Vestuario de Jacques Schmidt para Las aves (1985) Por Jipejb [CC BY-SA 3.0] vía Wikimedia commons |
Όρνιθες
Autor: Aristófanes
Año: 414 a. C.
Género: comedia
Hay chistes que siguen funcionando
después de 2.500 años
Esto del humor es
algo muy particular, a veces incluso depende de dónde nazcas y en qué tiempo
vivas, te hacen gracia unas cosas u otras. Por eso es admirable que haya
comedias atenienses del siglo V a. C. que aún nos hagan gracia.
Las aves, de Aristófanes, no es una de sus obras más chistosas y,
sin embargo, sigue teniendo la capacidad de hacerte reír en algunos momentos.
El argumento va más
o menos así. Pistetero y Evélpides, dos amigos atenienses, están hartos de una
ciudad que parece vivir solo para andar pleiteando y se van en busca de
Abubilla, un conciudadano que en el pasado fue metamorfoseado en pájaro, a ver si les dice
en qué otro lugar podrían vivir que fuera más de su gusto.
Pero llega un
momento en que Pistetero, obviamente el listo de esta pareja cómica, tiene una
idea genial: que se haga una ciudad en las nubes en la que reinen los pájaros. Sin embargo, tiene que convencer a las aves, que son tradicionales enemigas de
los humanos. En esto Abubilla les echará una mano.
Al final consigue
convencerles de que ellas, las aves, en realidad son los dioses primigenios,
anteriores a los Olímpicos, y que se trata solo de recuperar su trono. Se ponen
a construir las murallas de Nefelococigia (o Píopío de las Nubes, como también he visto en otra traducción). Empezarán entonces a llegar
intrusos de lo más inoportunos que quieren formar parte de este proyecto utópico.
Y aquí es donde a
mí me sale la risa floja por chistes de lo más tontos, lo sé, pero que me siguen
haciendo gracia, por lo cansinos que son esos visitantes para nada bienvenidos
y cómo Pistetero habla de ellos y los larga con cajas destempladas. Que si el
poeta, que si el recitador de oráculos, otro que viene a venderles leyes de lo
más molonas, un sicofante o delator profesional que quiere las alas para poder
ir rápidamente a citar a juicio a los litigantes con tanta velocidad que los
pobres no lleguen a tiempo a las sesiones... Nada, fuera, no quiere a esos
parásitos en su sociedad celeste ideal.
Cuando llega
Prometeo, benefactor de la Humanidad, la cosa se hace más seria. Porque al
meter una ciudad celeste entre los hombres y los dioses olímpicos, a estos no
les llega el humo de los sacrificios y se mueren de hambre. Prometeo le asesora
sobre lo que tiene que hacer para salir ganando en sus tratos con los
olímpicos.
Estos acaban
mandándole una embajada de lo más peculiar e inadecuada, con Heracles, Posidón
y un dios bárbaro cuya ininteligible forma de hablar haría las delicias de la
concurrencia. Gracias a los consejos de Prometeo y a lo simples que son
Heracles y el dios bárbaro, y lo mucho que pasa de todo Posidón, Pistetero
acaba siendo rey, casado con una bella joven y todo el poder del mundo.
Ya sabéis que las comedias
y tragedias se presentaban a concurso con motivo de festividades varias. Nos resulta raro, pero para ellos el teatro tenía un elemento religioso. Esta
la debutó en las Dionisias del año 414 a. C., pero no ganó, sino que quedó
en segunda posición.
Era la época de la desastrosa expedición a Sicilia, aunque a
diferencia de lo que era habitual, no hay referencias directas a esto en la
obra. Los estudiosos
empezarán a analizar si metafóricamente se refería o no a ese episodio
político, o a la lucha entre los más religiosos y los más racionalistas, etc.
Cada época, supongo, hace la interpretación que quiere porque los clásicos son
así. Ganan espectadores en cada generación porque cada una lo interpreta a su
manera, le siguen sugiriendo cosas distintas.
Yo, personalmente,
lo veo como un par de amigos que se llevan tan bien que son capaces de bromear
el uno con el otro por la pinta que tienen con las plumas. Hartos de leguleyos,
escapan para montarse su historia utópica, y eso da lugar a burlas sobre
quiénes no son bienvenidos en una sociedad ideal: los poetastros, los
generadores de leyes no siempre útiles, los vendedores de oráculos a gusto del
consumidor, los pleiteadores profesionales, etc.
Lo único que me
hizo dar cierto respingo incómodo es el episodio de Iris. La mensajera de los dioses es
interceptada en uno de sus viajes del Cielo a la Tierra. Pistetero discute con
ella, haciéndole ver la nueva realidad de que ahora la ciudad de las nubes está
en medio y que no podrán pasar libremente. Todo el diálogo es bastante divertido, justo hasta el final. Cuando ella le advierte que no conviene
suscitar la cólera de Zeus, por lo que le pudiera pasar Pistetero acaba amenazándola
con violarla. En aquella época debió ser muy gracioso, pero ahora se
ve como un tópico más de agresión de un varón hacia una mujer. Siempre acaban
con lo mismo, da igual que se esté discutiendo si ahora los dioses son unos u otros, se recurre a palabras, insultos o acciones sexuales como forma de menospreciar a la mujer.
Dejando este detalle a un lado, es de esas obras
que merece la pena ver, sobre todo si los actores tienes chispa humorística y
si se adapta un poco el guion con referencias actuales, que se sepa hacer con
gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario