sábado, 28 de octubre de 2023

#60 Si esto es un hombre

 

Si esto es un hombre

 


Título original: Se questo è un uomo

Autor: Primo Levi

Año: 1947

Género: Ensayo / autobiográfico

Tema: Historia / Segunda Guerra Mundial / Shoá

 

Abrumador testimonio

 

La trilogía de Auschwitz de Primo Levi es uno de los testimonios más sólidos de los totalitarismos del siglo XX en Europa. 

Unos libros imprescindibles para cualquier ciudadano europeo que quiera entender lo que somos, de dónde venimos, lo que ocurrió para que no vuelva a pasar. A los humanos del resto del mundo, bueno, les puede servir para entender un poco ciertas cosas, pero me parece necesario sobre todo para nosotros, para entender por qué un proyecto europeo común es imprescindible y es lo que consigue más paz y prosperidad.

Primo Levi fue un químico y escritor italiano, del Norte, que nació en Turín en 1919. Si habéis leído Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, sabréis que el rodillo antisemita no actuó de idéntica forma ni siquiera en todos los países aliados de los nazis o invadidos por ellos. Dependía mucho de las fuerzas locales. Lo que pasó en Rumanía, por ejemplo, no tuvo mucho que ver con lo ocurrido en Bulgaria.

En Italia la cosa fue, pues eso, muy italiana. Los alemanes con sus normas y sus consignas, y los italianos dando largas con la burocracia. 

Pero es evidente que cuando podían echarle mano a algún hebreo italiano, los nazis no se lo pensaban. Cuando el joven Primo Levi fue detenido, actuando como partisano –ya en la época de la República de Salò–, acabó en un tren hacia Auschwitz.

Este libro relata su experiencia allí, desde marzo de 1944 hasta que el campo fue liberado por el Ejército Rojo, en enero de 1945. Él no tuvo que emprender las llamadas marchas de la muerte, pues estaba en la Ka-Be, enfermería.

Te cuenta cómo se ve reducido a ser una cosa, un animal, solo, él y su cuerpo desnudo, ya sin nombre, meramente un número tatuado 174517.

Los trabajos forzados, el hambre constante, la peculiar economía del campo, donde se comerciaba con lo que se tenía a mano, lo que se podía intercambiar, trapichear, robar,... las brutalidades cotidianas, las miserias como el verse privado hasta de zapatos o cucharas... las menciones de pasada a, por ejemplo, los desesperados que se tiraban contra el alambre de espino, para morir electrificados. Los números bajos y los números altos, los recién llegados, la selección al llegar y más tarde...

La vida brutal del Lager.

En la historia y en la vida, parece a veces discernirse una ley feroz que reza: «A quien tiene, le será dado; a quien no tiene, le será quitado». En el Lager, donde el hombre está solo y la lucha por la vida se reduce a su mecanismo primordial, esta ley inicua está abiertamente en vigor, es reconocida por todos.

La esperanza de vida es corta, y si te limitas a ser obediente, mueres pronto. No vale la pena ni hacerse su amigo, porque sucumbirán pronto.

Sucumbir es lo más sencillo: basta cumplir órdenes que se reciben, no comer más que la ración, atenerse a la disciplina del trabajo y del campo. La experiencia ha demostrado que, de este modo, sólo excepcionalmente se puede durar más de tres meses...

Se duda en llamarlos vivos: se duda en llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque están demasiado cansados para comprenderla.

Son los que pueblan mi memoria con su presencia sin rostro, y si pudiese encerrar todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen, que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento

Los que sobreviven son los que se buscan la vida con lo que tienen. Algunos, colaborando con los opresores.

Con los adaptados, con los individuos fuertes y astutos, los mismos jefes mantienen con gusto relaciones, a veces casi de camaradas, porque tal vez esperan obtener más tarde alguna utilidad.

Si los hundidos no tienen historia, y una sola y ancha es la vía de la perdición, las vías de la salvación son, en cambio, muchas, ásperas e impensadas.

Se refiere a los Prominenz, los Kapos, los Scheissminister y Bademeister...

Son el típico producto de la estructura del Lager alemán: ofrézcase a algunos individuos en estado de esclavitud una posición privilegiada, cierta comodidad y una buena probabilidad de sobrevivir, exigiéndoles a cambio la traición a la solidaridad natural con sus compañeros, y seguro que habrá quien acepte. Éste será sustraído a la ley común y se convertirá en intangible; será por ello tanto más odiado cuanto mayor poder le haya sido conferido. Cuando le sea confiada el mando de una cuadrilla de desgraciados, con derecho de vida y muerte sobre ellos, será cruel y tiránico, porque entenderá que si no lo fuese bastante, otro, considerado más idóneo, ocuparía su puesto. Sucederá, además, que su capacidad de odiar, que se mantenía viva en dirección a sus opresores, se volverá, irracionalmente, contra los oprimidos, y él se sentirá satisfecho cuando haya descargado en sus subordinados la ofensa recibida de los de arriba.

Me doy cuanta de que todo esto está lejos del cuadro que suele imaginarse de los oprimidos que se unen, si no para resistir, cuando menos para sobrellevar algo.

Son estos personajes los que están ahí, en primer plano. Llama la atención que menos protagonismo tienen las SS o los nazis. Están ahí, dominando todo, pero quienes controlaban y oprimían diariamente al resto de los prisioneros eran esos, los Prominenz o los Kapos, delincuentes, políticos o gente de otras nacionalidades. Se ganaban un poco de privilegio a cambio de tratar brutalmente a otros desdichados.

No hay mejor astilla que la de la misma madera.

Más de una vez, no de forma tan dramática, claro, encontrarás lo mismo en la vida. Compañeros de los que esperas comprensión y solidaridad son, al contrario, los más crueles y hasta miran con desprecio a esos otros que no aprovechan la oportunidad de colaborar con el opresor. Y yo creo que el razonamiento mental de esta gente es el mismo, que si no lo hacen ellos, otros, más idóneos, ocuparán su puesto.

El estilo con que lo cuenta es del que te engancha. Levi lo relata con esa exactitud y hasta frialdad propia de un científico. Está construido por capítulos tirando a breves, y por ello relativamente fáciles de leer, un ratito, respiras hondo y sigues. 

No hay aquí desgarros, melodramas, nada parecido. Sólo la realidad, tal cual la vivió él, algo bastante insoportable

Tampoco salen las cámaras de gas, por ejemplo, o el exterminio. Ni opina sobre si esto está bien o mal. No. Ni si esto es peor que aquello otro.

Él, lo dice después, no es un juez, es un testigo. Cuenta lo que él vivió en su campo de trabajo, cómo eran esclavos a los que se exterminaba, normalmente, por agotamiento. Cuenta lo que vivió y también reflexiona sobre ello.

Leer este libro es, no lo voy a negar, angustioso. Cada vez que lo cogía era como sumergirme bajo el agua aguantando la respiración... Hasta que, ardientes los pulmones, ya no resistes más y lo dejas, subiendo a la superficie.

Y respiras hondo e intentas seguir con tu vida normal hasta la siguiente vez que te sientes para hundirte en aquella pesadilla.

Leo mucho, y veo documentales, y películas, sobre los totalitarismos que arrasaron Europa, y he visto cosas tremendas, y lo aguanto soportando ese dolor y sufrimiento como algo bastante ajeno... Pocas veces tengo tal sensación de congoja, por presenciar un horror tan abrumador.

Solo recuerdo otra ocasión en que me sentí así de mal, con un documental sobre el gulag soviético, cómo había esa máquina de represión política para suministrar constantemente esclavos a las grandes obras comunistas. Porque no nos engañemos, sin estos prisioneros políticos habrían sido imposibles aquellas obras colosales, infraestructuras, colonización o explotación de los recursos, principalmente en la época de Stalin. Aunque la motivación fuera política, la estructura de la represión era económica.

Son momentos en que me digo para qué recordar, revivir aquellos abusos, crueldades, que causaron tantísimo sufrimiento. Pero bueno, es debilidad por lo que me hace sufrir, emocionalmente. Luego me digo que es el tipo de cosas que hay que leer si quieres ser un ciudadano responsable que contribuya a tu sociedad y no seas un parásito irresponsable e ignorante. Para ser consciente, estar alerta ante cosas malas, porque el totalitarismo está ahí, entre nosotros, el odio y la intolerancia, el antisemitismo por ejemplo, siguen ahí, esperando el momento para manifestarse, de forma violenta y despreciable.

Las reflexiones de un Primo Levi te ayudan a entender cómo funciona el autoritarismo o el totalitarismo. Incluso diría que para que entendamos la esencia de qué es este tipo de situaciones, de regímenes, que ahora pueden existir con otras formas.

Es importante que persista la posibilidad de elegir tu propio camino, de que puedas ser diferente. No podemos todos pensar lo mismo.

No es sencillo sustraerse a todo condicionamiento, pero por lo menos es posible elegir el condicionamiento que uno prefiere.

En un Estado autoritario no es así. La Verdad es sólo una, proclamada desde arriba; los diarios son todos iguales, todos repiten esta única idéntica verdad; así también las radios, y no es posible escuchar las de los otros países... En cuanto a los libros, sólo se publican y se traducen los que agradan al Estado... Con los libros no gratos, o ya no gratos de épocas anteriores, se encienden hogueras públicas en las plazas...

Hay que estar alerta en cualquier entorno en que no haya opciones diversas, en que se machaque al rival político, en que haya una sola Verdad de la que no puedas disentir. Ahí tienes la semilla del totalitarismo. Donde se emplee la violencia para atacar al que piense diferente a ti, quites sus libros de bibliotecas, busques que pierdan su empleo, lo agredas por la calle,... sólo por pensar diferente a ti o tener otra opción política, o social, o forma de vida.

Ahí es donde ya existe el mal. En esos comportamientos fascistas no es que veamos el huevo de la serpiente, es que estamos ya con la serpiente nacida y crecida. 

La tolerancia no consiste en soportar al que piensa igual que tú, al contrario, es admitir al que piensa distinto y que los dos podamos convivir en paz.

La edición que tengo por casa de la Trilogía de Auschwitz es la de El Aleph Editores, en una edición de 2009. El prólogo lo firma Muñoz Molina. Una edición que está bien, sobre todo porque tienes los tres relatos en un solo volumen. La traducción está bien, aunque a veces alguna cosa me sonó rara.

Es interesante que el libro se remata con un apéndice de 1976. A lo largo de los años, Primo Levi trabajó no solo de químico, sino que escribió libros y dio conferencias. Contesta en este apéndice a preguntas habituales que le hicieron a lo largo de los años. Si los alemanes sabían o no qué pasaba, la ausencia en su libro de expresiones de odio contra los alemanes, si volvió a Auschwitz alguna vez, qué pasó con algunas de las personas que menciona en el libro o por qué habla de los Lager alemanes y no los rusos, del antisemitismo como fenómeno de intolerancia.

Te da cierta perspectiva sobre lo que has leído antes, y contesta a cuestiones que tú mismo has podido hacerte mientras estás leyendo.

Una de las cosas con las que más me quedo es con su respuesta a cómo es que él sobrevivió.

Recuerda que los supervivientes de los campos fueron muy pocos. Algo que dije aquí al comentar La lista de Schindler, película en parte tramposa, la versión hollywoodiense de la Shoah, porque no expresaba bien lo que esto fue. La historia de los campos es la de la muerte, no la de los pocos que sobrevivieron. 

Aquí lo recuerda Primo Levi, que por ejemplo de los deportados italianos sólo el cinco por ciento pudo regresar.

Y, de ellos, muchos perdieron la familia, los amigos, los bienes, la salud, el equilibrio, la juventud.

Él atribuye su supervivencia a que tuvo suerte y solo en menor medida (mucha) a otras cosas...

En muy pequeña medida jugaron los factores preexistentes, como mi entrenamiento para la vida en la montaña y mi oficio de químico, que me acarreó algún privilegio durante mis últimos meses de prisión.

Ya lo comenté en otro sitio, que la experiencia montañera te coloca en situaciones en que te ves reducido a lo esencial: refugio, agua, comida. Hasta yo he tenido momentos así, de sed y hambre, frío tremendo o calor insoportable, o que te falle el físico, o te rompas un hueso, y aun así tengáis que seguir porque el refugio (y el agua, la comida, el descanso, etc.) queda aún un poquito lejos. Entiendo perfectamente lo que dice Primo Levi de que en una pequeña (muy pequeña) medida, su experiencia montañera le ayudó.

Hombre, yo también diría que le ayudó ser un mocetón de veintitrés años.

 

Primo Levi en los años cincuenta, fotógrafo desconocido, de Editorial Mondadori (via Wikimedia Commons)

El primer capítulo de Si esto es un hombre, «El viaje», se menciona en un artículo publicado sobre los relatos que Primo Levi dedicó a la montaña, de Alejandro Pérez Vidal: «Apuntes sobre el alpinismo, "sucedáneo de los viajes”, en la vida y la obra de Primo Levi», en Quaderns d'Italià, 2019, núm. 24, p. 175-188 (https://doi.org/10.5565/rev/qdi.424).