Catherine Malfitano, Estrasburgo (Ópera Nacional del Rin), 1980
Por Claude Truong-Ngoc
[CC BY-SA 3.0]
Via Wikimedia Commons
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La Traviata
Estreno:
Venecia, 6 de marzo de 1853
Compositor:
Giuseppe Verdi
Libreto
en italiano: Francesco Maria Piave, basado en La dama de las camelias de Alejandro Dumas, hijo.
Género: drama
Tal
día como hoy se estrenó, hace exactamente 165 años, en el Teatro de la Fenice,
de Venecia, una de las obras cumbres del género lírico.
Esta es una de mis óperas favoritas,
aunque Verdi no siempre me encante. Es cortita, ágil, tiene números preciosos,
tiene una historia de amor dentro, y es totalmente aconsejable para cualquiera
que quiera probar esto del género lírico.
La historia de La Traviata es bien conocida, hayas leído La dama de las camelias o visto la peli de Moulin Rouge!, que es prácticamente lo mismo: prostituta de nivel
que se enamora de un muchacho, se sacrifica y acaba muriendo por su enfermedad.
Baz Luhrmann, que aparte de director de cine lo es de ópera, se inspiró
claramente en esta obra, con algunos rasgos de La Bohème de Puccini para su modernización del género musical.
«Traviata» es algo así como perdida,
extraviada, y se refiere a la prota, Violetta es una cortesana. O sea, una
manera de decir a lo fino que es una prostituta con pocos amantes pero bien
escogidos. Vive en París y lógicamente es bastante escéptica en cuanto al amor.
En una fiesta le presentan a Alfredo, un muchacho enamorado de ella. Violetta
duda, no cree, pero el chico le ha entrado por el ojo. Y aunque remata el
primer acto con un canto a la libertad y la falta de compromiso (Sempre libera) la vemos en el segundo
cómo se ha ido a vivir al campo con su guapo mozo.
Lo que él no sabe es que ese lujazo de
vida lo tienen gracias a que ella ha ido sacrificando sus ahorritos. El padre
del chaval conseguirá que rompan, pero para que sea creíble y él no vuelva con
ella, tiene que hacerse de tal manera que ella le rompa el corazón. Lo que no quita que antes de abandonarlo, cante apasionadamente eso de «Amami, Alfredo».
La muy virtuosa Violetta está en el
último acto en las últimas, muriéndose. Alfredo regresa justo para entonar un
conmovedor dúo y que ella, febril, siga cantando antes de morir extática.
Sus tres actos, unas dos horas, se pasan
en un suspiro, sin que te sobre o falte ni una sola escena. Todo pasa muy
deprisa: te conozco, me enamoro, me sacrifico, muero.
Cuando se estrenó esta ópera no tuvo
mucho éxito. Puede que los cantantes no fueran buenos, o porque el tono sea más
realista de lo esperado. Pero en cuanto la gente le cogió el gusto a esta
ópera, ya no lo dejó, hasta el punto de ser una de las más representadas del repertorio.
El personaje de Violetta es uno de esos
que las grandes sopranos quieren hacer, porque es la protagonista absoluta,
tiene arias preciosas y además da mucho juego a la hora de desarrollarse
psicológicamente. Es un personaje con profundidad y riqueza de matices. Según
el momento, puede ser ligera y despreocupada, feliz o seria, melancólica,… en
fin, que da para que una buena actriz y cantante desarrolle todo su talento. Eso
significa que no es un rol fácil, porque el primer acto es más de soprano ligera y sus gorgoritos y los otros dos más de soprano dramática.
Ha habido unas cuantas Violettas
maravillosas. Interpretaron y grabaron este papel desde la Callas a Renatta
Scotto, la Sutherland o la Caballé, la encantadora Ileana Cotrubas, la siempre
elegante Pilar Lorengar o, más modernamente, Angela Gheorghiu o la Netrebko,
que hizo esta ópera con Rolando Villazón.
Momentos de esta ópera son unos cuantos.
A lo largo de dos horas pasas de uno a otro sin que nada se desperdicie.
Empezamos con el preludio que empieza
con un tono melancólica, luego se aviva con la brillantez de la fiesta que da Violetta
y en el que se produce un brindis, Libiamo
ne’ lieti calici, uno de los más conocidos (o el que más) de la historia de
la ópera.
En el rapidísimo segundo acto, destaca
el dúo Madamigella Valéry… Pura siccome
un angelo… entre Violetta y Germont, uno de esos de soprano y barítono que
me gustan bastante. A lo largo de su discusión el uno y la otra van cambiando
el tono. Quien empieza en plan ofensivo y exigente acaba suplicando.
En el melancólico final pasamos de la
tristona aria de Violetta Addio del
pasato…a un encendido dúo con Alfredo, al reencontrarse (Parigi, o cara)… pero no puede
levantarse y se da cuenta de que va a morir, lo cual da lugar a su lamento Morir sì giovine…, y es que eso de morir
joven no le gusta a nadie.
En You Tube hay unas cuantas
representaciones de esta ópera. Se puede ver por ejemplo esta dirigida por
Haitink en el Festival de Glyndebourne en 1988
Hay unas
cuantas grabaciones destacadas de esta ópera, así que no es fácil escoger una. Personalmente,
me inclino por una de las clásicas, aunque sea una grabación en vivo de los cincuenta
y el sonido no sea como las perfectas de estudio. Es la dirigida por Giulini
con Maria Callas de Violetta, Giuseppe di Stefano haciendo de Alfredo y Ettore Bastianini
como Germont. El coro y la orquesta son los del Teatro de La Scala de Milán.
Para lo más mitómanos, otra grabación de Maria Callas, la dirigida por Ghione con un jovencito Alfredo
Kraus en el teatro San Carlos de Lisboa, de 1958. Es lo que un bloguero ha llamado
El “milagro de Lisboa”.
«El día 27 de marzo de 1958, el Teatro Nacional de San Carlos es testigo de la representación más célebre de “La Traviata” de Giuseppe Verdi (1813-1901).»
Como de
esto también hay grabación, con sus ruidos, toses, aplausos y demás, puede
usted valorar si fue tan excepcional como dicen.
Para saber
más, la wikipedia. El libreto, en español e italiano, así
como discografía de referencia, en Kareol.
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