Objeto:
pimentero
Material:
plata
Fecha:
350–400
Lugar
actual: Museo Británico (Londres, Reino Unido)
Época:
Arte romano
Y
todo por buscar un martillo
Un día tonto de 1992, un granjero
llamado Peter Whatling perdió un martillo. Llamó a un colega, Eric Lawes, para
que le ayudara a encontrarlo con su detector de metales. Estamos al sudoeste de
Hoxne en Suffolk. Lo que hallaron el 16 de noviembre fue una serie de objetos
preciosos, como cucharillas de pata. Se avisó a los arqueólogos quienes sacaron
a la luz un impresionante conjunto de monedas, joyas y objetos preciosos,
cuidadosamente colocados, entre los restos de un cofre de madera.
Es el que luego se llamaría tesoro de Hoxne.
Alguien había escondido estas riquezas
hacía mucho tiempo. ¿Cuánto? Por las monedas contenidas, se calcula que lo
enterraron alrededor del año 410 de
nuestra era. Significativo, ¿no? Luego explico el porqué.
Entre los objetos del tesoro estaba este
objeto confeccionado en plata, con
oro en los ojos y los labios. Mide unos diez centímetros de alto y con un
diámetro de 33 milímetros. Pesa aproximadamente un kilo.
Representa una figura femenina, con un
peinado complejo, ricos vestidos y pendientes colgantes. Que se le llame «de la
emperatriz» no quiere decir que, literalmente, represente a una. Pero
indudablemente es una dama romana rica y
educada, como muestra el rollo que orgullosamente sostiene con una de sus
manos. Por otros objetos del tesoro, se tiene la hipótesis de que sus dueños se
llamaron Juliana y Aureliano, y que eran cristianos.
Este precioso objeto no es meramente
decorativo, sino que tenía una función: era un piperatorium. O sea, un
pimentero.
Pensad un poco. Pi-men-te-ro. De la
época romana (siglo IV), con distintas posiciones dependiendo de cuánta pimienta
quieres que salga.
Pimienta.
Una especia que, entonces, se cultivaba
en la India. Y este pimentero se
encontró en la isla de Gran Bretaña. Para quienes aún piensan en el imperio
romano como algo centrado en el Mediterráneo, hostil a todo lo que quedara más
allá del limes, tendrán que
reconsiderarlo.
La
pimienta era una especia valiosa.
Mucho. Pensad que cuando Alarico, el visigodo, sitió por primera vez Roma, en
el año 408, solo se dio media vuelta a cambio de un rescate de oro, plata, seda,
cuero teñido de púrpura,… y 3.000 libras de pimienta (casi una tonelada).
(El famoso saqueo de Roma por Alarico y
sus visigodos, ocurrió dos años después, en 410, a la tercera fue la vencida, pero
eso es otra historia).
Roma mantenía comercio a larga distancia
con otras potencias, como China o la India. La pimienta se traía en barco por
todo el océano Índico, para luego entrar en el mar Rojo. Allí llegarían a
puertos como el de Mios Hormos, construido por los Ptolomeos alrededor del
siglo III a. C.
De este comercio romano a larga
distancia habla Michael Scott en su obra Los
mundos clásicos:
Los mercaderes romanos navegaban hasta el sur de Arabia y la India tamil, y se decía que cincuenta millones de sestercios se iban anualmente desde los cofres romanos a la India, a cambio de preciosas especias, incienso y otros objetos de lujo. Roma también exportaba: cristal labrado, plata y oro, así como piedras preciosas cuyo valor era bien conocido por el emperador chino Han (así como las delicias de las especias indias).
Como entonces no había canal de Suez que
valga, la pimienta se llevaría por caravanas, atravesando el desierto, hasta el
Nilo. Río abajo, llegaría a puertos mediterráneos como, por ejemplo, Alejandría.
A partir de allí, por barco o calzada, se difundiría por todo el mundo romano, hasta
el último rincón del imperio, que, en este caso, era la remota isla de
Britannia.
Había formado parte del mundo civilizado
durante tres siglos, hasta que las legiones romanas fueron necesarias en otro
lugar. Tampoco fue gran pérdida: era un lugar lejano y no particularmente rico.
Como cuenta Isaac Asimov, en su obra El
Imperio Romano:
En el 407 (1160 a.u.c.) las legiones abandonaron Britania para siempre. Después de tres siglos de civilización romana, Britania volvió a la barbarie y el paganismo bajo los invasores romanos. En sí misma, la pérdida de Britania no fue fatal para el Imperio. Era una provincia tan remota como lo había sido Dacia, y como ésta una adición tardía al Imperio; además, peor que Dacia, era una gran provincia separada del resto del Imperio por el mar.
Quizá para el Imperio no era gran cosa,
pero para aquella pareja rica y cultivada de Britania, dueña de este pimentero,
esto de que la neblinosa Gran Bretaña dejara de pertenecer a la Romanidad constituiría
una tragedia personal. Así que
salieron por piernas, más pronto que tarde. Y como no se podían llevar todo, enterraron
el tesoro, con la esperanza de volver en algún momento futuro.
Cosa que no hicieron.
Por ello el granjero Peter y su amigo
Eric lo encontraron prácticamente mil seiscientos
años después.
Este es uno de esos objetos que descubrí
gracias a la serie de la BBC (y el correspondiente libro A history of the world in 100 objects. Si teneis oportunidad, haceos
con estos podcasts, son cortitos y muy interesantes. Si te gusta la historia,
claro.
¿Y qué
fue del martillo de Peter Whatling que era, después de todo, lo que estaban
buscando? Pues lo encontraron también, y se donó al Museo Británico.
Si eso no es humor británico, que venga
Dios y lo vea.
Como
siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.
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