Arca de los Marfiles (2009) Por Lourdes Cardenal [GFDL o CC BY-SA 4.0], vía Wikimedia Commons |
Ubicación:
San Isidoro, León
Fecha:
1059
Época: Arte románico
Uno
de los más antiguos ejemplos de escultura románica
Bueno,
pues empiezo a hablar del que llaman primer estilo internacional en Europa: el
románico.
El
nombre se lo pusieron los historiadores del XIX, en la creencia de que era
imitación de la Antigua Roma. En realidad, más bien era culminación de todos
esos estilos anteriores que hemos ido viendo: carolingios y otonianos en
Francia-Alemania, asturiano y mozárabe en España, por ejemplo.
Contribuyeron
a la difusión de sus formas las órdenes religiosas, en especial los
cluniacenses y, sobre todo, esos caminos de peregrinación que proliferaron
después del año 1000. Desde luego, el más importante, el camino de Santiago que
recorría Francia y España. Precisamente a través de esa vía los talleres
españoles transmitieron técnicas y temas que en parte procedían del arte
islámico.
León,
la Legio de los romanos, fue reconquistada
en 754, pero permaneció deshabitada durante cien años, fue repoblada alrededor
de 846, y conforme las fuerzas cristianas avanzaron hacia el sur, se convirtió
en capital del pujante reino de León con Ordoño II (914 - 924).
En
el año 1037 se produjo la batalla de Tamarón entre el rey leonés Bermudo III y
el conde castellano Fernando Sánchez; murió el rey leonés y por eso subió al
trono su hermana Sancha la cual, mira tú por dónde, estaba casada precisamente con Fernando el Castellano. Por lo visto, el casus belli de esa guerra eran tierras que eran (o no) dote de doña Sancha. La cosa es que la ahora reina leonesa le cedió los derechos a su marido. Total, que estos son los famosos don
Fernando y doña Sancha que se dedicaron, como tantos reyes medievales, a
construir iglesias y hacer donaciones. Reconstruyeron la colegiata de San
Isidoro de León, cuyo pórtico dedicaron a panteón real, y consagraron el templo en diciembre de 1063.
A
la Colegiata le regalaron esta Arca de los Marfiles o arqueta de San Isidoro de
León. Fue elaborada en los talleres eborarios (de marfil) de León, que floreció
especialmente en la segunda mitad del siglo XI. En sus obras se fundieron las
influencias europeas otonianas con elementos iconográficos autóctonos,
mozárabes.
El
marfil era un material noble con el que trabajaron ya en época del imperio
Romano, recordemos los dípticos consulares de la Antigüedad tardía; hay ejemplos bizantinos preciosos, luego en la época
de los carolingios y los otonianos, y obviamente, también el arte islámico
trabajó produciendo piezas espectaculares como el bote de la catedral de Zamora que ya hemos visto aquí y que data de cien años antes que los marfiles de esta arca.
Estamos ante una caja rectangular de casi medio metro de largo por 26 cm de ancho. Lleva una tapa troncopiramidal. Las veinticuatro placas de marfil que la decoran, representan a los apóstoles, ángeles y arcángeles y el
Tetramorfos. En el centro de la tapa se representa una escena del Apocalipsis,
con el Cordero que tiene tres patas apoyadas sobre el libro de los siete sellos
y otra sujetando una cruz patada, de tradición visigoda, dicen en la Wikipedia.
Las
figuras están bajo arcos, la mayoría de herradura, lo que recuerda al arte mozárabe e
islámico, aunque ya aparece alguno de medio punto, como es característico del románico. Hay temas
vegetales estilizados, que recuerdan inevitablemente al arte islámico. Dicen en ArteHistoria que «El interior está forrado con tela árabe de seda e inscripciones cúficas».
(Y es que hay que recordarlo, en esta época, la riqueza cultural, las sociedades más complejas y desarrolladas, eran dos imperios que quedaban por así decirlo, del borde de Europa hacia otros continentes: el musulmán que iba de la Península Ibérica hasta Asia central, así como el bizantino con la grandiosa Constantinopla a la cabeza. Mientras, Europa era pobre, rural, bárbara, con la iglesia como única institución que vagamente conservaba algo del orden y la regulación del imperio romano).
Los
reyes encargaron esta pieza para guardar reliquias, algo muy querido para los
católicos de todos los tiempos, por muy poco plausible que sea que se
conservaran siglos después huesos de personas que vivieron (si es que habían
vivido realmente) en tiempos del imperio romano. En este caso, se supone que
era para guardar la mandíbula de San Juan Bautista y el cuerpo de Pelayo, un
santo más reciente, pues se supone que lo martirizaron, a los catorce años, en
la Córdoba califal, 925. Cincuenta años después, sus restos fueron llevados de
Córdoba a León y a Oviedo.
En
el pasado, la caja estaba revestida de oro y piedras preciosas, pero fueron
arrancados por los franceses durante la Guerra de la Independencia.
En la Wikipedia hablan de esta
pieza de marfil.
La Colegiata de San Isidoro de
León es más conocida por sus pinturas románticas, de las que hablaremos en el futuro, que por las
joyas de su museo. Aquí, un breve clip sobre este edificio en ArteHistoria:
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