó un momento en que el duque casó a su amante con el conde Bergamini de Cremona. Ella conservó su retrato y, años más tarde, se lo envió a otra dama ilustrada del Renacimiento, Isabel de Este, marquesa de Mantua, que se lo había pedido para comparar la manera de pintar de Leonardo con la de Giovanni Bellini.

Era solo un adelanto. Ya se veía entonces que este cuadro iba a viajar más que el baúl que la Piquer. Os cuento.

La pintura fue adquirida en 1798 por Adam Czartoryski, para su madre la princesa Izabela Czartoryska (en otro sitio leí que era para su esposa) y se integró en las colecciones de la familia Czartoryski en 1800. A lo largo de los siglos, la familia movió este cuadro de un lugar a otro de Europa, protegiéndolo de las guerras y demás. Por ejemplo, entre 1830 y 1876, estuvo en el hôtel Lambert, centro de la emigración polaca en París y propiedad de los Czartoryski.

La familia volvió a Polonia en 1869, y de nuevo se asentaron en Cracovia. El follón de la guerra franco-prusiana y la barbaridad de la Comuna les impulsó a llevarse la pintura a Cracovia en 1876. Dos años después, abrieron el museo que lleva su nombre.

Siglo XX. Primera Guerra Mundial: trasladan el cuadro a la Gemäldegalerie Alte Meister de Dresde, para conservarla. Vuelta a Cracovia en 1920.

Ídem. Segunda Guerra Mundial. La familia intenta ocultar el cuadro en Sieniawa, ante el avance de la Wehrmacht. Sin embargo, los nazis lo descubrieron y lo enviaron a un museo de Berlín. En 1940, Hans Frank, el gobernador general de Polonia, lo vio y se lo llevó de vuelta a Polonia, donde estuvo en su oficina en el castillo de Wawel hasta 1941, año en que la trasladaron a un almacén de Breslavia. En 1943, de vuelta a Cracovia, la exponen en el Castillo de Wawel. ¿No os digo que viaja mucho…?

Los Monuments Men recuperaron el cuadro en casa de Frank en Baviera y lo devolvieron a Polonia.

Dirás que aseló entonces, ¿no? Pues no. Más meneítos de acá para allá. Leo en la Wikipedia en inglés que es la pintura de Leonardo que más ha viajado: Varsovia (1952), Moscú (1972), Washington DC (1991/92) y Malmö (1993/94), Roma/Milán (1998) y Florencia (1999).

Siglo XXI. La Fundación de los Príncipes Czartoryski vendieron la colección el 29 de diciembre de 2016 al gobierno polaco, por cien millones de euros. La fundación estaba representada por Adam Karol Czartoryski, el último descendiente directo de Izabela Czartoryska Flemming y Adam George Czartoryski, quien llevó la pintura a Polonia desde Italia en 1798.

Actualmente se encuentra en el Museo Czartoryski de Cracovia. De momento, supongo. Hasta que les de por traerla o llevarla de nuevo.

El autor: Leonardo da Vinci

Nació cerca de Vinci, en 1452, hijo no matrimonial de una campesina y el notario de Florencia que ya mencioné antes. Como dije, se formó en el taller de Verrocchio. Trabajó tanto en Florencia como en Milán. Sus cuadros son pocos y, más de uno, lo dejó inacabado.

Fue un extraordinario dibujante que reflejó en sus notas todos sus amplios intereses: el cuerpo –que conoció mejor presenciando necropsias–, los animales, la naturaleza, las expresiones diferentes de los rostros humanos, así como de todas las cosas que observaba, desde los remolinos al vuelo de los pájaros a idear cómo podrían hacerse unas alas con las que el hombre pudiera volar o un buzo para caminar por el fondo de las aguas.

Solo lo dibujaba, ¿eh? No quiere decir que construyera realmente nada de eso, ni que experimentara, ni siquiera que algo de eso funcionase si se construyera hoy según sus diseños. Dibujar era su forma de reflexionar y fantasear.

Vasari lo describe como un hombre fuerte y atractivo, que sabía cantar, entretenía a sus amos organizando fiestas para las que creaba decorados y trajes y que debió tener mucha labia. 

Posiblemente, la mejor descripción de lo que debió ser este hombre encantador nos la da Vasari en sus Vite, cuando explica cómo encandilaba a todos con sus fantasías: 

«los persuadía con tan grandes razones que parecía posible, aunque todos, cuando se había ido, constataban por sí mismos la imposibilidad de tamañas empresas».

Otras obras

Este cuadro es mi favorito de los que pintó Leonardo. Pero hay otros que gustan mucho a la gente y que por sus méritos, son los que más veréis citados en los libros de Historia del Arte.

Como, ante todo, fue un dibujante fuera de lo común, os pongo a continuación algunos de sus dibujos más memorables.

«Paisaje del Arno» (5 de agosto de 1473), tinta sobre papel, 16 cm × 28,5 cm, Gabinetto dei Disegni e delle Stampe, Galería de los Uffizi, Florencia.

«Las proporciones del cuerpo humano según el canon de Vitrubio», también conocido como «El hombre de Vitrubio» (h. 1492), plumín, pluma y tinta sobre papel, 34,4 cm × 25,5 cm, Galería de la Academia, Venecia.

«Cartón de Burlington House» (h. 1501-1505), tiza negra, albayalde y difumino sobre papel, 141,5 cm × 104,6  cm, National Gallery, Londres. Representa a la Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista.

Y ahora paso a algunos de sus pinturas de colorines más populares.

«La Virgen de las rocas» (entre 1483 y 1486), óleo sobre lienzo (tabla añadida al lienzo en 1806), 199 cm × 122 cm, Museo del Louvre, París. Hay otra Virgen de las rocas en la National Gallery de Londres.

«La última cena» (desde 1495 hasta 1498), temple y óleo sobre yeso, 460 cm × 880 cm, refectorio de Santa María de las Gracias (Santa Maria delle Grazie), Milán. Es prodigiosa la forma en que pinta con perspectiva, de manera que parece como un trampantojo, que hay un espacio más allá de la pared. Para cada uno de los apóstoles, por otro lado, estuvo buscando rostros durante mucho tiempo en las calles milanesas; cada uno tiene su propio carácter. Una auténtica pena que los experimentos aquí del artista acabaran haciendo que nada más terminarse ya se estuviera desprendiendo de la pared.



«La Gioconda» (1503-1505), óleo sobre tabla, 77 cm × 53 cm, Museo del Louvre, París. 

Esta que aquí veis, medianamente conservada, es la pintura más famosa de Leonardo, acumulando mugre y amarilleándose el barniz. Posiblemente, de las obras de semejante calidad, la peor conservada.

Bajo ese aspecto mugroso lo que pintó Leonardo debió ser algo más parecido a lo que se ve en la copia del Prado:



Anónimo, 1503-1519, óleo sobre tabla, 76,3 × 57 cm, Museo del Prado, Madrid. 

¿Veis por qué no hay huevos para limpiar la Gioconda original?






«La Virgen y el Niño con santa Ana» (h. 1503-1519), óleo sobre tabla, 168 cm × 130 cm, Museo del Louvre, París.