Entierro y Resurrección de Cristo Por Ángel M. Felicísimo de Mérida (2018) [CC BY 2.0], vía Wikimedia Commons |
Ubicación:
Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos, España)
Fecha:
Ss. XI-XII
Época: Arte románico
Autoría: anónima, dos «Maestros
de Silos»
Animales
fantásticos y dónde encontrarlos… en los capiteles de Silos
Si
alguna vez tienes unos días tontos, o un fin de semana que no sabes qué hacer,
he aquí una propuesta turística de fábula: Lerma–Covarrubias–Santo Domingo.
Merece
la pena una estancia en Santo Domingo, monasterio en el que aún hay una
comunidad religiosa, en cuyas misas puedes oír gregoriano in situ. Es una experiencia de verdad, irrepetible, seas o no
católico. Y para llegar a este rincón, merecen la pena dos paradas previas: la villa de Lerma y, sobre todo, Covarrubias y su colegiata en cuyo claustro está el sepulcro gótico de
la princesa nórdica Cristina de Noruega (Kristín
Hákonardóttir), tan curioso con la bandera española y la noruega.
Pero
el plato fuerte es el monasterio de Silos, donde se puede ver la obra que me
atrevo a calificar más importante en escultura románica castellana del siglo
XI. Vayamos a su claustro, en concreto a la planta baja.
Allí, en sus capiteles y los relieves de los machones esquineros, veremos la evolución de la escultura románica, en los siglos XI y XII. Ya sabéis que la escultura románica estaba puesta al servicio de la arquitectura, y que se tallaba la piedra, e este caso piedra caliza, como adorno de los edificios y con finalidad didáctica, ilustrando episodios neotestamentarios.
No se sabe quién fue su autor. Se reconoce la mano de dos Maestros de Silos, digo yo que con sus talleres. Lograban espléndidos bajorrelieves usando instrumentos como el cincel, el taladro y el trépano.
Empecemos
por los capiteles del claustro bajo. Allí veremos los relieves más antiguos, en
donde no hay figuras humanas, sino animales, monstruos míticos, lacerías,
motivos vegetales, etc. Animales como gacelas o avestruces, monstruos como las
arpías, dragones, centauros, grifos, sirenas,… las hojas de acanto, los
zarcillos y los encestados,… toda esta escultura recuerda, inevitablemente, a
las tallas del arte islámico califal bien conocido por los cristianos de la
época, pues lo tenían allí cerca, en el Califato de Córdoba, que llegó hasta el
1031. Destaca el detalle en los picos, las plumas, el pelaje de los animales.
Voy a centrarme en los relieves de los
machones. Un machón es definido –al menos por Google– como «pilar de fábrica adosado a la parte exterior del muro de un edificio del muro de un edificio con el fin de reforzarlo en los puntos en que la construcción soporta mayor empuje».
El claustro tiene cuatro ángulos, que son otros tantos machones; pues
bien en cada uno de ellos encontramos dos escenas. Eso suma, en total, ocho relieves sobre
la vida de Cristo y de la Virgen. Estamos ya en el primer cuarto del siglo XII.
A esta época pertenecen las escenas de Pentecostés y la Ascensión. Estos relieves recuerdan a obras anteriores como la talla de marfil
(recordemos la cristiana Cruz de don Fernando y doña Sancha o el islámico Bote de la catedral de Zamora) y su horror vacui: «horror al vacío»,
tienen que cubrirlo todo con decoración, sin dejar huecos libres.
La escena de la Ascensión del Señor, fotografiada por Ángel M. Felicísimo de Mérida (España) [CC BY 2.0] vía Wikimedia Commons |
De
mediados del siglo XII serían las escenas más notables del claustro. De esta
época, aún del primer Maestro de Silos, sería el Descendimiento de la cruz,…
Nuevamente, se debe la imagen a Ángel M. Felicísimo |
... y, sobre todo, el prodigioso Santo Entierro y Resurrección que encabeza este artículo. Aquí me voy a
detener, no tanto por ser propio de la fecha (hoy que es Sábado Santo o de gloria) sino porque merece la pena deleitarse en esta que es una de las obras más
representativas de la escultura románica.
Como
se ve, la talla se enmarca en un arco de
medio punto que se apoya en columnillas con capiteles corintios. Por
encima, una franja de taqueado jaqués
tan propio del románico mesetario.
Foto de Turol Jones (2009) |
La
talla en sí se divide en tres franjas o escenas.
En
la parte de arriba del todo vemos a un ángel sentado sobre una piedra en
diagonal, que habla con las tres Marías para advertirles de que no busquen
entre los muertos al que está vivo porque ha resucitado, esto es, les anuncia
la Resurrección de Cristo.
Justo
debajo hay otra escena que temporalmente se corresponde a un episodio anterior,
el Santo Entierro compuesto con forma de triángulo: en el suelo un Cristo
yacente y, a los lados, dos figuras inclinadas que serían los otros dos lados
del triángulo. Serían José de Arimatea a la cabeza y Nicodemo a los pies.
PMR Maeyaert (2012) [CC BY-SA 3.0] |
Y
debajo de todo estarían representados los siete soldados que custodiaban la
tumba de Jesucristo y que estaban privados de sentido. Están recostados,
paralelos unos a los otros, tirados para un lado o para el otro.
Para
lo rígida que suele parecer la escultura románica, aquí vemos un auténtico
dinamismo. Si te abstraes de la escena en sí, de las figuras, y acabas
representando todo el conjunto como meras líneas, ves que hay un contraste,
porque unas son verticales, como las tres Marías, otras horizontales, como el
Cristo yacente y otras diagonales en uno u otro sentido, como los soldados.
También
se aprecia cierto movimiento en las curvas de los cuerpos, e incluso en los
pliegues de las ropas, anticipando ya el movimiento del gótico.
Del
mismo Primer Maestro serían los discípulos de Emaús y, sobre todo, el muy
conocido con el tema de «La incredulidad de Santo Tomás».
La incredulidad de santo Tomás, Rafael Tello (2016) [CC BY-Sa 4.0] vía Wikimedia Commons |
Se
ve que está la figura de Cristo resucitado, de tamaño mayor que el resto de los
personajes, lo que pone de manifiesto su carácter protagonista de la escena. A
esta técnica se llama perspectiva
jerárquica.
Santo
Tomás, que no se cree que esté en presencia de Jesucristo, mete la mano en el
costado, donde Cristo tiene la herida de la lanza. Así es cuando comprueba que, en efecto, era él. Se ve que este Tomás era un espíritu
proto-científico, de esos de «si no lo veo, no lo creo». Lo cuenta el Evangelio
según san Juan, 20:24-29. Su escepticismo no mola demasiado a Jesucristo, que le dice «¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin
haber visto!». Ya se ve que lo propio de las religiones es no ofrecer pruebas
de lo que afirman, y hasta les sienta mal pedirlas… Este Tomás debería ser el santo
patrono de los científicos, si esa idea no fuera una contradictio
in terminis. Al menos, nos queda el consuelo de que es uno de los santos
patronos de los jueces, que me parece a mí que conviene a todos que decidan con
pruebas y no con sus creencias sin fundamento.
He visto calificado este relieve como uno «de los más
escenográficos» del claustro. En la composición se yuxtaponen dos
frisos, en cada uno de los cuales hay una serie de figuras agrupadas. La escena vuelve a situarse bajo un arco de medio punto y se ve representado un castillo medieval de forma estilizado. Por encima, de nuevo, nuestro querido taqueado jaqués.
Esto de que el artista pasara de los capiteles a los machones te hace pensar que al escultor el remate de las columnas se le quedaba pequeño. Lo que quería contar, como lo quería representar, precisaba de lugares más amplios y se fue al hueco que vio. ¡Era
un artista, y necesitaba expresarse, desarrollar todo su amplio talento…!
Los
otros relieves que me faltan por mencionar son, a mi modo de ver, de menor
interés, son posteriores (finales del XII) y se atribuyen al segundo Maestro de Silos: Asunción y Coronación de María y el árbol de Jessé.
Esta abadía benedictina fue un importantísimo centro religioso en la
Edad Media. El comienzo de las obras en este claustro se atribuyen al abad Fortunio. Como era tan importante, esta obra escultórica fue un modelo imitado por toda la Meseta Norte, en particular por el magnífico románico palentino.
No
me voy a explayar más. Si necesitas un análisis de la obra propia de la Selectividad,
hoy EBAU, hay una muy útil en selectividad.tv, que se centra en el Entierro y Resurrección de Cristo y de donde he cogido algunos datos para esta entrada.
Para
una visión del conjunto del monasterio, tenemos ArteGuías.
Un documental de nueve minutos
sobre el claustro lo tenemos en You Tube:
Al
claustro de Silos o, más bien, al ciprés que se alza en el centro, le dedicó
una poesía el santanderino Gerardo Diego, que era muy dado a esto de poetizar el patrimonio histórico-artístico español. Ya lo mencioné en este blog al hilo de las
pinturas de San Baudelio de Berlanga.
Enhiesto surtidor de sombra y
sueño
que acongojas el cielo con tu
lanza.
Chorro que a las estrellas
casi alcanza
devanado a sí mismo en loco
empeño.
Mástil de soledad, prodigio
isleño,
flecha de fe, saeta de
esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del
Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin
dueño.
Cuando te vi señero, dulce,
firme,
qué ansiedades sentí de
diluirme
y ascender como tú, vuelto en
cristales,
como tú, negra torre de arduos
filos,
ejemplo de delirios
verticales,
mudo ciprés en el fervor de
Silos.
El claustro y su ciprés, Por PMR Maeyaert (2012) [CC BY-SA 3.0] vía wikimedia commons |
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