sábado, 20 de abril de 2019

#35 El claustro bajo de Silos

Entierro y Resurrección de Cristo
Por Ángel M. Felicísimo de Mérida (2018)
[CC BY 2.0], vía Wikimedia Commons



Ubicación: Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos, España)
Fecha: Ss. XI-XII
Época: Arte románico
Autoría: anónima, dos «Maestros de Silos»




Animales fantásticos y dónde encontrarlos… en los capiteles de Silos


Si alguna vez tienes unos días tontos, o un fin de semana que no sabes qué hacer, he aquí una propuesta turística de fábula: Lerma–Covarrubias–Santo Domingo.

Merece la pena una estancia en Santo Domingo, monasterio en el que aún hay una comunidad religiosa, en cuyas misas puedes oír gregoriano in situ. Es una experiencia de verdad, irrepetible, seas o no católico. Y para llegar a este rincón, merecen la pena dos paradas previas: la villa de Lerma y, sobre todo, Covarrubias y su colegiata en cuyo claustro está el sepulcro gótico de la princesa nórdica Cristina de Noruega (Kristín Hákonardóttir), tan curioso con la bandera española y la noruega.

Pero el plato fuerte es el monasterio de Silos, donde se puede ver la obra que me atrevo a calificar más importante en escultura románica castellana del siglo XI. Vayamos a su claustro, en concreto a la planta baja.

Allí, en sus capiteles y los relieves de los machones esquineros, veremos la evolución de la escultura románica, en los siglos XI y XII. Ya sabéis que la escultura románica estaba puesta al servicio de la arquitectura, y que se tallaba la piedra, e este caso piedra caliza, como adorno de los edificios y con finalidad didáctica, ilustrando episodios neotestamentarios.

No se sabe quién fue su autor. Se reconoce la mano de dos Maestros de Silos, digo yo que con sus talleres. Lograban espléndidos bajorrelieves usando instrumentos como el cincel, el taladro y el  trépano.

Empecemos por los capiteles del claustro bajo. Allí veremos los relieves más antiguos, en donde no hay figuras humanas, sino animales, monstruos míticos, lacerías, motivos vegetales, etc. Animales como gacelas o avestruces, monstruos como las arpías, dragones, centauros, grifos, sirenas,… las hojas de acanto, los zarcillos y los encestados,… toda esta escultura recuerda, inevitablemente, a las tallas del arte islámico califal bien conocido por los cristianos de la época, pues lo tenían allí cerca, en el Califato de Córdoba, que llegó hasta el 1031. Destaca el detalle en los picos, las plumas, el pelaje de los animales.
 
Aquí, unas arpías fotografiadas en 2013 por GFreihalter
[CC BY-SA 3.0], vía Wikimedia Commons

Voy a centrarme en los relieves de los machones. Un machón es definido –al menos por Google– como «pilar de fábrica adosado a la parte exterior del muro de un edificio del muro de un edificio con el fin de reforzarlo en los puntos en que la construcción soporta mayor empuje». 

El claustro tiene cuatro ángulos, que son otros tantos machones; pues bien en cada uno de ellos encontramos dos escenas. Eso suma, en total, ocho relieves sobre la vida de Cristo y de la Virgen. Estamos ya en el primer cuarto del siglo XII. A esta época pertenecen las escenas de Pentecostés y la Ascensión. Estos relieves recuerdan a obras anteriores como la talla de marfil (recordemos la cristiana Cruz de don Fernando y doña Sancha o el islámico Bote de la catedral de Zamora) y su horror vacui: «horror al vacío», tienen que cubrirlo todo con decoración, sin dejar huecos libres.

 
La escena de la Ascensión del Señor, fotografiada por Ángel M. Felicísimo
de Mérida (España) [CC BY 2.0] vía Wikimedia Commons

De mediados del siglo XII serían las escenas más notables del claustro. De esta época, aún del primer Maestro de Silos, sería el Descendimiento de la cruz,…
Nuevamente, se debe la imagen a Ángel M. Felicísimo
... y, sobre todo, el prodigioso Santo Entierro y Resurrección que encabeza este artículo. Aquí me voy a detener, no tanto por ser propio de la fecha (hoy que es Sábado Santo o de gloria) sino porque merece la pena deleitarse en esta que es una de las obras más representativas de la escultura románica.

Como se ve, la talla se enmarca en un arco de medio punto que se apoya en columnillas con capiteles corintios. Por encima, una franja de taqueado jaqués tan propio del románico mesetario.

Foto de Turol Jones (2009)
La talla en sí se divide en tres franjas o escenas.

En la parte de arriba del todo vemos a un ángel sentado sobre una piedra en diagonal, que habla con las tres Marías para advertirles de que no busquen entre los muertos al que está vivo porque ha resucitado, esto es, les anuncia la Resurrección de Cristo.

Justo debajo hay otra escena que temporalmente se corresponde a un episodio anterior, el Santo Entierro compuesto con forma de triángulo: en el suelo un Cristo yacente y, a los lados, dos figuras inclinadas que serían los otros dos lados del triángulo. Serían José de Arimatea a la cabeza y Nicodemo a los pies.

PMR Maeyaert (2012) [CC BY-SA 3.0]

Y debajo de todo estarían representados los siete soldados que custodiaban la tumba de Jesucristo y que estaban privados de sentido. Están recostados, paralelos unos a los otros, tirados para un lado o para el otro.

Para lo rígida que suele parecer la escultura románica, aquí vemos un auténtico dinamismo. Si te abstraes de la escena en sí, de las figuras, y acabas representando todo el conjunto como meras líneas, ves que hay un contraste, porque unas son verticales, como las tres Marías, otras horizontales, como el Cristo yacente y otras diagonales en uno u otro sentido, como los soldados.

También se aprecia cierto movimiento en las curvas de los cuerpos, e incluso en los pliegues de las ropas, anticipando ya el movimiento del gótico.

Del mismo Primer Maestro serían los discípulos de Emaús y, sobre todo, el muy conocido con el tema de «La incredulidad de Santo Tomás».

La incredulidad de santo Tomás,
Rafael Tello (2016)
[CC BY-Sa 4.0] vía Wikimedia Commons

Se ve que está la figura de Cristo resucitado, de tamaño mayor que el resto de los personajes, lo que pone de manifiesto su carácter protagonista de la escena. A esta técnica se llama perspectiva jerárquica.

Santo Tomás, que no se cree que esté en presencia de Jesucristo, mete la mano en el costado, donde Cristo tiene la herida de la lanza. Así es cuando comprueba que, en efecto, era él. Se ve que este Tomás era un espíritu proto-científico, de esos de «si no lo veo, no lo creo». Lo cuenta el Evangelio según san Juan, 20:24-29. Su escepticismo no mola demasiado a Jesucristo, que le dice «¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!». Ya se ve que lo propio de las religiones es no ofrecer pruebas de lo que afirman, y hasta les sienta mal pedirlas… Este Tomás debería ser el santo patrono de los científicos, si esa idea no fuera una contradictio in terminis. Al menos, nos queda el consuelo de que es uno de los santos patronos de los jueces, que me parece a mí que conviene a todos que decidan con pruebas y no con sus creencias sin fundamento.

He visto calificado este relieve como uno «de los más escenográficos» del claustro. En la composición se yuxtaponen dos frisos, en cada uno de los cuales hay una serie de figuras agrupadas. La escena vuelve a situarse bajo un arco de medio punto y se ve representado un castillo medieval de forma estilizado. Por encima, de nuevo, nuestro querido taqueado jaqués.

Esto de que el artista pasara de los capiteles a los machones te hace pensar que al escultor el remate de las columnas se le quedaba pequeño. Lo que quería contar, como lo quería representar, precisaba de lugares más amplios y se fue al hueco que vio. ¡Era un artista, y necesitaba expresarse, desarrollar todo su amplio talento…!

Los otros relieves que me faltan por mencionar son, a mi modo de ver, de menor interés, son posteriores (finales del XII) y se atribuyen al segundo Maestro de Silos: Asunción y Coronación de María y el árbol de Jessé. 

Esta abadía benedictina fue un importantísimo centro religioso en la Edad Media. El comienzo de las obras en este claustro se atribuyen al abad Fortunio. Como era tan importante, esta obra escultórica fue un modelo imitado por toda la Meseta Norte, en particular por el magnífico románico palentino.

No me voy a explayar más. Si necesitas un análisis de la obra propia de la Selectividad, hoy EBAU, hay una muy útil en selectividad.tv, que se centra en el Entierro y Resurrección de Cristo y de donde he cogido algunos datos para esta entrada. 

Para una visión del conjunto del monasterio, tenemos ArteGuías

Un documental de nueve minutos sobre el claustro lo tenemos en You Tube:


Al claustro de Silos o, más bien, al ciprés que se alza en el centro, le dedicó una poesía el santanderino Gerardo Diego, que era muy dado a esto de poetizar el patrimonio histórico-artístico español. Ya lo mencioné en este blog al hilo de las pinturas de San Baudelio de Berlanga

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.
El claustro y su ciprés,
Por PMR Maeyaert (2012)
[CC BY-SA 3.0] vía wikimedia commons

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