domingo, 12 de septiembre de 2021

#34 Giorgione: La tempestad

 



 


La tempestad

(La tempesta)

 

 

Fecha: h. 1504

Estilo: Arte renacentista

Autor: Giorgio Barbarelli da Castelfranco, más conocido como Giorgione

Técnica: óleo sobre lienzo

Ubicación: Galerías de la Academia (Venecia, Italia)

 

 

Uno de los mayores enigmas de la historia de la pintura

 

En 1530, el literato y coleccionista veneciano Marcantonio Michiel (1484 -1552) vio este cuadro en casa de los Vendramin, y lo describió de la siguiente manera en su Notizia d’opera di disegno

«pequeño paisaje, sobre lienzo, con una tempestad, una gitana y un soldado».

En realidad, no se sabe seguro que los personajes fueran una gitana y un soldado, pero atina Michiel en destacar los dos elementos estilísticos más importantes de este cuadrito.

Primero, estamos básicamente ante un paisaje («paesaggio»), género pictórico que se desarrolló en el siglo XVI y al que contribuyeron grandemente los venecianos. Los fondos, en la Edad Media, tendían a ser dorados o monocromos. Poco a poco, autores como Giotto, fueron introduciendo elementos de la naturaleza, como arbolitos o montañas. En el Renacimiento seguía existiendo la excusa argumental, tenían que aparecer personajes, o contarse una historia, pero cada vez con menor relevancia.

Aquí el paisaje lo domina prácticamente todo. En primer plano, a la derecha, en una ribera y ante unos matorrales, una mujer desnuda que mira hacia el exterior, al espectador del cuadro, amamanta a un niño. Un lienzo le cubre los hombros.



Al otro lado del arroyo, un hombre joven, de colorida vestimenta roja, y apoyado en lo que puede ser un palo o una pica, mira hacia la derecha, posiblemente a la mujer.

Entre ellos, la corriente de agua serpentea y lleva nuestra mirada hacia el fondo, donde lo cruza un puente.

Al lado izquierdo, vemos unas columnas rotas y un edificio de arcos clásicos. A la derecha, edificaciones medio tapadas por árboles y arbustos. Si te fijas en la primera, en un tejadillo, se puede distinguir una cigüeña, blanca contra el cielo plomizo.

Pero lo segundo en que se fijó Michiel fue en que aquí había una tempestad. Y es que, efectivamente, nos sentimos atraídos por ese cielo tormentoso, esa tormenta que da nombre al cuadro. Entre las nubles plomizas, un rayo cruza el cielo e ilumina los ominosos nubarrones. Se trata de una representación verosímil de la naturaleza, del cielo, algo que progresivamente se iba consiguiendo.

No se trata solo de que describa un fenómeno de la naturaleza. Es que contribuye a lo que se convierte, al final, en un paisaje emocional. La luz de la tormenta, eléctrica e inquietante, baña toda la escena. Por ello la sensación que transmite es de desasosiego. Nada bueno puede salir de esto. Tanto en la época pagana como en la cristiana, los rayos se tomaban como presagios negativos, indicios de la cólera de los dioses.


Esta concepción del paisaje de forma tan poética fue continuada por pintores como Tiziano, solo una década más joven que Giorgione pero que vivió muchísimos años más, mientras que Giorgione murió joven. Con todo esto, el cuadro se convertía en un paisaje con figuras, en vez de unas figuras que representan una escena en un paisaje. Esa atmósfera algo opresiva se convierte en el tema real, al que se someten las propias figuras.

El estilo es muy veneciano. No solo por esa importancia del paisaje, tan propio de esa escuela, sino también por el cromatismo. Los colores predominan sobre el dibujo. Son además, tonos intensos, lo que hoy llamaríamos colores joyas. La superficie pictórica luce el brillo del rubí y las esmeraldas, el blanco níveo de las perlas.

Son esos tonos, las suaves gradaciones de los colores, ese esfumato, lo que convierte en este cuadro en algo novedoso, un ejemplo de la transición de las perspectiva geométrica que vemos más propia del Renacimiento florentino hacia la perspectiva aérea propia del manierismo y el barroco.

Lo que más encontrarás, a la hora de comentar este cuadro, es lo enigmático que resulta. Qué se representa aquí no se sabe, y hay teorías para todos los gustos. No voy a detallarlas, porque eso daría no para uno sino para decenas libros. Se ha querido ver tanto un tema veterotestamentario (Moisés salvado de las aguas) como cristiano (Descanso en la huida a Egipto), de la antigüedad griega (Enone) y romana (Lavinia), incluso temas alegóricos (la Constancia y la Caridad) o alusiones a determinadas obras literarias. Hay quien dice –y esto no deja de tener su interés, pero me suena a boutade de artista moderno, más que de la Venecia de principios del XVI–, que en realidad Giorgione no quiso desarrollar ningún tema en particular, sino simplemente presentar una figura masculina y otra femenina en un paisaje, como una especie de tour de force que demostrara su habilidad.



Eso sin contar que todo podía llevar un significado oculto. Por ejemplo, la cigüeña simbolizaba el amor de los niños por sus padres, o un pilar, símbolo de firmeza y estabilidad.

La cosa se complicó cuando, haciendo radiografías al cuadro, se descubrió que donde está el soldado o pastor, primero se pintó otra mujer desnuda. Con lo que no se resolvía nada, en realidad. 

El cuadro no está datado, pero se sitúa en la época de madurez de Giorgione. Se han dado varias fechas; en la Wikipedia se deciden por un «hacia 1508». En el sitio de las Galerías de la Academia, recuerdan que las dataciones oscilan entre 1503 y 1509. Consideran lo más plausible que fuera un encargo de Gabriele Vendramin hacia 1504:

«un año decisivo para su viaje personal y, por tanto, cronológicamente más distante de la pintura "monumental" de Giorgione de sus últimos años».

Es la obra más conocida del Giorgione. Mide 82 x 73 centímetros. Está elaborada en óleo sobre lienzo. El óleo, como ya vimos al hablar de cuadros pintados por los flamencos, permitía esa luminosidad, al pintar fina capa sobre capa. Leí por ahí que la particular técnica de veladuras que se empleaba allí hacía que los cuadros tuvieran que repintarse y que, de hecho, muchas obras de Giorgione recibieron nuevas capas pictóricas de autores posteriores como Ticiano.

Estilísticamente, este cuadro se sitúa en el Renacimiento veneciano, en lo que sería ya el Cinquecento. Porque no solo en Florencia y Roma se produjeron obras maestras.

La escuela veneciana destacaba por su cromatismo, la excelencia de sus retratos y la atención que prestaban a la representación del paisaje. Quienes consolidaron esa forma de hacer las cosas fueron pintores del siglo XV como Gentile y Giovanni Bellini o Carpaccio. Los grandes continuadores fueron maestros como Tiziano, Veronés y Tintoretto.

Este cambio se estaba produciendo, curiosamente, en un momento, la primera década del siglo XVI, que fue de todo menos fácil para la republica de Venecia. La riqueza les venía de ser centro comercial entre oriente y occidente. Pero el chollo se les acabó con los viajes de exploración transoceánicos. La más moderna tecnología naviera estaba en la península Ibérica. Eso llevó a Portugal a explorar la vía que rodeaba África, en busca de los mercados orientales. Y la cosa empeoró cuando la Corona de Castilla se dirigió hacia el Oeste, a buscar una ruta por el otro lado y acabó descubriendo a los europeos todo un Nuevo Mundo, lo que llevó a la primera globalización. Decían cosas como «Cristóbal Colón ha causado más daño del que jamás aparejaran todos los genoveses juntos. Pues, con su descubrimiento del Nuevo Mundo, ha mostrado que pueden venir por mar esas especias y aromas que, transportadas a lomo de camellos hasta Alepo, y después por mar, habían hecho de Venecia el almacén de Europa».

Hay que añadir que estamos en la primera fase de la guerra de la liga de Cambrai que era prácticamente todos (el papa, el emperador Maximiliano, Francia y España) contra la república veneciana. La derrota en Agnadello, en 1509, marca el fin de su expansión territorial. Y ese mismo año, los portugueses lograron la decisiva victoria en la batalla naval frente a Diu, lo que significó que durante un siglo, se convirtieran en el poder hegemónico en el Índico, con lo que controló la ruta marítima de las especias.

Con esto, el puerto adriático amenazaba con hacerse irrelevante. Consiguió sobrevivir renunciando a ambiciones territoriales, fomentando la diplomacia y jugando a tres bandas, o a cuatro, las que hagan falta.

Así pudo seguir produciendo un arte magnífico a lo largo de los siglos XVI y XVII. Ya sabéis que donde hay money, hay poderío y se fomentan las artes. No es de extrañar que en tantos cuadros se exalte la opulencia, ciertos metales y ricos tejidos, la riqueza, en suma.

Lo suyo siempre fue, como ya se ha dicho, el colorido, y una cierta sensualidad que evoca la idea del carpe diem. Una razón que se ha dado para ese amor por el cromatismo, por el color antes que por la línea y el dibujo, es la propia realidad veneciana. Una ciudad brumosa, con las miasmas y el vapor de la laguna que difuminaba los contornos. Así que acostumbraba el ojo más a las volúmenes y a los colores que a la nitidez del dibujo preciso. También, el ser una metrópoli con gentes de todo el mundo, le daba un colorido especial a sus calles y canales, con tanto traje vistoso y personas diferentes.

El autor

Giorgio o Zorzi da Castelfranco llamado Giorgione nació en 1476 o 1477, en Castelfranco, localidad que estaba en tierra firme, en la provincia de Treviso. Fue un artista intelectual, que además cultivaba la música. Es por ello que sus cuadros podrían tener todos los significados ocultos y literarios del mundo, viviendo como vivía en un ambiente tan sofisticado.

Tiziano se formó a su lado, y juntos trabajaron en proyectos como los frescos para la Fondaco dei Tedeschi.

Murió en Venecia en 1510, relativamente joven. Pocas obras se le pueden atribuir con certeza. Y aun con ello, su obra, especialmente esta, es una de las esenciales de la historiografía del arte. 

 

Otras obras

Os pongo un par de otras obras suyas que veréis citadas, sobre todo porque tienen cierta trascendencia y fueron modelos a imitar por artistas posteriores.

«Fiesta campestre» (1508-1509), óleo sobre tabla, 110 cm × 138 cm, Museo del Louvre, París (Francia). 

En el renacimiento veneciano se pintaron estas escenas campestres con músicos, ninfas o musas, en un paisaje idílico. Más tarde, les imitarían los franceses del Barroco, con cuadros de fêtes galantes (fiestas amorosas) como las de Fragonard o Watteau. En realidad debieron se representaciones alegóricas de la música, la poesía, el amor sagrado y profano,… esas cosas. Ya en el siglo XIX, fue una referencia para Manet y su Desayuno en la hierba: hombres vestidos y mujeres desnudas en un entorno natural.

«Venus dormida» o «Venus de Dresde» (h. 1509-1510), óleo sobre tabla, 108,5 cm × 175 cm, Gemäldegalerie Alte Meister, Dresde (Alemania). 

Se cree que estaba pintando esta obra cuando falleció, motivo por el cual se le atribuye a él la figura femenina y la roca que queda detrás, detrás, y a Tiziano el paisaje y las telas. Se crea con este cuadro el modelo de representar a una bella mujer tumbada, abandonada a sus ensoñaciones en mitad de un paisaje en el que predominan los amarillos y los azules. Es indudablemente el modelo para la «Venus de Urbino» de Tiziano. Probablemente sea el primer desnudo femenino como tema aislado, el desnudo por sí mismo, desde las diosas de la antigüedad; se le llama Venus, pero realmente no hay ninguno de los elementos que habitualmente acompañan a la diosa.

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