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sábado, 24 de agosto de 2024

#9 Cien años de soledad

 


Autor: Gabriel García Márquez
Fecha de publicación: 1967




La novela más conocida en español… dejando a un lado El Quijote

    Es una novela tan popular, que poco puedo añadir yo aquí. Por si hay alguno despistado, os resumo muy mucho: una saga familiar que a lo largo de los años y las generaciones sigue la historia de los Buendía y, con ellos, los cambios políticos y sociales operados en la región caribeña de Colombia, y por extensión, del país. Ellos fundan Macondo, localidad que se engrandece, pasa por las guerras, se enriquece, luego sufre decadencia y acaba desapareciendo.

    Cien años de soledad es la historia más conocida de lo que se llamó boom de la narrativa hispanoamericana, fenómeno ocurrido en los años sesenta. No es que no hubiera producción literaria en Hispanoamérica. La hubo durante siglos, desde la última de las grandes poetas del Barroco en español, sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), hasta el introductor del modernismo en nuestro idioma, Rubén Darío (1867-1916). 

    Pero con autores como Carpentier, Vargas Llosa o García Márquez, se conoció a las letras hispanoamericanas fuera de nuestra cultura. Se les tradujo a otros idiomas. Fueron los otros, los anglosajones o los franceses, los que descubrieron unas obras espléndidas que tenían auténtica trascendencia. Estos autores hispanoamericanos, asentados en sus raíces culturales e históricas, crearon narraciones se elevaban por encima de lo pintoresco y local, «hablando» a cualquier ser humano.

    Obras como Cien años de soledad pueden leerse a muchos niveles. Te puedes quedar en la superficie, porque esta novela es fácil de leer, por resultar muy episódica; parece simplemente que te va contando anécdotas

    Hay distintas capas, estructuras, simbolismos. Es una novela larga pero por cada página que escribió García Márquez hay cien, o mil, o un millón, creadas por comentaristas, glosadores, de cada palabra, cada personaje, cada idea. Como yo no soy experta, aquí me dirijo al lector normal y corriente, y le digo que cada uno se queda con aquello que más le va. Las grandes obras es lo que tienen, que «dicen» algo no solo a cada nueva generación, sino casi a cada lector. 

    En mi caso particular, ni los argumentos ni los personajes me entusiasman. Se suele reprochar el machismo, lo estereotipado de las mujeres que aparecen, pero en mi opinión, es algo que también pasa con los hombres que pueblan estas páginas. El sexismo es propio de la sociedad y la época de la que hablan. De todo lo que aparece en esta novela, lo único que me rechina es esa idea tan viejuna de usar la palabra «amor» en relación con la prostitución.

    Con lo que yo me quedo es con la maravilla del lenguaje. García Márquez escribe de una manera tan prodigiosa, con palabras tan escogidas y precisas, que las neuronas me hacen chiribitas. Lo que más me impresiona es la admirable capacidad de crear mundos solo con palabras.

Los hombres de la expedición se sintieron abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de aceites humeantes y los machetes destrozaba lirios sangrientos y salamandras doradas. Durante una semana, casi sin hablar, avanzaron como sonámbulos por un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por una tenue reverberación de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante olor de sangre.

    No me digáis que no es precioso ese lenguaje. Más adelante, José Arcadio Buendía encuentra una aparición: un galeón, entero, con su casco, velas y jarcias. A renglón seguido, te comenta que a la siguiente generación, el coronel Aureliano Buendía volvió a atravesar la región. Lo que él ve es esto:

... y lo único que encontró de la nave fue el costillar carbonizado en medio de un campo de amapolas. 

     «Costillar carbonizado en un campo de amapolas», ¡es que me muero! ¿Acaso se puede escribir mejor en español?
 
     Las novelas hispanoamericanas de esta época suelen insertarse en dos líneas, el «barroco americano» (un ejemplo que se suele poner es Paradiso de Lezama Lima) y el «realismo mágico», cuyo paradigma serían estos Cien años de soledad. En un contexto de novela histórica más o menos realista, introduce episodios imposibles conforme a las normas de la naturaleza, elementos paranormales que fascinan, y de ahí que se le considere mágico. En la Historia de la literatura universal de Riquer y Valverde, hacen una comparación que entiendo muy atinada: «con ráfagas de imaginación a lo Chagall invadiendo el realismo de que partía». 
 
    Pues sí, estas narraciones son como un cuadro de Chagall, creando imágenes inolvidables que serían más bien surrealistas.

    Es una novela que puede leerse por parte de cualquier ser humano del planeta Tierra, sea cual sea su cultura. Ahora, si tienes el lujo de que tu lengua materna sea el español, date el gusto de ver cómo, sólo con palabras, se construyen mundos, que son este, pero no del todo.

Como es un clásico, tiene página en la Wikipedia. Y os dejo mi expresión favorita de la historia, el tiempo pasa  / sí, pero no tanto...

Al reconocer la voz de la bisabuela, movió la cabeza hacia la puerta, trató de sonreír, y sin saberlo repitió una antigua frase de Úrsula.
—Qué quería —murmuró—, el tiempo pasa.
—Así es —dijo Úrsula—, pero no tanto.

martes, 22 de octubre de 2019

# 61 La guerra no tiene rostro de mujer




У войны не женское лицо (U voini ne zhenskoe lizo)

 

Autora: Svetlana Alexiévich

Año: 1985

Género: Ensayo

Tema: Historia


La imagen que la gente normal tiene de la Segunda Guerra Mundial suele ser muy spielbergiana: entre el heroísmo yanqui (Salvar al soldado Ryan) y el exterminio de los judíos (La lista de Schindler). Rara vez aparece una superproducción occidental que te cuente algo un poco distinto (Enemigo a las puertas, sobre Stalingrado).

No digo que la SGM no fuera eso también, y Europa siempre deberá agradecer a los políticos estadounidenses que, aun actuando, como todos, en beneficio de los intereses de su propia nación, libraran gran parte del territorio europeo del totalitarismo nazi, aunque dejaran a otra parte en manos del totalitarismo soviético.

Pero la SGM fue, sobre todo,… la derrota de los nazis se debió, principalmente,… al frente oriental. A esa guerra brutal, despiadada, de exterminio, que se llevó a cabo en lo que hoy son Bielorrusia, Ucrania, Rusia… La Gran Guerra Patria que llamaron allí.

Svetlana Aleksiévich (o Alexiévich) dio voz, en 1985, a un buen puñado de mujeres que lucharon por el bando soviético, artilleras, pilotos, enfermeras, cirujanas, lavanderas o partisanas. Recuperó sus recuerdos de guerra, y así descubres otra guerra, en la que más que movimientos de tropas o combates de tanques, hay personas que luchan pie a tierra, que arrastran a compañeros heridos, que pelean y resisten.

Se asombran y preguntan a la periodista si «ahora» se puede hablar de esto. Durante décadas tuvieron que callar. No eran bienvenidas sus historias de sufrimiento, porque el régimen soviético solo quería épica y heroísmo. Te cuentan los sacrificios que hicieron, sus sentimientos, cómo querían ponerse un vestido, sentirse mujeres, o cómo creen que a las mujeres nos cuesta más matar, que es más fácil morir, sacrificarse,… Niñas adolescentes que mentían sobre su edad o escapaban de casa para ir a luchar contra el invasor. El odio intenso hacia los nazis destructores de su mundo, conviviendo con momentos ocasionales de compasión hacia el alemán herido o el niño combatiente de última hora que llora metralleta en mano... El tener que asistir impertérritas a la tortura y ejecución de sus hijos, porque si revelaban de dónde eran, los alemanes arrasarían a toda la aldea. Las mujeres que tuvieron que matar ellas a sus propios hijos…

Un interrogador nazi se asombraba de cómo aceptaban la muerte con tranquilidad y confiaban en que el comunismo vencería. Una mujer recuerda…

“La vida está por encima de las ideas”, decía él. Yo, por supuesto, no estaba de acuerdo.

Perfecta expresión del fanatismo: que las ideas sean más importantes que las personas.

Ese sentimiento ayudó a los soviéticos, que pusieron más de veinte millones de muertos encima de la mesa para ganar la guerra, en su mayoría civiles. Las cifras reales nunca se sabrán. Por comparar, los muertos estadounidenses no llegaron al medio millón, más o menos, casi en su totalidad militares.

Solo la fe absoluta en el comunismo y su «Victoria final» los impulsaba al sacrificio. Esto lo oí en una ocasión sobre los republicanos españoles en Mathausen; otros internos, por ejemplo, franceses, se asombraban de la convicción inconmovible de estos comunistas en que al final el nazismo sería derrotado.

Alekséivich no omite la injusticia de posguerra. Tuvieron que esconder sus condecoraciones, acallar sus recuerdos femeninos, incluso hubo quien la echó de casa, porque tenía hermanas a las que casar, y claro, ella había estado en el frente, con los hombres, cuatro años. Ellas mismas no pudieron casarse y cobran unas pensiones de miseria.

…Cómo muchos pasaron del campo de prisioneros nazi al gulag soviético. Hasta los chistes que se hacían al respecto.

El libro se construye a partir de relatos de estas excombatientes, grabadas en magnetofón, que la autora sabe combinar muy hábilmente por capítulos vagamente temáticos. Te atrapa como si fuera una novela. Creo que es gracias a que combina bien lo conocido (la SGM) con unas voces hasta la fecha inauditas.

La edición que yo tengo es fruto de una revisión ya de los años 2010, incluyendo partes que la censura (y la autocensura) quitó y extractos de sus conversaciones con el censor. Como ya ocurrió en España, irónicamente, la censura a veces se revela como una aguda crítica literaria, dando una buena idea del libro:

—Después de leer un libro como este, nadie querrá ir a la guerra. Usted con su primitivo naturalismo está humillando a las mujeres. A la mujer heroína. La destrona. Hace de ella una mujer corriente. Una hembra. Y nosotros las tenemos por santas.
—Nuestro heroísmo es aséptico, no quiere tomar en cuenta ni la fisiología, ni la biología. No es creíble. La guerra fue una gran prueba tanto para el espíritu como para la carne. Para el cuerpo.
—¿De dónde ha sacado usted esas ideas? Esas ideas no son nuestras. No son soviéticas. Se burla de los que yacen en las fosas comunes. Ha leído demasiados libros de Remarque… Aquí estas cosas no pasan… La mujer soviética no es un animal…

Más adelante:

—Debería usted buscar los ejemplos heroicos… En cambio, se dedica a sacar a la luz la suciedad de la guerra. La ropa interior. En su libro, nuestra Victoria es espantosa… Para usted, la verdad está en la vida. En la calle. Bajo nuestros pies. Para usted es tan baja, tan terrenal. Pues se equivoca, la verdad es lo que soñamos. ¡Es cómo queremos ser!

Qué soviético es eso.

Aleksiévich en 2017, por Elke
Wetzig
Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich (n. Stanislav, Ucrania soviética, 31 de mayo de 1948) es una escritora, periodista y ensayista bielorrusa de lengua rusa, galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2015, «por sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo». 

Relata de forma crítica el tiempo soviético y sus consecuencias actuales. 

Otra de sus obras más conocidas es Voces de Chernóbil (1997).


domingo, 8 de enero de 2017

#6 El señor de las moscas



Isla de El señor de las moscas
Por Emperor Deathsaur (obra propia) [CC BY-SA 3.0]
via Wikimedia Commons



Lord of the Flies
Autor: William Golding
Año: 1954
Género: Novela
Edad: juvenil





El señor de las moscas, como sus predecesoras hasta la fecha en esta particular lista infanto-juvenil podría haberla incluido, con igual derecho, entre las cien mejores novelas y entre las cien obras maestras de la literatura universal.

Pero la presento como sexta en esta lista de clásicos de la literatura infantil y juvenil.

William Golding escribió esta novela en respuesta a la visión idealizada y aventurera de las novelas para jóvenes. En concreto, frente a La isla de coral, de R.M. Ballantyne.

Aquí no hay nada edulcorado. Un grupo de adolescentes caen en una isla desierta y toda su buena educación, su pátina civilizada se corroe con el disolvente de la vida en libertad. No, no sigue tesis amables, sino más bien que, dejados a su libre albedrío, los seres humanos desarrollarán en su mayoría tendencias negativas: hacia la violencia, la superstición, la pereza,... Mientras que son unos poquitos los que se esforzarán en seguir siendo racionales y cooperativos.

Esta novela no es fácil, por eso requiere que lo lean ya niños mayorcitos. Funciona bien a nivel de argumento, mejor aún cuando se trata de retratar personajes y, definitivamente, su punto fuerte es la trascendencia, lo que significa el relato, cómo simboliza los impulsos humanos que entran en contradicción: unos inclinados hacia la violencia, y otros a la civilización. El señor de las moscas es una de las formas de traducir Baal-zebub (Belcebú, dios de Ecrón) que aparece al principio del libro 2.º de los Reyes, con lo cual ya te está indicando por dónde se decanta el pesimismo del autor. 

Para mi es sobre todo un ejemplo de la lucha de la razón frente a la superstición, en todas sus formas, que es básicamente creer en cosas inexistentes, que determina comportamientos contrarios a nuestros propios intereses.

Este es uno de esos libros que hay que leer, también, por conciencia cívica, ya que al ser tan controvertido, es uno de los que más a menudo quieren prohibirse en las bibliotecas (puesto 68 en la lista de la American Library Association de los cien libros más challenged, o sea que se quiere quitar del currículo y de las bibliotecas públicas). Porque sí, todo aquel libro que quieren que no leas es justo el que tienes que leer.

Pero aparece en otras listas no tan infames, como la de las cien mejores novelas de la Modern Library, la 70 en la encuesta de la BBC The Big Read (2003) y en 2005 la novela fue elegida por la revista Time como una de las cien mejores novelas en lengua inglesa del período entre 1923 y 2005.

jueves, 17 de noviembre de 2016

#6 El extranjero



 
Portada del libro editado por Gallimard)
Por Jean Louis [CC BY-SA 3.0 o Dominio público]
vía wikicommons
L'Étranger

Autor: Albert Camus
Año: 1942
Género: Novela





Puf, menos mal que es cortita, si no acabo pegándome un iro


La verdad es que es una novela magnífica, pero puede deprimirte un poco, o alienarte.

Todo es por el desasosiego que te provoca el ver a este tipo, que cuenta la historia en primera persona, deambulando bajo el ardiente sol de Argelia.

Está dividido en dos partes, que pivotan en torno a un crimen, el asesinato de un árabe.

El protagonista Meursault es un tipo que va un poco de pasota por la vida. Es un abúlico que se limita a vivir. Acude al velatorio y entierro de su madre, se baña en el mar, se enrolla con una chica, trabaja, fuma mirando el infinito,... Y aunque hay cosas que le gustan, realmente es una persona a la que no le ves con una pasión especial por nada.

Es un tipo callado, que no habla si no tiene nada que decir. Lo cual suena muy razonable, pero la gente no lo ve así y desconfía de él o lo ve como un ser antinatural por ello. Lo mejor, para mi es su actitud ante los delirios católicos de otros personajes. Por ejemplo, al juez de instrucción, que se le va la olla indagando por sentimientos religiosos que ni van ni vienen en el asesinato. O cómo el capellán intenta una conversión in extremis, y aunque muy educadamente se le dice que le deje en paz, que le queda poco tiempo de vida y quiere pasarlo con otras cosas,... Nada, insiste el muy pesado.

Esta es una novela de la filosofía existencialista que tuvo su origen en la desolada Europa de entreguerras. Yo no se si fue más una filosofía o un movimiento artístico. Ahonda en el absurdo, en la carencia de sentido de la vida, la angustia de simplemente estar aquí. Es francamente desasosegante leer este tipo de libros, menos mal que son breves.

Pero, por otro lado, al fin y al cabo, no tiene por qué ser tu filosofía de vida. En el fondo, es una simplificación absurda: si no crees en Dios, o si la guerra ha desolado tu país, la vida carecía de sentido. Pues no, mira. Es un riesgo que se corre ante las desgracias de la vida, acabar siendo un apático. No, de lo que se trata es de superarlo, entusiasmarse, buscarle a la vida un sentido propio que sea el tuyo, de verdad, no el de conceptos al servicio de los intereses de otros, como la nación, la religión, la ideología y demás.

Vaya, para ser una obra tan breve, da para pensar mucho.

Pero mucho.