Tumba de Pachelbel, Núremberg, foto de Dalibri (2013) [CC BY-SA 3.0], vía Wikimedia Commons |
Canon y giga en re mayor para tres violines y bajo continuo
Kanon und Gigue in D-Dur für drei Violinen und Basso
Continuo
Compositor: Johann Pachelbel
Estreno: ¿?,
h. 1680
No sé si recordáis la serie Cosmos…
No la de Neil deGrasse Tyson, sino la de 1980, la de Carl Sagan.
A mí me impresionó mucho, pero lo que más recordé a lo largo de los años fue su
banda sonora, llena de piezas que yo escuchaba por primera vez, entre ellas
este archifamoso Canon de Pachelbel.
En el mundo de los escépticos, ateos y demás obsesos de la evidencia
científica, entre los que más o menos me encuentro, Carl Sagan sigue siendo un
nombre conocido, una auténtica referencia. Lo que no estoy tan segura es si,
como me pasa a mí, la banda sonora de su documental, les marcó tanto.
Gracias a ella conozco cosas como que el albedo de la Tierra es 0.39,
porque una pieza de Vangelis precisamente se titulaba así y se repetía una y
otra vez, entre otros datos referentes a nuestro planeta. Digo es, pero en realidad
es era entonces, en 1976. El albedo
es la proporción de luz que recibe y que vuelve al espacio. Ahora es menor,
0.30, o sea, retenemos más radiación que la que reflejamos. Yo ahí lo dejo, para que penséis un poco el porqué y empecéis a investigar qué consecuencias puede tener eso de un albedo cada vez más bajo.
Era un álbum magnífico en el que descubrí entre otros, el Adagio de Albinoni y este Canon de Pachelbel. Como veis, obras
barrocas muy conocidas. De hecho, son las únicas composiciones conocidas
popularmente de estos autores.
Johann Pachelbel (1653-1706) fue un compositor barroco alemán, de música
para órgano, sí, pero también de obras como esta, más de cámara. Nació y murió
en Núremberg, donde pasó también parte de su vida profesional.
La definición DRAE de canon es «Composición de contrapunto en que
sucesivamente van entrando las voces, repitiendo o imitando cada una el canto
de la precedente».
Este Canon de Pachelbel, según
leo en la Wikipedia en inglés, combina las técnicas del canon y del bajo
continuo. El canon es una recurso polifónico en el que varias voces entonan la
misma música, entrando sucesivamente –lo que es otra forma más sencilla de
decir lo mismo que la RAE–. En esta obra hay tres voces implicadas en el canon,
y una cuarta, el bajo continuo, que tiene una parte independiente.
He puesto como fecha más o menos el año 1680, pero lo cierto es que no se
sabe ni cuándo ni para qué se compuso. Puede ser cualquier año entre 1650 y la
muerte del autor. Como tantas piezas barrocas, cayó en el olvido hasta que la
empezaron a recuperar en el siglo XIX. Y, desde luego, en el tramo final del
siglo XX hasta nuestros días, se ha convertido en una pieza muy conocida,
archiconocida, hasta el punto de que, por oída una y otra vez, se nos hace difícil
disfrutarla.
¿Por qué en mi tierna cuasi-infancia, aficionada más a otras músicas, de
repente estas me gustaron tanto…?
No lo sé. Pero escuchar el Canon es como sentir que se te ensancha el
pecho, que te emocionas, que te sube y baja por la espina dorsal un
estremecimiento, una emoción que no sabes muy bien de dónde viene. La música
barroca es así, te sacude, te moviliza, pero luego de llevarte de un lado para
otro, te hace aterrizar suavemente. Como la romántica, te inunda de emociones,
pero luego te reconcilia, te equilibra, algo que no ocurre en el Romanticismo,
que siempre te deja un poco desasosegado y noqueado.
Creo que por eso en música clásica yo llego hasta Haydn y Mozart, y rara vez
más allá. Me gusta la pasión, sí, pero también la racionalidad y el equilibrio.
Este Canon merece verdaderamente el calificativo de imperecedero. Y en gran medida, por la aparente sencillez de su melodía, tan pegadiza. Hay infinitas versiones de él, pues es de esas piezas que se incluyen en muchos repertorios de música barroca.
Por coger una para
nuestra discoteca, apunto al combo que sugieren en la guía Penguin, el de Karl Münchinger
con la orquesta de cámara de Stuttgart para la Decca. En una primera versión
emparejaron esta obra con otras dos de las piezas barrocas más conocidas, el ya
mencionado Adagio de Albinoni y Las cuatro estaciones de Vivaldi. Actualmente en Spotify lo que encuentras es otro álbum que lanzaron en 1989, quitando Las cuatro
estaciones y añadiéndole obras de Bach, Boccherini y Händel.
Pero vamos, que si te
gusta la música barroca, déjate guiar por tu gusto personal por este o aquel ensemble musical y por la interpretación
con instrumentos modernos o de época. La música barroca es como un vino blanco,
muy variado según quien lo interprete; la del siglo XIX es más bien como un
tinto, todo acaba sabiéndote a roble.
En You Tube he
encontrado versiones sinfónicas, como la interpretación por parte de la Orquesta Sinfónica de RTVE,
dirigidos por Adrian Leaper, para la Navidad de 2008, pero os dejo con una versión historicista, usando instrumentos más de la época y que se basa, o al menos así lo anuncian, en
la partitura más antigua conservada:
No hay comentarios:
Publicar un comentario