Ubicación: Museo del Prado (Madrid, España)
Fecha: antes de 1443
Estilo: Arte gótico
Autor: Rogier van der Weyden
Puro sentimiento: el sufrimiento del Hijo es el sufrimiento de la madre
Una
de las obras más destacadas del Museo del Prado es este Descendimiento. Estamos ante un óleo sobre tabla de tamaño más bien
grande, 204,5 cm de alto y 261,5 cm de ancho. Este formato apaisado no es
habitual en escenas de crucifixión o de descendimiento, que tienden a ser más
bien verticales.
Lo
que representa es una escena bastante habitual en la pintura religiosa
católica: el momento en que bajan el cadáver de Jesús de la cruz en que ha
muerto.
En
el centro, tenemos el cadáver de Jesucristo,
sostenido por los brazos y los pies. El cuerpo de Cristo es bello, elegante, y
no un cachas musculado. La piel es muy pálida. Lleva corona de espinas y viste perizoma (paño de pudor). Como buen
Cristo gótico, tiene los ojos semi-cerrados, en blanco, con heridas abiertas
y con la sangre coagulada en el costado.
Quienes
bajan el cadáver son tres figuras masculinas. Arriba sobre una escalera, un
joven vestido de blanco con casaca azul clarito, en la mano derecha lleva
dos clavos largos y ensangrentados. Los brazos se los coge un señor mayor con ropaje rojo, que ha sido
identificado con Nicodemo. Los pies
los sostiene otro con turbante negro en la cabeza y vestimenta dorada, José de Arimatea, que según el
evangelio de Mateo (27, 57-60), un discípulo de Jesús rico, que pidió el cuerpo
de Jesús, lo envolvió en una sábana
limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca.
A
la derecha está llorando María Magdalena,
con las manos entrecruzadas, doblada de dolor. La figura que queda justo a su
lado lleva un tarro con los ungüentos, que son uno de los atributos de la
Magdalena, pues se supone que con ellos ungió los pies de Jesús; se cree que
representa a otro criado.
Al
otro lado, tenemos a la Virgen,
desmayada, en el suelo, sostenida por san Juan vestido de rojo. Las otras dos
figuras femeninas, vestidas de verde, han sido identificadas como hermanastras
de la Virgen: María Salomé, madre de Juan, y a la izquierda, llorando, María
Cleofás.
La
cruz queda en medio, más pequeña de
lo que era habitual en este tipo de pintura, y queda realmente reducida, como
que no había hueco para ella en esta composición.
Si
nos fijamos, esta escena no tiene un fondo
paisajista, sino dorado. Es bastante raro en los primitivos flamencos seguir
con ese fondo tan medieval; normalmente, situaban las escenas dentro de un
paisaje muy realista. La ausencia de un fondo sirve para que te concentres en
los personajes, que expresan su dolor, tristeza, desesperación, en los rostros
y también en las posturas de los personajes.
Eso
no excluye del todo la representación de la naturaleza, solo que la tienes que
buscar en la parte baja, en el suelo. Ahí se encuentra, por ejemplo, un cráneo,
que se supone que representa el de Adán, porque suele aparecer en escenas del
Calvario. Tendría un sentido simbólico: Adán es responsable del pecado
original, transmitido a toda la Humanidad, hasta que la muerte de Jesús lo
redime.
Los
distintos personajes parecen como apretados,
compartiendo un espacio pequeñito, y no del todo coherente. La cruz parece
estar justo detrás de la tracería, pero delante de la cruz caben varias
figuras, o sea, no es una perspectiva muy lograda. Su perspectiva es más bien
intuitiva, como le pasaba a van Eyck, pues estos primitivos flamencos no tenían
una técnica y un método, un estudio racional de la perspectiva como estaban
haciendo sus contemporáneos italianos, ya plenamente renacentistas.
Todo
el cuadro da una impresión monumental.
No solo por las dimensiones, sino también por esa composición, como si fuera un
grupo de esculturas. Es un cuadro con simetrías claras. La más destacada, cómo
la curvatura del cuerpo de Cristo se replica en la de su madre desmayada. Se
supone que con ello retransmitía la empatía, el sufrimiento común entre la
madre y el hijo, lo que se llama la compassio Mariae.
Hay
un trío de personajes a cada uno de los lados del grupo central. En cada uno de
los extremos, hay una mujer llorando: la Magdalena a la derecha, y Salomé a la
izquierda.
Historia
del cuadro
Según
el libro en el que mires, te darán una fecha u otra. Yo me quedo con lo que
dice el Museo del Prado, que es donde está: antes de 1443. Pero vamos, que lo
mismo ves como fecha «hacia 1435», «hacia 1436», «hacia 1438» o, incluso,
«hacia 1430-1435».
Se sabe que fue un encargo del gremio de los ballesteros de Lovaina. Una pista de ello se encuentra en las tracerías góticas de las esquinas. Si nos fijamos, están representadas dos ballestas pequeñas. Se cree que formaba parte de un retablo con varias tablas o políptico, un poco como el del Cordero Místico de los Van Eyck. De este han desaparecido las alas superiores y laterales.
Estaba
en la capilla de Nuestra Señora Extramuros de Lovaina, que el gremio había
fundado durante el siglo anterior.
Esta
obra la compró María de Hungría (1505-1558), que tenía un ojo estupendo para la
pintura. Ya mencioné a esta hija de Felipe el Hermoso y Juana la Loca al hablar
de El matrimonio Arnolfini, también
propiedad suya. María regaló este cuadro a su sobrino, Felipe II, que lo tuvo
primero en una capilla del palacio del Pardo y después lo llevó al monasterio
de El Escorial. Allí estuvo entre 1566 y 1939, que es cuando se llevó al museo
del Prado.
Por eso está en el Museo del Prado, creo que en la Sala 024 la última vez que lo miré.
Estilo: gótico flamenco
Este
cuadro, lo mismo que El matrimonio
Arnolfini, pertenece a la última fase de la pintura gótica, el gótico
flamenco. Como dije entonces, en la pintura gótica del siglo XV se distinguen
dos estilos, el internacional y el flamenco. En España, llamamos primitivos
flamencos a estos autores que vivieron en el siglo XV y trabajaron en la zona
que vagamente se puede denominar Flandes y abarcaría lo que hoy es el Benelux y
parte del norte de Francia.
A
los primitivos flamencos se les suele diferenciar en tres grupos, según el
tercio del siglo XV en que trabajen. Este pertenece al segundo tercio, a esos
pintores que concretaron los caracteres de la escuela con sus aportaciones.
Se
nota que, como pintura al óleo, los colores resultan intensos, brillantes, con
ese uso del color verde que hacían más los primitivos flamencos frente a los
renacentistas italianos, que no sé por qué, pero este color no les iba. Otros rasgos góticos son, por ejemplo, el uso de las líneas curvadas, los drapeados marcados y el fondo dorado
tan anticuado.
Cuando miro este cuadro y lo comparo con los de Van Eyck, noto aquí un mayor gusto por el volumen de las figuras, y, sobre todo, la expresión del
profundo sentimiento religioso. Todos los personajes están transidos de un
sentimiento patético. Unos más dueños de sí, más tristes, mientras otros se dejan levar llevar por el dolor hasta las lágrimas. En eso se nota que moderniza el estilo,
al presentar personajes más expresivos.
Con
ello se logra provocar emoción en el espectador. He visto relacionado este
cuadro con un movimiento religioso que había en aquella época, la devotio moderna, o sea «devoción
moderna», más sentimental y personal, con una relación directa entre el
creyente y la divinidad.
El
autor: Rogier van der Weyden
Su autor es Rogier van der Weyden, aunque esa es la forma flamenca de su nombre. Lo puedes encontrar como Rogier de le Pasture. Se sabe que nació en Tournai, en 1399 o en 1400, hijo de familia acomodada.
En aquella época, la ciudad formaba parte de Flandes, condado vasallo de la corona de Francia. A
partir de 1187 Tournai dependía directamente de la corona de Francia como seigneurie de Tournaisis. En el siglo XV
se produjo un auge del comercio textil de la ciudad y se convirtió en fuente de
materia prima para los tapices.
Allí
se formó Van der Weyden con otro pintor destacado: Robert Campin, maestro de
Flémalle. Luego trabajó en Bruselas al menos desde 1435, como pintor de la
ciudad. Allí falleció el 18 de junio de 1464.
Van der Weyden cultivó tanto la pintura religiosa como retratos. Se convirtió en modelo para pintores
posteriores de escenas dramáticas y también de vírgenes con niño. A través de copias, sus cuadros llegaron a otros lugares de Europa, desde Alemania
hasta España. Son imágenes más bien patéticas, con figuras entristecidas o
angustiadas, centrándose sobre todo, por lo tanto, en los sentimientos y las
emociones de los personajes santos.
Aunque
El Descendimiento es su obra maestra,
hay otras obras de Rogier van der Weyden que puedes ver en los libros de
Historia del Arte. A continuación, os pongo algunas:
San Lucas dibujando a la Virgen (1435-1440). Óleo sobre tabla, 137 x 110 cm. Museo de Bellas Artes (Boston, EE. UU.)
Tríptico de los Siete Sacramentos (1440-1445). Óleo sobre tabla, 200 x 97 cm (panel central); 119 x 63 cm (paneles laterales). Museo de Bellas Artes (Amberes, Bélgica)
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