Tiene
toda la pinta de ser Rosalinde
Con
su tenor enamorado
(Opera in the Heights, Houston)
Por jjsala
(DSC_0198 Uploaded by AlbertHerring) [CC BY 2.0],
via Wikimedia Commons
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Die
Fledermaus
Estreno:
Viena, 5 de abril de 1874
Compositor:
Johann Strauss, hijo
Libreto
en alemán: C. Haffner & R. Genée
Tal día como hoy se estrenó, en el
Teatro an der Wien de Viena la que es considerada la opereta por antonomasia.
Todo
un antídoto contra la melancolía.
Este
fin de semana pasé tres horas deliciosas viéndome en You Tube una versión de El murciélago representada en la Royal
Opera House, Covent Garden, en 1983, con Kiri Te Kanawa y Hermann Prey, ¡y en
el podio estaba Plácido Domingo! Me reí a carcajadas. Este es el enlace, sobre todo el primer acto funciona como un reloj.
Una historia ligera acompañada por una música alegre. Gabriel von Eisenstein tiene
que cumplir ocho días de arresto, pero antes de ir a la cárcel, echará una cana
al aire en la fiesta de un aburrido príncipe ruso. A espaldas de su esposa Rosalinde,
por supuesto. Pero ella tiene sus propios planes: aprovechar la ausencia
del marido tonteando con un tenor italiano que, por esos líos propios del género,
acaba confundido con Eisenstein y va a la cárcel en su lugar. Rosalinde acude a
la fiesta del ruso disfrazada de misteriosa condesa húngara; su esposo flirtea con ella, ignorando quien está tras la máscara. Al final todo se arregla,
ninguno de los dos cónyuges ha conseguido ponerle los cuernos al otro y todos
acaban cantando alegres y echándole culpa al vino.
Aquí
no estamos sólo ante una música maravillosa, sino ante una historia de enredos
que, bueno, si está interpretado con vis cómica, hace que te partas el cuadro.
No hay dos representaciones de El murciélago
iguales, porque se aprovechan las partes habladas (en el idioma local) para adaptar
los chistes. Y la parte de la fiesta en el segundo acto da lugar a
interpretaciones variadas. Por ejemplo, en la que yo vi de 1983, Hermann Prey
interpreta una pieza de El barón gitano,
le siguió un número de vodevil inglés, Charles Aznavour con la romántica canción
She y un ballet.
Pocos
espectáculos operísticos pueden ser más divertidos que éste. ¿Para qué lo voy a
decir yo si José María Martín Triana lo dijo aún mejor en El libro de la ópera?
Sus valses, polcas, cuadrillas, czardas forman un rosario inacabable de números inolvidables que precisan no sólo de grandes cantantes, sino además de muy buenos comediantes capaces de representar las divertidísimas escenas habladas.
Un
himno a los goces de la vida, al champán y a las bromas, al flirteo, al cante y
al baile, a la alegría de vivir, en suma.
¿Qué
piezas destacar? La vivaz y archiconocida obertura, por supuesto: aunque nunca
hayáis escuchado esta opereta, poned “obertura Fledermaus” y seguro que os
suena. Luego está la czarda de Rosalinde
(Klänge der Heimat!), y uno
de los brindis más famosos de la historia. Im
Feuerstrom der Reben,… Die Majestät wird
anerkannt, dedicado
a Su Majestad don Champán Primero.
Posiblemente,
nunca existió una Viena así, pero no se me ocurre mejor escapismo que dejarse seducir por este mundo maravilloso.
Para
saber más, la Wikipedia,
el libreto en alemán-español y discografía de referencia, en Kareol. Ya puse arriba la divertidísima versión de Covent Garden. En este enlace
podéis tener la de Karl Böhm con Gundula Janowitz y Eberhard Wächter, más por
las voces y la música que por el humor, que es un poco a la alemana.
En el enlace de Kareol, como siempre, aparece discografía de referencia. Posiblemente
una de las mejores sea la de Karajan, en 1955, con Schwarzkopf, Streich, Gedda,
Krebs y el coro y orquesta Filarmonía (HMV, hoy EMI). Pero, ¿sabéis qué os
digo? Que yo me quedo antes con la de Previn de 1992 para Philips, por Kiri te
Kanawa. Si hay alguien que para mi simbolice la elegancia y el encanto, la
belleza calmada y sencilla, el humor sutil al tiempo que los sentimientos
profundos sin necesidad de aspavientos, esa cantante es Kiri Te Kanawa.
Como suelo decir, y se canta en esta ópera, chacun à son goût!
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