jueves, 22 de agosto de 2019

#49 Historia de dos ciudades


 
Tyrone Power (padre) como Sydney Carlton (1900)
State Library of New South Wales collection,
vía Wikimedia Commons

Autor: Charles Dickens
Título original: A tale of two cities
Fecha de publicación: 1859

Vamos por uno de los comienzos más famosos de la historia de la literatura:

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.

Aunque Charles Dickens escribió, sobre todo, sobre temas sociales, esta novela histórica que produjo es una de sus obras más famosas. Es un clásico, pues sigue ganando fans a cada nueva generación.
Ambienta la historia en la Revolución Francesa de 1789 y los quince años anteriores. Se divide en tres libros. Primero te cuenta cómo el doctor Manette (Alexandre Manette), injustamente encarcelado durante años en la Bastilla, sale de la cárcel y se va a vivir a Inglaterra con su hija Lucía (Lucie Manette).
Carlos Darnay (Charles Darnay, en realidad St. Evrémonde), un aristócrata francés emigrado que se gana la vida modestamente, es acusado de espía, pero logra librarse, en parte, por la intervención de un hábil abogado, Sydney Carlton.
Pasan los años. Carlos está enamorado de Lucía, en algún momento ella le corresponde, acaban casados, con una nena. Pero Carlos regresa a Francia para liberar a un antiguo empleado suyo, injustamente acusado. No sabe que son los tiempos del Terror, y acabará condenado a muerte. La intervención, de nuevo, de Sydney Carlton, lo salvará para su familia.
Ese es más o menos el argumento. Se supone que contrasta dos ciudades, París y Londres, y la crueldad del sistema penal. Al principio hay críticas a lo excesivo de las penas en el Reino Unido, pero en lo que se regodea, sobre todo, es en esa locura de tribunales revolucionarios, en los que se condenaba a muerte a las personas que no habían cometido realmente ningún delito.
Puedes pensar que eran excesos de la época, si no fuese porque estas farsas judiciales se han seguido repitiendo en estos más de doscientos años que nos separan. 
Yo leía:
Al mirar al tribunal y a los asistentes, se podría haber creído que se había alterado el orden natural de las cosas y que los criminales juzgaban a los hombres honrados. La hez de la ciudad, los individuos más bestiales y crueles eran los que inspiraban las resoluciones del tribunal, haciendo comentarios, aplaudiendo o desaprobando e imponiendo su voluntad.
Y no podía dejar de pensar en las purgas de Stalin, en el infame Roland Freisler, o en los tribunales revolucionarios durante la guerra civil española, incluso los asesinatos cometidos por personas de uno y otro bando, sin ni siquiera un simulacro juicio. O con juicios a posteriori, una vez que ya habían dado el paseíllo al acusado.
Tales atrocidades queman el alma de cualquier jurista sensato que crea en el estado de derecho, la presunción de inocencia y el proceso debido.
La novela en sí resulta muy entretenida de leer. Ha sobrevivido el paso del tiempo con sobresaliente. A mí me habría gustado un poquito más de desarrollo de la historia de amor entre Carlos y Lucía. Es como si me faltaran páginas. Ahora, Carlos muestra su interés por Lucía y luego, se van a casar. Debe ser por leer tanta novela romántica, que entiendo que el cortejo, el proceso de enamoramiento, es un tema merecedor de narración literaria.
C. E. Brock: El doctor Manette y Lucía con Carlos Darnay (antes de 1938),
dibujo en tinta y acuarela [dominio público] vía Wikimedia Commons

Por ello al final son personajes, estos de Carlos y Lucía, que se quedan planitos, que son poco más que personas buenas, nobles y enamoradas.
Lo que, a mi modo de ver, hace inolvidable esta novela son otros dos personajes, el doctor Manette y, sobre todo, Sydney Carlton.
El retrato de Alejandro Manette, un hombre honesto, que sin ser culpable de nada pasa años en la cárcel, hasta el punto de perderse a sí mismo… Cómo gracias a la devoción de su hija puede más o menos volver a ser él, y sufre regresiones en determinados momentos trágicos de la historia.
F. Barnard: Sydney Carlton, en Character sketches of romance, fiction and the drama (1892)
Vía Wikimedia Commons

Y Sydney Carlton, ¡ains!, el hombre lúcido, inteligente, un poco cínico, que ama sin esperanzas pero dispuesto a lo que sea por ella. Un libertino de la época georgiana, dado a los excesos, que podría haber sido más brillante en su profesión, pero al que vence la pereza, la molicie y el alcohol, que siempre ayuda a la autodestrucción. Solo Lucía le ofrece la esperanza de redimirse, de alguna forma.
Este hombretón actualmente sería carne de novela romántica, un libertino redimido por el amor de una buena mujer. ¿En la época de Dickens? Los vivalavirgen no se llevaban a la chica.
Como novela histórica, creo que ofrece una buena recreación de las peores crueldades de la Revolución Francesa, así como del corrupto régimen precedente, en el que la vida de las personas corrientes no valía nada y los nobles perpetraban toda clase de abusos. Como es una novela, y no un ensayo histórico, por fuerza estas cosas han de transmitirse de forma anecdótica y al final bastante esquemática.
Escribió Ifor Evans (Breve historia de la literatura inglesa) que «Ninguna otra de sus obras nos muestra con mayor claridad lo inesperados y numerosos que eran los recursos de su genio». En cambio, R. Lalou considera que esta novela «es el error de un partidista». Esa es la diferencia de que valore el libro un inglés o un francés. Siempre me hace gracia cómo el nacionalismo nubla el entendimiento de la gente.
La he leído otra vez para hacer esta reseña y admito que me conmovió hasta las lágrimas. Charles Dickens es un sentimental pero tiene esa maravilla del buen escritor que es capaz de crear personajes que te parece que debieron existir, de verdad, en algún sitio, gentes de carne y hueso con las que amas y sufres.
Creo que es esto a lo que se refiere J. M. Souvirón cuando escribe que «la verdad de sus personajes [los de Dickens] es incomparable» (Historia breve de la literatura inglesa)
El final de la obra me hizo llorar, qué le voy a hacer. Que una novela escrita hace siglo y medio, que además ya había leído y sabía lo que pasaba, sea capaz de enternecerme y emocionarme, me parece que habla muy bien de la autenticidad de su autor.
Como este libro es un clásico, tiene página en la Wikipedia. 

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