martes, 29 de septiembre de 2020

#25 Van Eyck: El matrimonio Arnolfini (3) Un poco de Historia

 


 


 

Ubicación: National Gallery (Londres, Reino Unido)

Fecha: 1434

Estilo: Arte gótico

Autor: Jan van Eyck


Tercera y última historia sobre este primitivo flamenco tan conocido.


Historia de la obra. El contexto

De la fecha del cuadro no hay duda: 1434. Es que viene en la inscripción que comenté en la primera entrega.

Podemos imaginar que Giovanni lo encargó, dependiendo de qué hipótesis nos creamos, como una especie de foto de boda, o como un memento de su difunta esposa. 

Al elemento personal y sentimental ha de unirse que esto era una demostración de su poderío, sobre todo económico. Presume de riqueza en las cosas con las que llena su vida cotidiana: los vestidos, el espejo, las naranjas. 

Pero no es solo lo que aparece en el cuadro, es el hecho mismo de que exista, de que pueda encargar un cuadro así al pintor de la corte, con eso ya pone de manifiesto que los Arnolfini tenían mucho dinero.

Las ciudades flamencas eran ricas, gracias al comercio, de ahí que hubiese mucho dinerito que invertir en arte. Allí se encontraban comerciantes del norte y del sur. 

Los italianos destacaban especialmente por haber desarrollado técnicas comerciales y bancarias avanzadas, inéditas en otros lugares de Europa. A ellos se les deben cosas como el cambio, las cartas de crédito o la contabilidad de doble entrada. Prácticamente, monopolizaban el sector bancario, por lo que no es de extrañar que hubiera italianos en las principales ciudades de Occidente. Y eso incluye la ciudad de Brujas.

En aquella época gobernaba en Borgoña Felipe III el Bueno, cuyos territorios iban desde el mar del Norte, en cuyo litoral estaba Brujas, hasta la frontera suiza. 

Y ahora vamos con un poco de Sálvame Deluxe histórico...

A su muerte, le sucedió Carlos el Temerario cuya hija y heredera, María, se casó con quien más tarde sería el emperador Maximiliano de Habsburgo. 

Esta María fue la mamá de Felipe el Hermoso y yaya de Carlos V, aunque para cuando este nació ella ya había muerto y el duque titular de Borgoña era el guapo Felipe.

El matrimonio Arnolfini era propiedad, desde 1490, del embajador español ante los duques de Borgoña, don Diego de Guevara y Quesada (h. 1450-1520). El cuadro estaba protegido por unas puertas y don Diego hizo pintar sus armas en ellas.

Más tarde, se sabe que la propietaria del cuadro era Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos españoles.  

Cuando Margarita murió en 1530, el cuadro pasó a María de Hungría (1505-1558), tercera hija de Felipe el Hermoso y Juana la Loca. Cuando María regresó a la corte española en 1556, trajo consigo esta obra. 

A su muerte, en 1558, El matrimonio Arnolfini pasó a Felipe II. Está documentado en las colecciones de los reyes de España en los años 1700, 1754, 1789 y 1794.


Estaba por lo tanto, en el Alcázar de los Austrias cuando Velázquez trabajaba como pintor de Felipe IV. Conocía este cuadro y por ello no es de extrañar que recurra también al truco del espejo para incluir a personajes en el cuadro, en sus Meninas.

Aquí a la izquierda pongo el detalle del espejo en la parte trasera de Las Meninas (1656), más de doscientos años posterior a estos Arnolfini.

La cosa es que, de repente, un cuadro que es de la corona española desde el siglo XVI hasta el XIX aparece, de repente, en 1816 en Londres, en poder de un oficial escocés llamado James Hay.

Para justificarse, Hay contó la milonga que lo compró en Bruselas, mientras se curaba de las heridas padecidas en Waterloo. 

Más verosímil me parece en realidad la hipótesis de que este cuadro lo cogieron los franceses, con otros muchos saqueados de las colecciones reales españolas, cuando les tocó salir de najas. 

¿Qué pasó? Que el ejército británico los acosaba y los derrotó en la batalla de Vitoria. Parte del equipaje del rey José se quedó por el camino. Un buen número de obras de arte se las quedó el duque de Wellington y se ve que James Hay le echó mano a lo que pudo, o sea, esta tablilla.

Vamos, que de botín de guerra francés pasó a ser botín de guerra inglés. Una desgracia añadida a las enormes pérdidas humanas que supuso la guerra de Independencia fue la pérdida de patrimonio artístico e histórico, por cosa de los gabachos y también de los de la pérfida Albión. 

El caso del duque de Wellington es un poco distinto, pues sí que se ofreció a devolver las obras de arte, y fue más bien el rey Fernando el que muy rumbosamente dijo que no, que se lo quedara. Allá lo llaman el Spanish gift. Puede que el Iron Duke hablara solo de boquilla, pero desde luego por lo menos lo intentó, lo que le honra.

El caso de James Hay parece diferente. No reconoció haberlo cogido en la península, sino que contó esa historia de que lo compró en Bruselas, cosa que a mi me parece inverosímil. La verdad no creo que la sepamos. 

La cosa es que este tal Hay prestó esta obra al príncipe regente durante un par de años. Al final, acabó vendiéndosela a la National Gallery, donde entró en 1842.

No sé, por si alguien quiere reclamarlo, aunque ya se sabe que los británicos son muy suyos y santa Rita Rita Rita, lo que se compra dudosamente (o se saquea a las bravas) no se quita. Si no, que se lo digan a los griegos.

 


El autor: Jan van Eyck


A la derecha os pongo el cuadro titulado El hombre del turbante rojo (1433), que se considera un autorretrato de Jan van Eyck. Es otro óleo sobre lienzo, aún más pequeñito (25,5 x 19 cm) y se encuentra también en la National Gallery.

Van Eyck había nacido cerca de Mastrique hacia el año 1390. Entre los años 1418 y 1425, trabajó como miniaturista para Juan III de Baviera, duque de Baviera-Straubing y conde de Holanda y Henao. Tanto en sus miniaturas como en sus cuadros, pone de manifiesto la influencia del gótico internacional.

Cuando Juan de Baviera murió, Jan van Eyck pasó a trabajar para Felipe el Bueno, duque de Borgoña. 

No solamente fue su pintor de corte, sino que también cumplió misiones oficiales en diversos viajes; esto lo veremos en otros pintores a lo largo de la historia, como por ejemplo el propio Rubens. Eso de ir de artista por la vida abre muchas puertas y permite conocer cosas muy diversas...

La de novelas que te puedes imaginar con estas cosas, mezclando arte y espionaje.

Por ejemplo, en los libros de cuentas del ducado aparece una anotación de 1426 en la que se alude a que Van Eyck hizo 

«cierta peregrinación en nombre de monseñor, sobre la cual no se quiere hacer ninguna otra declaración, y por lo que se le debe a causa de cierto lejano viaje secreto que ha ordenado hacer a ciertos lugares que tampoco se quiere nombrar».

¡No me digáis que no es misterio-misterioso!

Eso ha dado a hipótesis como la de un autor llamado Sterling, para quien estaría hablando de un viaje a Tierra Santa, y de ahí el realismo de algunas representaciones de Jerusalén en varias obras del artista

Sí se sabe seguro el viaje que hizo a la península ibérica en 1428. Viajó hasta Portugal para retratar a Isabel de Portugal, hija del rey Juan I, pretendiente a la mano del duque Felipe III el Bueno. El retrato se lo enviaron a Felipe, a ver si le convencía o no la muchacha. Esas son cosas que se hacían en la época, a falta de fotografías, tú píntame como es la chica... 

Enrique VIII hizo eso con Ana de Cléveris, solo que Holbein se pasó un poco con el pincel y la aguapó demasiado. ¿Resultado? Cuando el rey vio a la novia, ya su mujer, en carne y hueso, no fue capaz de seguir con el matrimonio.  

En el caso de Felipe el Bueno, sí que le convenció Isabel de Portugal. Se casaron por poderes en julio de 1429. Jan van Eyck volvió a Borgoña, se asentó en Brujas y allí murió en 1441.

 Sus obligaciones oficiales no le impidieron pintar otros cuadros, aunque cabe pensar que igual no tantos como él querría. Aquí os pongo un puñadito de obras de Van Eyck, las que creo yo que son más conocidas.


El Bautismo de Cristo en el Jordán (h. 1420-1425). Es una de las ilustraciones del Libro de las Horas de Turín-Milán, fol. 93v Se guarda en el Museo Civico d'Arte Antica de Turín. Esta imagen destaca por el paisaje, sobre todo.

La obra más conocida de los hermanos Van Eyck es el Políptico del Cordero Místico (h. 1424-1432). Tiene dos posiciones, una con los postigos cerrados, que es la que pongo arriba, y otra con ellos abiertos, que está abajo En ambos casos, es óleo sobre tabla. Las dimensiones cambian. Con los postigos cerrados, mide 357 x 260 cm. Cuando se abre, la altura es la misma, pero de ancho llega hasta los 520 cm. Se guarda en la iglesia de San Bavón (Gante).

Este políptico, o sea, retablo formado por diversas tablas, está considerado como la obra maestra del gótico flamenco. Como se ve arriba, el políptico cerrado está dominado por una Anunciación



Cuando se despliega, lo más importante sería la representación de la Adoración del Cordero Místico que queda abajo, en el centro: una pradera y numerosas personas que acuden a adorarlo. 

En las tablas superiores se ha pintado: la Deesis, que es como se llama la representación de Cristo en majestad (¿hay algo más medieval que un Pantocrátor?), con la Virgen y San Juan Bautista, uno a cada lado. Luego hay ángeles cantores y músicos y, en los extremos, Adán y Eva, desnudos, con unos cuerpos escombro para nada ideales; olvidaos del Adán cachas de Masaccio, aquí te los ponen de manera muy realista.

Aunque este sea el cuadro más grande de los van Eyck, ello no quita que sigan teniendo ese amor por el detalle heredado de su formación como miniaturistas, y se nota por ejemplo en las salpicaduras de la fuente.

Las otras dos grandes obras de Jan van Eyck son retratos de clérigos. 

 


 La Virgen del canciller Rolin (¿1434-1435?). Óleo sobre tabla, 66 x 62 cm. Museo del Louvre (París)

También denominada Virgen de Autun. Retrato muy realista del canciller del ducado de Borgoña, que contrasta con el idealismo de María que le presenta al Niño Jesús. Aquí se nota que Jan van Eyck es el gran retratista de los primitivos flamencos. 

Al canciller lo pone del mismo tamaño que la Virgen; esto difiere de la tradición medieval, en la que se ponían más grandes las figuras sagradas que las reales. 

Rolin, otro que también debió decirse porque yo lo valgo, y me merezco que el Niño me bendiga personalmente. 


Entre ambas figuras, hay unos ventanales que tan a un precioso paisaje con mucho detalle. Aquí se ve cierta pasión por el paisaje flamenco que es un detalle moderno, más renacentista que medieval.

 


La Virgen del canónigo Van der Paele (1436). Óleo sobre tabla, 141 x 176,5 cm. Museo Groeninge (Brujas).


Aquí vemos, de nuevo, la fidelidad y el realismo de Van Eyck cuando retrata donante, Joris van der Paele, canónigo de la iglesia de San Donaciano en Brujas. Se nota cómo reproduce todos los detalles de la piel, incluidas las arrugas o las venas hinchadas.

Al donante le acompañan los santos Donaciano, arzobispo de Reims, y san Jorge. La Virgen con el Niño están en el centro. Sería como una especie de visión que tiene el canónigo mientras reza.

Atención al detalle de que tiene unos anteojos en la mano, con lo cual esta sería otra de esas representaciones tempranas de gafas en el arte. 

El gusto de Van Eyck por lo minúsculo se aprecia en cosas como el reflejo de la Virgen en la armadura que lleva san Jorge.


Hay otros cuadros que se suelen ver de Van Eyck, pero estos que he mencionado son, creo yo, los más citados. No quiero cansar demasiado, que como se ve, vamos por la pintura n.º 25 de las 100 que tengo pensadas.

⇐ El matrimonio Arnolfini (2) Ya, pero, ¿qué significa?

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