jueves, 3 de septiembre de 2020

#21 Hermanos Limbourg: Las muy ricas horas del duque de Berry

 



 


 


 

Les Très Riches Heures du duc de Berry

 

Ubicación: Museo Condé (Chantilly, Francia)

Fecha: h. 1412-1416

Estilo: Arte gótico

Autores: Herman, Paul y Johan Limbourg




Libro joya que nos regala el primer paisaje invernal de Europa occidental


Hoy traigo una imagen de un manuscrito del siglo XV, que pasa por tener uno de los primeros paisajes invernales de la pintura occidental.

Como todos los libros de la época, es manuscrito, y está preciosamente iluminado. Se considera uno de los códices de más calidad del mundo; desde luego, es de los más famosos.

 Es un libro de horas, y vosotros os preguntaréis qué es eso. Bien, se trata de una colección de oraciones, escritas en latín, que se corresponden con las distintas horas canónicas. Pero por lo que se recuerda hoy en día y se sigue viendo en los libros de Historia del Arte no es por el texto, sino por las ilustraciones, inusualmente abundantes y que encarecían la obra.

 El libro está formado por un total de 206 hojas de pergamino de alta calidad. Son 29,5 cm de alto y 21,5 cm de ancho. Se empleó oro y pigmentos caros, como ese lapislázuli utilizado para los azules de la obra. Esta ilustración, que se corresponde con el mes de febrero, fol. 2v, tiene unas dimensiones de 14,4 x 13,6 cm.

De todas las ilustraciones de este libro de horas, las más valoradas son las que realizaron, a principios del siglo XV, los hermanos Limbourg. Fue un encargo de Juan, I duque de Berry, hijo del rey Juan II de Francia y Bona de Luxemburgo. No queda claro cuándo empezaron a trabajar en ello, según la fuente te dicen el año 1410, el 1411 o el 1412. Los hermanos Limbourg se alojaban en un castillo del duque, el de Bicêtre, al sur de París, y después en Bourges. Lo que queda claro es que estuvieron trabajando en este libro hasta el año 1416.

Fijémonos en la ilustración superior, que es del mes de febrero.

En primer plano, a la izquierda, vemos una casa donde se refugian tres personajes, una mujer en primer plano y dos hombres detrás. Los tres se levantan las faldas para recibir el calor del fuego. Si te fijas mucho, se distinguen los órganos sexuales de la pareja del fondo. Evidentemente, en la Edad Media tenían otra idea de la intimidad.

 Fijaros si serían diferentes que, cuando en enero de 1948, la revista Life publicó una reproducción de las doce escenas, censuró esta imagen retocando los genitales.

 Todo el exterior es un precioso paisaje nevado, con muchos detalles propios de la época. Las ovejas están recogidas en un aprisco. Unas aves oscuras buscan granos en el suelo blanco. Ves barriles, un carro, todo el cercado… A la casa se acerca un personaje envuelto en un manto, al que casi ves exhalar el aliento en el aire gélido.

 Junto a un silo de forma cilíndrica, una serie de colmenas de las que se sacaba la miel, endulzante propio de la época. El azúcar de caña era cosa del Mediterráneo islámico, en sitios como la península Ibérica, pero en el norte de Europa el dulce procedía de la miel.

 Más allá del cercado se ven árboles desnudos, uno tala leña y otro la acarrea a lomos de un asno. En el almiar se amontona la nieve. A la izquierda se ve el humo saliendo por la chimenea. Más allá, colinas y una aldea, con una torre que cabe suponer que sea de la iglesia. Y, finalmente, el cielo grisáceo, plomizo.

 Por encima de la escena, hay un semicírculo que refleja el calendario. En la parte exterior, se ven los nombres de los signos del Zodiaco del mes, en este caso, acuario y piscis. Las figuras simbolizando al Aguador y los Peces están más al interior, sobre un fondo de intenso azul lapislázuli, que representa ese cielo lleno de estrellas. Luego tenemos el calendario con los días y, en el centro, una representación de Febo en un carro tirado por cuatro caballos alados, con el sol en la mano. Contrasta el sol brillante, amarillo, sobre el fondo azul.

 Hasta donde yo sé, y he leído por ahí, un paisaje nevado semejante nunca se había visto en la pintura occidental. Es un ejemplo más de lo originales que eran los miniaturistas a lo largo de la Edad Media. Si en época de los beatos mozárabes se dejaban llevar por la imaginación y creaban monstruos fabulosos, los de la Baja Edad Media se inclinaban por reflejar, cada vez más, el mundo que los rodeaba: el paisaje, las construcciones, las ropas de la gente, las armas, los animales… por eso nos da la oportunidad de echarle una ojeada a ese siglo XV, como si los viéramos a través del ojo de una cerradura.

 Las escenas invernales no fueron abundantes en la pintura occidental, y mira que a mí me gustan. Otro ejemplo un poco posterior, del que espero hablar aquí alguna vez, son los Cazadores en la nieve de Bruegel. Sería, por así decirlo, uno de los primeros ejemplos de la pintura paisajista.

 Sí que era un tema recurrente el pintar escenas de meses, o de las distintas estaciones del año, tanto en el siglo XV como en el XVI. Eso permitía el contraste entre los diferentes momentos, con sus colores propios, como este azul y blanco del invierno, o los verdes de la primavera, por ejemplo. Aparte de ello, tiene el elemento filosófico de reflejar el paso del tiempo, lo que permite una reflexión sobre la fugacidad de las cosas y tal.

 

Estilo internacional

 Esta obra se enmarca estilísticamente en lo que se llama estilo internacional. Aquí vemos algunas de las características de este estilo, como es el uso de colores vivos, el detalle realista, el preciosismo en los detalles.

 El gótico internacional une la estética del gótico lineal, con las técnicas y la iconografía de la pintura italiana del Trecento.

 El apelativo de «internacional» se lo pusieron los historiadores del arte del siglo XIX para referirse a estas obras pictóricas producidas entre, aproximadamente, 1380 y 1450, y que presentan unas características comunes ajenas a las fronteras, pues hay ejemplos por diversos lugares de Europa occidental.

 Es el estilo por excelencia de lo que Huizinga denominó el otoño de la Edad Media, un momento en que el feudalismo estaba ya de capa caída y en alza las ciudades y el comercio, con intercambios frecuentes entre las diversas partes de Europa. Es un arte urbano, cortés y aristocrático, de gran refinamiento y elegancia que se ve en la estilización de las figuras y el recurso a la curva.

 Uno de los centros del estilo fueron precisamente las cortes de los príncipes franceses, como este de Berry, o el de Borgoña. Porque, obviamente, este tipo de producto cultural es muy caro, por los materiales que usaba y porque exigía muchísimo trabajo. En iluminación de manuscritos, el gran centro fue París. El otro gran miniaturista de la época, además de los hermanos Limbourg, fue Jacquemart de Hesdin.

 

Historia posterior de este libro

 Se cree que el primer semestre de 1416 una epidemia asoló el norte de Francia. Así se explica la muerte tanto del mecenas que encargó la obra, Juan I de Berry, como los tres hermanos miniaturistas que estaban trabajando en el libro.

 El libro inacabado formó parte de la herencia del duque de Berry; aparece en su inventario como «tres ricas horas». Se cree que pasó a manos de Renato de Anjou, quien allá por la década de 1440 encargó a un artista desconocido completar las imágenes de los meses que quedaron inconclusas. Actualmente, se considera que ese pintor fue Barthélemy van Eyck. El duque Carlos I de Saboya adquirió el manuscrito y le encargó su finalización a Jean Colombe, allá por 1485-89.

 Propietaria fue también Margarita de Austria, duquesa de Saboya (1480-1530), hija del emperador Maximiliano I y que se casó con el príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos; luego con Filiberto de Saboya. Cuando Felipe I de Castilla murió, Margarita asumió la regencia de los Países Bajos (1507-1515) y la tutela de su sobrino Carlos, futuro emperador Carlos V. Este también tiró de ella para regir los Países Bajos entre 1519 y 1530.

 

Con el tiempo, este libro habría llegado a manos de Ambrosio Spínola, soldado genovés al servicio de la corona española en los Países Bajos y que sí, es el que aparece en La rendición de Breda o Las lanzas (1625) de Velázquez. Por esta vía llegaría entonces en el siglo XVII a Génova. El marqués Vincenzo Spinola di San Luca se lo legó en 1826 a su sobrino Gio Battista Serra. Los Serra le pusieron su actual encuadernación en cuero rojo, con las armas de las familias Espínola y Serra.

 Este señor tuvo una hija natural a la que legitimó y que se casó con el barón Felix de Margherita. Cuando Enrique de Orleans, hijo de Luis Felipe, duque de Aumale y por entonces en el exilio, pasó por Génova, reconoció en este libro de horas un encargo del duque de Berry, y lo compró. Estamos hablando del año 1856. A su vuelta a Francia lo llevó a su castillo de Chantilly, a unos 60 kilómetros al norte de París. En 1881 se identificó este libro como las «muy ricas horas» que aparecían en el inventario del duque de Berry. En 1886 donó al Instituto de Francia, su castillo de Chantilly y sus colecciones. Así se creó el Museo Condé que es, en definitiva, donde a día de hoy se conserva, como manuscrito número 65.

 Para saber más, tenéis el artículo de la Wikipedia

 Os pongo otras ilustraciones bastante conocidas de este libro.

El mes de mayo, fol. 5v, h. 1410-1416 (Edmond_berry_Adam, 2018 (CC BY 4.0)

 

El mes de agosto, fol. 8v

El Pecado y la Expulsión del Paraíso, fol. 25v

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