Winterreise, Op. n.º 89, D. 911.
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¿Franz Eybl?: Franz Schubert (1827) Dominio público, via Wikimedia Commons |
Compositor: Franz Schubert
Estreno/Publicación:
Viena, 1828
Hoy, 18 de mayo, se cumplen
diez años de la muerte de Dietrich Fischer-Dieskau (n. Berlín, 28-5-1925) barítono,
director de orquesta y musicólogo, mi cantante preferido.
Para celebrar la efemérides, escribo esta entrada sobre uno de los ciclos
de canciones, lieder, de Schubert. Fischer-Dieskau está considerado el mejor
cantante de lieder de la historia, si es que en estas cosas se pueden hacer clasificaciones como si fuera una competición deportiva. No sólo los interpretó y grabó, sino que los
estudió y escribió sobre ellos. Su integral sobre los lieder de Schubert carece
de parangón. Todo lo que Franz compuso lo grabó Dietrich, en algunos casos varias veces.
Así ocurre con los grandes ciclos de canciones. Schubert compuso tres
grandes ciclos: La bella molinera, El
canto del cisne y este Viaje de
invierno, de tono oscuro, dramático. Fischer-Dieskau los grabó con varios
pianistas, y varias veces, de joven, de adulto, de mayor… Todas ellas son estupendas. Pero la que es de referencia es la que grabó para la
EMI en los años cincuenta creo que fue, con Gerald Moore. Fantástico.
Un lied (plural, lieder) es una canción, sin más. Normalmente
se partía de poemas de escritores, unos más famosos y otros menos, y se
musicalizaban con acompañamiento de piano. Mozart compuso algunos, como la famosa Das Veilchen, «La violeta» (1785, K.
476), sobre poema de Goethe. En el siglo XIX destacaron componiendo lieder Schumann y, sobre todo, Hugo Wolf; ya en el siglo XX, Richard Strauss o Gustav
Mahler. Estos ciclos más modernos sustituyen el piano por la orquesta, así que resultan
menos íntimos.
Pero vamos, el rey de los lieder sería Schubert. Musicalizó muchísimos poemas, algunos sueltos y otros en ciclos de
canciones, hasta sumar unas seiscientas canciones. Una producción maravillosa incluye muchísimas obras maestras que te cuentan toda una historia en formato breve, con el piano y la voz complementándose: A la
música (An die Musik), La trucha (Die Forelle), La muerte y la doncella (Der
Tod und das Mädchen), El rey de los elfos (Erlkönig)… Más de uno lo he
comentado aquí, porque me parecen maravillosos.
Este ciclo de canciones, Viaje de invierno, lo compuso Schubert en los últimos dos años de su vida. A diferencia de El canto del cisne, que
parecen simplemente una recopilación de lieder, tanto La bella molinera como
Viaje de invierno son ciclos con sentido propio, las canciones te van contando una historia.
Estamos en lo que para mí es la estética Biedermeier, un aburguesamiento del Sturm
und Drang del siglo anterior, movimientos románticos o prerrománticos. Lo importante
no es el viaje en sí, o no solo el paisaje exterior, sino el interior,
las impresiones, los sentimientos, la emoción que crea en el poeta o cantante su vivencia, sus recuerdos, las cosas con las que sueña,...
La ilustración perfecta de este tipo de sensibilidad son las obras del pintor Caspar David Friedrich. Ponen una en la Wikipedia que le viene al pelo. Escuchando este ciclo de canciones, no me digáis que no os podéis imaginar al poeta como la figura solitaria, pequeña, superada por la nieve y el frío, la grandeza de lo que le rodea.
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Paisaje invernal con una iglesia en ruinas (1807-08) |
La base literaria de Viaje de invierno son poemas de Wilhelm Müller publicados en 1823-24.
Schubert musicalizó los doce primeros en febrero de 1827, y los otros doce en
otoño de ese año. La publicación también fue partida: en enero de 1828 y,
póstumamente, en diciembre de 1828. De hecho, esa fue lo último que hizo en su
vida, corregir las pruebas para esta segunda publicación. Murió el 19 de noviembre de 1828.
En esta época final de su vida, Schubert andaba enfermo, bastante deprimido, y ese aire
melancólico y desesperanzado se transmite a la obra. Viaje de invierno parte de un amor no
correspondido. El enamorado sale a pasear, solitario, hundiéndose en su tristeza,
y sin hablar con nadie. Solo al final se encontrará con un organillero.
De todos los lieder, yo creo que el que más me gusta es «Frühlingstraum», Sueño de primavera, en la que sueña con una primavera ideal en la que todo reverdecerá, y también
el amor de ella, a la que estrechará de nuevo en sus brazos. No obstante, la
cruda realidad se impone. Alterna la tonalidad mayor cuando sueña, cuando aún cabe una esperanza, menor cuando
se da cuenta de que eso no va a pasar.
Para saber más, el artículo en la Wikipedia, que detalla el contenido de cada poema.
Este ciclo tan especial tiene bibliografía excelente al alcance del lector en español.
Fischer-Dieskau publicó una obra monumental sobre los Lieder de Schubert, Hiperión Ediciones, con traducción de Fernando Pérez
Cárceles. El tenor Ian Bostridge ha escrito concretamente sobre este ciclo, Schubert's Winter Journey: Anatomy of an
Obsession (Faber and Faber, 2014), que en español sacó Acantilado, con el título de «Viaje de invierno» de Schubert. Anatomía de
una obsesión, y con Luis
Gago como traductor.
La grabación que yo prefiero es… cualquiera del barítono Dietrich
Fischer-Dieskau, por supuesto. Ya digo que la de referencia es la que grabó con
Gerald Moore para la EMI en los años cincuenta. Se ha adaptado a otras voces;
por poner una grabación en voz femenina, tenemos la de Brigitte Fassbaender,
mezzosoprano, con Reimann al piano, para EMI también.
Por You Tube hay unas cuantas interpretaciones, que casi mejor que no pongo, pero vamos, pones «winterreise fischer-dieskau» y te salen unas cuantas Winterreise, con Gerald Moore, Jörg Demus, Alfred Brendel...
Prefiero indicaros que hay clips, más largos y más cortos, con Dietrich, en el canal de You Tube EuroArtsChannel. En uno de los reportajes dice que se consideraba más un músico que un cantante.
Obituario en The Guardian, del que tomo la fotografía de Dietrich que hay sobre estas líneas.