martes, 15 de septiembre de 2020

#22 Masaccio: Capilla Brancacci

 

Vista general de la capilla Brancacci
I, Sailko / CC BY-SA 3.0
Vía Wikimedia Commons


 

Cappella Brancacci

 

Ubicación: iglesia del Carmen (Florencia, Italia)

Fecha: h. 1425

Estilo: Arte renacentista

Autor: Masaccio

 

 

La capilla Sixtina del primer renacimiento

Ya comenté el otro día que el Renacimiento en Italia tiene dos momentos, el siglo XV (Quattrocento) y el XVI (Cinquecento). En el siglo XV el centro artístico por excelencia era Florencia. 

Después de hablar del baptisterio, hoy traigo otro ejemplo de ese estupendo renacimiento florentino, uno de los grandes maestros de la pintura y figura básica de este primer renacimiento: Tommaso di Giovanni, llamado Masaccio (San Giovanni Valdarno, 1401-Roma, 1428) que significa, al parecer, «el fantasista».

 Y es que la generación de Masaccio es la que inició realmente el renacimiento pictórico en Italia, en el primer cuarto del siglo XV.

 La obra más recordada de Masaccio son los frescos de la capilla Brancacci. En Florencia, república de comerciantes, las familias rivalizaban entre sí para darse bombo, y la mejor manera de demostrar poderío es, como siempre, pagar arte.

Los Brancacci tenían esta capilla, dedicada a San Pedro, en la iglesia florentina del Carmen (Carmine) de Florencia o Santa María del Carmine. Un retoño de esta familia, Felice Brancacci, mercader sedero que había sido embajador florentino en El Cairo, regresó a Florencia en 1423. Al año siguiente encargó a Masolino da Panicale que pintara esta capilla. 

 Se puso a ello con su discípulo el veinteañero Masaccio. Cuando, en 1425, Masolino se marchó como pintor de corte a Budapest, Masaccio continuó el encargo este de los Brancacci. Sin acabarlo, Masaccio se fue en 1428 a Roma a pintar una capilla dedicada a San Clemente, pero ese año murió. Como veis, jovencísimo. La cosa se quedó sin terminar y siguieron otros, como Filippino Lippi.

 No toda la capilla, pues, es de Masaccio. Aunque en conjunto merece la pena y hasta se le llama la Capilla Sixtina del primer renacimiento, me voy a centrar en dos escenas de Masaccio: La expulsión de Adán y Eva del Paraíso y El pago del tributo.

Haciendo cálculos, me sale que Masaccio trabajó en la capilla entre 1424 y 1428. Así me explico que, según el libro que consulte, den diversas dataciones a estas escenas. Normalmente se dice que están realizadas hacia el año 1425, sin concretar más, y con eso me quedo.

 Son dos frescos pintados en el cuerpo superior de la capilla, en la pared de la izquierda, si os fijáis. La temática es religiosa, uno del Antiguo Testamento y otro del Evangelio de San Mateo.

 

La expulsión de Adán y Eva del Paraíso

 

La expulsión de Adán y Eva del Paraíso (Cacciata dei progenitori dall'Eden). Fresco 214 x 90 cm.


Empiezo con Adán y Eva expulsados del Paraíso. Si se mira el muro de la izquierda, se ve esta Expulsión arriba, el primero, justo al borde. 

Representa el momento en el cual Adán y Eva son expulsados del Paraíso, con un ángel echándoles. Y, a un lado, el marco de una puerta con unos rayos ahora oscurecidos.

 Sirve mucho para explicar lo que es la técnica al fresco. 

Cuando se pinta al fresco, se prepara primero la superficie con un enlucido basto que se llama arricio y, sobre él, lo que se llama intonaco, una capa delgadita formada por arena fina y cal.

 Se pinta, entonces, no sobre la pared, sino sobre esta superficie de intonaco, aún húmeda. Por ello se llama fresco, porque si lo dejas secar entonces la técnica sería a secco. En el fresco se usa pigmento mineral diluido en agua, en el secco no se diluye.

 El pintor delimitaba la zona sobre la que iba a pintar ese día, esa giornata. Intentan que no se note, pero se ve lo que se ha pintado en un día en fisuras, líneas o diferentes zonas de color. Fijáos aquí, en el hueco entre Adán y Eva y por encima de Eva, cómo hay una línea y cambio de tono en el color azul del fondo.  

A secco se pintaron los rayos que vienen de la puerta de la izquierda, usando un pigmento de oro mezclado con aglutinante. Ahora esos rayos están oscuros, porque pintar a secco generalmente resiste menos el paso del tiempo que al fresco.

 Ya dije al hablar de las puertas del baptisterio realizadas por Ghiberti que el desnudo era una aportación renacentista, al remontarse a los modelos clásicos. Este es un ejemplo claro, pues tanto Adán como Eva están desnudos.

 El cuerpo de Adán sí que recuerda más a los modelos grecorromanos, musculado, apolíneo. Lo que ocurre es que no se trata de un desnudo heroico, sino que está encogido, con la espalda curvada, llorando, con las manos en la cara.

En el caso de Eva, su desnudo está lejos de ser armonioso, más bien me parece un poco fondona y desgalichada, la verdad. Y cualquier atractivo que tenga se corta en seco por su expresión desesperada, que le deforma la cara. Es casi como si oyeras sus sollozos.

O sea, que esto es desnudo pero claramente no busca la excitación sexual de quien mira.

 Con lo cual se ve que aúna la belleza en sí de un desnudo con la expresión de un sentimiento intenso, el lamento por abandonar el Paraíso.

 Al fijarnos en la expresión de las figuras, se nota por qué se entiende que Masaccio introdujo en la pintura toscana el dramatismo humano, trasmitiendo sentimientos de dolor y de remordimiento.



 Aquí os pongo lo que era esta pintura antes y después de la restauración, para que veáis la diferencia.

Claro que no todo el mundo está igualmente entusiasmado por eso de que aparezcan en bolas. En el siglo XV no tenían problemas, pero en el más mojigato siglo XVII les pareció fatal que allí estuvieran los genitales al aire, y le añadieron a secco unas ramas con hojas.

 La pregunta típica respecto a la restauración es la misma, ¿mantienes los añadidos o no? Parece que estamos todos de acuerdo en que debe haber una restauración consistente en quitar la suciedad, sin afectar a la capa de pigmento; digo que parece, porque viendo lo que hace el Louvre con la Gioconda (de la que no hablaré aquí, os lo adelanto) parece que no están por la labor de quitar la mugre de siglos.

Pero, los añadidos de siglos posteriores, ¿los dejas o los quitas? En mi opinión de mera aficionada, la obra debe quedar lo más parecida posible al momento original. Por eso me parece bien que se les quitara a Adán y Eva ese añadido tan pudoroso.  

 

 El pago del tributo

El pago del tributo (Pagamento del tributo). Fresco 255 x 598 cm.

Justo al lado de Adán y Eva está El pago del tributo. Es más compleja de leer que la anterior y requiere más explicación. Es el episodio llamado «La contribución debida al Templo», que en el Evangelio según san Mateo 17, 24-27  se relata así:

 

Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?». «Sí, lo paga», respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?». Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».

 En realidad, esta escena debe leerse como un cómic, pues refleja tres momentos diferentes: el primero sería el central, con Jesús rodeado por sus Apóstoles y, de espaldas, la figura del recaudador de impuestos que pregunta si ellos pagan el tributo; a la izquierda del todo, san Pedro agachado cogiendo la moneda de un pez y, a la derecha, el pago del tributo al templo.

 

San Pedro recogiendo la moneda del pez

Como la capilla está dedicada a San Pedro, es lógico que la decorasen con un ciclo de frescos dedicado, principalmente, a la vida de San Pedro.

 Aquí las figuras son majestuosas, hasta escultóricas. Masaccio fue amigo de Donatello y se nota que comparten la misma sensibilidad artística.

 


Las figuras humanas son personas auténticas, de carne y hueso. Los rostros están individualizados, hasta el punto de que se cree que pueden ser retratos de personas reales. No están aislados, sino que se relacionan entre sí, se miran.


Rostros de los Apóstoles

Se visten de manera vagamente antigua. Descalzos y con túnicas, con mantos o togas encima, cubriendo uno de los hombros.

 Se enmarcan en un escenario realista. Por un lado, el mar y montañas al fondo. Se aprecian rastros de nieve en algunas de las cimas. Por el otro lado, a la derecha, una edificación con arcos clásicos.

 La escena, como queda en la pared de la izquierda, recibiría la luz natural desde la derecha, lo cual reproduce el cuadro a través de las luces y sombras del mismo. De esa forma logra una gran sensación del espacio, incluso de la luz y la atmósfera.

 Con esto hablo de las dos escenas pintadas por Masaccio que más veréis citadas en los libros de Historia del Arte. Hay, eso sí, más obras conocidas de él. Por un lado, una Virgen con el Niño y, por otro, La Trinidad, que os pongo a continuación.

 


La Virgen y el Niño (1426). Óleo sobre tabla, 135,5 x 75 cm. National Gallery (Londres). Forma parte de un tríptico. Llama la atención la diferente perspectiva del halo del Niño (aplanada) respecto a los dos ángeles. 

 


La Trinidad (Santa Trinità, h. 1420-25). Fresco, 667/680 x 317 cm. Iglesia de Santa María Novella (Florencia). Están la Virgen y San Juan con donantes. Abajo, como un trampantojo, está pintado un sepulcro con un esqueleto. Quizá sea la obra más conocida de Masaccio, después de los frescos de la capilla Brancacci.

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