Un golpe de antología, la madre de todas las películas de robos
Por el macartismo, Jules Dassin se vio
obligado a dejar los Estados Unidos y recalar en Europa, donde podía seguir
trabajando de lo suyo.
Una de sus mejores películas, y de las más
célebres, es esta que va en torno a un golpe, un robo a una joyería. Tiene
escena de antología, que es la más mencionada, el transcurso del robo: una
media hora de silencio, sin palabras, sin música, solo con los ocasionales
ruidos de los perpetradores del atraco. No te han contado antes lo que piensan hacer, así que tú lo miras, intrigada a ver cómo van a conseguir su propósito. Es alucinante como te enseña el paso del tiempo, cómo van reaccionando los atracadores, el sudor, los nervios, la precisión... Solo por esa escena merece la pena ver esta peli.
Diría que es la madre de todas las escenas de
robos. De hecho, toda la película sería como una de las pioneras en este tipo
de pelis, las de robos (heist film en
inglés), en la que destacan obras como Ocean’s
eleven (la de 1960, con remake en 2001), mismamente.
Es una de esas películas brillantes basadas en libros
cutres. Echas una ojada a la vida del hampa pero no se trata de que simpatices con ellos, no. Te presenta su vida descarnada. Tony Le Stephanois (Jean Servais) es el delincuente mayor, acaba de
salir de la cárcel, al principio no quiere líos, pero fácilmente se implica en
dar un golpe a una joyería. Como todas las historias de este tipo, se reúnen un
grupo de delincuentes diversos, su amigo Jo le
Suédois (Carl Möhner) guapetón y padre de familia, el franco-italiano Mario
Farrati (Robert Manuel) y lo redondean con el experto de Milán, César/Cesare le Milanois (el propio Jules Dassin).
En cuanto al formato, nos encontramos con una de
esas películas en un blanco y negro estupendo, con interpretaciones precisas,
nada exageradas, miradas y gestos cortantes… Nos sirve además para echar una
ojeada a ese París de la posguerra algo sórdido, tirando a pobretón, brutal, en
el que la gente se busca la vida.
Lo que menos me entusiasma es la representación
de la mujer, muy antipático y tópico. Muñecas bien vestidas, seductoras, o
madres sufrientes, nada que se eleve mínimamente sobre el tópico. A mi modo de
ver.
Este film fue al festival de Cannes donde tuvo
el premio al mejor director. Fue precisamente ahí donde conoció a la actriz
griega Melina Mercouri, la cosa es que luego rodaron juntos y casi una década
después, (aquí viene el momento Sálvame)
se casaron. En 1956, Rififi
fue incluido por National Board of Review entre las Top mejores películas extranjeras.
Como es domingo, nos vamos al
cine a ver… cosas que vosotros no creeríais
En cierta ocasión, hace unos cuantos años,
calculé qué película era la que había visto más veces en mi vida. Creo que fue
esta; ahora tengo mis dudas de si fue está o La guerra de las galaxias, pero una de esas dos seguro.
Tienen en común que ambas son de ciencia ficción
y el protagonista es Harrison Ford. Una la vi en mi infancia y otra en mi
adolescencia. Tengo la impresión de que nuestros gustos se suelen
conformar en esa época de la vida en que todo es nuevo, al menosen lo que se refiere al arte, a la música, al cine, la
literatura… y la mía quedó formada de esa manera.
Como la vi en el momento de su estreno, aún
puedo recordar que no fue recibida con especial entusiasmo. Las críticas
hablaban un poco con ese tonillo de superioridad, un poco como si cada uno
fuera un Truffaut, cuando en realidad, verlo probablemente el director francés
fuera más tolerante que la mayor parte de los letraheridos. Ahora que lo
pienso, cuando hablamos de cine, letraheridos igual no es un término adecuado;
tengo que buscar algo otro.
Esta película es de ciencia ficción pero no es
una space opera como era La guerra de las galaxias. Ésta es
ciencia ficción futurista bueno lo era entonces se supone ambientada en
noviembre de 2019 y fijaros eso ya pasó. Es un mundo en el que gracias a
la ingeniería genética se ha conseguido hacer unos robots prácticamente iguales
a los humanos pero mejorados en algunas de sus capacidades. Son los replicantes,
y el modelo más avanzado, el Nexus 6, usados para colonizar el espacio
exterior, y como representan un peligro para la especie humana tienen un límite
no pueden vivir más de cuatro años.
Tienen prohibido entrar en el planeta Tierra. En
caso de que lo hagan, un grupo policial llamado blade runners los “retiran”, o sea, matan a estas máquinas
biológicas. Cuando un grupo de cuatro infringen la prohibición, será tarea de
Dekker (Harrison Ford) el retirarlos.
Es un tipo desencantado, que al principio de la
película dice que está retirado de estas cosas. Pero es consciente de que
estos robots en un peligro. Y entonces se pone a ello, a averiguar dónde pueden
estar estos robots.
En mitad de su misión se le suma otro Nexus 6 al
que retirar: Rachel, una replicante que, al principio, ni siquiera sabe que lo
es. Su relación con Dekker es la parte “romántica” (de consentimiento dudoso en
algún caso, ya sabéis, estamos en los ochenta) de la historia.
¿Por qué me gustó en su momento? La vi y se convirtió
en mi película favorita automáticamente, a diferencia de lo que decían
los críticos. A ver, yo leo las críticas porque suelen escribirlas personas que
saben mucho del cine (mucho más que yo) y analizan las cosas de forma brillante. Sin embargo, yo los
veo más como a los economistas o los historiadores: lo suyo es analizar lo ya
ocurrido, no predecir el futuro. En ese mismo sentido, creo que los críticos de
arte son arqueólogos. No veo que tengo una especial lucidez a la hora de
señalar que qué películas van a sobrevivir a su temporada en taquilla.
A mí, adolescente criada a los pechos de Lucas, Spielberg…
e Ingmar Bergman, esta película me fascinó. Aquella muchacha que yo era buscaba
la aventura y la trascendencia, el romance y las reflexiones filosóficas,
el desencanto y la belleza… Esta película tiene un poco de todo eso.
La he
vuelto a ver por enésima vez y me ha seguido encantando. Una mirada de Harrison
Ford o Rutger Hauer merece la pena.
La dirección artística es fabulosa a la hora de
recrear un mundo futurista en tono sombrío, o sea, una distopía. Vale, sí, bueno,
como todos, fueron incapaces de predecir algo como el iPhone, de acuerdo, eso
fue una genialidad de Apple por mucho que el mindundi de Errejón crea lo
contrario.
A esa puesta en escena excepcionalmente evocadora, hay que incluir
un guion que no da un momento de respiro, no sobra una escena.
Las
interpretaciones son muy correctas, nada exageradas, de actores profesionales que buscan más la naturalidad, de los que a mí me gustan, y palabras... las justas.
Me doy cuenta de que la ciencia
ficción me gusta, pero no la dura, sino cuando se mezcla con otro género, como
el romántico o, en este caso, el suspense policial, de ahí que se la califique
también como neo-noir. Aquí hay una
parte de investigación puramente policíal, con Dekker siguiendo una serie de
pistas.
De esta película hay varias versiones, y a mí me
da un poco lo mismo una que otra. La que más veces he visto creo que fue la primera,
con voz en off. Luego Ridley Scott hizo un director’s cut, le quitó esa voz en off, metió por ahí una escena
de un unicornio y quitó el final en el que se ve a los protagonistas fuera de
Los Ángeles.
Ahora que la he visto, me he fijado más en los
personajes femeninos. Las replicantes están sexualizadas al estilo de los
ochenta, más que los hombres. Pero, al mismo tiempo, son luchadoras y peleonas.
Eso sí, las combatientes se mueren y la que tiene un rol más femenino es la que
sobrevive. Usar el cuerpo como objeto tiene sentido para que veas la
humanidad de los robots. En ese sentido también hay un uso del físico
impresionante de Rutger Hauer, a ver según los parámetros que a mí me gustan, tipo
armario empotrado, no es un lánguido flacucho ni hipermusculado, no, lo que
tiene es un físico varonil, de hombre maduro.
El paso de los años ha determinado no que el
cuerpo de las mujeres deja de estar sexualizado, sino que se sexualice el
cuerpo de los hombres. Claro, pensando en la última de Tarantino y el momento
en el que Brad Pitt se quitó la camiseta,… yo sería muy hipócrita si me quejara
de esto.
Ya sabéis como soy, no tengo remedio.
Ridley Scott es uno de los directores que suele
acertar con el tipo de actor y el tipo de historia que a mí me gusta que me
cuenten y eso a pesar de que hace películas muy diferentes aparentemente o que
pertenecen a géneros diversos. Va desde Los
duelistas (1977) con Harvey Keitel al Gladiator
(2000) protagonizado por Russell Crowe o American
Gangster (2007), con Russell y ohmygod Denzel Washington.
Espero a poner hablar de alguna de estas
películas aquí en otra ocasión. Tienen un formato perfecto, actorazos como
protagonistas y un ritmo fabuloso a la hora de contar la historia.
Y cómo no recordar las frases finales de Rutger Hauer, el monólogo de las lágrimas en la lluvia, que hasta tiene entrada propia en la Wikipedia.
I’ve seen things you people wouldn’t believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die.
Por cierto que la versión final fue una mejora de Rutger Hauer, que le dio una intensidad dramática, quitando cosas y añadiéndole lo de que se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hay que quitarse el sombrero ante este actorazo que, lamentablemente, nos dejó en julio de 2019.
Sobre este monólogo, y el diálogo previo con Dekker, y lo ocurrido en toda esta escena, ha sido analizada hasta la saciedad, y si quieres, puedes encontrar muchísimas reflexiones en internet y en libros. Impresiona por sus palabras y el contexto, la humanidad que transmite, la emoción de querer seguir viviendo, un día más, análogo al aria "E lucevan le stelle" de Cavaradossi en Tosca.
Yo, ¿qué queréis que os diga? Es una de esas escenas intensas que forman parte de la Historia del Cine, y que me conozco de memoria... en inglés.
Acabo con una referencia al doblaje. Me conocéis, yo veo las cosas VO hasta en idiomas que desconozco, sea iraní, japonés o francés. Esta película no es una excepción, también la prefiero en original.
Sin embargo, debo romper una lanza por los excepcionales actores de doblaje españoles. En particular por aquella maravilla que era Constantino Romero, que aquí sinceramente mejora el personaje de Rutger Hauer con su magnífica voz. Y eso que a la de Hauer no le puedes poner ningún pero. Es una de esas cosas en las que estoy más con Fernando Díaz Villanueva que con Mauricio Schwartz.
Romero nunca será lo suficientemente llorado. Era uno de los pocos actores que a veces mejoraba la interpretación original; desde luego, era así con Clint Eastwood, pues al personaje de Harry el Sucio le va mejor el vozarrón de Romero que la vocecilla de Eastwood. Y como no recordar el miedo que metía como Darth Vader, no desmerecía al original de James Earl Jones.
No conozco a nadie quien no le guste Blade Runner, salvo aquellos críticos de
los años 80 que me parecen un poco cegatos. Si te gusta el suspense, o las
distopías, las facturas sombrías pero bellas, y la música de Vangelis, sí, esta
es tu peli.
Tuvo varias nominaciones a
distintos premios, pero ganar, solo ganó tres BAFTA (fotografía, vestuario y
diseño de producción) y un premio de la Asociación de Críticos de Los Ángeles
(mejor fotografía).
Esta es otra de esas películas
que no sé en cuántas listas de cien mejores películas aparecerá. Tenía que
aparecer en la mía, por ser una de mis favoritas.
Como es domingo, nos vamos al cine a ver…
una peli de culto.
He visto este thriller varias veces. La primera vez me dejó tan impactada que,
simplemente, no pude procesarlo todo. Y cuando vuelvo a ella espero, ¿por qué?,
que las cosas sean diferentes, y no lo son.
Es una de esas películas de intriga, en
la que hay una serie de asesinatos y un par de policías que intentan
identificar al asesino en serio antes de que sea demasiado tarde.
Le llaman también neo-noir. Yo las llamo «suspense gritty», término que me parece muy adecuado. Así es Seven: triste, descarnada,
con sufrimiento no tanto gore como
psicológico. No me entendáis mal, sí que hay casquería, pero aquí no se trata
tanto de eso como de intentar comprender el cerebro de la cruel persona detrás
de los asesinatos. Pronto captan que el asesino sigue una pauta: los asesinatos
representan, cada uno, uno de los pecados capitales.
Al mismo tiempo, es una de esas
películas de colegas, compañeros, de «extrañas parejas»: por un lado el
teniente Somerset, personificado por el impresionante Morgan Freeman, veterano
que lo ha visto todo y no se hace ilusiones sobre la naturaleza humana. Es la
parte reflexiva de la pareja, el que intenta comprender para poder identificar
y anticiparse al malo.
Por otro lado, tenemos al policía joven,
David Mills, encarnado por Brad Pitt. Más impaciente, tiene su propia carga en la mochila. A pesar de que se supone que es impulsivo, no hace una
interpretación histérica, à la Mel
Gibson en Arma letal. No, Brad Pitt siempre te gana con una mirada intensa, unas emociones reprimidas, un cuerpo tenso,… es un actor
fabuloso, la verdad, que está al nivelazo de Morgan Freeman, cuya mirada inteligente
me encanta, como creo que quedó claro cuando comenté aquí Cadena perpetua, película que había hecho Freeman justo el año
anterior.
Esas interpretaciones tan intensas pero
al tiempo comedidas, es una de las cosas que hace especial este thriller de asesino
en serie. Debería añadir una tercera interpretación, pero entonces,… quizá… destripo algo… mejor
no, aunque sea una peli de hace cinco lustros, si alguien no la ha visto, le
dejo descubrir por sí mismo esa otra interpretación memorable.
Añádele un guion ingenioso, con sus
giros inesperados y un final de antología (what's in the box...?) y ya tendrás todos los elementos para
una película de culto como es ésta.
¿Todos? ¡No! Me falta hablar de esa
impresionante puesta en escena, esa fotografía oscura que transmite todo lo que de inquietante tiene esta historia. Las
sombras y la lluvia son unos personajes más.
Así que no es solo
el fondo, sino también la forma, lo que hace de esta una película tan especial.
Y la trascendencia, lo que nos hace sentir y pensar más allá de las imágenes de
ficción.
Cada vez que la veo, se me queda esa
desesperanza, el nudo en el estómago que te deja a la que salta, como
si lo único que nos quedara es comprender la maldad, la tristeza de ver que las
personas somos así y que hay psicópatas por ahí que saben tocar nuestros puntos
débiles como un virtuoso arranca maravillas del teclado.
Tanto si eres un cinéfilo de pro,
como si te van las pelis, esta es una de las que te va a… ¿gustar, disfrutas?
Es difícil emplear esas palabras. Es un must, de las que te alegras de haber
visto, suponen toda una experiencia dejarte atrapar por esta historia tan bien
interpretada y fabulosamente contada. Se te quedará en la memoria para siempre.
Suelo hablar de los premios de las
películas. Esta peli ganó pocos galardones. Las películas
de género, como es esta, no suelen acabar premiadas, aunque tengan un mérito impresionante. En los Óscar solo tuvo nominación al mejor montaje, y lo ganó Apolo 13, que bueno, que vale, también
me gusta pero no, de verdad, no hay color. Para que veáis lo desencaminados que están muchas veces esos premios de la Academia de Hollywood: la mejor del año fue... Braveheart. Deja que me descojono. 😂😂😂 No creo que haya un solo cinéfilo
que considere que las películas nominadas ese año para mejor película (podéis
revisarlo aquí) sea realmente superior a
esta. La única duda que yo tendría sería con Sentido y sensibilidad de Ang Lee, otra de género en que las interpretaciones, el guion, la música, la fotografía, la puesta en escena... todo encajó estupendamente. Lo cuento porque no es una película de la que vaya a hablar aquí.
Ese secundario al que no he mencionado
obtuvo el premio del National Board of Review y el del Círculo de Críticos de
Nueva York. Poco tiempo en escena pero marcado en nuestra retina para siempre. Por
su parte, la Asociación de Críticos de Chicago tuvo muy buen ojo al premiar la
fotografía.
(c) Paramount International [Dominio público] vía Wikimedia Commons
Rear window
Año: 1954
País:
Estados Unidos
Dirección:
Alfred Hitchcock
Música:
Franz Waxman
Grace Kelly estaba, simplemente,
radiante
Hacía mucho que no comentaba aquí una película. Tendré que retomarlo con más ganas. Como esta la acabo de ver, por enésima vez, y la tengo incluida en mi Top 100, me dije, venga, vamos a hablar un poco de los vestidos de Grace Kelly.
Más de una película de Hitchcock es puro
suspense romántico. Esta es una de ellas. Hay un fotoperiodista, Jeff
(interpretado por James Stweart) que se ve obligado a quedar en cama por tener
una pierna quebrada, y no se le ocurre otra cosa que cotillear a los vecinos.
Hasta que empieza a obsesionarse con uno en particular, y a imaginar que ha
matado a su mujer. Toda la tensión de la película es saber si efectivamente
mató o no a su mujer, y si van a conseguir descubrirlo antes de que su propia
vida esté en peligro.
Seguramente todos los libros de cine
te hablen de este misterio, y de la maravilla que es saber mantener el misterio
en el reducido espacio de una habitación. O, también, del voyerismo impenitente del fotógrafo, que aunque debería respetar la intimidad de sus vecinos, se
siente seducido por esas historias que ve por las ventanitas: la chica joven y
atractiva, la solitaria solterona, la pareja de recién casados, el compositor
de la música, inolvidable «Mona Lisa».
Pero, sinceramente, si ves esta
película, te vas a quedar colgada de los impresionantes vestidos de Grace Kelly
y cómo los luce. Kelly hace de novia del fotógrafo, una mujer sofisticada
llamada Lisa, de buena familia, bastante opuesta a este trotamundos amante de
la aventura, osado… Aunque no estoy muy segura de que un buenazo como Stewart
sea del todo adecuado para semejante personaje.
Un punto de conflicto entre ellos está
en que ella quiere casarse, formalizar su relación, aunque tenga que recorrer
el mundo con él. Sin embargo, él se resiste, no cree que esté preparado para
casarse, y ella está demasiado acostumbrada a la buena vida como para vivir en
los lugares y de la forma tan arrastrada que un fotoperiodista tiene que
llevar.
Los outfits
de Kelly, obra de Edith Heath, una de las mejores diseñadoras de vestuario de
la historia del cine, son impresionantes. A través de cada una de las piezas,
te describe cómo es ella y en qué momento está de su relación (Véase esta entrada en «Retales de un idilio»).
Es deslumbrante el
primero, en que ella aparece como una auténtica princesa de la alta sociedad:
un dos piezas, la superior, negra y con escote en pico, delante y detrás; la
falda se despliega impresionante, gasa y tul con ornamentos negros. Tal que así.
El final de la peli es atómico, con ella
dispuesta a emprender una nueva vida a su lado, con camisa masculina y unos jeans, estudiando con gran interés un libro de viajes…
Hasta que comprueba que su novio se ha dormido y sustituye el libraco por un
ejemplar de Harper’s Bazaar.
Todo un estudio del estilo lady like, por si algún día quieres
darle una oportunidad.
La película se basa en un cuento de Cornell
Woolrich: «It had to be murder».
Toda ella se rodó en un estudio, para lo cual
tuvieron que construir el decorado más grande en su tipo que confeccionada la
Paramount.
En tema de premios, se los llevó Grace Kelly. Ya digo que no le puedes quitar los ojos de encima, creo que aquí está verdaderamente inmensa, luciendo palmito. Ganó el premio a la mejor
actriz del Círculo de Críticos de Nueva York y el National Board of Review. De
los Óscar, hay que olvidarse, rara vez premiaron algo tan entretenido como
esto, con tanto estilo y tan puramente de género. Por eso muchas películas
premiadas han caído en el olvido, y esta la puedes seguir viendo más de medio
siglo después, con el mismo placer que el primer día.
Por cierto, en 1997, la Biblioteca del
Congreso de los Estados Unidos la escogió como una obra «cultural, histórica y
estéticamente significativa», por lo que la seleccionaron para que el National
Film Registry la conservara.
Así que, de verdad, si quieres ver una obra entretenida por la que parece que no pasan los años, podéis darle una oportunidad. Otras de Hitchcock, especialmente cuando se ponía en plan intelectual psicoanalítico o machistón a secas, no son ni de lejos tan agradables de ver.
Porque a veces en el género, todo encaja y te producen
una obra maestra perturbadora, y cuyo final feliz es de lo más inquietante.
Esta
película la vi cuando se estrenó y para mi fue un mazazo, porque nunca había
visto una de suspense igual. Ahora ya todo el mundo,… pero entonces, no.
Es
una película de género de suspense, thriller, horror, lo tiene todo. Y sigue
las pautas del género, ¡en tantos sentidos…! Una investigación para averiguar
quién es el malo. Una agente del FBI bastante novata, a la que lanzan a las
garras de un psicópata para que le extraiga secretos útiles a la investigación…
Ya
he dicho aquí, o igual en mi otro blog, que una de misterio funciona lo que
funcione el villano. La regla es “cuanto peor, mejor”. Aquí se cumple a
rajatabla esa regla. Con Hannibal Lecter tenemos uno de esos personajes
cinematográficos inolvidables, por su crueldad, su brutalidad mezclada con
sofisticación, consigue que sea a un tiempo temible y atractivo, no hay que
gritar, no hay que dejarse llevar por la ira, una tranquila maldad es
infinitamente más inquietante. Creo que no podría ser además tan profundo o tan
intenso si lo interpretase otro actor. Anthony
Hopkins lo borda.
Pero
claro, no le puedes poner enfrente a ninguna mema. No, tiene que ser una mujer
fuerte, inteligente, que sepa estar a la altura. Jodie Foster está perfecta en el papel. ¡Podrían haber metido tanto
la pata con este personaje…! Y no lo han hecho. Al contrario, es uno de esos
personajes femeninos que recuerdas de por vida. Un modelo, alguien tenaz, estudioso,
valiente y tan lista que hasta conoce sus propias limitaciones. Jodie, we love you.
Sin
olvidar a los secundarios, claro, esos que se creen más listos que nadie, que
creen que podrán manipular a Hannibal y sacar partido de Clarice y luego son
estos dos quienes les dan sopas con honda. Me chirrían los dientes. El
psiquiatra de la cárcel, el doctor Chilton, es casi una caricatura y se le ve
venir. Pero el jefe de Clarice, Crawford, en plan mucho más sutil, la manipula;
la da la oportunidad, sí, pero también la aparta cuando él cree que conviene, y
juega con que es joven y mujer en un entorno que muchas veces la va a
infravalorar o rechazar.
El
guión funciona como un reloj adaptando una novela más bien mediocre (creedme,
la leí en su día). La luz, la fotografía, es desasosegante, gris, fría, como le
va a la historia. La música es de las que no se entromete, sino que acompaña
con naturalidad las escenas. En fin, que esto es Hollywood en su mejor versión,
la que sabe profundizar y sacar petróleo de lo que –aparentemente- es sólo un
producto industrial.
No
me extraña que sea de esas pocas películas que ganaron los cinco premios
principales de la Academia: Película, director, actores y guión adaptado. Es una
película redonda. La vi hace poco por la tele otra vez y me sigue pareciendo
magnífica.
En
fin, que por mucho que los letraheridos y los cinéfilos me fusilen al amanecer,
debo decirlo: a veces el cine (o los libros) de género, van más allá de lo
comercial y, sin perder el gancho popular, trascienden y son capaces de hacerte
pensar en el sentido de las cosas, de la existencia humana, de lo que las
personas nos hacemos unas a otras y de las mil maneras que tenemos de jodernos
la vida.
Leo
en la wikipedia que The Silence of the
Lambs es considerada un logro «cultural, histórico y estético» por la
Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y la cinta original fue preservada
por este ente gubernamental en 2011.
Así
que si tienes la oportunidad y quieres pasar un mal/buen rato con una película
que aún mantiene toda su capacidad de perversa fascinación, dale una
oportunidad.
Ya hablé aquí de Reservoir Dogs, y hoy vuelvo con otra de Tarantino de la que se puede decir más o menos lo
mismo: me importaba un cojón de pato lo que me estaba contando, pero, ¡santo
Dios! Qué forma más estupenda de contarlo.
La historia sigue las
vidas entrelazadas de varias personas que viven un tanto al margen de la ley,
por decirlo finamente. De hilo conductor sirve la que se centra en dos asesinos
a sueldo, Jules y Vincent. Sólo al final de la película reconstruyes
cronológicamente en tu cabeza lo que les ha pasado, porque te la han ido
contando a retazos, hacia delante y hacia atrás.
Tarantino es un auténtico
generador de imágenes cinematográficas que se te quedan en el recuerdo. Sabe
que el cine es eso, la imagen, con el sonido y la música, mezclando
actores-actores con actores-estrellas, y que esa es la forma de quedarse absolutamente
impresionado y noqueado.
Al menos, es lo que me
ocurre a mí. Para hacer eso, tienes que tener mucho cine en tu cabeza, saber
cómo contar una historia, tanto desde el punto de vista del guión como
visualmente. En ese sentido de director-guionista, no se me ocurre a alguien
tan completo como Tarantino.
El otro día estuve viendo
Banda aparte (1964), de Godard, un pestiño machista en blanco y negro que también va de delincuentes, pero
que -de nuevo-, tenía algunas escenas mágicas. Lo traigo a colación porque hay
un momento en que los dos chicos y la chica que lo protagonizan se marcan un
baile que me recordó muchísimo al de Uma Thurman y John Travolta en Pulp Fiction. Luego he leído que, en
efecto, Tarantino se inspiró en aquél.
Frases y escenas de Pulp Fiction que han pasado ya a ser
lugar común. ¿Y el maletín? Admite todo tipo de teorías. Por cierto, que al
final me parece el macguffin más macguffin de la historia del cine,
porque con él se demuestra que no es relevante lo que haya en su interior, sólo
es un elemento más que mueve la trama.
Para mí, lo prodigioso de
Tarantino es que, cuando me pongo a ver una de sus películas, o cuando
simplemente zapeo por la tele y me encuentro una, me quedo atrapada y no puedo
dejar de verla aunque la historia que me estén contando, tan llena de violencia
y ensalzando a delincuentes, no sea de mi gusto personal.
Entre
otros galardones, obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes. En los Óscar y
los BAFTA, distinguieron el guión, que ya digo que me parece un auténtico
mecanismo de relojería y precisión que pone en evidencia que la forma de contar
una historia es, en el arte, más importante que la historia misma.