Objeto:
joya
Material:
oro y granate
Fecha:
400–482
Lugar
actual: Biblioteca Nacional de Francia
Época:
Arte franco
Cuando te inventas un imperio,
te lo tienes que inventar todo…
Napoleón Bonaparte, cansado de aquello de ser general, cónsul
y tal, decidió un buen día convertirse en emperador. Claro que si te vas a
montar el Primer Imperio Francés (1804–1814),
tienes que inventarte todas las insignias y emblemas, los símbolos del poder
imperial.
¿Cómo superar la
omnipresente flor de lis borbónica, antes de los capetos?
Pues recurriendo a algo
todavía mucho más antiguo. En la Biblioteca Nacional de Francia se guardaba
el tesoro de Childerico, rey de los francos, que vivió en el siglo V, o sea,
mucho antes de los borbones, en el origen de la dinastía merovingia.
Es un tesoro que
se descubrió en una bodega o cripta, en Tournai, cuando aquello eran los Países
Bajos Españoles. Es el 27 de mayo de 1653 y un obrero, trabajando en una casa
cercana a la iglesia de Saint-Brice, se encontró con esta tumba.
Había objetos preciosos como una espada ceremonial y un
anillo con la inscripción CHILDIRICI REGIS («del rey Childerico»), gracias a lo
cual se pudo identificar de quién era la tumba: de Childerico I, rey de los francos salios entre 457 y 481; fue padre
de Clodoveo, quien convirtió a los francos al cristianismo.
Prendidas de su capa, unos trescientos insectos alados.
Estaban elaborados en oro, con granates incrustados. La típica joya cloisoné que se ve en tantas
elaboraciones de joyería de los pueblos germánicos.
Por aquel entonces, los francos aún eran paganos, así que
habrá que preguntarse qué podrían simbolizar
estos insectos, dentro de su mitología. Podrían ser cícadas (cigarras) que al
parecer simbolizarían la vida eterna. Pero como se trata de un insecto más bien
mediterráneo, hoy se cree que son más bien abejas, que encarnarían la
longevidad y sí, también la inmortalidad.
A Napoleón le parecieron una opción perfecta para
convertirse en su emblema personal. No
solo simboliza la inmortalidad, sino también el trabajo de grupo con una sola
abeja reina «gobernando» a todos. Mil quinientas abejas de oro adornaron el
manto que llevaba en la ceremonia de coronación. Se empeñó en que aparecieran
abejas en sus muebles, su ropa del hogar y hasta en los libros.
El tesoro de
Childerico es una de los restos más valiosos de las artes aplicadas en
tiempos de las invasiones germánicas, en la primera fase del prerrománico
europeo. Los francos eran coetáneos de los ostrogodos y los visigodos, de los
cuales ya he comentado aquí algunas otras realizaciones artísticas, como el mausoleo de Teodorico, o la fíbula de Alovera.
Era una mezcla de influencias paganas y romanas. Como buen
jefe franco, apareció con sus armas: el seax y la spatha. Las numerosas
monedas del tesoro había sido acuñadas en Bizancio, pago indudable de sus servicios
como foederati del Imperio.
Dibujo de Jean Jacques Chifflet (1655) para el libro Anastasis Childerici... |
Aquel tesoro que durante siglos permaneció enterrado. El
gobernador de los Países Bajos españoles, Leopoldo
Guillermo de Habsburgo, documentó el hallazgo en un libro escrito en latín
y con detalladas ilustraciones: Anastasis
Childerici I Francorum regis, siue thesaurus sepulchralis tornaci neruiorum
effossus, & commentario illustratus, ex Officina Plantiniana Balthasaris
Moreti (1655). El tesoro pasó a Viena, y los Habsburgo –con el tiempo–
acabaron regalándose a Luis XIV de Francia; este lo mandó a la Biblioteca Real.
En tiempos de la Revolución pasó a ser Biblioteca Nacional. Más tarde, en 1831,
se produjo un robo y, entre los más de
80 kilos de oro del botín, estuvieron la inmensa mayoría de las abejas.
Solo quedan un par de ellas, y bastantes réplicas, además
del documentado libro promovido por el gobernador español.
Como
siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.
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