Les Très Riches Heures du duc de Berry
Ubicación: Museo Condé (Chantilly, Francia)
Fecha: h. 1412-1416
Estilo: Arte gótico
Autores: Herman, Paul y Johan Limbourg
Libro joya que nos regala el
primer paisaje invernal de Europa occidental
Hoy traigo una imagen de un manuscrito
del siglo XV, que pasa por tener uno de los primeros paisajes invernales de la pintura occidental.
Como todos los libros de la época, es
manuscrito, y está preciosamente iluminado. Se considera uno de los códices de más calidad del mundo; desde luego, es de los más famosos.
Es un libro de horas, y vosotros os preguntaréis qué es eso. Bien, se
trata de una colección de oraciones, escritas en latín, que se corresponden con
las distintas horas canónicas. Pero por lo que se recuerda hoy en día y se
sigue viendo en los libros de Historia del Arte no es por el texto, sino por
las ilustraciones, inusualmente abundantes y que encarecían la obra.
El libro está formado por un total de
206 hojas de pergamino de alta calidad. Son 29,5 cm de alto y 21,5 cm de ancho. Se
empleó oro y pigmentos caros, como ese lapislázuli utilizado para los azules de
la obra. Esta ilustración, que se corresponde con el mes de febrero, fol. 2v, tiene unas dimensiones de 14,4 x 13,6 cm.
De todas las ilustraciones de este libro de horas, las más valoradas son las que realizaron, a principios del siglo XV, los hermanos Limbourg. Fue un
encargo de Juan, I duque de Berry, hijo del rey Juan II de Francia y Bona de Luxemburgo. No queda claro cuándo empezaron a
trabajar en ello, según la fuente te dicen el año 1410, el 1411 o el 1412. Los hermanos Limbourg se alojaban en un castillo del
duque, el de Bicêtre, al sur de París, y después en Bourges. Lo que queda claro es que estuvieron trabajando en este libro hasta el año 1416.
Fijémonos en la ilustración superior,
que es del mes de febrero.
En primer plano, a la izquierda, vemos
una casa donde se refugian tres personajes, una mujer en primer plano y dos
hombres detrás. Los tres se levantan las faldas para recibir el calor del
fuego. Si te fijas mucho, se distinguen los órganos sexuales de la pareja del
fondo. Evidentemente, en la Edad Media tenían otra idea de la intimidad.
Fijaros si serían diferentes que, cuando
en enero de 1948, la revista Life
publicó una reproducción de las doce escenas, censuró esta imagen retocando los
genitales.
Todo el exterior es un precioso paisaje
nevado, con muchos detalles propios de la época. Las ovejas están recogidas en
un aprisco. Unas aves oscuras buscan granos en el suelo blanco. Ves barriles,
un carro, todo el cercado… A la casa se acerca un personaje envuelto en un
manto, al que casi ves exhalar el aliento en el aire gélido.
Junto a un silo de forma cilíndrica, una
serie de colmenas de las que se sacaba la miel, endulzante propio de la época. El
azúcar de caña era cosa del Mediterráneo islámico, en sitios como la península
Ibérica, pero en el norte de Europa el dulce procedía de la miel.
Más allá del cercado se ven árboles desnudos,
uno tala leña y otro la acarrea a lomos de un asno. En el almiar se amontona la
nieve. A la izquierda se ve el humo saliendo por la chimenea. Más allá,
colinas y una aldea, con una torre que cabe suponer que sea de la iglesia. Y,
finalmente, el cielo grisáceo, plomizo.
Por encima de la escena, hay un
semicírculo que refleja el calendario. En la parte exterior, se ven los nombres
de los signos del Zodiaco del mes, en este caso, acuario y piscis. Las figuras
simbolizando al Aguador y los Peces están más al interior, sobre un fondo de
intenso azul lapislázuli, que representa ese cielo lleno de estrellas. Luego
tenemos el calendario con los días y, en el centro, una representación de Febo
en un carro tirado por cuatro caballos alados, con el sol en la mano. Contrasta
el sol brillante, amarillo, sobre el fondo azul.
Hasta donde yo sé, y he leído por ahí,
un paisaje nevado semejante nunca se había visto en la pintura occidental. Es
un ejemplo más de lo originales que eran los miniaturistas a lo largo de la Edad
Media. Si en época de los beatos mozárabes se dejaban llevar por la imaginación
y creaban monstruos fabulosos, los de la Baja Edad Media se inclinaban por
reflejar, cada vez más, el mundo que los rodeaba: el paisaje, las
construcciones, las ropas de la gente, las armas, los animales… por eso nos da
la oportunidad de echarle una ojeada a ese siglo XV, como si los viéramos a
través del ojo de una cerradura.
Las escenas invernales no fueron abundantes
en la pintura occidental, y mira que a mí me gustan. Otro ejemplo un poco
posterior, del que espero hablar aquí alguna vez, son los Cazadores en la nieve de Bruegel. Sería, por así decirlo, uno de
los primeros ejemplos de la pintura paisajista.
Sí que era un tema recurrente el pintar
escenas de meses, o de las distintas estaciones del año, tanto en el siglo XV
como en el XVI. Eso permitía el contraste entre los diferentes momentos, con
sus colores propios, como este azul y blanco del invierno, o los verdes de la
primavera, por ejemplo. Aparte de ello, tiene el elemento filosófico de
reflejar el paso del tiempo, lo que permite una reflexión sobre la fugacidad de
las cosas y tal.
Estilo
internacional
Esta obra se enmarca estilísticamente en
lo que se llama estilo internacional.
Aquí vemos algunas de las características de este estilo, como es el uso de
colores vivos, el detalle realista, el preciosismo en los detalles.
El gótico internacional une la estética
del gótico lineal, con las técnicas y la iconografía de la pintura italiana del
Trecento.
El apelativo de «internacional» se lo
pusieron los historiadores del arte del siglo XIX para referirse a estas obras pictóricas
producidas entre, aproximadamente, 1380 y 1450, y que presentan unas
características comunes ajenas a las fronteras, pues hay ejemplos por diversos
lugares de Europa occidental.
Es el estilo por excelencia de lo que
Huizinga denominó el otoño de la Edad Media, un momento en que el feudalismo
estaba ya de capa caída y en alza las ciudades y el comercio, con
intercambios frecuentes entre las diversas partes de Europa. Es un arte urbano, cortés y aristocrático, de gran refinamiento y elegancia que se ve en
la estilización de las figuras y el recurso a la curva.
Uno de los centros del estilo fueron
precisamente las cortes de los príncipes franceses, como este de Berry, o el de
Borgoña. Porque, obviamente, este tipo de producto cultural es muy caro, por
los materiales que usaba y porque exigía muchísimo trabajo. En iluminación de manuscritos,
el gran centro fue París. El otro gran miniaturista de la época, además de los
hermanos Limbourg, fue Jacquemart de Hesdin.
Historia
posterior de este libro
Se cree que el primer semestre de 1416
una epidemia asoló el norte de Francia. Así se explica la muerte tanto del
mecenas que encargó la obra, Juan I de Berry, como los tres hermanos
miniaturistas que estaban trabajando en el libro.
El libro inacabado formó parte de la herencia del duque de Berry; aparece en su inventario como
«tres ricas horas». Se cree que pasó a manos de Renato de Anjou, quien allá por
la década de 1440 encargó a un artista desconocido completar las imágenes de
los meses que quedaron inconclusas. Actualmente, se considera que ese pintor
fue Barthélemy van Eyck. El duque Carlos I de Saboya adquirió el manuscrito y
le encargó su finalización a Jean Colombe, allá por 1485-89.
Propietaria fue también Margarita de
Austria, duquesa de Saboya (1480-1530), hija del emperador Maximiliano I y que
se casó con el príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos; luego con Filiberto
de Saboya. Cuando Felipe I de Castilla murió, Margarita asumió la regencia de
los Países Bajos (1507-1515) y la tutela de su sobrino Carlos, futuro emperador
Carlos V. Este también tiró de ella para regir los Países Bajos entre 1519 y
1530.
Con el tiempo, este libro habría llegado
a manos de Ambrosio Spínola, soldado genovés al servicio de la corona española
en los Países Bajos y que sí, es el que aparece en La rendición de Breda o Las
lanzas (1625) de Velázquez. Por esta vía llegaría entonces en el siglo XVII
a Génova. El marqués Vincenzo Spinola di San Luca se lo legó en 1826 a su
sobrino Gio Battista Serra. Los Serra le pusieron su actual encuadernación en
cuero rojo, con las armas de las familias Espínola y Serra.
Este señor tuvo una hija natural a la
que legitimó y que se casó con el barón Felix de Margherita. Cuando Enrique de
Orleans, hijo de Luis Felipe, duque de Aumale y por entonces en el exilio, pasó
por Génova, reconoció en este libro de horas un encargo del duque de Berry, y
lo compró. Estamos hablando del año 1856. A su vuelta a Francia lo llevó a su
castillo de Chantilly, a unos 60 kilómetros al norte de París. En 1881 se identificó
este libro como las «muy ricas horas» que aparecían en el inventario del duque
de Berry. En 1886 donó al Instituto de Francia, su castillo de Chantilly y sus
colecciones. Así se creó el Museo Condé que es, en definitiva, donde a día de
hoy se conserva, como manuscrito número 65.
Para saber más, tenéis el artículo de la Wikipedia.
Os pongo otras ilustraciones bastante
conocidas de este libro.
El mes de mayo, fol. 5v, h. 1410-1416 (Edmond_berry_Adam, 2018 (CC BY 4.0)
El mes de agosto, fol. 8v
El Pecado y la Expulsión del Paraíso, fol. 25v
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