Santa Catalina
Fecha: h. 1510
Estilo: Arte renacentista
Autor: Fernando Yáñez de Almedina
Técnica: óleo sobre tabla
Ubicación: Museo del Prado (Madrid, España)
Una
princesa egipcia vestida al estilo del Renacimiento
Esta
figura de tamaño ligeramente mayor del natural (mide 212 x 112 cm) es la más
representativa, a mi juicio, del Renacimiento español. Y, con su serena mirada,
y tranquilidad, pese a representar a una mártir, es de las más hermosas. Por eso la traigo aquí.
Para
que comprendamos lo que representa hay que tener en cuenta el lore católico, que diría mi milenial de
cabecera. La leyenda de santa Catalina de Alejandría es la de una princesa
cristiana, hija del rey Costo, con la que el emperador Majencio (en unas fuentes, dicen Maximino) quiso casarse, y ella lo rechazó; quiso que hiciera sacrificios paganos, y de nuevo ella dijo que no. Le pusieron a debatir con sabios, para que la convencieran, y al final fue al revés: ella los convirtió al cristianismo. A los sabios los condenó a la hoguera. A ella, a la cárcel, a morir de hambre, pero una paloma enviada por Dios la alimentó. Ordenó que la mataran con la rueda dentada pero una nueva intervención divina la salvó, partiendo la rueda, cuyos trozos cayeron sobre el público. Finalmente, hartito ya, hizo que la decapitaran.
Una
historia así la puedes representar en plena faena de torturar hasta la muerte a
la pobre muchacha, con todo el gore, cosa que sería como más del barroco, o bien como una figura,
rodeada de objetos alusivos a su vida y obras.
Aquí
se opta por esta segunda vía. Una mujer tranquila, que viste con todo el lujo
de una aristócrata renacentista. En las mangas luce letras cúficas. Al recoger
el manto con una mano, se ve una primera falda decorada con detalles nasji, un estilo de caligrafía árabe, de
formas redondeadas y letras pequeñas, es decir, uso del alfabeto árabe como elemento
decorativo. Lleva un collar de perlas de varias vueltas, de la que cuelga un joyel, oro y piedras preciosas.
Sostiene
una espada, alusiva a su decapitación. Pisa la rueda dentada de su martirio. Detrás,
vemos una corona (que alude a que es una royal) y un libro (demostrativo de su
sabiduría) sobre el cual se distingue la palma del martirio.
El
siglo XVI español se divide, artísticamente, en tres partes. El primer tercio
de siglo sigue dominado por la influencia flamenca, pero hay excepciones
italianizantes, y Yáñez de la Almedina es una de ellas. La temática habitual en
aquella época era religiosa, y así se ve con esta Santa Catalina. La influencia italiana entró en la península a
través de Levante, en concreto por Valencia, lo cual es lógico, siguiendo las
rutas comerciales entre la península italiana y la ibérica.
No se conoce mucho de su autor. Se supone que era de origen manchego, como Fernando de los Llanos, con quien trabajó en
el retablo de la Catedral de Valencia. Estos dos Fernandos aparecieron en la ciudad del Turia
en torno al año 1506. De Fernando Yáñez de la Almedina se dice que trabajó
probablemente con Leonardo da Vinci, o al menos que tuvo conocimiento de su obra.
La
huella leonardesca es evidente, en este cuadro, en el rostro de la santa, con
esa suavidad de formas, el esfumado, la sonrisa un poco distraída, ensimismada.
A pesar de que la santa se supone que sufrió atrocidades, se la ve con una placidez
o tranquilidad interior.
La
historia del cuadro no se sabe segura. En esta página web del Museo del Prado se
informa de que pudo hacerse para la iglesia de santa Catalina, donde Yáñez y Fernando
de Llanos, trabajaron en 1510. La tabla perteneció a valencianos: la familia
Creixell primero y al grabador Vicente Peleguer después. La tenía en su
colección el marqués de Casa–Argudín. El Ministerio de Educación Nacional la
compró en 1946 para el Museo del Prado.
A mí me gusta mucho este cuadro, es de esos que tú vas por El Prado, fijándote en otras cosas y de repente ves esto y te explicas perfectamente que la consideren «icono imprescindible de las salas de pintura española del XVI», y por eso la pongo aquí, que para eso es mi blog.
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