Póster en Film Affinity |
The Shawshank Redemption
Año: 1994
País:
Estados Unidos
Dirección:
Frank Darabont
Música:
Thomas Newman
Un clásico carcelario con final
antológico
Es posible que en pocas listas de «cien mejores» te incluyan esta y, sin embargo, me parece una película
de género ideal, con una sólida base literaria.
El guion se basa en un relato de Stephen
King, y tiene esa mezcla tan inquietante de lo cotidiano con lo extraordinario.
La dirección es impecable,
manteniendo el ritmo en todo momento, contándote la historia central de una
amistad entre dos personas muy diferentes, los personajes interpretados por Tim
Robbins y Morgan Freeman, que en un entorno muy hostil y embrutecedor, como es
una cárcel, logran conectar de una manera que les cambiará la
vida.
Como toda película carcelaria, habrá sus
violaciones, palizas, injusticias y corrupción. Aquí no hay ninguna redención
mágica, los personajes sufren, y tienen momentos tremendos, pero yo diría que
nunca dejan de soñar, y de pensar, y de sacar lo mejor de una situación realmente mala.
Hay momentos de suspense, pues no sabes
si realmente el personaje de Tim Robbins es inocente, como él dice. Al fin y al
cabo, en la cárcel, todos son inocentes.
Algunas escenas son tan puramente cinematográficas que se te quedan ancladas en la retina y las recuerdas muchos años después. La del personaje de Tim Robbins poniendo un disco de ópera, en
concreto el dúo de Susana y la condesa en Las
bodas de Fígaro y como, en mitad de un entorno despiadado, ese momento de
belleza enmudece a todos. La música ayuda a Tim Robbins a soportar las peores
experiencias, en una celda de aislamiento.
Creo que si acabas viendo esta película una y otra vez es por ese final
positivo. La manera tan hábil en que se resuelve cómo estos dos hombres
alcanzan la libertad es, simplemente, uno de esos momentos ¡sí! de triunfo, muy
a la americana, pero que siguen gustando porque funcionan… o funcionan porque
siguen gustando.
En manos de otros actores esto se habría
desbarrado en interpretaciones histéricas. Con otro director, el ritmo sería o
mucho más pausado o enloquecido, podría haber ido a cualquiera de los dos
extremos.
Robbins y Freeman están, simplemente
espectaculares, precisamente porque no pierden el tiempo en alharacas. Hay más
sabiduría interpretativa en una mirada calmada de Morgan Freeman que en cientos
de histrionismos mucho más aplaudidos.
El director, un novato por entonces, coloca
y encuadra de manera que todo parece fluir, sencillo, como si simplemente la
vida pasara ante la cámara. Lograr que lo importante sea la historia... eso
también hay que saber hacerlo. Pocos directores de las últimas décadas
consiguen ser potentes sin que se note que están ahí. A mí se me da un aire a lo
Clint Eastwood, con ese toque clásico que parece que no hay esfuerzo a la hora
de narrar y, sin embargo, hay mucho trabajo y pensamiento para lograr esa
naturalidad.
Leo por ahí que esta película pasó en su
momento sin pena ni gloria. Que, de hecho, tampoco recaudó mucho; hay que entenderlo, fue el año de Forrest Gump. Pero que,
con los años, ha ido ganando en fans, y no me extraña. Yo soy una de ellas. Es una
película redonda dentro de su género, creíble y en cierta forma, un canto apasionado
a la integridad del ser humano, a su valor intrínseco incluso en los momentos
más terribles.
Si no la has visto aún, no desaproveches
la ocasión. Y aunque vayas viendo cosas que te parezcan fuertes, o
desagradables, o te entristezcan, creedme, el final merece la pena.
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