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domingo, 16 de julio de 2023

#43 Roma, ciudad abierta

 



 


Roma città aperta

Año: 1945

País: Italia

Dirección: Roberto Rossellini

Música: Renzo Rossellini

 

Drama bélico al estilo neorrealista

 

Ayer volví a ver esta película, un clásico de la cinematografía italiana y, en realidad, de la mundial. Si te gusta el cine, es raro que no la hayas visto.

Es un drama, en el sentido de que te cuenta historias tremendas de personas normales afectadas por la guerra. Es el momento en que caído Mussolini, los alemanes ocupan Italia para ser ellos quienes «defiendan» el país frente a los ejércitos aliados.

Es una película coral en la que te cuentan las historias e historietas de diversos personajes, usando como hilo conductor, principalmente, al cura interpretado por Aldo Fabrizi. Hay momentos de humor, otros costumbristas, otros durillos de ver, como la vida misma

El guion se inspira en historias de la calle, que Rossellini fue recogiendo nada más acabar la ocupación alemana. Lo escribió junto a Federico Fellini, Celeste Negarville y Sergio Amidei.

Ojo, no es un documental, aquí te cuentan historias de ficción ambientadas en un momento histórico concreto. Aunque sea durante la SGM, se centra en italianos normales, comunistas de la resistencia, un cura… contra los fascistas italianos y los ocupantes nazis. Aquí no aparece gente de otros países.

Pina (Anna Magnani, maravillosa), viuda con niño pequeño y embarazada de su amante Francesco, espera casarse al día siguiente. Tienen un momento precioso. En una casa llena de gente, acaban hablando en las escaleras, a solas. Ella lo mira, totalmente enamorada, luminosa dentro de un entorno tan humilde.  Está cansada, y su amor le dice que no se desanime, que la guerra acabará, llegará la primavera, y será más hermosa porque serán libres.

Claro, el problema no es solo eso, lo difícil que es vivir en épocas de guerra, sino todos los que se quedan por el camino.

Con su historia se entrelaza la de Giorgio Manfredi, otro activista que se refugia en su casa. Tuvo su rollo con Marina, una chica guapetona aunque de mal vivir, drogadicta, que los alemanes usan para conocer las andanzas de los comunistas o badoglianos. Pietro Badoglio fue un militar nombrado para el gobierno por el rey tras la deposición de Benito Mussolini en 1943.

Lo que vas viendo son las calles de Roma, la gente que se esfuerza por seguir viviendo, los niños en la escuela, las casas atestadas de gentes, los que colaboran con los alemanes, los que les combaten y los que solo quieren seguir un día más.

Rodada en blanco y negro, a veces parece saturada, otras sombría, otras resulta luminoso… Es una fotografía llamativa, en parte porque, al parecer, acabada la guerra no es que hubiera mucha película, y hubo que usar negativos de tipo diferente, en mejor o peor estado. Actualmente los cambios en iluminación de una escena a otra se atribuyen a un procesado inadecuado del negativo.

La rodaron, además, como una peli muda y luego la doblaron.

En su momento, supuso toda una revolución ese tipo de cine que se llama neorrealismo. Esta película, y Ladrón de bicicletas, de la que ya hablé aquí, serían las más representativas del estilo. Suponía rodar en escenarios naturales, con actores no profesionales, historias de gente normal, con poco glamur y fantasía idealista. Aquí, realmente solo Anna Magnani y Aldo Fabrizi eran profesionales.

A mí, que me van mucho los dramas bélicos, me encanta, aunque es dura, como en las escenas de tortura, aunque no sean muy explícitas, tú sufres junto a la persona que está siendo torturada.

Hay momentos de humor, sobre todo a cargo del cura, es ese tono agridulce en que a una escena divertida le puede suceder otra trágica.

Hay unas cuantas escenas de esas que se te quedan en la cabeza para siempre. Anna Magnani en la escalera, mirando enamorada a ese tipógrafo que quiere casarse con ella y convertirse en padre de su niño. O corriendo desesperada detrás del camión que se lleva a su enamorado, hasta que cae.

Pocas escenas en el cine tienen la fuerza de esa en la que Magnani, con los brazos estirados, corre hacia la cámara…, dijo el crítico William Wolf.


Fabrizi en su papel de cura resignado, cegato sin sus gafas, sentado en aquella silla, o los niños silbando… 

O la final, con los niños regresando poco a poco mientras ves el mogollón de Roma en el fondo. 

Esas panorámicas de Roma, grandiosa y monumental, como telón de fondo de las normales de gentes humildes a las que les pasa por encima la trituradora de la historia.

Yo se la recomendaría a muchos de esos que se llenan la boca hablando de fascistas, mira no. Puedes ver lo que era auténticamente el fascismo, los estados totalitarios del siglo XX. Es irónico, cuando piensas que muchos de los resistentes eran comunistas, es decir, defendían un totalitarismo frente a otro. 

La figura más atractiva es la del sacerdote, que aun sabiendo que el otro es un ateo, le ayuda porque son hombres que sufren y son perseguidos. Porque es lo que hay que hacer, ayudar al que sufre, esa es la forma correcta de vivir.

El padre Pietro lo dice en un momento, que no es difícil morir bien, lo difícil es vivir bien.


«Vivir bien» es ayudar al otro, no hacerle sufrir, intentar llevarse con el que piensa distinto a ti. Y seguir adelante… No tengas miedo, pase lo que pase, dice Francesco a Pina. Puede ser buen lema que resuma esta película.

Desde el punto de vista actual, no siempre es políticamente correcta. Hay dos personajes que los puedes ver como LGBT, y son los malos de la historia. El amaneramiento del mayor Bergmann, comandante nazi, puede hacerte dudar. Ahora, tal como mira un cuerpo desnudo y torturado, puedes tomártelo asó.

Ahora, en el caso de la mala, Ingrid, y cómo toca a Marina, cómo la mira, es totalmente la «pervertida lesbiana malvada» de las historias clásicas. La narrativa comercial era así, los personajes LGBT eran o trágicos o malos. En el blog gaylésbico mencionan el rinconcito homófobo de la peli, centrándose, sobre todo, en Ingrid. 

Se aprende del pasado no solo viendo lo que retrata la película, sino también cuando te enteras de que esta película sufrió prohibiciones y censuras. ¿Por qué?

En los EE. UU. cortaron un cuarto de hora. Lo prohibieron en varios países, como Alemania Occidental (de 1951 a 1960) o Argentina. Cuando se estrenó, en Italia no entusiasmó, porque claro el público no iba al cine a que les contaran lo que ellos acababan de vivir. En otros países, sin embargo, sí que gustó.

Ganó la Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes de 1946, también fue la mejor película extranjera para el Círculo de Críticos de Nueva York. Anna Magnani fue elegida como la mejor actriz en la National Board of Review (Asociación de Críticos Norteamericanos) y la película, mejor film extranjero.

Si te gusta el Cine, esta película es imprescindible. Te sorprenderá que sonrías en más de un momento, puede que llores en otros, que te emocione. Y hay imágenes que las has visto cien veces, y ahora se trata de verlas en contexto.

Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base.

domingo, 7 de junio de 2020

#70 Peter Grimes

Producción de David Alden en la Deutsche Oper (Berlín)
Foto de Hubertus1977 (2013)
[CC BY-SA 4.0], vía Wikimedia Commons






Peter Grimes, Op. 33


Estreno: Londres, 7 de junio de 1945

Compositor: Benjamin Britten

Libreto en inglés: M. Slater, basado en el poema The Borough (1810), de George Crabbe.

Género: drama

Hace justo 75 años, tal día como hoy se estrenó, en la Sadler’s Wells Opera de Londres, esta inquietante obra de Britten

Volvamos a aquel momento. No hacía ni un mes que había acabado la guerra en Europa, aunque todavía quedaban dos meses largos de pelea en el Pacífico.

Un compositor de treinta y dos años, Benjamin Britten, estrenaba una ópera. El rol titular estaba a cargo de un tenor de la misma quinta, Peter Pears, quien cumpliría treinta y cinco ese mismo mes de junio. Ambos se habían conocido mediada la década de los treinta; en el treinta y nueve, cuando empezó la guerra, se marcharon con su amigo Auden a EE. UU. Allí Britten estrenaría su primera ópera. En pleno conflicto regresaron a Europa, ideando entonces esta ópera que tiene como base un poema de George Crabbe.

Ambos se declararon objetores de conciencia, así que no lucharon con los aliados, algo que con el tiempo se medio reprochó al compositor: mientras otros jóvenes luchaban en el campo de batalla frente al nazismo, él se dedicó a la música. A mí me parece admirable que tengas esas ideas y seas coherente con ello, y ciertamente cada uno ha de hacer lo que mejor sabe, no creo que fueran muy útiles estos dos con un fusil en la mano... pero reconozco que admiro aún más quienes dieron lo mejor que tenían por librar a Europa del nazismo.

No sin dificultades, consiguió que se estrenara esta ópera, Peter Grimes. La historia se me antoja muy británica, con ese mar omnipresente y el inquietante suspense. El protagonista de la obra, Peter Grimes, es un tipo hosco del que todo el mundo recela y al que tratan fatal, por aquello de sospechar que sea un asesino de niños. Es una de esas obras en las que, por usar la trillada expresión «se masca la tragedia» desde el principio.

Dramáticamente, es una de esas obras teatrales que ves con inquietud y acabas un poco frustrado. No sabes muy bien a qué carta quedarte. ¿Es o no un asesino? La investigación concluyó que no, pero también es verdad que se hizo de aquella manera, y no disipó las dudas sobre Peter. Luego ese empeño de coger a chiquillos como ayudantes, cuando le aconsejan que, mejor, se busque un hombre que trabaje a su lado como marinero. Y el final trágico, con el antihéroe internándose en el mar buscando su propia destrucción. 

Se le han dado muchas lecturas a la obra, y cada uno puede quedarse con la que más le convenga: el falso culpable, la sociedad que malignamente recela del que es distinto, el antihéroe que desea formar parte de la comunidad y esta le rechaza, llena de prejuicios contra él,…

La obra fue un éxito. Hacía tres siglos que Gran Bretaña no veía una ópera tan alucinantemente buena: desde el Dido y Eneas de Henry Purcell, sí, casi trescientos años hasta que alguien dotó al teatro musical inglés de esa excepcional calidad artística y comprendiera tan bien la forma de componer música para ese lenguaje entrecortado, tan monosilábico, como es el inglés.

A ver, no es que el Reino Unido tenga una historia artística muy lucida, comparándola con las creaciones de todo tipo de los países mediterráneos, Francia o incluso Alemania. En la historia de la música, como auténticos genios autóctonos solo me vienen a la cabeza tres: Tallis, Purcell y Britten, un elenco pobretón si comparas con Francia o Italia, por ejemplo.

Lo que sí hay que reconocerles es que tienen una tradición teatral envidiable, sobre todo porque la mantienen viva, con un público diverso que sabe apreciarlo muy bien. Por eso Britten es de los pocos compositores del siglo XX que consiguió no solo estrenar óperas, sino que fueran éxito, que la gente las viera y, además, que se hayan mantenido en el repertorio.

Es de esas óperas que ganan mucho si las ves representadas. Da juego escénico para montar una auténtica película de miedo. Eso no quita que la puedas disfrutar también en grabaciones sonoras, siempre que la música contemporánea sea lo tuyo, claro. Britten no es particularmente osado o atrevido, vaya, sabe conservar sentido de la melodía; pero, aún así, no es la obra que yo sugeriría a los que quieran acercarse al género.

¿Qué momentos destacados tiene? Bueno, son muy apreciados los Cuatro interludios marinos, con los que Britten hizo una suite orquestal separada (Op. 33a), así como el Pasacalles (Op. 33b). Seguro que si escucháis estas piezas, os resultarán vagamente familiares, aunque no os suene esta ópera ni siquiera conozcáis quién era este Britten.

Este es uno de esos casos en los que la grabación recomendada es evidente: la dirigida por el propio autor a finales de los años cincuenta para la Decca, con su pareja Peter Pears en el rol titular (Peter Grimes), Claire Watson (Ellen Orford), James Pease (Balstrode), Jean Watson (Auntie), Raymond Nilsson (Bob Boles) y Owen Brannigan (Swallow). El coro y la orquesta son de Covent Garden

Para saber más, la Wikipedia. El libreto, en español e inglés, así como discografía de referencia, en Kareol

En You Tube he encontrado esta grabación de la BBC en 1969, con Peter Pears en el rol titular.

domingo, 12 de junio de 2016

#74 Guerra y Paz (ópera)




Primer baile de Natasha Rostova
Acuarela de Leonid Pasternak (1893)
via Wikimedia Commons

Voiná i mir

Estreno (por decir uno): Moscú, 7 de junio de 1945

Compositor: Serguéi Prokófiev

Libreto en ruso: el compositor y Myra Mendelson, basado en la novela de León Tolstói

Tal día como hoy se estrenó, en el Conservatorio de Moscú, una primera versión de esta ópera. El régimen político (la URSS), el momento histórico (fin de la SGM), concurrieron en que la historia de esta ópera sea particularmente compleja, con los cortes y cambios exigidos por el momento político.

Por eso podemos encontrar, dependiendo del libro, distintas fechas de estreno: el 7 de junio de 1945 en Moscú, 1955 en Leningrado o 15 de diciembre de 1959 de nuevo en Moscú.


“La santa Madre Rusia es inmensa y sus hijos numerosos”–canta el coro al final de la primera parte de la ópera.


Algunas de las mejores óperas rusas son así: inmensas.

Interminables –dirían algunos malpensados.

Pero no es mi experiencia personal con esta obra de Prokófiev, más de cuatro horas. Tal vez porque la he visto recientemente en el canal Mezzo en versión de Valeri Guérguiev, una producción del Teatro Mariinski de San Petersburgo de 2014, modernizada y transmite muy bien la fuerza, la monumentalidad, lo individual y lo colectivo de esta obra. En la segunda parte, que es la correspondiente a la guerra, incluso proyectan secuencias del esfuerzo soviético en la Segunda Guerra Mundial. Están estupendos Andréi Bondarenko como Andréi Bolkonski, aunque como todos los caballeros de la producción parecen salidos de un club de Marbella a las cinco de la mañana, y una monísima Aida Garifulina como Natasha. ¡No hay derecho, no se puede reunir tanto atractivo y encima saber cantar!

Para disfrutar de esta ópera creo yo que conviene que te conozcas la historia, la novela de  Tolstói, porque son escenas escogidas de la larga novela tolstoyana. Si no, puede ser difícil seguir el argumento.

La primera parte se dedica a “la paz”: los amores de Natasha. La segunda, a “la guerra”, con la invasión napoleónica de Rusia. Lo primero es lo personal, lo íntimo, lo lírico. En lo segundo, domina lo heroico, lo épico, el conjunto de la sociedad en un esfuerzo de guerra.

Se supone que está hecha para representarse en dos sesiones. Pero aún así, no es una de las óperas habituales del repertorio, a pesar de ser "la máxima contribución de la escuela rusa al género operístico en el siglo XX" (José-María Martín Triana dixit). Es complejo montarla. Hay más setenta papeles protagonistas y es una de esas obras artísticas que tienes que hacer “a lo grande” para que despliegue toda su potencia. La versión que he visto hace poco en Mezzo me encantó. Igual si sólo la hubiera escuchado en disco se me habría quedado en poco. Por lo de no saber el idioma y tal.

Para saber más, la Wikipedia, así como el libreto en ruso-español y discografía de referencia, en Kareol.

Es muy conocido el tema del vals entre Natasha y Bolkonski. Aquí una representación con Dmitri Hvorostovsky (uno de esos caballeros con voz que abriga más que una manta zamorana, y aquí además luce pantorrilla) y Mataeva.

La grabación que recomendaría de esta ópera es la de Valeri Guérguiev en 1991 para Philips, con Prókina, Guergalov, Aliexashkin, Volkova, Grigorian, Borodiná, Marusin, Morozov, Bogachova, Ojótnikov, Guerello…; con el coro y orquesta del Teatro Kirov de Leningrado.

Representación de Guerra y paz (creo que de la historia, no de la ópera, pero quería añadir algo que ilustrara "la guerra") en el Teatro de la Bordée, 2014. Autor: Florencecassisi (vía wikicommons)