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domingo, 9 de enero de 2022

#30 Metrópolis

 

Póster en FilmAffinity


 


 


Metropolis

Año: 1927

País: Alemania

Dirección: Fritz Lang

Música: Bernd Schultheis, Gottfried Huppertz (Película muda)

 

Un clásico del expresionismo alemán

 

¿Qué es un clásico? Algo que gana espectadores con cada nueva generación. A mí no me cabe duda de que esta película, que pronto hará cien años, es de esas que todo aficionado al cine ha visto y se ha asombrado.

Es película muda y en blanco y negro, lo cual significa que hace falta un cierto talante, o estado de ánimo, para ponerse a verla. 

Además, hay varias versiones, podría decirse que cada generación tiene su Metrópolis, según el estado de cosas del momento. La última, hasta donde yo sé, es la versión estrenada en el Festival de Berlín de 2010, a partir de una copia que se cree que es la versión original, hallada en un museo de Buenos Aires en el año 2008.´

La he visto en dos versiones, una que creo que es la de 2001, no esta última de 2010, y otra la de Giorgio Moroder, que es una hora y media, con música muy de los ochenta. Queda raro, esas imágenes con canciones de Bonnie Tyler o Freddie Mercury, pero no puedo decir que me disguste. Es un kitsch que en cierto sentido destroza el clásico. Fue nominada a los premios Razzie a peor banda sonora y peor canción original, con eso lo digo todo.

Pero, por otro lado, te permite hacerte una idea de sus méritos, sin que acabes dando una cabezada, cosa que le pasa a la mayor parte de la gente que no está acostumbrada a ver cine mudo. Me llamaréis hereje, pero quizá no sea mala opción acercarse a Metrópolis con esa versión pop.

Es una película futurista, posiblemente la primera distopía de la historia del cine. Representa una sociedad dividida radicalmente entre ricos y pobres. Los primero viven en rascacielos, visten con elegancia, tienen jardines paradisiacos y un vida cómoda y hermosa, que incluye un antro de perdición, Yoshiwara. Los segundos, en las entrañas de la ciudad, en un mundo de máquinas que los alienan, son ellos los que en realidad hacen que todo funcione, y están limitados a una vida miserable.

Freder, niño pijo de la parte alta, conoce un día a una muchacha que lo fascina, cuando se le aparece, rodeada de niños. Al seguir su rastro, conocerá el submundo, y quien es en realidad María, una especie de predicadora que consciente de las diferencias entre uno y otro mundo, aspira a que aparezca un salvador, un mesías, que una, con el corazón, la cabeza y las manos de ese mundo. Este planteamiento parece que era más del gusto de la guionista, Thea von Harbou (que es de las que se quedó en Alemania y se apuntó al partido nazi) que de Fritz Lang (que es de los que tuvo que salir por piernas para salvarse).

A Jon, el padre de Freder, que es el cerebro pensante de esta ciudad, no le gusta la idea, y entonces recurre a un inventor, que ha creado una mujer robot, sin sospechar que ese inventor tiene sus propósitos particulares. Lo que pasa después os lo dejo a vosotros, por si queréis ver la historia.

Lo más alucinante de esta película es darse cuenta de que muchísimo cine posterior está ahí. Da casi lo mismo la historia sentimental del capital y los proletarios uniéndose por amor gracias al buen hacer de una profetisa y un niño pijo de buen corazón. O la parte de ciencia ficción, de creación de robots indistinguibles de los humanos.

No, a mí lo que me llama es la puesta en escena, la forma, los estilos artísticos de vanguardia, o sea, no tanto lo que cuenta sino cómo lo cuenta. El vestuario, los decorados, con el detalle de cada lámpara o cada mueble, los paisajes urbanos de rascacielos, carreteras elevadas, aviones moviéndose entre ellos, anuncios luminosos…

La vanguardia artística de principios del siglo XX está presente en todo el diseño de producción. Hay mucho art déco, algún momento surrealista, mucho suprematismo soviético y futurismo italiano. Por haber, hasta habrá momentos de gótico del norte de los Alpes, en escenas de catedral, incluidas aquellas tremendas esculturas que hacían de esqueletos y encapuchados.

Pero, ante todo, es una película expresionista. Para mí, el expresionismo es un episodio más en la tradicional oposición en el arte europeo occidental entre el clasicismo sereno del Mediterráneo y lo emocional, hasta lo grotesco, del norte de Europa. Aunque aglutina artistas muy diversos, y de artes diferentes, podríamos decir que lo que predomina es la expresión del yo interno del artista, más que de la realidad objetiva o de la impresión que el artista tiene de la realidad. Por ello se traduce en visiones febriles, que causan extrañeza, no siempre agradables, pero que nos seducen con su intensidad.  

En el cine produce este tipo de películas. Se narra la historia con una perspectiva, ángulos de cámara, visiones distorsionadas, todo agudo, cortante, iluminaciones radicales de luz y sombras muy marcados, al servicio de la expresión de sentimientos, emociones, formas de sentirse dentro de este mundo distópico

Con películas como esta te explicas perfectamente de dónde le vienen a Hitchcock determinadas cosas, por ejemplo. Estuvo en Alemania y aprendió de esa forma de narrar. De hecho, visitó el estudio de Metrópolis. Los directores alemanes de los años veinte fueron su referencia, pues su pretensión era «expresar sus ideas en términos puramente visuales». Las películas mudas que rodó en el Reino Unido en los años veinte cogen totalmente esa estética, y mucho de ello se le quedó para sus historias posteriores.

Él lo tenía claro, no es solo lo que cuentas sino, sobre todo, cómo lo cuentas y cómo lo ve el espectador. Cómo encuadras la escena, desde dónde la enfocas, y que la narración sea sobre todo visual, sin necesidad de palabras. Cuando llega el sonido, esto permite jugar con el diálogo, porque si las palabras no son necesarias, puedes recurrir a ellas para otras cosas, para crear una dinámica deliciosa oponiendo aquello que los personajes dicen y lo que en realidad transmiten con sus gestos y sus miradas.

Cito a Hitchcock como ejemplo, pero no será el único. El cine de ciencia ficción posterior bebe de los hallazgos de Fritz Lang. La visión de la metrópolis, con sus rascacielos y sus anuncios, te recordará sin dificultad a Blade Runner.

No hay muchas películas a las que la Unesco reconozca como Memoria del Mundo (Patrimonio audiovisual de la Humanidad): Metrópolis fue la primera. Os reproduzco, de la página web de la Unesco

Alemania - Metrópolis - Sicherungsstück N.o 1: negativo de la versión restaurada y reconstruida en 2001

La célebre película de Fritz Lang Metrópolis (1927) es un destacado testimonio artístico del cine mudo alemán. Rodada en los estudios Babelsberg entre 1925 y1926, la obra se define por su mezcla de cine y arquitectura. El enorme costo de su producción obligó a la UFA, la productora cinematográfica más grande de Alemania, a afrontar graves dificultades económicas. La película, estrenada fastuosamente en Berlín en enero de 1927, alcanzó luego un éxito mundial sin precedentes y se convirtió en el símbolo del modelo arquitectónico cinematográfico del futuro.

Esta versión restaurada de obtuvo el premio especial de 2002 del Círculo de Críticos de Nueva York.

Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base.

¿Por qué alguien debería ver en 2022 una película muda alemana de 1927? Es difícil que alguien a quien le guste el Cine se haga esa pregunta. Pero yo creo que incluso los que se limitan a disfrutar de las pelis, pueden sorprenderse de que hace cien años se crearan imágenes, escenas, que luego han visto repetidas en algunos de sus filmes favoritos.

domingo, 15 de octubre de 2017

#13 La pasión de Juana de Arco


En FilmAffinity

La passion de Jeanne d’Arc
Año: 1928
País: Francia
Director: Carl Theodor Dreyer


El rostro humano como abismo en el que perderte.

            Suelo decir que a unos les gustan las pelis y a otros, el Cine como arte. Yo soy afortunada y disfruto de las dos cosas, pero entiendo que haya gente a quien el cine mudo no le diga nada.

Porque esto es Arte, con mayúsculas, pura estética, hondura y drama que tienes que captar con paciencia. Y eso no le va a todo el mundo.

Aquí lo importante no es lo que te cuenta sino cómo te lo cuenta. La historia es archisabida. A Juana, que luchó vestida de hombre en los ejércitos franceses, la capturan y la llevan a Ruán, dominado por los ingleses. La someten a juicio eclesiástico como hereje y al final acaba quemada en la hoguera.

A lo largo de una hora y pico, ves a una joven simple y analfabeta interrogada por hombres duros, que la engañan, la presionan, la amenazan con torturas, se burlan de ella y, al final, la queman en la hoguera.

Como toda obra de arte, puede provocarte lecturas cercanas a tus circunstancias y preocupaciones personales, aunque no fueran las que el autor tenía en mente cuando la creó. Por eso son imperecederas, porque cada generación encuentra, en la misma obra, cosas diferentes.

Es muy fácil hacer una interpretación feminista: una mujer asaltada, abrumada, violentada y asesinada por el patriarcado.

O como una colisión de fanatismos: el delirio individual de una pobre enferma que oye voces, y el institucionalizado de quienes afirman la existencia del demonio como fuente de todo aquello que quieren reprimir.

Sea como sea, te lo cuenta con primerísimos planos que son, simplemente alucinantes. Cada uno de ellos valdría como una fotografía impresionante. No es una película dinámica, sino estática, de imagen tras imagen profunda, emocional.

La fotografía en blanco y negro se benefició de un tipo de película llamada pancromática, que captaba todas las longitudes de onda, todos los matices del gris, y por eso captaba a la perfección los rostros sin maquillar de sus actores. La pureza del rostro de María Falconetti (o Renée Jeanne Falconetti, como a veces se llamó a esta actriz) contrasta con los rostros deformes, con sus granos, sus arrugas, sus ojos perdidos en cuencas, de sus inquisidores.

Dreyer montó todo un decorado bien caro para la época. Pero no era para sacarlo en la película, sino para que los actores se sintieran rodeados de un entorno propio del siglo XV. Lo importante no es ese montaje, sino las personas.

Y luego están los encuadres, que en más de un momento recuerdan al expresionismo alemán (tanto cinematográfico como de las artes plásticas) de la época. Dreyer usa una y otra vez el contrapicado (tomas desde abajo) para enfatizar la perspectiva de la joven presionada por todos esos hombres que la rodean.

La historia de la película tiene su miga. Muchos nacionalistas franceses (oh, sí, el nacionalismo, esa ideología venenosa que destruye el entendimiento humano y la más elemental racionalidad) dudaba de que Dreyer, danés y no católico, pudiera tratar bien a su heroína nacional. Hubo protestas, como la del arzobispo de París, que logró que la censura hiciera cortes. En Reino Unido directamente se prohibió, porque los soldados ingleses en la película se burlaban de Juana y parodiaban la pasión de Cristo en una escena que les debió parecer muy fuerte porque, claro, los soldados británicos nunca han abusado de sus víctimas, y menos en la Edad Media (sarcasmo).

Lo siento, tíos, si hay cosas que hieren vuestro nacionalismo, igual lo que está mal no es la obra de arte que os ofende, sino vuestra ideología caduca, decimonónica e intrínsecamente perversa.

Sufrió la quema tanto del negativo original como del segundo montaje que hizo Dreyer a base de descartes.

Sin embargo, en los años ochenta, se produjo el milagro. En una institución psiquiátrica noruega apareció una copia del original de Dreyer, que es la que ahora puede verse, incluso por internet.

Lo mejor es ver esta película sin ninguna de las músicas que a lo largo de los años le han puesto. Muda, en silencio, con un ambiente monacal, centrada tu mirada sólo en ese puro blanco y negro de los rostros, dejándote impregnar de puro arte plástico. Casi como si estuvieras viendo fotos hiperrealistas de Nicholas Nixon (visité una exposición suya este septiembre pasado en la fundación Mapfre de Madrid y me dejó totalmente noqueada).


Es también una película de esas de “cine judicial” que es un subgénero por derecho propio. El guion se basó en las actas auténticas del proceso. Pero, en mi opinión, como el interrogatorio hay que seguirlo con los intertítulos, queda muy mermado. El cine mudo era un cine de imágenes, no de palabras.

Si te gusta el Cine, si te gusta el Arte, esta película es para ti. Si sólo quieres ver pelis que te entretengan, pues no, te parecerá un pestiño aburrido.

Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base

domingo, 15 de enero de 2017

#16 El acorazado Potemkin



Cartel original (dom. púb. vía wikicommons)
Броненосец Потёмкин, o Bronenósets Potiomkin

Año: 1925
País: URSS (actual Rusia)
Director: Serguéi Eisenstein
Música: Edmund Meisel, Nikolai Kryukov, Neil Tennant, Chris Lowe


Un clásico imprescindible para quien le guste el Cine.


Ya he dicho aquí más veces que una cosa es que te guste ver pelis y otra que te guste el Cine. Es legítimo tanto lo uno como lo otro. Y fíjate, creo que hay incluso gente a quien le gusta tanto el Cine como Arte que es incapaz de disfrutar de una sencilla peli de palomitas. Ellos se lo pierden.

Yo, que soy mujer fácil, gusto tanto de la Alta Cultura como de la Media y la Baja. Quien sea el listo que sepa diferenciar con exactitud lo que que es una y otra cosa, que me defina el arte y ate esta mosca por el rabo. La cosa es que disfruto como una enana lo mismo de Rogue One que de estos clásicos que parecen sólo aptos para cinéfilos de pro.

Esta película muda de 1925 te cuenta el motín que se produjo en el acorazado Potemkin en 1905, cuando la tripulación se rebeló contra los oficiales de la armada zarista. Dio lugar a una rebelión que acabó sofocada brutalmente por el ejército y los cosacos. No nos confundamos, la Revolución rusa que derrocó al régimen zarista fue una década más tarde: en 1917.

Como se puede leer en la wikipedia,  


... está considerada como una de las mejores películas de la historia del cine, una de las más estudiadas en las escuelas de cine por su técnica de montaje y una de las más influyentes de todos los tiempos. La cinta fue nombrada mejor película de la historia en la Exposición General de Bruselas de 1958.


Hay que intentar meterse en aquella época, cuando las técnicas del cine estaban inventándose un poco sobre la marcha. A alguien se le ocurrió el montaje, los planos, a otro las angulaciones de la cámara, a otro los picados y contrapicados,… Se iba experimentando, y las técnicas que funcionaban, se copiaban, repetían y han pasado a formar parte del lenguaje cinematográfico: la forma de contar historias con este medio. 

La escena archifamosa y requetecopiada y homenajeada es la de las escaleras de Odesa. Leo en la wikipedia, que hasta los Simpson se han inspirado en ella.

Tú te tienes que sentar a ver esta película sin prejuicios. A ver qué te cuentan y cómo te lo cuentan. Además, es una de esas obras que yo entiendo que hay que ver por sentido cívico y libertario, ya que fue censurada y prohibida en muchos momentos y por todo tipo de regímenes, incluido el franquista, por supuesto. Lo dicho: si alguien cree que no estás preparado para que tú veas o leas algo, conviene que lo leas o lo veas, aunque sólo sea para demostrar que eres una persona con criterio propio y que no te vas a poner a cantar la Internacional por mucho que veas a una madre sufrir.

Porque aquí no hay engaño posible: El acorazado Potemkin es una película de propaganda soviética. Propaganda elevada a la categoría de arte como, lo que -desde otra ideología opuesta-, hacía Leni Riefensthal. Pero no nos engañemos: no sólo los regímenes totalitarios hacen propaganda. Toda película tiene una ideología política detrás, sólo que en algunas es más evidente que en otras.

Uno no cambia de ideas por mucha propaganda que le metan. Aunque sí que le pueden engañar, y en estos tiempos de Internet, que todo va rápido y se da por bueno tanto la reflexión profunda y documentada como la última chorrada del trumpetero, más aún. Y eso te hace conformista.

La verdad es que es un poco desolador, si lo piensas un poco. La escalera de Odesa y sus niños muertos, con o sin padres que los lleven en brazos, es una escena que se están repitiendo todos los días en lugares como Yemen o Siria, así como en olvidadas guerras africanas en países cuyos nombres nadie conoce y mucho menos sitúa en el mapa, o en la persecución de los rohingyas. Todos esos niños son tan víctimas del contexto socio-político, de las guerras intermediadas, como los de Odesa en 1905. Y nadie mueve un dedo ni se convierte en revolucionario por ello, y hay que preguntarse hasta qué punto no somos nosotros los zaristas de esta historia. 

Los niños, ya sabemos, son siempre víctimas.

Si alguien quiere ver esta película, que en muchos lugares del mundo está ya en el dominio público, está colgada en You Tube. Dura poco más de una hora y así podrás decir que, al menos, has visto una película de esas que forman parte de la historia del séptimo arte, que queda muy bien decirlo cuando uno está en una reunión social.





Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.