Bote de Zamora (M.A.N., 2014) Por Miguel Hermoso Cuesta [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons |
Ubicación:
Museo Arqueológico Nacional
Fecha:
964
Época: Arte islámico
Una joya califal
Seguimos con el arte islámico,
ya no de primera hora, sino más bien del final de la primera época. Seguimos en
el pleno esplendor de la Córdoba califal. Este marfil hispanomusulmán salió de los talleres cordobeses, 353 de la Hégira, es
decir, 964.
Para que os hagáis una idea:
en aquella época bizantinos andaban peleándose con los turcos en Asia menor y
los sarracenos en Sicilia. Y en las islas Británicas, el reino de Inglaterra
estaba en su época anglo-sajona. Lo que hoy serían Francia o Italia estaban divididas en diferentes territorios. Y España tenía, pues eso, los reinos cristianos en el norte, parapetados tras las montañas y en el califato de Córdoba controlando todo el resto.
O sea, más o menos así (este es mapa de 910):
A lo que vamos, con esta joya. Aprovecha la forma redonda del marfil, diente de elefante. Toda su superficie está
tallada con inscripciones arabescas, lo que aquí se llama ataurique, con representaciones vegetales (palmetas) y animales (pavos,
gacelas y pájaros). Es un bote, una urna o píxide, así que la tapa se levanta
mediante una bisagra y un broche de plata.
En el mundo islámico no había
mucha pintura ni escultura autónomas, pero sí que aplicaban esas técnicas a
objetos cotidianos. Y que aquello de que no se podía representar la figura
humana ni animales, vamos a dejarlo, depende de la época y el lugar.
Este objeto califal tiene una
inscripción árabe en la parte superior, donde viene la fecha. Ejemplifica el
alto nivel que alcanzaron los talleres cordobeses. Formaban parte de un mundo
cultural más amplio, que iba desde la península Ibérica a Asia, y que se adentraba
en África. Siendo marfil de elefante, para llegar la materia prima a Córdoba
tiene que haber unas sólidas redes comerciales.
Este objeto tan lujoso fue un encargo
del califa Alhakén II (915-976) –también lo veréis escrito como Al-Hakam II–,
que si os acordáis, es el que promovió la más importante de las reformas de la mezquita de Córdoba.
Era un regalo para Subh,
concubina del califa y madre de su heredero, Hisham II. Subh era de origen
vasco o navarro, no se sabe bien, porque en las crónicas árabes la llamaban al-baskunsiyya, que significa «la
vascona». En las crónicas cristiana la llamaban Aurora. Llegó de niña a Córdoba
como esclava, fue adiestrada como una especie de geisha de la época, de esas
que sabían conversar, cantar y supongo yo que demás placeres, aunque no se sabe
muy bien la orientación sexual de Alhakén II, y tampoco nos vamos ahora a hacer
un Sálvame de luxe del siglo X. En la wiki podéis leer más sobre esta mujer.
Cómo este regalo cordobés del
siglo X aparece, cuatrocientos años después, en la catedral de Zamora, es algo
que se desconoce. Sería la donación de algún aristócrata, que igual lo consiguió en el avance cristiano hacia el sur, o igual fue objeto de comercio, o igual algún andalusí se lo regaló a un cristiano, quién sabe.
Y en el tesoro de la catedral
estuvo hasta 1911, que es cuando el cabildo catedralicio la vendió a un
anticuario de Madrid. Inmediatamente, el Estado decide comprarlo, evitando así
que saliera al extranjero.
Está en el Museo Arqueológico
Nacional, que ya he dicho muchas veces que me parece uno de los museos más
interesantes de España.
En la Wikipedia hablan de esta pieza a la que
consideran «una de las joyas de los marfiles hispanomusulmanes».
Y también tiene ficha en la página web del M.A.N.
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