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jueves, 16 de abril de 2020

#44 Trafalgar

El ejemplar baqueteado de mi casa
Alianza Edotiral, 6.ª ed. (1981)



Autor: Benito Pérez Galdós
Fecha de publicación: 1873

Este debería ser el año Galdós, pues hace justo un siglo que falleció Benito Pérez Galdós, uno de los novelistas más destacados en lengua española. 
Había nacido el año 1843 y, cuando tenía treinta años de edad, comenzó a escribir sus Episodios nacionales: cuarenta y seis novelitas cortas, agrupadas en series de diez, excepto la última, que quedó en seis.
Recorre con ellas prácticamente todo el siglo XIX español: el primer episodio es este Trafalgar (batalla que aconteció en 1805) y acaba con Cánovas (cuya acción se desarrolla entre 1874 y 1880).
Trafalgar es, como digo, el primer episodio. El protagonista es Gabriel de Araceli, al que conocemos como un chaval de clase humilde, huérfano, gaditano que hace su vida entre las chiquillería de La Caleta. 
Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres.
Entra al servicio de un marino retirado, su amo, un hombre que solo teme una cosa en la vida: a su formidable mujer.
De tal manera que tiene que huir a escondidas de ella para unirse a la armada combinada hispano-gala que acabará enfrentándose a la inglesa frente al cabo de Trafalgar.
Es un librito que he releído rápido. Complaciéndome, como de costumbre, por lo hábil que es Pérez Galdós a la hora de unir fondo y forma. Es mi segundo escritor favorito en lengua española, después de Cervantes. Me encanta la porque sabe ser ameno sin bajar el nivel de su lengua. Para mí no hay mayor placer que leer en un castellano tan hermoso sin llegar a usar un vocabulario complejo. Y que, al mismo tiempo, no se pierda en estilismos sino que lo que tenga que contarte despierte tu interés. Para que comprendáis lo que quiero decir: creo que Azorín es el que mejor sabe narrar en español de España, pero lo que te cuenta no importa nada, es bastante irrelevante.
Mi entusiasmo por Galdós es tal que he leído bastantes obras suyas, y este año me apetece ir releyendo sus Episodios nacionales. Como novelas históricas son fantásticas, porque –para mi gusto–hila bastante bien la parte histórica, los acontecimientos, los personajes reales de la historia española decimonónica, con lo folletinesco de la peripecia de los protagonistas de sus series.
Me parece que esa es la clave de la novela histórica: saber entrelazar bien la parte histórica y la de ficción, implicar en sucesos reales la existencia de personajes imaginarios. Los dos aspectos (lo que es real y lo que no) debe estar equilibrado y bien ligado.
Reconozco que mi serie favorita es la tercera, en la que hay una auténtica novela rosa que me encantaría ver en formato novela romántica actual. Fernando Calpena es un auténtico héroe, que sabe ir desde su apasionado aunque juvenil enamoramiento de Aura Negretti, hasta el amor real, lo que no le hace menos intenso, de Demetria Castro. Hay una escena en particular, en la que me imagino a Demetria mirando cómo se aleja Fernando… Y cómo él se vuelve a mirarla, sin entender muy bien por qué siente tristeza por la separación, sin saber reconocer bien sus auténticos sentimientos. Sin decir prácticamente nada, yo me monto todo su romance en la cabeza. Ains…
Pero no toca hablar de esa tercera serie, sino de Trafalgar. Pérez Galdós la redactó y publicó en un mes. Al parecer, don Benito acopiaba materiales antes de ponerse a escribir, imaginar y luego redactaba rápido. Este trabajo de investigación previo lo venía haciendo desde el verano de 1872, en su segunda visita estival a Santander.
Siempre me ha llamado la atención que este escritor, canario de nacimiento y madrileño de residencia, pasara los veranos –y también algún invierno– aquí. Tenía un escritor amigo, José María de Pereda, que no podría ser más opuesto: el canario era más bien reservado y taciturno, mientras que Pereda era más animoso (también es verdad que se ahogaba en un vaso de agua), el primero era progresista y el segundo conservador… Y sin embargo, se llevaban bien. Para mí ese es el auténtico modelo de convivencia: conservaban la amistad sin permitir que la ideología aplastase el afecto humano. Todo un ejemplo para esta época tan histérica de ofendiditos, en la que la gente incluso se rompe con sus familiares por temas políticos.
Al parecer Pérez Galdós se inspiró en Erckmann y Chatrian. He visto a esta serie como la mejor valorada. Mantiene un tono heroico, lo cual es muy coherente con el tema: la guerra de la independencia. En este primer episodio la monarquía hispánica aún está aliada con Napoleón, pero luego se narra la lucha contra el francés, durante la cual surge un ideal patriótico.
Enrique y Arturo Mélida:
Arenga de Churruca, ed. ilustrada (1882)
vía Wikimedia Commons

Pese a ese aire épico, no es un romántico idealista, sino realista. Quiere no solo representar grandes hechos históricos, sino también «el vivir, el sentir y hasta el respirar de las gentes», como dice en el Epílogo a la edición ilustrada de las dos primeras series (Madrid, 1885).
Una de las cosas que me gusta mucho de Pérez Galdós es la forma de retratar a las mujeres. A veces, sí, con trazos gruesos, pero eso mismo hace con algunos personajes masculinos. Incluso en un episodio tan bélico y masculino como es este de Trafalgar, aparecen mujeres: la resignada madre, la enamorada jovencita y esas dos mujeres tremendas, la dominante Francisca y la coqueta Flora quien «era una vieja que se la echaba de joven».
Le encuentro a Pérez Galdós esos toques de humor, de ironía sutil, que te arranca más de una sonrisa. Como cuando Francisca riñe a su marido:
Pueden ver la función desde la muralla de Cádiz; pero lo que es en los barquitos… Digo que no y que no, Alonso. En cuarenta años de casados no me has visto enojada (la veía todos los días); pero ahora te juro que si vas a la escuadra… haz cuenta de que Paquita no existe para ti.
Tolerancia frente a las debilidades humanas, protagonista coral y sentido del humor, ¡qué español me suena esto! Creo que es un rasgo que coincide con Cervantes, y posiblemente por eso ambos sean mis autores favoritos en mi propia lengua. Por ello mismo adoro películas como Plácido, que une estos rasgos.  
Como este libro es un clásico, tiene página en la Wikipedia. 

viernes, 9 de agosto de 2019

#56 La letra escarlata

Hugues Merle: La letra escarlata (1861)
Óleo sobre lienzo, Walters Art Museum
[Dominio público] Wikimedia Commons





Autor: Nathaniel Hawthorne
Título original: The scarlet letter
Fecha de publicación: 1850

En mi repaso de las novelas históricas, doy con una que también valdría como una de las mejores novelas de la historia, aunque personalmente, no la incluiría entre los clásicos de la literatura universal.
No es demasiado larga, y te cuenta un episodio de las colonias inglesas en Norteamérica, en concreto en el Boston colonial.
La historia comienza con una mujer saliendo de la cárcel, con un bebé en brazos. Es Hester Prynne, una mujer casada que ha quedado embarazada de quien no es su marido. La castigan como adúltera a llevar prendido en su pecho una letra «A» escarlata, que ella misma borda.
Nada más salir de la cárcel, tendrá que estar unas horas en el patíbulo, mientras la exhortan a que diga quién es el padre de la criatura, con quién ha cometido el adulterio. Ella se niega y sobrellevará su ostracismo con dignidad.
Aparecerá su marido, al que todos creían muerto, pero no se revela como tal, sino que finge ser un médico llamado Roger Chillingworth. Al conocer lo ocurrido con su mujer, decide descubrir el nombre que ella calla, para poder vengarse
El resto de la novela, más o menos, va de Hester Prynne llevando con dignidad su castigo, su hija creciendo hermosa, quizá algo traviesa, Roger por ahí zascandileando y atormentando a quien acabará descubriendo como cómplice de su mujer ¡spoiler! Es el cura, pastor o como se llame entre los puritanos, Dimmesdale. Un hombre al que todos aprecian por su santidad pero que vive angustiado, atormentado por una culpa que no se atreve a confesar.
Me pregunto cómo será leer esta novela sin conocer el secreto de Hester, quién es el padre de su hija.
Es más una novela de personajes que de argumento. No hay grandes acontecimientos. Pero narra de una manera espléndida el curso de pensamiento de Hester, una heroína que sabe mantenerse lúcida y sacar fuerzas para seguir adelante aunque toda la sociedad la desprecie. Incluso cuando ella, como buena cristiana, hace obras de caridad, los mismos beneficiarios de su bondad la desprecian.
Es admirable. Ella. Más difícil es saber bien qué es lo que ocurre con Dimmesdale. Es un hombre débil, atormentado, que proclama a los cuatro vientos que es tan pecador como sus parroquianos… pero se calla realmente qué pecado ha cometido, sabiendo que todos creen que es un santo que realmente no ha hecho nada más.
Como novela histórica, creo que recrea bastante bien aquella vida pobretona, tan limitada, de los puritanos de Nueva Inglaterra. Hawthorne ambientó su historia doscientos años antes, hay más distancia temporal entre el momento en que se supone que pasaron los hecho y la fecha de la novela que entre ésta y nuestros días.
Como novela de personajes, la disfrutas o no según estos te caigan bien o mal, te fascinen o no, entiendas sus motivaciones o te parezcan inaceptables. Hester es una heroína sólida que ama, ama a su hija y al vicario, y calla precisamente por no poner las cosas peor, creo yo. Por ella merece la pena leer esta novela.
Ella lleva su culpa a la vista de todos, mientras que Dimmensdale lo lleva en su interior, oculto, lo que en realidad parece que le causa más sufrimiento moral que a ella. El desprecio público que ella padece es algo que se puede sobrellevar, parece querer decirnos el autor, mientras que el interno, es algo que te carcome. En el caso de Dimmesdale, además, hasta le hace aparecer una letra en su propio pecho, como un estigma que le quema. Creo que realmente en su caso el desprecio público, sin embargo, sí que le destruiría, porque al final no es cosa que se sepa o no que él se acostó (y cabe suponer que lo hizo por afecto, no por un mero calentón) a Hester, sino que él es incapaz de sobrellevar que ha hecho algo que la sociedad –y él mismo– ve como algo perverso.
En mi opinión, Hawthorne estaba muy interesado en el giro sensacional al final de descubrirse que el cura ha pecado; construye toda la novela con ese misterio de qué tendrá Dimmesdale en el pecho, qué será eso oculto… Un poco truculento, muy propio de la novela romántica del siglo XIX.
Así, la impresión que me deja esta historia es que, en el fondo, al autor le interesa más el personaje masculino que el femenino. Como que quisiera demostrar que los pecados, las culpas, hay que sacarlos a la luz, porque si no acaban contigo. Ya digo que, en mi opinión, el problema de Dimmesdale no es que reconozca o no su «pecado», sino que considera que ha pecado. Ni por un momento se plantea el autor, o yo no he sido capaz de verlo, la radical injusticia de que una mujer sea castigada penalmente por acostarse con un hombre que no sea su marido, y menos cuando todos piensan que el marido ha muerto.
Quizá sea excesivo para un hombre de su época reconocer lo incorrecto de ese planteamiento, admitir que la vida sexual de cada uno es privada, o que La letra escarlata sea la historia de cómo las convenciones sociales y las normas penales sancionan lo que es un puro y simple amor inesperado entre dos personas que no lo buscaban.
Parece claro que él sigue compartiendo en gran medida esas ideas puritanas, por eso digo que no creo que pretendiera que le saliera una heroína tan maravillosa, sino que todo gira en torno a Dimmesdale. Véase, si no, la intervención de Roger, el marido oculto, solo te hablan de él en relación con lo que hace o deja de hacer a Dimmesdale, sin que mantenga ninguna relación con su mujer. Ella parece no importarle absolutamente nada, es una mera excusa argumental para su odio.
Es la obra más conocida y de más éxito del autor. Todavía puede disfrutarse, como un ejemplo fascinante no solo de cómo debieron ser aquellas patéticas colonias inglesas en el Nuevo Mundo, miserables y constreñidas (sobre todo si las comparamos con los ricos virreinatos españoles, incluso con todas sus sombras), sino también cómo se veía desde la perspectiva de un escritor del siglo XIX.

Por esto no considero que sea una de las grandes obras de la literatura universal que pueda atraer a lectores de cualquier tiempo y lugar. Destaca como novela y como reconstrucción del pasado, pero su trascendencia me resulta alicorta. No va más allá del pecado y la culpa, cuestiones solo de interés dentro de un ámbito religioso cristiano. Si hubiera enfatizado más el aspecto sociedad versus individuo... Pero yo no he acabado de ver realmente una crítica a que la sociedad le amargue la vida al individuo que realmente no ha hecho nada malo.

En su día ví la adaptación de esta novela con Demi Moore en 1995. Fue un fracaso comercial, pero no estaba tan mal. Si acaso, Gary Oldman (y mira que me encanta este actor) no es la imagen que yo tendría de Dimmesdale. Se deja ver, en cualquier caso.
Como este libro es un clásico, tiene página en la Wikipedia. 

domingo, 30 de junio de 2019

#43 Los tres mosqueteros

Maurice Leloir / Jules Huyot:
Ilustración de la edición Appleton (1894)
vía Wikimedia Commons


Autor: Alejandro Dumas
Título original: Les trois mousquetaires
Fecha de publicación: 1844
Parte de una serie: Las novelas de D'Artagnan #1

En mi repaso de las novelas históricas, doy con una que este clásico ambientado en la Francia de Luis XIII y el cardenal Richelieu.
Aunque se titula Los tres mosqueteros, y ciertamente tienen un rol destacado, la novela sigue más bien los pasos de d’Artagnan, joven gascón, algo ladino, y muy buen espadachín, que aspira a convertirse en mosquetero.
Acudirá a París, pero no consigue entrar de buenas a primeras en ese cuerpo; de hecho, al principio logra enemistarse y acabar retado a duelo de los tres mosqueteros, que responden a los nombres de Athos, Porthos y Aramis. Pronto se convertirán, no obstante, en amigos, compartiendo con el joven su archifamoso lema de «Uno para todos y todos para uno».
Seguro que habéis leído el libro o, al menos, visto alguna de las diversas adaptaciones cinematográficas de la obra. Parece que cada generación ha de tener sus mosqueteros. Una de las últimas ha sido la de 2011, con Orlando Bloom en el papel de duque de Buckingham y que es claramente la «versión videojuego», con los mosqueteros y Milady (Milla Jovovich) con una estética entre el Assassin's Creed, y el steampunk.
Esta historia de aventuras contiene más o menos dos intrigas sucesivas. En la primera, unos diamantes imprudentemente entregados por la reina Ana de Austria al duque de Buckingham podrían ser su perdición, lo que les obliga a recuperarlos; en la segunda, es protagonizada casi totalmente por Milady de Winter, una dama bellísima y astuta, a quien se encarga el asesinato de Buckingham. En medio, como un fulcro, aparece el asedio de La Rochela por los ejércitos realistas. Y poco antes, una farsa erótica algo boccacciana, en la que d'Artagnan se hará pasar por otro en el lecho de Milady.
Es una historia de capa y espada, relatada de manera muy ágil: mucha acción, diálogos fluidos, nada de infodump tedioso sobre la época para demostrar lo mucho que el autor ha leído. Víctor Hugo peca un poco de esto, por ejemplo.
Los personajes que aparecen son, en su mayoría, históricos: el cardenal, los reyes, el propio d’Artagnan (basado en el histórico Charles de Batz-Castelmore d'Artagnan)... Ahora, si fueron así o no, si la reconstrucción histórica es fiel o no a la época, no importa tanto. Si las cosas no pasaron así, bien podían haber sucedido.
Claro que se tomó más de una licencia, hechos que ocurrieron posteriormente se sitúan en esta época, como que los mosqueteros eran mandados por Tréville, o que la condesa de Chevreuse estuviera desterrada a Tours.
Creo que lo que hace aún seductora esta historia, consiguiendo nuevos lectores con cada generación, son los personajes en sí. Aparte de que la novela sea muy amena, cada uno queda retratado tan finamente que reconocerías por ejemplo, al melancólico y noble Athos si te lo encontraras por la calle.
O al valentón Porthos… O al enamoradizo abate Aramis.
Destacaría, por supuesto, al personaje femenino más poderoso, en una novela en la que no faltan mujeres de relevancia. Pero, así como la reina, o Constanza Bonacieux (amada por d’Artagnan) son ejemplos de la mujer medio «idealizada» decimonónica, más carnales, por supuesto, pero al fin y al cabo significadas prácticamente de forma exclusiva por su amor a un hombre, en el caso de Milady de Winter encontramos una mujer mucho más poderosa, inteligente,… y mala, of course!, la perdición de los hombres.
Es una intrigante al servicio del cardenal Richelieu, que no duda en recurrir al hurto, al engaño, al veneno, lo que haga falta, para lograr su propósito. La forma en que hábilmente sabe manipular a los hombres que la rodean es sobresaliente, de una perfidia y una habilidad inigualables. Estas mujeres, como los esclavos en las comedias grecolatinas, han de desarrollar la capacidad de penetrar psicológicamente en la mente de aquellos que son más fuertes, o que simplemente tienen la riqueza y el poder, mientras que ellos no pueden recurrir más que al ingenio.
Si lo miras desde su perspectiva, cómo d'Artagnan la humilla, te explicas bien la frase que yo veo más como una burla de ella: «Os reunís diez hombres para degollar a una pobre mujer», solo le faltaba añadir «...y diez hombres medio muertos de miedo».
La historia de d'Artagnan continúa en otras dos novelas: Veinte años más tarde y El vizconde de Bragelonne
Hay que recordar que la novela histórica, como subgénero literario, nació precisamente en el siglo XIX, como un rasgo más del Romanticismo, que tan bucólico e idealista se ponía con el pasado. Cogían un acontecimiento histórico real y lo envolvían en una trama novelesca más o menos lograda; era realmente (y sigue siendo) un género superventas.
Después del éxito de Walter Scott en el Reino Unido, en Francia lo cultivaron Alfred de Vigny, Víctor Hugo y este Alejandro Dumas (padre) –con sus colaboradores–, que destacaba sobre todo, a mi modo de ver, por lo ameno, lo entretenido, al estilo folletinesco de la época, claro.
Aunque he situado esta novela en mi lista de cien novelas históricas, no hubiera desentonado en otras como la de las cien obras de la literatura universal, o clásicos de literatura infanto-juvenil.
Como este libro es un clásico, tiene página en la Wikipedia. 

martes, 24 de enero de 2017

#15 La Gran Muralla china



La Gran Muralla china en Jinshanling
Por Severin.stalder (2013) [CC BY-SA 3.0]
Via Wikimedia Commons






Tipo de construcción: militar (muralla defensiva)
Época: 220 a. C.-1644
Lugar: China


Un inmenso esfuerzo de siglos.

No, la Gran Muralla china no se ve desde el espacio. Eso es una leyenda urbana. Pero esta circunstancia no le resta mérito.

Se trata de una fortificación, con tramos de muralla y otros de edificaciones o pasos fronterizos que, a lo largo de los siglos, defendió China de los invasores norteños, grupos nómadas de las estepas. Obviamente, se usaba también con otros propósitos como el control de las fronteras o el cobro de impuestos en aduanas.

Aunque ya hubo muros defensivos en el siglo VII a. C., la principal muralla comenzó a construirse en 220-206 a. C. por Qin Shi Huang, el primer emperador de China, aunque queda poco de su muralla.

Se prolonga a lo largo de muchos kilómetros, se calcula que 21.296, desde la frontera con Corea en el este hasta el desierto del Gobi en el oeste. En cada zona se construyó con los materiales del lugar, así que no es una construcción homogénea. Los materiales principales fueron la piedra y el ladrillo, la tierra compactada y madera.

Desde el siglo III a. C. en adelante, la muralla fue construida ampliada, reconstruida, y mantenida hasta la dinastía Ming, que terminó en el año 1644.

La Gran Muralla (en chino tradicional, 長城) es Patrimonio de la Humanidad desde 1987, y en su página web, la Unesco lo describe así:


Hacia el año 220 a.C., el primer emperador Qin Shin Huang ordenó reunir los tramos de fortificaciones construidas anteriormente, a fin de crear un sistema de defensa coherente contra las invasiones de los pueblos del Norte. Los trabajos de edificación de la Gran Muralla prosiguieron hasta la dinastía de los Ming (1368-1644), dando por resultado la obra de ingeniería militar más gigantesca de todos los tiempos. Su gran valor arquitectónico es comparable a su importancia histórica y estratégica.

Como siempre, para saber más, podéis empezar por la wikipedia, con el artículo dedicado a este lugar. En National Geographic España tenemos un artículo dedicado a “La Gran Muralla china: la mayor obra de ingeniería del mundo” y, finalmente,  visitamos el blog de un viajero: en la página "21 Wonders" (Las 21 Maravillas, una vuelta al Mundo y mil destinos) el viajero Alejo Tomás nos cuenta la historia de la muralla.

sábado, 27 de agosto de 2016

#6 Qal'at al-Bahrain


Fuerte de Baréin, 2008
Por Jayson De Leon [CC BY 2.0],
Via Wikimedia Commons




Tipo de construcción: Yacimiento / Fortaleza

Época: 2300 a. C. – siglo XVI
Lugar: Baréin


Baréin es un país pequeñito, formado por islitas situadas en el golfo Pérsico. 

Allí se encuentra esta colina artificial que fue habitada durante miles de años.

Estas colinas artificiales son relativamente frecuentes en la zona de Oriente Próximo. Se les llama tells, y se forman como consecuencia de la acumulación de diversas gentes viviendo allí siglo tras siglo. En zonas planitas como Mesopotamia, por ejemplo, encontrarse una colina en mitad de la llanura fue siempre buena pista sobre dónde ponerse a excavar.

Qal'at al-Bahrain fue en un tiempo la capital de la civilización dilmun, debido a su destacada posición estratégica, dentro de las rutas comerciales marítimas que unían Mesopotamia y el Valle del Indo. Precisamente por ello le echaron el ojo los portugueses cuando se acercaron por allí a comerciar y de ahí que también haya restos de una fortaleza portuguesa.

Qal’at Al Bahrein, antiguo puerto y capital de Dilmun forma parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2005. La Unesco lo describe de la siguiente manera:


Qal’at al-Bahrein es un “tell” típico, esto es, una colina artificial con estratos formados por asentamientos humanos sucesivos. La estratigrafía de este altozano de 300 x 600 metros atestigua una presencia humana ininterrumpida desde 2.300 años a. C. hasta el siglo XVI de nuestra era. Se han efectuado excavaciones arqueológicas en un 25% de la superficie del sitio, lo que ha permitido descubrir estructuras de construcciones de diverso tipo: residenciales, públicas, comerciales, religiosas y militares. Todas ellas atestiguan la importancia de este puerto comercial a lo largo de los siglos. En lo alto de la colina de 12 metros de altura se yergue una impresionante fortaleza (“qal’a” en árabe) construida por los portugueses, que ha dado su nombre al sitio. En este “tell” estuvo asentada la capital de Dilmun, país donde floreció una de las civilizaciones antiguas más importantes de la región. En él se encuentran los vestigios más abundantes y valiosos de esta civilización descubiertos hasta la fecha, que hasta las excavaciones contemporáneas sólo era conocida por alusiones en fuentes escritas sumerias.

Como siempre, para saber más, podéis empezar por la wikipedia, artículo Qal'at al-Bahrain. En inglés encontré este sitio mencionado en un artículo sobre los fuertes de Baréin, “Bahrain's Forts” y este otro de ARCWH.

martes, 3 de mayo de 2016

#3 Hamlet


William Morris Hunt: Hamlet (h. 1864)
[Dominio público] vía wikicommons
Hamlet

Autor: William Shakespeare
Año: entre 1599 y 1602
Género: Teatro / Drama


Tal día como hoy, hace 400 años, pasó a mejor vida Shakespeare. Así que no, para nosotros los del calendario gregoriano, no fallecieron el 23 de abril ni Cervantes (que lo hizo el 22 de abril) ni Shakespeare (que murió en lo que para nosotros era un 3 de mayo).

Hamlet es el primero de los grandes dramas de Shakespeare. Un príncipe danés está en fase de duelo por el fallecimiento de su padre. Menos de dos meses después, su madre se ha casado con el actual rey, hermano del difunto. Al melancólico Hamlet, el fantasma de su padre le cuenta que, en realidad, fue asesinado por su hermano. Entonces Hamlet decide vengarse matando al rey. Pero como es un intelectual, tiene que hacer las cosas de otra manera: fingirse loco para poder urdir mejor un plan y, al tiempo, darle vueltas a todo en la cabeza. Sí, es un cansino. Duda: ahora no, después tampoco. Al final, siento destriparos el argumento, no queda ni el apuntador, pero el desenlace lo provoca no tanto el vengar a su padre sino a sí mismo.

Una trama muy intrigante, personajes atractivos. A diferencia de Cervantes, Shakespeare no representa ni a toda la sociedad (los aristócratas y los reyes ocupan la mayor parte de la escena), ni a todo el espectro humano, ni siquiera contamos con una ambientación particularmente lograda. No, Shakespeare es atemporal, no habla de la sociedad de su época, sino de tipos humanos. Lo que consigue es que el cliché, se encarne en personas tan reales que te las imaginas paseando por tu calle. Hamlet, nuestro protagonista de hoy, es el filósofo, el dubitativo, el hombre de pensamiento a quien le cuesta pasar a la acción, el enamorado que oculta sus sentimientos para poder centrarse en una misión que no sabe ni cómo ni cuándo va a desempeñar, el depresivo que tontea con la posibilidad del suicidio para poner fin a su miseria...

Junto al argumento y los personajes, y la «dimensión mítica», lo maravilloso de Shakespeare es el idioma, el lenguaje, no tanto lo que cuenta (que está bien, es entretenido, hasta sirve de guión para películas) sino cómo lo cuenta. Es el ejemplo paradigmático de aquello que dijo Muñoz Molina que era la literatura (Babelia, 22/04/2015):


La literatura es precisión a una escala casi molecular: el brillo o el golpe seco de una palabra justa, la chispa como de pedernal golpeado, la reacción química cuando se combinan dos palabras bien elegidas, imantadas entre sí. La literatura es lo que no puede ser dicho de otra manera y lo que necesita ser leído despacio y en voz alta, al menos dos veces, en soledad o en pareja, en un grupo reducido, no mayor del que requiere un cantaor flamenco o una formación de cámara.


Así es como hay que leer a Shakespeare: despacio, en voz alta, y, a ser posible, en versión original. Cuando de poesía se trata, ya lo dije al comentar la Divina Comedia, el traductor nunca es tan bueno, en su idioma, como el autor original. La traducción es sólo una versión, aunque las haya muy buenas. No hay más que declamar el famoso soliloquio de Hamlet, para comprender que el ritmo, el sonido, de la lengua inglesa, forma parte integral de la obra, no sólo lo que se dice sino –insisto-, la manera en la que se expresan las ideas:

          To be or not to be-that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And, by opposing, end them. To die, to sleep-
No more-and by a sleep to say we end
The heartache and the thousand natural shocks
That flesh is heir to-'tis a consummation
Devoutly to be wished. To die, to sleep-
To sleep, perchance to dream...
En definitiva, que si tenéis la oportunidad de ver un Hamlet, aunque creáis que no os gusta el teatro, id a verlo. Y si por casualidad echan por la tele el Hamlet de Laurence Olivier, o el de Kenneth Branagh, que me vale también, vedlo, bueno, hasta el de Zeffirelli con Mel Gibson (con quien nunca sabes si sólo se hace el loco o realmente lo está). Shakespeare es tan potente que hasta sobrevive a eso.