Objeto:
arqueta (¿portaevangelio?)
Material:
madera, oro, plata, ágatas, gemas
Fecha:
910
Lugar
actual: Cámara Santa, Oviedo
Época:
Arte asturiano
El robo del siglo
Uno de los robos más
famosos de la historia criminal de España
aconteció en el mes de agosto de 1977. Un ladrón de diecinueve años se escondió
en la catedral de Oviedo y esperó a que todo el mundo se fuera para dedicarse a
su bisnes.
Como menos de un año después los hechos fueron juzgados y sentenciados por la
audiencia provincial de Oviedo, os reproduzco parte de los hechos probados de
la sentencia, que en aquella época era el Resultando
primero:
… permaneciendo en su interior hasta la hora de cierre y subiendo al triforio por donde salió a la cubierta o techos de la edificación y llegó al tejado de la torre románica, bajando desde allí a través de "una trampilla" por una escalera colgante, con una barra o palanqueta de hierro llamada "pata de cabra" de que se había apoderado en la torre, hasta llegar a los escalones que dan acceso a la Cámara Santa de la Catedral, (…) Después de esto para penetrar en la Cámara Santa, forzó otras tres puertas la primera de ellas, con una fuerte patada, y las otras dos con la palanqueta "pata de cabra". Una vez en el interior de la Cámara Santa, el procesado, forzando las vitrinas en que estaban encerradas las joyas y tesoros, se apoderó, con propósito también de aprovecharse de ello, de tres de las más importantes piezas allí guardadas, consistentes en la Cruz de la Victoria, símbolo del escudo de la provincia, la Cruz de los Ángeles, símbolo del escudo del Ayuntamiento de Oviedo y la llamada Caja de las Ágatas, de gran valor histórico y artístico entre las tres, que se ha estimado incalculable, pericialmente.
El ladrón desguazó los tesoros, arrancó las piedras preciosas
y el oro, lo metió en bolsas… Al señor lo detuvieron en Portugal un mes después
y la mayor parte del botín se recuperó. Me alucina que lograra resolver el
crimen, que al procesado lo extraditara Portugal y se juzgara y sentenciara en menos de un año. Y dicen que ahora con
la orden europea de detención, ahora, las cosas van más rápido, ¡ja!
Si alguien tiene curiosidad por conocer toda la sentencia
dictada por la audiencia provincial de Oviedo el 2 de junio de 1978, la puede encontrar
en el buscador de jurisprudencia de
la página web del Consejo General del Poder Judicial (ECLI:ES:APO:1978:1).
Hoy voy a hablar de uno de los objetos del robo, la Caja de
las Ágatas, una de las piezas más destacadas de la orfebrería asturiana. De la Cruz de la Victoria ya hablé en su momento. Como consecuencia de los destrozos causados en
el delito, tuvo que ser restaurada, y repuestas aquellas piezas no recuperadas.
Esa restauración, que finalizó oficialmente con la entrega de la Caja a la
catedral el 14 de septiembre de 1985.
Se trata de una caja confeccionada con madera de ciprés. No es un árbol que se de en la zona cantábrica,
sino que es de origen mediterráneo. Pero es una madera de prestigio religioso
y, además, muy idónea para objetos duraderos, por resistir bien la humedad y
los hongos. Lo más probable es que la madera se importase y la caja se
realizara en sí en el reino asturiano.
Mide 42,4 x 27 centímetros, siendo inusual una caja así de grande en aquella época; tampoco el
formato achatado es habitual. Pesa unos siete kilos y medio. Está revestida de placas de oro labradas. En los espacios
recortados se incrustaron las ágatas que
le dan el nombre. Esta piedra no se usaba mucho en la península ibérica;
evocaba la magnificencia imperial de Bizancio. Poner ágatas era un poco querer imitar
al imperio de la época.
En toda la superficie hay cabujones, o sea, piedras preciosas engastadas. Principalmente, son
vidrios coloreados; semipreciosas (cuarzo, coral, granate) serían un tercio y
solo unas pocas de las piedras que hay en la caja en su conjunto son de
verdadero valor (como ópalos o zafiros). Puede que originariamente todo fueran
piedras preciosas y a lo largo de los siglos se fueran quitando para poner
vidrios coloreados. Un tesoro servía en parte para eso, para tener recursos en
época de vacas flacas.
Las láminas de oro
de la caja están recortadas en formas redondeadas, como semicírculos u óvalos.
Se dice que son arcos, pero realmente no se ve que se quieran imitar esas
formas arquitectónicas. Es en esos huecos donde se encajaron las láminas de ágatas,
de tres milímetros de espesor, pulimentadas. El resto está rellenado por un
repujado floral estilizado, que se considera que son palmeras, algún cáliz y
quizá hojas de acanto.
Tanto las arquerías como los temas florales estilizados se
entiende que son de influencia islámica.
Lo que más interés ha suscitado a lo largo del tiempo es la
placa esmaltada que hay en lo alto
de la tapa. Sus dimensiones son 15 cm x 10 cm. Sobre una base de oro, se
levantan celdillas en las que se metieron trocitos de vidrio coloreado de rojo (hasta
un número de 655). Al restaurar se analizó y se vio que no eran granates, sino pasta
vítrea, o sea, esmalte.
Los bordes de esa placa son lobulados y se traza en el
interior una especie de cruz. Hay incrustadas hasta 13 diversas gemas en
cabujón, de los que tres son piedras grandes a lo largo de un brazo de cruz, y
otros dos más pequeños en el otro brazos. Hay cuatro perlas en cuatro encuentros
de las cintas curvadas que dibujan los vidrios rojos.
Luego todo el espacio está adornado con doce esmaltes, de
los que se sabe que once se hicieron en técnica
del esmalte hundido (Senkschmelz):
se suelda una lámina abombada con el contorno recortado del motivo a la placa
base, se delimitan mediante tabiques verticales los campos a esmaltar y
rellenar, y se enrasa con la lámina superior la superficie final del esmalte. Uno
de los esmaltes, en cambio, está hecho con la técnica del esmalte en fosa, de
peor calidad y que se considera producto de una reposición posterior. Lo que
representan los esmaltes son principalmente temas animales.
Esa pieza de esmalte en lo alto es más antigua que el resto
de la caja, y ha habido varias elucubraciones sobre su origen, datación y
finalidad, que tampoco voy a detallar. La opinión actual es que la pieza se
elaboró en un taller alamánico-franco de fines
del siglo VIII. No hay evidencias de que fuera ni un broche ni un cinturón,
como se dijo en el pasado sino, probablemente, un aplique destinado a ser fijado en otra pieza de orfebrería sacra,
reutilizada.
Por cierto que justo esta pieza, la placa superior, no fue
recuperada hasta el año 1989.
En la base de la caja o solero, encontramos otra pieza reutilizada: una lámina de plata más
pequeña que la caja. Presenta una cruz gemada estilizada; en los huecos aparece
el Tetramorfos, o sea, los cuatro evangelistas simbolizados tal como se
describe a los cuatro Vivientes de la visión de Ezequiel (buey, león, etc.). Sobre
esta lámina se grabó, al tiempo de la donación, la inscripción que revela la
identidad de los donantes.
La inscripción es más larga, pero lo que se ha identificado
con esos datos es que la parte en que dice:
offervnt
famvli xpi Froila et Nvnilo cognomento / Scemena hoc opvs perfectvm et conces…
y luego, al final, intereat ipse operatvm
est era DCCCCXLVIII
Así se sabe que el donante fueron el infante Fruela, hijo
del entonces rey Alfonso III y su esposa Nunila Jimeno, en el año 910.
Sí, en números romanos el año que ponen es el 948, no el
910, pero hay que recordar que en España se seguía en la Edad Media el calendario de la Era Hispánica; el gregoriano iba 38 años por detrás.
Nada te asegura que el Fruela mencionara sea el infante.
Pero, ¿quién, si no el miembro de la familia real,estaba en disposición de
hacer un regalo así de valioso? ¿Cuántos Fruelas casados con Nunilos habría
entonces en el reino astur…?
Se cree que, con esta donación, Fruela imitaba a su padre, que dos años antes había donado la Cruz de la
Victoria a la sede ovetense. Como forma de propaganda, frente a sus hermanos,
Fruela ordenó confeccionar una caja con una madera noble, en la que predomina
un tipo de piedra con resonancias imperiales (las ágatas) y le pone dos piezas
preexistentes: una placa esmaltada de origen foráneo arriba y una lámina de
plata con el Tetramorfos y la cruz en la parte inferior.
Hay que recordar que el mayor, García, se rebeló contra su
padre el rey Alfonso en el año 909; Fruela se unió a esta rebelión. Alfonso III
el Grande murió en diciembre de ese mismo, y su reino se dividió entre tres de
sus hijos. Al tercero, este Fruela, se
le asignó Asturias. Más tarde, por la muerte de sus hermanos García y
Ordoño, reinó también en León.
Desde que el infante Fruela entregó esta caja a la sede
ovetense, permaneció allí, durante mil
años. Esto no es como los tesorillos visigodos, o las joyas del norte de Europa
que se recuperan siglos después en una marisma. No, cuando se donan a una iglesia
medieval después de la invasión islámica, como suelen seguir funcionando a lo
largo de los siglos, y la iglesia lo que coge no lo quita (Santa Rita, Rita…) se conservan los tesoros durante más de mil
años.
(Siempre que no vengan los gabachos durante la guerra de Independencia a echar mano de ello,
claro)
((O que alguna revolución social o política los dañe. En la
Revolución de Asturias de 1934 resultó
lanzada por la explosión, aunque parece que sus desperfectos fueron menores, la
tapa se separó de la caja y tuvo algún que otro abollón… pero vamos, nada
comparable al destrozo de las cruces)).
Recordemos que seguimos en la segunda fase del prerrománico europeo. Estamos en el norte de España
después de la conquista musulmana, donde se ha consolidado un reino cristiano
con capital en Oviedo. El arte asturiano se extiende fundamentalmente a lo
largo del siglo IX. En él, encontramos una fusión de formas. Por un lado están las
tradiciones visigodas y romanas y, por otro, las potencias más inmediatas: los
carolingios en Occidente y los islámicos de Al-Ándalus. Huellas de todas estas
influencias se pueden ver en esta caja.
Y, ¿para qué servía esta caja? No se sabe seguro. Se ha
elucubrado que pudo contener reliquias, o bien la reserva eucarística (o sea,
hostias). Actualmente se cree que, dadas sus dimensiones, forma de confección,
ausencia de cierre,… posiblemente se dedicara a guardar un ejemplar de los evangelios.
Os
vuelvo a poner una referencia al artículo en El Confidencial cuando se
cumplieron 40 años del robo,
con foto del prenda incluido, detenido por la Guardia Civil y contestando a un
periodista.
En
internet se encuentra el artículo «La Arqueta de las Ágatas de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo», de César García de Castro Valdés. Más
de cincuenta páginas para quien quiera conocer más detalles de esta joya de la
orfebrería asturiana, de su confección y su restauración, y al que he seguido en parte de este artículo.
Como a veces hago, recomiendo viaje de fin de semana a Oviedo y sus muchos
encantos, que bien lo merece. Y si, de paso, podéis visitar la catedral y su
Cámara Santa, mejor que mejor.
Como
siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.