sábado, 3 de agosto de 2019

#66 Las aves

Vestuario de Jacques Schmidt para Las aves (1985)
Por Jipejb [CC BY-SA 3.0] vía
Wikimedia commons



Όρνιθες
Autor: Aristófanes
Año: 414 a. C.
Género: comedia






Hay chistes que siguen funcionando después de 2.500 años


Esto del humor es algo muy particular, a veces incluso depende de dónde nazcas y en qué tiempo vivas, te hacen gracia unas cosas u otras. Por eso es admirable que haya comedias atenienses del siglo V a. C. que aún nos hagan gracia.

Las aves, de Aristófanes, no es una de sus obras más chistosas y, sin embargo, sigue teniendo la capacidad de hacerte reír en algunos momentos.

El argumento va más o menos así. Pistetero y Evélpides, dos amigos atenienses, están hartos de una ciudad que parece vivir solo para andar pleiteando y se van en busca de Abubilla, un conciudadano que en el pasado fue metamorfoseado en pájaro, a ver si les dice en qué otro lugar podrían vivir que fuera más de su gusto.

Pero llega un momento en que Pistetero, obviamente el listo de esta pareja cómica, tiene una idea genial: que se haga una ciudad en las nubes en la que reinen los pájaros. Sin embargo, tiene que convencer a las aves, que son tradicionales enemigas de los humanos. En esto Abubilla les echará una mano.

Al final consigue convencerles de que ellas, las aves, en realidad son los dioses primigenios, anteriores a los Olímpicos, y que se trata solo de recuperar su trono. Se ponen a construir las murallas de Nefelococigia (o Píopío de las Nubes, como también he visto en otra traducción). Empezarán entonces a llegar intrusos de lo más inoportunos que quieren formar parte de este proyecto utópico.

Y aquí es donde a mí me sale la risa floja por chistes de lo más tontos, lo sé, pero que me siguen haciendo gracia, por lo cansinos que son esos visitantes para nada bienvenidos y cómo Pistetero habla de ellos y los larga con cajas destempladas. Que si el poeta, que si el recitador de oráculos, otro que viene a venderles leyes de lo más molonas, un sicofante o delator profesional que quiere las alas para poder ir rápidamente a citar a juicio a los litigantes con tanta velocidad que los pobres no lleguen a tiempo a las sesiones... Nada, fuera, no quiere a esos parásitos en su sociedad celeste ideal.

Cuando llega Prometeo, benefactor de la Humanidad, la cosa se hace más seria. Porque al meter una ciudad celeste entre los hombres y los dioses olímpicos, a estos no les llega el humo de los sacrificios y se mueren de hambre. Prometeo le asesora sobre lo que tiene que hacer para salir ganando en sus tratos con los olímpicos.

Estos acaban mandándole una embajada de lo más peculiar e inadecuada, con Heracles, Posidón y un dios bárbaro cuya ininteligible forma de hablar haría las delicias de la concurrencia. Gracias a los consejos de Prometeo y a lo simples que son Heracles y el dios bárbaro, y lo mucho que pasa de todo Posidón, Pistetero acaba siendo rey, casado con una bella joven y todo el poder del mundo.

Ya sabéis que las comedias y tragedias se presentaban a concurso con motivo de festividades varias. Nos resulta raro, pero para ellos el teatro tenía un elemento religioso. Esta la debutó en las Dionisias del año 414 a. C., pero no ganó, sino que quedó en segunda posición. 

Era la época de la desastrosa expedición a Sicilia, aunque a diferencia de lo que era habitual, no hay referencias directas a esto en la obra. Los estudiosos empezarán a analizar si metafóricamente se refería o no a ese episodio político, o a la lucha entre los más religiosos y los más racionalistas, etc. Cada época, supongo, hace la interpretación que quiere porque los clásicos son así. Ganan espectadores en cada generación porque cada una lo interpreta a su manera, le siguen sugiriendo cosas distintas.

Yo, personalmente, lo veo como un par de amigos que se llevan tan bien que son capaces de bromear el uno con el otro por la pinta que tienen con las plumas. Hartos de leguleyos, escapan para montarse su historia utópica, y eso da lugar a burlas sobre quiénes no son bienvenidos en una sociedad ideal: los poetastros, los generadores de leyes no siempre útiles, los vendedores de oráculos a gusto del consumidor, los pleiteadores profesionales, etc.

Lo único que me hizo dar cierto respingo incómodo es el episodio de Iris. La mensajera de los dioses es interceptada en uno de sus viajes del Cielo a la Tierra. Pistetero discute con ella, haciéndole ver la nueva realidad de que ahora la ciudad de las nubes está en medio y que no podrán pasar libremente. Todo el diálogo es bastante divertido, justo hasta el final. Cuando ella le advierte que no conviene suscitar la cólera de Zeus, por lo que le pudiera pasar Pistetero acaba amenazándola con violarla. En aquella época debió ser muy gracioso, pero ahora se ve como un tópico más de agresión de un varón hacia una mujer. Siempre acaban con lo mismo, da igual que se esté discutiendo si ahora los dioses son unos u otros, se recurre a palabras, insultos o acciones sexuales como forma de menospreciar a la mujer.

Dejando este detalle a un lado, es de esas obras que merece la pena ver, sobre todo si los actores tienes chispa humorística y si se adapta un poco el guion con referencias actuales, que se sepa hacer con gracia.

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