Fotograma de la película (via Wikimedia Commons) |
Il gattopardo
Año: 1963
País: Italia
Director: Luchino Visconti
Música: Nino Rota
Si queremos que las cosas se queden como están, las cosas
tienen que cambiar.
La historia
resumida consiste en que el príncipe de Salina intenta conservar a su familia y
los privilegios de su clase social en medio de la invasión garibaldina de
Sicilia, episodio de la unificación italiana.
La idea de “cambiar algo
para que todo siga igual” se ha hecho popular sobre todo a partir de esta
película, aunque esté basada en El
gatopardo de Lampedusa. Es un pensamiento cínico que nos recuerda que al
final, los que acaban sacando tajada de todo cambio social o político son
siempre los mismos, algo muy oportuno para darse cuenta de que se trata sólo de
repartir un poco de poder, pero que en cuanto se tiene, los modos y los beneficios
siguen siendo los mismos y para los mismos.
Al final, se trata solo de pasar a
formar parte de la casta, aunque sea sólo con un estilo un poco distinto. ¿A
qué me suena? En fin, sólo los jóvenes creen que algo puede cambiar de verdad radicalmente, y sólo los viejos piensan que es imposible que cambie nada.
Esta película está
realizada con esa exquisitez por el detalle tan propia de Visconti, con unos
actores espléndidos, un elegantísimo Burt Lancaster que le daba sopas con honda
a los jovencitos representaba a lo decadente, lo antiguo, y la juventud nunca
estuvo más hermosamente encarnada que en los vibrantes Claudia Cardinale y
Alain Delon.
Súmale la maravillosa
música de Nino Rota y tendrás una de esas películas clásicas que se ve con gran
placer y entretenimiento. Había un vals obra de Verdi y que Nino Rota lo orquestó,
pero al parecer, el famoso vals entre la bella Claudia y el elegante Lancaster
sí que es obra de Rota. De Nino Rota y esta partitura hablan aquí y aquí.
Hay que verla sin
prisas, dejándose llevar por los recovecos de la historia, ¡esos trajes, esos
palacios…! ese mundo que se acaba, que ya no volverá a ser el mismo pero en el
que, en esencia, seguirán mandando los mismos.
Te deja
con una sensación de melancolía, pero a gusto.
Lo cual es un
poquito,… decepcionante. Hay momentos en el guión en que esperas un giro, una
violencia repentina, un secreto inesperado, algo de morbo oculto en la relación
entre el príncipe y Angélica,… pero no, las cosas son “como tienen que ser”. Don
Fabrizio se adapta a los tiempos, nada con la corriente y cambia un poquito
para que las cosas sigan siendo iguales. A veces las cosas son, simplemente, lo
que parecen. Y todo el mundo está contento por ello y sigue adelante, sin
pensar en los cadáveres de los ilusos que dejan a su espalda.
Es una
de esas películas que tiene varias versiones, con más o menos metraje,
dependiendo del mercado en el que se proyectaba.
Entre
otros premios, obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes.
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