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sábado, 24 de agosto de 2019

#18 Cristal de Lotario






Lothair Crystal

Objeto: joya grabada
Material: cristal de roca
Fecha: h. 855-869 (el cristal)
Siglo XV (el marco)
Lugar actual: Museo Británico
Época: Arte carolingio

¿Quieres conocer la moral sexual de cada época? El arte es una buena fuente… y también el Derecho Penal

¿Sabíais que hasta el año 1978, el adulterio era delito en España

Solo que no lo cometía igual el marido que la mujer. A ella le bastaba yacer (entendido como tener sexo penetrativo vaginal) con varón que no fuera su esposo; él, en cambio, solo lo perpetraba si llevaba a su manceba a casa o la mantenía de manera notoria.

No hablo de la Prehistoria, hablo de mi país y siendo yo una niña.

Situar las cosas en su contexto sirve para entender las historias que nos cuenta el pasado. Debemos huir del presentismo y comprender que en otras épocas se tenían otras ideas, respecto a la moral sexual, en particular cuál era el comportamiento correcto esperable de una mujer.

Lo que cada sociedad entiende como delito, dice mucho de ella. El adulterio, en España, no se entendía que fuera algo contra los derechos y deberes familiares, sino contra la honestidad. Lo mismito que la violación. Hoy, en cambio, los delitos sexuales se entienden como algo que atenta contra la libertad e indemnidad sexuales. Que justo esta sea la parte del Código Penal de 1995 que más veces se ha reformado en sus veinticuatro años de vigencia demuestra lo cambiante de la ideología en esta materia... o que es más fácil modificar la ley que la realidad.

Este Cristal de Lotario se relaciona con dos delitos sexuales diferentes, uno mítico y otro histórico.

Esta joya grabada se encontró, partida, en el lecho del río Mosa. Por lo visto estuvo, al menos desde el siglo XII, en la abadía de Waulsort, en la moderna Bélgica. Se cree que cuando los revolucionarios franceses saquearon la abadía en la década de 1790, arrojaron al río esta joya, de evidente origen monárquico. El Museo Británico lo adquirió en 1855.

El cristal en sí es un círculo de 10,5 centímetros de diámetro y centímetro y medio de grosor, rodeado por un marco de cobre con lo que alcanza los 18,6 centímetros. Este marco es posterior, se calcula que del siglo XV, y esta perforado de tal manera que se cree que el objeto pudo haber sido utilizado como broche.

De origen carolingio es en sí el cristal de roca, ligeramente convexo en la parte grabada, y más bien plano por detrás, con los bordes biselados. En conjunto, cristal y marco pesan 650 gramos.

El cristal de roca es un cuarzo incoloro que destaca por su dureza. Por eso no es fácil de trabajar en las formas habituales con cortes, tallados o grabados, sino que lo que se hacía era –al parecer ocurrió así en este caso– picar la superficie con polvos abrasivos.

No se sabe la fecha exacta de elaboración, fijándose como más probable un período que va entre el año 855 y 869. Se cree que se produjo en algún lugar de la Lotaringia, posiblemente en Aquisgrán.

Representa la historia de Susana y los viejos, que aparece en el Libro de Daniel católico, aunque no en la Tanaj judía, ni en versiones protestantes de la Biblia. Sería el capítulo 13, yo lo tengo en la Biblia que anda por casa, pero sé que en otras no viene, por ejemplo en la Reina Vaera.

Este tema de «Susana y los viejos» o «El baño de Susana», aparecerá muchas veces a lo largo de la Historia del Arte, porque era una excusa piadosa para representar un desnudo femenino.

Resumo el asunto. Cautiverio judío en Babilonia. A Susana, una mujer casada, dos viejos –que la han espiado mientras se bañaba–, la coaccionan para que tenga sexo con ellos. Ella se niega, así que cumplen su amenaza: la acusan de adulterio con un joven, que dicen haber visto. Con esos dos testimonios, la condenan a muerte.

Entra entonces el jovencito Daniel, profeta, y les reprocha haber condenado sin pruebas suficientes. Para demostrar que los viejos han mentido, les somete a una pequeña cross-examination, es decir, las repreguntas, algo que cualquier abogado haría en un juicio.

Separa a los testigos, algo que hoy en día se sigue haciendo, por cierto, para que no escuchen se pongan de acuerdo en lo que tienen que declarar y que no escuche el uno las respuestas del otro. Y luego les hace una pregunta, una sola; como se contradicen, se demuestra así la inocencia de Susana y a los que ejecutan es a estos calumniadores.

¿Cuál era la pregunta que hizo este Perry Mason bíblico? Luego os lo cuento.

El cristal nos narra esta historia a lo largo de ocho escenas. Las figuras son de pequeño tamaño y sus gestos, muy marcados. No voy a entrar en detalles de cada una, que si sabes la historia bíblica es fácil de seguir, pero sí fijarme en la central.

Es un medallón rodeado de un círculo. Es la escena en que Susana es reivindicada. La leyenda en latín no puede ser más expresiva:

Et salvatus est sanguis innoxius in die illa

(Y se salvó sangre inocente, ese día).

Hay cuatro figuras bajo un dosel. En el centro, Susana alza los brazos, implorando piedad o alabando la resolución de su problema. A la izquierda, dos figuras masculinas extienden sus manos. A la derecha, un hombre en el trono. Hay quien considera que es Daniel; pero otros ven en él la figura de un rey medieval impartiendo justicia.

Un rey juzgando se aparta de la historia bíblica, pero era lo propio de la Edad Media, el rey como fuente de justicia. De hecho, es algo que sigue siendo así hoy en día en países como el Reino de España, donde muchas sentencias siguen diciendo que se dictan en nombre del rey Felipe VI. Viene del artículo 117 de la Constitución: la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial…

¿Quién se supone que sería ese rey medieval?

Aquí tengo que hablar de otra mujer acusada, y de cuál pueda ser el sentido de esa joya.

En ese medallón central, por el borde exterior, una inscripción nos informa de que su comitente fue Lotario II: Lotharivs Rex Francorvm Fieri IUSSIT. «Lotario, rey de los francos, hizo que me confeccionaran».

Este era uno de los descendientes de Carlomagno. Como sabemos, el imperio carolingio se dividió en tres partes tras el tratado de Verdún (843). A Lotario le tocó la Francia Media o Lotaringia, que iba de Norte a Sur, desde los Países Bajos hasta el norte de Italia. Quedaba entre las otras dos Francias, la Occidental y la Oriental.

Dado que este señor es el comitente, y que representa el tema de Susana, era fácil relacionarlo con acontecimientos de la vida de Lotario, el motivo por el que sobre todo ha pasado a la historia.

Resulta que Lotario II estaba casado con Teutberga, pero no tuvieron hijos. En cambio, su amante Waldrada sí que le proporcionó descendencia. Quiso entonces anular el matrimonio, pero Teutberga se opuso. Dedicó prácticamente todo su reinado a ver si conseguía la anulación o el divorcio.  

Hubo un momento en que consiguió que el clero local anulara el matrimonio, basándose en la alegación de que ella había cometido incesto con su hermano. Si os fijais, para obtener una finalidad política, recurren a una acusación sexual, algo que es habitual cuando se trata de las mujeres que incomodan al poder. Lotario se casó con su amante Waldrada. Pero Teutberga recurrió al papa, que –digamos– anuló la anulación. Teutberga tuvo que someterse a una ordalía, o juicio de Dios, de agua caliente.

Yo me imagino el palacio de Aquisgrán, año 858. Todo el mundo reunido y Teutberga mete la mano en agua hirviendo para coger digamos que una piedra que había en el fondo. Le vendan la herida. Al cabo de unos días, le destapan el brazo y ven que cura con normalidad, sin gangrenarse. Teutberga ha superado el juicio de Dios.

La hipótesis que se maneja en Historia del Arte es que Lotario acepta el veredicto y, como signo de reconciliación, encarga esta obra, lo que sitúa confección en torno al año 860, cuando, si he entendido bien, el rey Lotario II y la reina Teutberga, aparecieron juntos en concilios. 

Parece que más tarde Teutberga dejó de oponerse a la anulación, que Lotario mismo fue a Roma y tenía medio convencido al Papa, pero falleció en el viaje de vuelta. Era el año 869.

No reconocieron a los hijos de Waldrada como legítimos sucesores, por lo que Lotaringia desapareció, engullida por las otras dos Francias, la Occidental y la Oriental. Y luego ellas, y sus entidades sucesoras (por resumir: Francia y Alemania) se tiraron mil años disputando por los despojos. Alsacia y Lorena han cambiado de manos tantas veces…

¿Quién sabe lo que habría pasado si Lotario II hubiera conseguido su propósito? Tal vez habría ahora un país europeo, en forma de cuña, que fuera desde el norte de Italia hasta el mar del Norte, en cierta forma como fueron las propiedades de los Habsburgo españoles.

Lo que te hace ver que no era un problema de si a Lotario le iba más Waldrada que Teutberga, sino que la propia supervivencia de su reino dependía de esto.

Dejando a un lado la historia-ficción, el cristal nos representa la historia de una mujer acusada falsamente, y advierte de que hay que investigar bien las cosas, no fiarse nunca jamás solo de los testigos. A los que hay que saber interrogar.

Como hizo Daniel.

¿Cómo consiguió Daniel, el hábil interrogador, poner de manifiesto que los viejos mentían?

La pregunta que les hizo fue, simplemente, bajo qué árbol estaban los supuestos adúlteros.

Uno contestó que debajo de un lentisco y el otro, que una coscoja.

El Cristal de Lotario es otro ejemplo de joya carolingia, realizada en el marco del llamado «Renacimiento carolingio», prerrománico europeo, segunda fase. A su belleza intrínseca sumaba la intención didáctica. Las enseñanzas religiosas se aprendían mejor si te las contaban en forma de narración. No hay que olvidar que la mayoría de la población, y esto incluía a la clase noble, era iletrada.

Ya sé que entre tanto objeto valioso guardado en el Museo Británico, que si las momias, que si la piedra Rosetta, que si los mármoles del Partenón,… pocos visitantes repararán en este ejemplo de la joyería carolingia. Quizá, al estar incluido en La historia del mundo en 100 objetos (que es donde yo lo descubrí, junto a la historia de Lotario y Teutberga) más gente se fije en él.

Y se ponga a pensar en los paralelismos y las diferencias entre las historias de Susana y Teutberga.

Fijaos, en ambos casos, dos mujeres son acusadas de un delito que va contra la moral sexual de la época. Además, las dos tienen que demostrar su inocencia frente a las pruebas nada objetivas, que se aportaban contra ellas. 

Las diferencian que, en el caso de Susana, la salva lo racional, una investigación más a fondo, un examen más detallado de lo que tengan que decir los testigos, mientras que en la medieval, se recurre a algo enteramente irracional como es una ordalía. En ese sentido, el juicio antiguo en Oriente Medio nos resulta más aceptable a nosotros, fieles al proceso debido, que el europeo medieval.

Es una advertencia de que nunca ha de creerse a los testigos acríticamente, ni siquiera cuando el testigo dice ser la propia víctima del delito. Además, no es muy sensato hacer descansar todo el peso del proceso penal sobre los (no siempre muy fuertes) hombros de la víctima; lo que hay que hacer es investigar mejor.

Que no haya nunca ningún Daniel que reproche que se condena a alguien sin haber investigado y sin conciencia clara de las cosas.

Como siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.

miércoles, 7 de agosto de 2019

#17 Altar de oro de San Ambrosio







Objeto: altar
Material: madera, oro, plata, piedras preciosas, esmaltes
Fecha: h. 835-850
Lugar actual: basílica de San Ambrosio (Milán)
Época: Arte carolingio
Autor: Volvino




La joya más preciosa de la orfebrería carolingia... y –sorprendentemente– conocemos el nombre del artista


El otro día hablé de un altar lombardo, tallado en mármol. Hoy avanzo un siglo después para encontrar otro de la misma clase, altar relicario tipo confessio, que se llama, porque en la parte posterior tiene el huequecito para acceder a las reliquias, pero entre uno y otro hay todo un mundo.

Esta es una de las piezas más elaboradas de la orfebrería carolingia, realizada en madera a la que se adosaron láminas de oro o plata trabajadas en la técnica repoussé, que creo que en español sería repujado, labrando a martillo chapas metálicas, de modo que en una de sus caras resulten figuras de relieve.

Es una especie de caja rutilante de 2,20 metros de largo (y 85 cm de alto), con una placa de oro en la parte delantera, y de plata parcialmente dorada en los otros tres lados. Si lo miras desde lejos, como me imagino que ocurriría a la mayor parte de la gente que entrase en la iglesia, solo verías algo que brilla intensamente en la oscuridad general. Lo cual de por sí debía epatar bastante, asombrar, impresionar con el poderío de la iglesia, que es al fin y al cabo la finalidad de gran parte del arte religioso.

Pero al acercarte te das cuenta de que lo que tienes no es solo una hoja de oro, sino que está labrada en bajorrelieve; los paneles te cuentan una historia, enmarcada cada escena con filigranas, con piedras preciosas incrustadas, gemas y perlas, así como refinados esmaltes. Y por los huecos, se escribían letras formando tituli o rótulos que comentan la escena.

Por cierto que son unos esmaltes en cloisonné cuyos colores (azul, verde, blanco), diseño y técnicas recuerdan a los que se ven en la Corona de Hierro de los lombardos, que comenté el mes pasado, lo que hace pensar que provienen de la misma época e incluso del mismo taller que realizó este altar. De ahí que se atribuyan a la restauración que sufrió esa corona del siglo IX.

Vamos a ver un poco más de cerca esta obra tan impresionante. Tomemos por ejemplo la parte delantera, la que está labrada en oro. Hay tres paneles. Los de los lados, a su vez, se dividen cada uno en seis escenas; están dedicadas a episodios de la vida de Cristo. Es la pieza más antigua obra de arte que contiene tantos episodios del Nuevo Testamento. Hasta entonces, lo que solían hacer era relatar episodios del Antiguo; y si eran del Nuevo, no con tanta profusión.


En el centro, tenemos una cruz con un óvalo en el centro. Es nuestro viejo amigo el Pantocrátor o Cristo en majestad o entronizado, y en los brazos de la Cruz, el Tetramorfos, es decir, los evangelistas simbolizados por águila (de san Juan), buey (San Lucas), león (San Marcos) y el ángel (San Mateo). En las cuatro esquinas que dejan libres los brazos de la cruz, están los apóstoles, en grupos de tres.


Vayamos a la parte trasera. Ahí el tema es San Ambrosio. Nuevamente, tres paneles, con los dos laterales dedicados a episodios de la vida del santo. Es la primera gran obra artística que relata la vida de un santo relativamente reciente (tres siglos y medio anterior) y cuya existencia histórica estaba demostrada.  En el centro hay dos puertecillas que dan al agujero de las reliquias de los santos mártires Gervasio y Protasio, además de Ambrosio. Esas puertecitas tienen cuatro círculos. En los dos de arriba, sendos arcángeles, Gabriel y Miguel. Lo sorprendente está en los dos círculos inferiores.

En uno se ve al comitente, el entonces arzobispo de Milán, Angilberto II, ofreciendo al santo titular, o sea, a san Ambrosio, un modelo del altar. El santo le corona, satisfecho. Se nota que Angilberto II es una persona viva porque tiene el halo cuadrado. Y que fue quien lo encargó resulta de una inscripción que rodean los tres grandes paneles de la parte trasera.

Pero en el otro círculo ocurre lo nunca visto. El santo, con su altar bien guardadito en el bracete, corona a otra persona, nada menos que a Volvino, el orfebre que realizó la obra, según nos cuenta la inscripción que hay en el propio altar:


vvolvini(us) magist(er) phaber

Era algo inusitado. No sólo nos llega el nombre del artista, cuando estamos en plena Edad Media (mediados del siglo IX, recordemos) y las obras ni se firmaban ni dejaban huella de quién las había hecho. Es que, además, le ponen al mismo nivel que la autoridad que encargó la obra, y le corona. Nada menos. Como al arzobispo. Se ve que Volvino de humilde artesano tenía muy poco.

Por cierto que el nombre lo he visto escrito de diferentes formas, Volvinus, Vuolvinius, Volvinius, Wolvinus,… Al final me inclino por la ortografía más castellanizada.

Esta obra, el altar dorado o Paliotto de Sant’Ambroglio, como ya he dicho, es una de las joyas de orfebrería carolingia. Estamos en la segunda época del prerrománico europeo, para que nos situemos. Entre las artes aplicadas carolingias, la orfebrería tiene una importancia capital. Carlomagno promovió la realización de joyas, relicarios, objetos litúrgicos, miniaturas… No sólo como objetos de devoción sino como recordatorios de la fe, con una finalidad didáctica; para esto es muy conveniente que las imágenes preciosas cuenten una historia con la que se quede el súbdito.

El estilo poco tiene en común con las realizaciones bárbaras del noroeste de Europa, salvo –quizá– el lujo en las gemas. Todo en esta obra recuerda a la Antigüedad Tardía, a las realizaciones tardorromanas. Las viñetas con las diferentes escenas recuerdan un poco a la miniatura.

Hay diferencia notable de estilo entre el panel delantero, de oro, y los otros tres, lo cual ha hecho que se identifiquen al menos dos autores diferentes, pero parece claro que se realizó todo en la misma época.

Milán había sido capital del imperio romano desde el año 292. A finales del siglo IV fue nombrado obispo Ambrosio, prefecto imperial quien, desde esa cátedra, combatió el arrianismo, pretendió que la iglesia estaba por encima del poder de los emperadores y logró al final llevar a su terreno al emperador Teodosio y murió en 397. Teodosio había dividido su imperio entre sus dos hijos y, durante el período que va desde el año 395 hasta el 402, Milán siguió siendo la capital del imperio romano de Occidente, cualidad que perdió en favor de Rávena.

Hoy los católicos consideran a Ambrosio un santo, uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina y doctor de la iglesia católica.

Fue durante el reinado de Ambrosio como obispo, en 386, cuando se fundó esta basílica, que como propio del siglo IV no tenía transepto, sino que era de planta rectangular, con tres naves. Milán perdió importancia y por allí pasaron hunos, hérulos, ostrogodos, bizantinos, lombardos (569)… Hasta que Carlomagno conquistó su reino en 774 y entró en la órbita carolingia.

Entonces se produjo un renacimiento de Milán como metrópoli arzobispal y adquirió más importancia y prosperidad. La gobernaban los arzobispos, como representantes del emperador carolingio en el norte de Italia. Uno de esos arzobispos, Angilberto II, es el que lo mandó construir, según dice la inscripción, y por eso se sabe que tuvo que confeccionarse entre 824 y 859, pues es lo que duró su reinado.

Para entonces Carlomagno ya había muerto, y le sucedió primero Ludovico Pío y, después del tratado de Verdún (843) en esta parte del mundo, Lotario I, a cuya época posiblemente podamos adscribir la realización de esta impresionante obra.

Angilberto II también se metió a remodelaciones de la basílica de San Ambrosio, que entre lo que él hizo y modificaciones posteriores que llegaron hasta el siglo XII, acabó siendo un modelo del románico lombardo.

Así que si hacéis una escapada a Milán, aparte de ver la Pinacoteca de Brera, el Duomo y la galería Víctor Manuel II, no dejéis de pasaros por esta basílica, uno de los edificios más antiguos de la ciudad.

Como siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.

miércoles, 28 de marzo de 2018

#19 Capilla palatina de Aquisgrán

Foto de CEphoto, Uwe Aranas (2014)
via Wikimedia Commons


  

Ubicación: Aquisgrán, Alemania
Fecha: h. 790-805
Estilo: Arte carolingio
Tipo de edificación: templo


                       
La pieza más recordada del arte carolingio


Aquisgrán es una ciudad ubicada sobre el río Mosa, en el lugar donde Alemania confina con Francia y los Países Bajos. A veces se ve escrito su nombre como Aix-la Chapelle o Aachen, pero en español tenemos exónimo consolidado que es este de Aquisgrán.

Aunque los carolingios mantenían, como buenos monarcas medievales, una corte itinerante, instalaron en este lugar su palacio principal. Carlomagno escogió un sitio estratégico, central entre sus dominios y conquistas, que ocuparía sobre todo en invierno, cuando no estaba en campaña. A ese palacio le puso un oratorio donde guardar una reliquia. Los católicos son dados a venerar objetos que dicen que pertenecieron a sus hombres y mujeres santos. Para mi es como una forma de creencia mágica. En este caso se trataba de la capa, en latín capella, del santo Martín de Tours. De ese objeto tomó nombre el lugar «la capilla del palacio» y «capilla» acabó designando cualquier oratorio privado.

La arquitectura carolingia se inspira en los modelos clásicos, pero no tanto los de la Roma imperial como los de la Roma paleocristiana, es decir, Rávena. Siguiendo el modelo de San Vital de Rávena, el arquitecto Otón o Eudes de Metz empezó esta obra.

Es un edificio de traza octogonal, con dos plantas en altura y cubierto con bóveda de casquetes; esta pesada bóveda central se apoya en ocho pilares. El arquitecto rodeó este cuerpo central con una nave organizada en tramos trapeciales y triangulares, de dieciséis lados. Los pilares sostienen una tribuna o galería reservada al emperador y su corte. En esta parte superior, los arcos, que son de medio punto, aparecen subdivididos por columnas.

Las bóvedas se decoraron con preciosos mosaicos dorados al estilo bizantino. Se usaron elementos constructivos y decorativos traídos de la propia Rávena. Porque no nos engañemos, en esto del arte nadie es del todo original y además es un precioso botín de guerra. Así que incluso tiene columnas expoliadas por Carlomagno en Rávena y Roma. Claro que donde las dan las toman y mil años después, Napoleón las cogería y se las llevaría a París; sólo se recuperaron algunas, otras se tuvieron que reconstruir, a partir de mediados del siglo XIX, usando granito de Asuán.

En estos años oscuros de la Alta Edad Media, un edificio así impresionaba… al norte de los Alpes, claro. No se podía comparar a lo que había por el Mediterráneo, en Roma o en Bizancio. Pero en aquella zona bárbara no había nada parecido.

El palacio desapareció, pero la capilla perduró. En torno a ella fue construyéndose lo que hoy es la catedral de Aquisgrán, uno de los primeros edificios (es el núm. 3 del catálogo) en ser declarados Patrimonio de la Humanidad, en el año 1978, y en su página web, la Unesco lo describe así:

La construcción de esta capilla palatina en forma de basílica octogonal rematada por una cúpula comenzó entre los años 790 y 800, en tiempos del emperador Carlomagno. Es una imitación de las iglesias del Imperio Romano de Oriente y en la Edad Media se le agregaron revestimientos espléndidos.

Durante dos siglos, la Capilla Palatina de Aquisgrán fue el edificio más alto de esa zona, impresionaba. Esa majestuosidad estaba al servicio de un fin político, claro. Carlomagno fundó una entidad nueva, el Sacro Imperio Romano Germánico, cuando hizo que el Papa le coronara en Roma en el año 800. Después de él y hasta el siglo XVI, todos los emperadores posteriores se coronarían allí. El Sacro Imperio, de una forma u otra, perduró hasta la época napoleónica. Napoleón, ese viento que barrió Europa a principios del siglo XIX, también acabó con esto. El corazón de Europa era demasiado pequeño para dos emperadores.

 
Bóveda de la Capilla, por Lokilech [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons


Una breve y muy esclarecedora descripción del conjunto palatino de Aquisgrán lo puedes encontrar en este vídeo de ArteHistoria en YouTube:



sábado, 24 de marzo de 2018

#23 Estatua ecuestre de Carlomagno


 
© Marie-Lan Nguyen /
Wikimedia Commons



Ubicación: Museo del Louvre, Francia
Fecha: S. IX, h. 870
Época: Arte carolingio




Esta pequeña estatua ecuestre es uno de los pocos ejemplos que se conservan de escultura carolingia. Son muy conocidos sus marfiles, pero he preferido traer aquí esta estatuilla realizada en bronce, porque me recuerda a las realizaciones de la Antigüedad clásica, en particular romana.

Ya comenté al hablar del Evangeliario de Godescalco, que al arte desarrollado en Europa occidental entre la caída del imperio romano y el románico se le suele llamar, con poca originalidad, prerrománico.

Dentro de él, se distinguen dos épocas, una primera fase que se correspondería al paleocristiano y las invasiones germánicas y una segunda fase del prerrománico europeo, que es donde se enmarca el llamado «renacimiento carolingio», que superó el aletargamiento cultural que se había padecido en la Galia en los siglos anteriores. Se recuerda, sobre todo, por realizaciones arquitectónicas como la Capilla del Palacio de Carlomagno, en Aquisgrán, de la que hablaré otro día.

Está claro que el autor se inspiró en aquellos modelos romanos como la estatua ecuestre de Marco Aurelio que ya antes del siglo XVI se alzaba en Roma, frente a San Juan de Letrán. Se creía que representaba a Constantino aplastando el paganismo, así que se consideraba una buena fuente de inspiración para para contribuir a una imagen imperial de Carlomagno como un nuevo Constantino.

Que en realidad fuera el muy pagano emperador filósofo Marco Aurelio es una deliciosa ironía.

El «renacimiento carolingio» fue precisamente posible gracias a que estos gañanes del norte entraron en contacto con aquellos lugares en los que la cultura clásica estaba a la vista de todos, tanto en Roma como en Bizancio.

Según leo en ArteHistoria, es una especie de pastiche: «el caballo es grecorromano, el cuerpo del jinete bizantino y la cabeza carolingia». 

Y es que sí, está elaborado a partir de tres piezas diferentes, cada una de una aleación propia. El caballo posee todas las características de los caballos antiguos bajoimperiales, y se considera hoy en día que fue reutilizada para esta escultura, hipótesis que explicaría por qué fue retocada para adaptarse al caballero y porqué la silla recubre una parte de las riendas y los arneses.

El caballero, que forma una sola pieza con su silla, es ciertamente carolingio. Aunque se le llama «de Carlomagno», en realidad no se sabe si se corresponde con este emperador o con otro, Carlos el Calvo, en cuya época se realizó esta obra. El rostro se corresponde a las representaciones de Carlomagno en monedas, así como la descripción que de él da su biógrafo Eginardo. Pero no hay que olvidar que su nieto Carlos el Calvo se le parecía mucho, o al menos se le pintó parecido a él en los manuscritos iluminados que se conservan.

En una mano sostiene un globo, el llamado orbe imperial, símbolo evidente de poder. Y en la otra llevaba una espada, hoy perdida.

Está elaborada en bronce, en el pasado estuvo dorada, y debido a su pequeño tamaño, unos 25 centímetros, fácilmente trasladable de un lugar a otro. Hay que recordar que estos reyes y emperadores medievales solían carecer de una corte fija, sino que iban de un lugar a otro, por lo que agradecían tener este tipo de objetos preciosos que pudieran llevar consigo.

Para saber más, la ficha en el Museo del Louvre, que ha sido mi principal fuente para esta entrada. También puede leerse el artículo en la Wikipedia.

lunes, 12 de marzo de 2018

#11 Evangeliario de Godescalco

Cristo en majestad



Ubicación: Biblioteca Nacional de París
Fecha: 781-783
Estilo: Arte carolingio


            Una de las obras emblemáticas del renacimiento carolingio


           Y mientras en Córdoba comenzaba su época de esplendor, emprendiendo la construcción de su magnífica mezquita,… 
       Y en Constantinopla los bizantinos perdiendo territorios en Italia y en Asia a manos de los musulmanes,… 
              En Europa occidental los francos, prácticamente el único pueblo que quedaba de los que invadieron el Imperio Romano, montaron su propio imperio, el carolingio a caballo entre Francia y Alemania, con extensiones en Italia y en España.

Para ello, Carlomagno (que reinó entre 786 y 814, y se hizo coronar emperador en Roma en el 800) combatió incansablemente, un poco por todos los lados, pero especialmente en una eterna guerra contra los sajones en el norte y los lombardos en el sur. Despiadado y hasta genocida (si lo miráramos con los ojos de hoy, algo que nunca debe hacerse porque entonces realmente no entenderíamos nada de las personas que nos precedieron) pero también emprendió una labor más pacífica, entablando relaciones diplomáticas que llegaban a Bizancio y a Bagdad (con el legendario Harún al-Rashid). Este hombre, una de las grandes figuras de la historia, organizó la administración de los territorios, y quiso construir un mundo nuevo en el que las letras también brillasen. Pero todo al amparo, a diferencia de lo que ocurrió en el Imperio Romano, del papa cristiano.

Es curioso, se hizo coronar emperador como una especie de heredero del imperio romano, a pesar de que el Imperio Romano seguía existiendo en Oriente, por un tema de machismo, porque en Oriente no reinaba un varón, sino la emperatriz Irene. En Constantinopla esto les sentó como un tiro.

            En lo que hoy se conoce como «renacimiento carolingio», alentó la labor de filósofos y eruditos, promovió los escritorios, e incluso patrocinó espléndidos manuscritos iluminados, o sea, libros con imágenes.

            Uno de los ejemplos es este Evangeliario de Godescalco, que fue encargado personalmente por Carlomagno y su esposa Hildegarda, para conmemorar el bautizo de su hijo Pipino. Está perfectamente fechado: se elaboró entre el 7 de octubre de 781 y el 30 de abril de 783.

Se escribió en una cosa que se llamaba pergamino purpúreo. A la piel de animal se la teñía con púrpura, producto lujoso propio sólo de emperadores. Por ejemplo se decía que los hijos que tenía el monarca cuando reinaba eran «nacidos en la púrpura». (Bueno, en realidad en el griego original se decía porfirogéneta, o nacido en el pórfido, piedra rojiza también que se relacionaba con el imperio y el poder real, porque las emperatrices bizantinas daban a luz en una habitación recubierta de este material).

Sobre ese lujoso pergamino purpúreo se escribía con plata y oro, metales nobles que por desgracia, no son totalmente indelebles. El oro sigue casi como el primer día, pero ya sabemos todos que la plata se ennegrece.

Un Evangeliario es un códice que recoge los textos de las lecturas evangélicas relativas a cada uno de los días del año dispuestas según el orden litúrgico. Lo que destaca, y por eso lo traigo aquí, son las imágenes que lo ilustran, ejemplo brillante de la pintura prerrománica.

Hay un Cristo en majestad, frente a él un San Juan Evangelista escribiendo, luego están representados los cuatro evangelistas y La fuente de la vida.

Escojo para ilustrar esta entrada la imagen de Cristo en majestad, donde se pueden apreciar algunas características de este tipo de pintura.

La imagen en sí te presenta a un Jesucristo joven, sin barba, como era propio de la época clásica. La figura recuerda a los iconos bizantinos, con su tronco alargado, la cara redondeada y los ojos grandes. Bendice con la mano derecha mientras que sostiene un libro en el brazo izquierdo.

Pero luego en la ornamentación, en los entrelazos, se ve la influencia celta, de la escuela que se llama hiberno-sajona, o sea, procedente de las islas Británicas para entendernos.

En la miniatura carolingia se distinguen varias escuelas. Este Evangeliario de Godescalco pertenece a la más sobresaliente, la escuela palatina de Aquisgrán, ligada a los escritorios del emperador. Y aun dentro de ella, al grupo Ada de manuscritos, del que es el más emblemático y el más antiguo que se conserva de los que se produjeron en ese escritorio. Se caracteriza por emplear oro y plata en abundancia, y porque las figuras son majestuosas.

Para situarnos un poco cronológicamente, al arte desarrollado en Europa occidental entre la caída del imperio romano y el románico se le suele llamar, con poca originalidad, prerrománico. Es la denominación más fácil, porque si te pones a hilar fino, tendrías que diferenciar entre el arte paleocristiano, luego el de las invasiones germánicas (ostrogodo, lombardo, visigodo, etc.) y luego, en una segunda fase, el arte carolingio, el otoniano, el desarrollado en las islas Británicas (hiberno-sajón) y el arte vikingo. Y en la península Ibérica veremos que hubo un arte asturiano, la versión catalana del carolingio y el mozárabe. Tela.

Para saber algo más, se puede ver el artículo en la Wikipedia.

Una imagen ampliada de este Cristo lo podemos ver en Arte Historia.

Y en el blog Pensar la historia del arte dedicaron hubo una entrada titulada «Renacimiento Carolingio: el arte del libro».