miércoles, 30 de septiembre de 2020

#2 La flauta mágica

 



Die Zauberflöte, K. 620

 Estreno: Viena, 30 de septiembre de 1791

 Compositor: Wolfgang Amadeus Mozart

 Libreto en alemán: Emanuel Schikaneder y K. L. Gieseke

 Género: Singspiel

 

Tal día como hoy se estrenó, en el Theater auf der Wien de Viena esta maravillosa ópera de Mozart, una de las mejores de la historia de la música…

 

Tiene 229 años y aún así, está tan fresca como el primer día.

 Es la ópera que recomiendo a cualquiera que no haya probado este género musical teatral. Me parece imposible permanecer frío ante el derroche de fantasía, amor, amistad, peligro y humor de esta historia,… Toda la experiencia humana condensada en un libreto delirante.

 Son dos horas y media que se te pasan en un suspiro.

1791 fue el último año de Mozart. Produjo obras maestras alucinantes. Por mencionar solo unas pocas: el 18 de junio, el motete “Ave verum Corpus” K. 618, en julio la cantata masónica K. 619, en septiembre estrenó, a principios de mes y en Praga, La clemencia de Tito (K. 621), y el día 30, en Viena, esta Flauta mágica (K. 620), el 7 de octubre el concierto para clarinete K. 622, otra cantata masónica el 15 de noviembre (K. 623) y el réquiem que estaba componiendo cuando murió, K. 626, de agosto a diciembre… Treinta y cinco años.

 La flauta mágica es la única ópera que escribió pensando en el público normal y corriente, no hay que extrañarse que sea tan popular. Encantó a los vieneses de finales del siglo XVIII y nos ha seguido embobando más de doscientos años después.

 Al público vienés le encantaban las representaciones de cosas maravillosas, las Zauberopern, y dentro de esa tradición debe enmarcarse esta historia. Solo que va más allá del cuento de hadas, los truenos y la parafernalia mágica.

 Es una obra compleja, que se puede leer a todos los niveles, el popular y el selecto, lo sencillo y lo complejo, la solemnidad y la diversión, mezclando el sentido del humor con la trascendencia religiosa o espiritual. 

Es fantástico que todo eso, tan heterogéneo, pueda cristalizar en algo que hoy en día atrae a gente de todas las edades.

 La historia en sí es un cuento de hadas. Empezamos con un héroe, Tamino, al que le encargan rescatar a una princesa, Pamina, de un malvado hombre que la tiene secuestrada. Así se lo encarga la madre de la muchacha, la Reina de la Noche.

 Para ayudarle se formará una extraña pareja, pues se hace con el colaborador cómico, Papageno, el pajarero de la Reina. Recibirán, para ayudarlos en su misión, instrumentos mágicos: una flauta y unas campanillas, un instrumento noble (la flöte) y otro popular (las Glöcken).

 Lo que pasa es que luego la cosa cambia. El que parecía el malo de la película (Sarastro) es en realidad un hombre bueno y sabio, mientras que la apesadumbrada madre, la Reina de la Noche, en realidad es una mala maloncha que representa la oscuridad y quiere que su hija mate al sacerdote. ¿Hallazgo genial, incoherencia del libreto o simplemente un giro de la trama?

A Papageno y a Tamino los someten a pruebas para acceder a la sabiduría. Tamino se esfuerza. Papageno... no tanto. Es un tipo más de andar por casa y esas cosas sublimes no son lo suyo, y, al final, los que se someten a prueba de agua y de fuego para ser iniciados serán los enamorados Tamino y Pamina. 

 Papageno es un poco hobbit, solo quiere cosas sencillas: vivir, beber y amar . Lo logrará al final, de la mano de una Papagena muy vacilona que acaba resultando ser ideal para él.

 Adoro esta ópera, no sé la de veces que la habré visto y oído... Me encanta esa mezcla de los solemne, lo romántico y lo divertido en una misma obra. A una escena muy seria le puede suceder otra que es más de entremés cómico. 

Cada personaje tiene su propia personalidad, y la demuestra en una forma de cantar, unos temas, apropiados para cada tipo de voz. La siniestra Reina de la Noche es una soprano de coloratura que recorre vertiginosamente las alturas más agudas de la escala. El majestuoso Sarastro canta con voz profunda de bajo como si fuera un canto religioso eslavo. Papageno es tu barítono varonil y humoroso, y los enamorados, Tamino un tenor heroico y Pamina una digna princesa con voz de soprano lírica con toda su pureza y dulzura... 

También las piezas tienen cada una su carácter. Unas encajarían en una ópera seria y otras son muy de ópera bufa, a veces te parece escuchar un coral luterano, y otras, una canción popular hasta folclórica.

El género al que pertenece es el singspiel, que mezcla partes cantadas con otras habladas, como ocurre con la zarzuela o la opereta. 

Una confidencia: me gusta tanto esta obra que, sin hablar alemán, hay parrafadas enteras que se me de memoria.

 Esta obra la compuso Mozart en la primavera y el verano de 1791, para un teatro popular, a instancias de un empresario, compañero suyo de logia masónica, Schikaneder. Como este tenía mucho ojo, se reservó para él la parte del león. Las piezas de barítono son impresionantes para ser este personaje solo el sidekick humorístico del héroe, el Robin de este Batman. Me llama la atención por ejemplo que es él quien acaba encontrando a Pamina antes que el héroe rescatador y tienen un preciosísimo dúo barítono-soprano que evidencia entre ellos muy buen rollo.

 En fin, como buena obra maestra, La flauta mágica se puede disfrutar a distintos niveles. Los niños, como un cuento de hadas mágico; los adultos, como una reflexión sobre aspectos trascendentes de la Humanidad; los románticas, como una historia de amor sublime y con final feliz… Y los epicúreos que deseamos gozar de la vida sin comernos demasiado la cabeza, nos quedamos con Papageno, nuestro santo patrón.

Esta es la idea que expresaba Alfred Einstein, biógrafo de Mozart, con mejores palabras que las mías

Es un trabajo que encanta a un niño, conmueve al hombre maduro y entusiasma al sabio. Cada individuo y cada generación encuentran en él algo distinto: sólo a quien es un simple ‘culto’ y un simple bárbaro no dice nada La flauta mágica.

Esta historia admite todo tipo de ambientaciones y adaptaciones. Se ha adaptado a teatro de marionetas y a dibujos animados,… Y, en fin, semejante mezcla de humor y humanidad, de lo sublime y lo terrenal, ha hecho tilín a dos de mis directores de cine favoritos: Ingmar Bergman rodó esta ópera en 1975 (Trollflöjten), y Kenneth Branagh en 2006 (The magic flute), este último con libreto en inglés y diálogo de Stephen Fry.

 

José María Martín triana, en su El libro de la ópera, lo resumió así:

 

Suele decirse que es una obra netamente simbólica en la que Mozart plasmó sus ideales masónicos. Por otro lado, también se afirma que no es más que un cuento de hadas, cuya única meta era divertir al público popular al que iba destinado. Creo más bien que indudablemente se trata de una obra en la que Mozart volcó todos sus ideales sobre la amistad, la sabiduría y la verdad, en sus más amplios sentidos humanos…

 Creó su obra más redonda, revolucionaria y nueva, cuyo equilibro jamás ha sido superado ni tampoco su capacidad de sorprendernos con nuevos hallazgos que, desde su estreno, nos esperan en la partitura

 

¿Cómo puedo escoger los momentos cumbres de esta ópera que tiene tantísimo donde escoger? En esta obra tan encantadora no sobra ni un número, no hay nada de relleno o que baje el nivel musical.


 La obertura va anunciando los diversos temas de la ópera. Empezará con una solemne llamada, sus tres acordes ascendentes tan masónicos. Pero luego empieza a revolverse, como si fuera mercurio moviéndose inquieta entre las rendijas, como un río centelleante...


Tamino será muy heroico, pero a las primeras de cambio se desmaya. Cuando recupera el sentido, conoce es a un extraño personaje, es Papageno, con su espléndida aria de presentación: «Der Vogelfänger bin ich ja».

 


Papageno cuenta la trola de que él ha salvado a Tamino, pero en realidad han sido las tres damas de la noche, que le ponen un candado en la boca para que no diga más mentiras y, entre truenos y demás aparato eléctrico, las damas anuncian que ella llega, que ya viene, la Reina de la Noche. Hace su entrada espectacular cantando el aria «O zittre nicht, mein lieber Sohn»; le entregará a Tamino un retrato de su hija, pobrecita, atrapada en las garras de un mago perverso.

 


Es una verdad universalmente conocida que un príncipe aventurero está buscando princesa de la que enamorarse... Y Tamino no decepciona. Es cosa de echarle una ojeada al retrato de su Pamina y caer con todo el equipo. Aquí, Francisco Araiza canta su «Dies Bildnis ist bezaubernd schön», en 1983.

 


 Del acto II sobresale, primero, el aria de bajo profundo «O Isis und Osiris», que aquí os dejo cantada por Kurt Moll.



 Contrasta su serenidad con el aria furiosa y archiconocida de la Reina de la Noche, donde desata todas las maldiciones sobre su hija si no manda a Sarastro al otro barrio: «Der Hölle Rache».

Luego pasan más cosas, que para qué os voy a contar. El arco narrativo de Papageno se cierra cuando, tras estar desesperado a punto de matarse, los tres muchachos le dice que pare un poco y use sus campanillas mágicas. Así volverá a encontrarse con Papagena y cantan su delicioso dúo que empieza, bueno, «Pa-pa-pa». Aquí, Detlef Roth y Gaële Le Roien cacareando en París, 2001.

 


Es el momento de la representación en la que habitualmente llenan el escenario de un montón de niños, que es al fin y al cabo lo que quieren estos dos, tener einen kleinen Papageno, Dann eine kleine Papagena, en fin, muchos muchos papagenitos y papagenitas. .

Mi grabación favorita es, indudablemente, la de Dietrich Fischer-Dieskau, porque es la que tengo yo en la cabeza de escucharla una y otra vez. Dietrich no llegó a interpretar a Papageno en escena, decía que era demasiado grandote para ello (1,93 metros, un hombretón de los que a mí me gustan, era alto y robusto como un árbol), pero a cambio, nos dejó su interpretación en esta grabación de 1964. Dirigía Karl Böhm con la orquesta Filarmónica de Berlín y el coro de cámara de la RIAS. A DFD lo acompañaba como Tamino la voz argéntea de Fritz Wunderlich, la Reina de la Noche (Königin der Nacht) fue Roberta Peters, Pamina la interpretó Evelyn Lear y Sarastro era Franz Crass; Lisa Otto hacía el papelito de Papagena y Martti Talvela el de 2.º escudero.

 Pero reconozco que esa es mi inclinación particular. De la que he visto mejores críticas en conjunto es de la dirigida por Klemperer en 1964, con el coro y la orquesta Philharmonia y el siguiente elenco: Nicolai Gedda (Tamino), Walter Berry (Papageno), Lucia Popp (Reina de la Noche), Gundula Janowitz (Pamina), Gottlob Frick (Sarastro), entre otros. Sobresale las increíbles tres damas, que son ni más ni menos que Elisabeth Schwarzkopf, Christa Ludwig y Marga Höffgen. Ahí es nada. Es una versión para la EMI que tiene un poco el problema (o la ventaja, según tu gusto particular) de no tener los pasajes hablados.

 Por si alguien quiere verse una Flauta mágica, con subtítulos en español he encontrado esta en You Tube

 


Para saber más, la Wikipedia El libreto, en español y alemán, así como discografía de referencia, en Kareol

 Pero no se vayan todavía, aún hay más. El programa de Radiotelevisión española This is opera dedicó una de sus entregas a La flauta mágica, en noviembre de 2015. Me parece una introducción estupenda por si no tienes ni idea de qué va esta historia.


Y añado que en Radio clásica le han dedicado dos programas de Viaje al centro de la ópera este mismo verano, el 1/8/2020 y el 8/8/2020. Dejo aquí la referencia, por si queréis escuchar un buen programa de radio hablando de esta ópera, con algunas consideraciones más técnicas. Abunda más en cosas que a mi me llaman menos, como es el gusto egipcio de la época y los rasgos masónicos.  

Las primeras representaciones las dirigió el propio Mozart, Schikaneder hacía de Papageno y la Reina de la Noche era la cuñada de Mozart. La mujer de Mozart, Constanza, estaba en Baden, así que tenemos una carta en la que él le contaba cómo había ido la cosa. Copio el fragmento de las Cartas de Mozart, de Muchnik Editories, S.A. con su extraña puntuación.

 En estos momentos vuelvo de la Ópera; — Estaba tan llena como siempre. — el Dúo Hombre y Mujer(*) etc: y el Juego de las Campanillas del primer Acto se repitieron como siempre — y también en el 2:º Acto del Trío de muchachos — pero lo que más me alegra es ¡el aplauso Silencioso! Puede verse muy bien cómo asciende esa Ópera y cada vez más (…) ya conocen todos la espléndida acogida de mi Ópera alemana. —

Lo más curioso es que la noche en que mi nueva Ópera fue representada por primera vez con tanto éxito, esa misma noche se representaba en Praga el Tito por última vez también con éxito extraordinario.  aplaudieron todas las Piezas.

 Para cuando Mozart murió, el 5 de diciembre de ese año tan prodigioso, La flauta mágica seguía representándose... Y sigue. Si consultas las estadísticas de Operabase, por ejemplo, verás que es una de las óperas más presentes en los escenarios y, desde luego, la número uno en alemán.

De verdad, si alguna vez quieres darle una oportunidad a este género, por favor, inténtalo con La flauta mágica. Es adorable. Irrepetible. Fantástica.

(*) El dúo Hombre y Mujer (Mann und Weib) es el que yo menciono más arriba como un momento que me encanta, entre Papageno y Pamina, barítono-soprano, que empieza «Bei Männern, welche Liebe fühlen»

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