La tempestad
(La tempesta)
Fecha: h. 1504
Estilo: Arte renacentista
Autor: Giorgio Barbarelli da
Castelfranco, más conocido como Giorgione
Técnica: óleo sobre lienzo
Ubicación: Galerías de la Academia
(Venecia, Italia)
Uno
de los mayores enigmas de la historia de la pintura
En
1530, el literato y coleccionista veneciano Marcantonio Michiel (1484 -1552) vio
este cuadro en casa de los Vendramin, y lo describió de la siguiente manera en
su Notizia d’opera di disegno:
«pequeño paisaje, sobre lienzo, con una tempestad, una gitana y un soldado».
En
realidad, no se sabe seguro que los personajes fueran una gitana y un soldado,
pero atina Michiel en destacar los dos elementos estilísticos más importantes
de este cuadrito.
Primero,
estamos básicamente ante un paisaje («paesaggio»), género pictórico que se
desarrolló en el siglo XVI y al que contribuyeron grandemente los venecianos.
Los fondos, en la Edad Media, tendían a ser dorados o monocromos. Poco a poco,
autores como Giotto, fueron introduciendo elementos de la naturaleza, como
arbolitos o montañas. En el Renacimiento seguía existiendo la excusa
argumental, tenían que aparecer personajes, o contarse una historia, pero cada
vez con menor relevancia.
Aquí
el paisaje lo domina prácticamente todo. En primer plano, a la derecha, en una
ribera y ante unos matorrales, una mujer desnuda que mira hacia el exterior, al
espectador del cuadro, amamanta a un niño. Un lienzo le cubre los hombros.
Al
otro lado del arroyo, un hombre joven, de colorida vestimenta roja, y apoyado
en lo que puede ser un palo o una pica, mira hacia la derecha, posiblemente a
la mujer.
Entre
ellos, la corriente de agua serpentea y lleva nuestra mirada hacia el fondo,
donde lo cruza un puente.
Al
lado izquierdo, vemos unas columnas rotas y un edificio de arcos clásicos. A la
derecha, edificaciones medio tapadas por árboles y arbustos. Si te fijas en la
primera, en un tejadillo, se puede distinguir una cigüeña, blanca contra el
cielo plomizo.
Pero lo segundo en que se fijó Michiel fue en que aquí había una tempestad. Y es que, efectivamente, nos sentimos atraídos por ese cielo tormentoso, esa tormenta que da
nombre al cuadro. Entre las nubles plomizas, un rayo cruza el cielo e ilumina los ominosos nubarrones. Se trata
de una representación verosímil de la naturaleza, del cielo, algo que
progresivamente se iba consiguiendo.
No se trata solo de que describa un fenómeno de la naturaleza. Es que contribuye a lo que se convierte, al final, en un paisaje
emocional. La luz de la tormenta, eléctrica e inquietante, baña toda la escena.
Por ello la sensación que transmite es de desasosiego. Nada bueno puede salir
de esto. Tanto en la época pagana como en la cristiana, los rayos se tomaban
como presagios negativos, indicios de la cólera de los dioses.
Esta
concepción del paisaje de forma tan poética fue continuada por pintores como
Tiziano, solo una década más joven que Giorgione pero que vivió muchísimos años
más, mientras que Giorgione murió joven. Con todo esto, el cuadro se convertía en un paisaje con figuras, en vez de unas figuras que
representan una escena en un paisaje. Esa atmósfera algo opresiva se convierte
en el tema real, al que se someten las propias figuras.
El
estilo es muy veneciano. No solo por esa importancia del paisaje, tan propio de
esa escuela, sino también por el cromatismo. Los colores predominan sobre el
dibujo. Son además, tonos intensos, lo que hoy llamaríamos colores joyas. La
superficie pictórica luce el brillo del rubí y las esmeraldas, el blanco níveo
de las perlas.
Son
esos tonos, las suaves gradaciones de los colores, ese esfumato, lo que
convierte en este cuadro en algo novedoso, un ejemplo de la transición de las perspectiva
geométrica que vemos más propia del Renacimiento florentino hacia la
perspectiva aérea propia del manierismo y el barroco.
Lo
que más encontrarás, a la hora de comentar este cuadro, es lo enigmático que
resulta. Qué se representa aquí no se sabe, y hay teorías para todos los
gustos. No voy a detallarlas, porque eso daría no para uno sino para decenas
libros. Se ha querido ver tanto un tema veterotestamentario (Moisés salvado de
las aguas) como cristiano (Descanso en la huida a Egipto), de la antigüedad
griega (Enone) y romana (Lavinia), incluso temas alegóricos (la Constancia y la
Caridad) o alusiones a determinadas obras literarias. Hay quien dice –y esto no
deja de tener su interés, pero me suena a boutade
de artista moderno, más que de la Venecia de principios del XVI–, que en
realidad Giorgione no quiso desarrollar ningún tema en particular, sino
simplemente presentar una figura masculina y otra femenina en un paisaje, como
una especie de tour de force que
demostrara su habilidad.
Eso sin contar que todo podía llevar un significado oculto. Por
ejemplo, la cigüeña simbolizaba el amor de los niños
por sus padres, o un pilar, símbolo de firmeza y estabilidad.
La
cosa se complicó cuando, haciendo radiografías al cuadro, se descubrió que
donde está el soldado o pastor, primero se pintó otra mujer desnuda. Con lo que
no se resolvía nada, en realidad.
El
cuadro no está datado, pero se sitúa en la época de madurez de Giorgione. Se
han dado varias fechas; en la Wikipedia se deciden por un «hacia 1508». En el
sitio de las Galerías de la Academia, recuerdan que las dataciones oscilan entre
1503 y 1509. Consideran lo más plausible que fuera un encargo de Gabriele
Vendramin hacia 1504:
«un año decisivo para su viaje personal y, por tanto, cronológicamente más
distante de la pintura "monumental" de Giorgione de sus últimos años».
Es
la obra más conocida del Giorgione. Mide 82 x 73 centímetros. Está elaborada en
óleo sobre lienzo. El óleo, como ya vimos al hablar de cuadros pintados por los
flamencos, permitía esa luminosidad, al pintar fina capa sobre capa. Leí por
ahí que la particular técnica de veladuras que se empleaba allí hacía que los
cuadros tuvieran que repintarse y que, de hecho, muchas obras de Giorgione
recibieron nuevas capas pictóricas de autores posteriores como Ticiano.
Estilísticamente,
este cuadro se sitúa en el Renacimiento veneciano, en lo que sería ya el
Cinquecento. Porque no solo en Florencia y Roma se produjeron obras maestras.
La
escuela veneciana destacaba por su cromatismo, la excelencia de sus retratos y
la atención que prestaban a la representación del paisaje. Quienes consolidaron esa forma de hacer las cosas fueron pintores del siglo XV como Gentile y Giovanni Bellini o Carpaccio. Los grandes continuadores fueron maestros como Tiziano, Veronés y
Tintoretto.
Este cambio se estaba produciendo, curiosamente, en un momento, la primera década del siglo XVI, que fue de todo menos fácil para la republica de Venecia. La riqueza les venía de ser centro comercial entre
oriente y occidente. Pero el chollo se les acabó con los viajes de
exploración transoceánicos. La más moderna tecnología naviera estaba en la península
Ibérica. Eso llevó a Portugal a explorar la vía que rodeaba África, en busca de
los mercados orientales. Y la cosa empeoró cuando la Corona de Castilla se dirigió hacia el Oeste, a buscar una ruta por el otro lado y acabó descubriendo a los europeos todo un Nuevo Mundo, lo que llevó a la primera globalización. Decían
cosas como «Cristóbal Colón ha causado
más daño del que jamás aparejaran todos los genoveses juntos. Pues, con su
descubrimiento del Nuevo Mundo, ha mostrado que pueden venir por mar esas
especias y aromas que, transportadas a lomo de camellos hasta Alepo, y después
por mar, habían hecho de Venecia el almacén de Europa».
Hay que añadir que estamos en la primera fase de la guerra de la liga de Cambrai que era prácticamente
todos (el papa, el emperador Maximiliano, Francia y España) contra la república
veneciana. La derrota en Agnadello, en 1509, marca el fin
de su expansión territorial. Y ese mismo año, los portugueses lograron la decisiva
victoria en la batalla naval frente a Diu, lo que significó que durante un
siglo, se convirtieran en el poder hegemónico en el Índico, con lo que controló
la ruta marítima de las especias.
Con esto, el puerto adriático amenazaba con hacerse irrelevante. Consiguió
sobrevivir renunciando a ambiciones territoriales, fomentando la diplomacia y
jugando a tres bandas, o a cuatro, las que hagan falta.
Así
pudo seguir produciendo un arte magnífico a lo largo de los siglos XVI y XVII.
Ya sabéis que donde hay money, hay
poderío y se fomentan las artes. No es de extrañar que en tantos cuadros se exalte
la opulencia, ciertos metales y ricos tejidos, la riqueza, en suma.
Lo
suyo siempre fue, como ya se ha dicho, el colorido, y una cierta sensualidad
que evoca la idea del carpe diem. Una
razón que se ha dado para ese amor por el cromatismo, por el color antes que
por la línea y el dibujo, es la propia realidad veneciana. Una ciudad brumosa,
con las miasmas y el vapor de la laguna que difuminaba los contornos. Así que
acostumbraba el ojo más a las volúmenes y a los colores que a la nitidez del
dibujo preciso. También, el ser una metrópoli con gentes de todo el mundo, le
daba un colorido especial a sus calles y canales, con tanto traje vistoso y
personas diferentes.
El
autor
Giorgio
o Zorzi da Castelfranco llamado Giorgione
nació en 1476 o 1477, en Castelfranco, localidad que estaba en tierra
firme, en la provincia de Treviso. Fue un artista intelectual, que además
cultivaba la música. Es por ello que sus cuadros podrían tener todos los significados ocultos y literarios del mundo, viviendo como vivía en un ambiente tan sofisticado.
Tiziano se formó a su lado, y juntos trabajaron en proyectos como los frescos para la
Fondaco dei Tedeschi.
Murió
en Venecia en 1510, relativamente joven. Pocas obras se le pueden atribuir
con certeza. Y aun con ello, su obra, especialmente esta, es una de las esenciales de la historiografía del arte.
Otras
obras
Os pongo un par de otras obras suyas que veréis citadas, sobre todo porque tienen cierta trascendencia y fueron modelos a imitar por artistas posteriores.
«Fiesta campestre» (1508-1509), óleo sobre tabla, 110 cm × 138 cm, Museo del Louvre, París (Francia).
En el renacimiento veneciano se pintaron estas escenas campestres con músicos, ninfas o musas, en un paisaje idílico. Más tarde, les imitarían los franceses del Barroco, con cuadros de fêtes galantes (fiestas amorosas) como las de Fragonard o Watteau. En realidad debieron se representaciones alegóricas de la música, la poesía, el amor sagrado y profano,… esas cosas. Ya en el siglo XIX, fue una referencia para Manet y su Desayuno en la hierba: hombres vestidos y mujeres desnudas en un entorno natural.
«Venus
dormida» o «Venus de Dresde» (h. 1509-1510), óleo sobre tabla, 108,5 cm × 175 cm,
Gemäldegalerie Alte Meister, Dresde (Alemania).
Se cree que estaba pintando esta obra cuando falleció, motivo por el cual se le atribuye a él la
figura femenina y la roca que queda detrás, detrás, y a Tiziano el paisaje y las telas. Se crea con este
cuadro el modelo de representar a una bella mujer tumbada, abandonada a sus
ensoñaciones en mitad de un paisaje en el que predominan los amarillos y los
azules. Es indudablemente el modelo para la «Venus de Urbino» de Tiziano.
Probablemente sea el primer desnudo femenino como tema aislado, el desnudo por
sí mismo, desde las diosas de la antigüedad; se le llama Venus, pero realmente
no hay ninguno de los elementos que habitualmente acompañan a la diosa.