miércoles, 18 de octubre de 2017

#7 1984


Nineteen Eighty-Four
Autor: George Orwell
Fecha de publicación: 1949

No hablan del pasado, hablan del hoy.

Esta novela es una de las distopías más famosas de la historia. Parecería que habla del totalitarismo de los nazis o de la URSS, pero no, mira más adentro y verás que habla también del hoy.

Ambientada en lo que entonces era el futuro, 1984 sigue a su protagonista, Winston Smith, que vive en un Londres que ya no se llama así y que forma parte de uno de los tres grandes estados en los que se divide la Tierra, en concreto, Oceanía. Estos tres grandes se enfrentan en una guerra permanente, infinita, que ninguno de ellos puede acabar de ganar ni perder.

Esto contribuye a controlar a la población. La gran masa son los proles, que llevan existencias muy básicas y sensuales, y luego están los miembros del Partido único, que mueven el cotarro.

Hay pantallas y micrófonos por todas partes, mirando, oyendo, controlando lo que la gente hace. Se pide una devoción incondicional e irracional al Gran Hermano. Y hay que creer lo que dice la propaganda, incluso cuando hoy dice una cosa y mañana la contraria.

Entre los instrumentos de control está el cambio continuo del pasado. Cuando este se vuelve incómodo, se destruyen documentos, escritos, fotos, hemerotecas enteras, y se reconstruyen con lo que debieron decir, y no lo que pasó en realidad.

La historia se reinventa continuamente, creando sucesos que no pasaron y borrando toda evidencia de otros que sí ocurrieron. Quien controla el pasado, controla el futuro, dicen en el libro, y el que controla el presente, controla el pasado.

Se inventan una neolengua, cada vez más pobre, para limitar la capacidad de pensamiento de la gente.

Y cosas como el doblepensar, es decir, ser perfectamente capaces de aceptar una cosa y la contraria sin ver ninguna incoherencia en ello. Sin sentir lo que en psicología se llama disonancias cognitivas.

Y llamando a las cosas lo contrario a lo que son, como el Ministerio de la Verdad, que es el que se encarga de crear mentiras, o el de la Paz, que se dedica a la Guerra.

Son un montón de conceptos que te hacen pensar.

El argumento es bastante simple. El protagonista vaga por este mundo, se plantea cosas, duda, tiene su lío amoroso, su momento de rebelión y, al final, lo atrapan, torturan y acaba rindiéndose a la presión del régimen. Aceptará como verdad lo que el Partido determine a cada momento.

La novela goza de ese estilo tan práctico y eficaz de casi todos los anglosajones, de manera que la lectura es bastante ágil y fácil.

Los personajes se te quedan clavados en la retina. Después de la película que hicieron, para mí Winston tendrá siempre el rostro de John Hurt.

Cuando leí este libro por vez primera, allá en los años ochenta, pensé que hablaba de los totalitarismos de los años 20-30 como el nazismo o la URSS y sus purgas constantes, confesiones forzadas, destrucción o borrado de personajes. Y sí, está claro que por la época en la que se escribió estaba describiendo sobre todo un futuro distópico con todo el mundo al estilo soviético.

Era la época de la movida, había llegado la democracia, entrábamos en la Comunidad Económica Europea,… seguro que eso no iba con nosotros.

Pero con los años me he dado cuenta de que las ideas que contiene la novela van más allá, se han hecho hueco en nuestra sociedad y, a pesar de la caída del Muro de Berlín, son trucos que siguen estando presentes.

¿Qué digo presentes? Precisamente el que ya no exista la URSS podemos ver más claramente los trucos de la propaganda. Ahora nos damos cuenta de que no hablaba de un régimen en particular sino de una forma de hacer política: la forma fascista, totalitaria, excluyente y brutal, de hacer política.

Me resulta curioso que no fuera la URSS sino España la que le hizo ver este tipo de manipulación, en particular la histórica. Será que es una forma de deshonestidad que se nos da particularmente bien. Así se puede leer en la wiki:

Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. (...) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas «líneas de partido». (...) Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la Guerra Civil Española? (...) Sin embargo, es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad.
Para que nadie se confunda, Orwell vino, según dijo, “a matar fascistas” y entró en el POUM, se encontró con las barbaridades, las mentiras y la propaganda de los estalinistas y acabó huyendo por pies, temiendo por su vida, y no precisamente por las balas franquistas.

Sus reflexiones me parecen aún vigentes. Lo vemos cotidianamente en los medios de comunicación. Veo a los extremistas de mi país (marxistas, nacionalistas y hasta chavistas) te cuentan unas historias que tú sabes que no son verdad, porque has leído los documentos, has visto y oído las grabaciones, y aun así mucha gente se lo cree.

¿No os suena actual ese doble lenguaje que usa el opresor diciendo que no, que quien oprime es “el otro”? ¿O que sea precisamente el que desarrolla comportamientos fascistas, pretendiendo imponerse al que piensa diferente mediante la violencia no amparada por la ley, es precisamente quien llama “fascista” al otro?

La diferencia del mundo actual respecto al futuro imaginado de 1984 es que no hace falta un partido único, ni tampoco violencia sistemática y torturas individualizadas para “convertir” a cada individuo. No hay que convertir uno a uno, sino lograr una masa crítica y después la conformidad social hará el resto (“no estoy convencido de esto, pero si todo el mundo lo dice, será, ¿para qué voy a ser el raro que dice otra cosa?”). Hay partes de España que llevan años –me parece a mí- como experimentos tipo Solomon Asch.

No, el fanatismo se puede dividir en partidos aparentemente distintos, con tal de que concierten una decidida acción común en la búsqueda conjunta del poder con exclusión de otros grupos. 1984 lo deja claro, el Partido quiere el poder por el poder; las grandes palabras son sólo excusas

Tampoco es necesario hacer como en el libro: controlar todos y cada uno de los documentos que quedan como testimonio del pasado, destruir los incómodos e inventarse otros. No, basta con la constante presencia de la televisión, alimentar a la gente con propaganda, y calentar las redes sociales con mensajes sencillos, repetitivos, aunque no sean verdad, sino postverdad al estilo Trump. Tú afirma algo con toda tu cara de cemento, que ya se encargarán de repetirlo una y otra vez quienes quieren comprarte el argumento, sin contrastar ni profundizar, y acabará creyéndoselo una mayoría suficiente.

Y si luego los hechos te desdicen, tú inmediatamente di lo contrario, y que siempre lo sostuviste. Cambias el discurso en mitad del partido y no pasa nada. La gente tenemos menos memoria que Dory la de Nemo, y nos creemos de verdad que donde un político dijo A (y lo oímos) en realidad dijiste B (y creemos que de verdad es lo que oímos). Es un truco de tarotista, mentalista y mago de los de toda la vida.

Y sigue funcionando.

Hay argumentos que la gente siempre está dispuesta a comprar:
… todas las cosas malas de la vida que te pasan, siempre son culpa del otro;
… siempre hay una solución sencilla y fácil que es la que yo te doy;
… y si no te pasan cosas realmente malas, ya me ocupo yo de inventarlas y hacerte creer que eres víctima de ellas, para incitar tu odio, tu sentimiento de humillación y poderte usar como masa que simplemente sienta, y no piense.

Así se explica el populismo, de izquierdas y de derechas, los partidos excluyentes –en suma- que sólo quieren una sociedad con los que han conseguido convencer de su verdad y no una en la que quepamos más o menos todos. Da carta blanca para odiar, escupir, humillar y aislar a todo el mundo que no te gusta y encima te sientas bien por ello porque el grupo (los guays, los enrollados, los molones) te lo jalea.

La cosa es que funciona. Y, ¡ojo! Que nadie se crea a salvo de dejarse atrapar por estos cantos de sirena. Todos podemos ser víctimas de las mentiras de los medios y de los políticos, y encima creernos muy listos porque pensamos que sabemos algo que el resto no sabe.

Y nos engañan como a niños.

Por eso hay que estar alerta y entender cómo funciona la propaganda, y cómo nos mienten y manipulan los medios y los políticos.

Así que, en mi opinión, si crees que 1984 sólo está hablando del estalinismo, me parece que te has quedado en la superficie.

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