El jardín de las delicias
(De tuin der lusten)
Fecha: 1490-1500
Estilo: Arte gótico
Autor: Jerónimo Bosco
Técnica: óleo sobre tabla
Ubicación: Museo del Prado (Madrid,
España)
Historia.
Este tríptico se sitúa en el período de madurez de Jerónimo Bosco. Como el resto de sus cuadros, no tiene una datación fija, y la han situado años arriba, años abajo. Yo pongo aquí la que da el Museo del Prado, que sitúa este cuadro dentro de la última década del siglo XV: 1490-1500.
No se sabe nada del proceso de elaboración, ni quién lo encargó ni para qué. No hay documentación al respecto.
Se
cree que el comitente pudo ser Enrique III de Nassau (1483-1538), amigo íntimo
de Felipe el Hermoso, el abuelo de Felipe II. Ambos admiraban al Bosco y
rivalizaban como coleccionistas. Esta creencia se basa en que la primera
referencia escrita que hay a este cuadro lo sitúa en el palacio de Coudenberg
en Bruselas, propiedad de los Nassau. Allí lo vio, en el año 1517, Antonio de
Beatis, secretario del cardenal Luis de Aragón, y lo comentó así:
Hay algunas tablas con diversas bizarrías, donde se imitan mares, cielos, bosques y campos y muchas otras cosas, unos que salen de una concha marina, otros que defecan grullas, hombres y mujeres, blancos y negros en actos y maneras diferentes, pájaros, animales de todas clases y realizados con mucho naturalismo, cosas tan placenteras y fantásticas que en modo alguno se podrían describir a aquellos que no las hayan visto.
Lo
que no cabe duda es que este tríptico tuvo un éxito inmediato. Por eso, como
otras obras del Bosco, fue copiado e imitado, ¡hasta en tapices! Aquí lo tenéis:
Es un tapiz que está en el Palacio Real de Madrid y se elaboró, dicen, en torno a 1550, al menos según Wikicommons, que es de donde lo he tomado.
En
el Museo del Prado remontan su procedencia, sin embargo, al anterior conde de
Nassau, Engelbrecht II de Nassau (1490/1500-4), que cuadraría más con esa datación actual en la década de los años 1490. De él habría pasado a su
sobrino Enrique (Hendrik) III de
Nassau, 1504-38 y luego al hijo de éste, René de Châlon (1538-44), príncipe de
Orange y estatúder de Holanda, Zelanda, Utrecht y Güeldres; combatió en las
guerras de Italia de junto a Carlos V. A su muerte, le heredó su primo,
Guillermo I de Orange (1544-67), que al traicionar a su señor vio sus bienes
confiscados por Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. De dicha
confiscación hay un inventario, redactado el 20 de enero de 1568. La cosa es
que el duque de Alba le dio este cuadro a su hijo no matrimonial, al que tuvo
de soltero, Fernando de Toledo (1568-91), quien fuera prior de la Orden de
Malta en Castilla y León. Felipe II lo compró en su almoneda en 1591. Dos años
después, lo llevó al monasterio de San Lorenzo del Escorial. La entrega consta
en un documento fechado (8 de julio de 1593), donde se describe como «una
pintura de la variedad del mundo».
Allí
lo vio el historiador de los jerónimos, el padre Sigüenza, quien consideró que
la pintura trataba «de la gloria vana».
Estuvo
en El Escorial hasta el año 1933, año en que lo trasladaron al Museo del Prado.
Un decreto de 2 de marzo de 1943 estableció su depósito en el Museo del Prado.
Así que, jurídicamente, se trata de un depósito del Patrimonio Nacional
perteneciente al Real Patronato del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Gracias
a ese gusto filipino, contamos en el Museo del Prado con algunas de las obras
más sobresalientes del autor. Aparte de maravillarte por la fantasía que
desarrolla en estas tablas, si te fijas bien, te puedes hacer a la idea de cómo
vivía la gente por entonces. Son cuadros ricos en detalles de la vida cotidiana:
sus casas, la ropa, los muebles, la comida y la bebida, etc. Esas cosas te
abren una ventana a cómo eran las gentes de fines del siglo XV y principios del
XVI.
Esto se me muy bien en las diferentes escenas de la mesa de los siete pecados capitales, por ejemplo en esta escena que es un interior flamenco. Tal vez no sepas qué representa, pero sí te fijas en eso, la ropa, los muebles, etc.
El
autor: Jerónimo Bosco
Jheronimus
van Aken, conocido como Jheronimus Bosch, en España Jerónimo Bosco es, sin duda
alguna, el más original de los pintores flamencos. No por sus temas, que son
mayoritariamente religiosos, sino por mezclar lo real y lo fantástico
Nació
en torno al año 1450 en un sitio que en español conocemos como Bolduque, más fácil que decirlo en original 's-Hertogenbosch (Países Bajos), Bolduque para nosotros. Murió en
1516, el mismo año en que lo hacía Fernando el Católico. Es decir, nació justo
al fin de la Edad Media y murió cuando se publicaron dos obras cumbres del humanismo renacentista: la Utopía
de Moro y el Orlando furioso de
Ariosto.
Era
de familia de pintores, al parecer procedente de Aquisgrán, de ahí el apellido van Aken. Casó bien, así que no hay nada
que pensar en un artista torturado o minoritario. Tenía su propio taller y que
recibió numerosos encargos. Se lo ganaba de calle, vamos. El contenido de sus
cuadros nos puede chocar, pero en gran medida es porque no entendemos muchas
cosas, nos faltan las claves para desentrañar el sentido oculto del cuadro. Se inspiraba no solo en lo que las cosas simbolizaban según la alta cultura, sino también en aforismos populares.
Algo que nos desconcierta puede obedecer simplemente a un chascarrillo de la
época.
De
lo poco que se sabe de su vida, podemos decir que durante muchos años formó
parte de la Cofradía de Nuestra Señora de la catedral de Bolduque. Se relaciona
con aquella forma de religiosidad tan del otoño de la Edad Media como fue la nova devotio. Renovaba la práctica
cristiana buscando una forma de relacionarse con la divinidad más popular e
íntima, en un entorno urbano.
De
sus cuadros no se conoce ni la datación ni hasta qué punto son autógrafas, o
son de su taller, o son copias contemporáneas. Es lo que tiene haber tenido
tanto éxito, que le copiaban cosa mala. Durante un siglo, fue un autor muy
apreciado.
Luego
la gente lo olvidó, no les gustaba algo tan extraño y viejuno, tan intenso y
expresionista, técnicamente imperfecto, tan «gótico» en el mal sentido. Fue un
pintor ajeno tanto al gusto barroco como al neoclásico o el romántico. Los antiguos flamencos
no tenían esa técnica tan científica de la perspectiva que desarrollaron los italianos.
Su fuerte era el detalle minucioso, el realismo burgués, lo pequeño y limitado.
Los
movimientos de vanguardia revisaron la historia del arte y recuperaron a estos
artistas diferentes. Más que la perfección técnica, lo importante era la originalidad y la expresión de emociones personales. La temática religiosa ya no
interesa en la época contemporánea, pero sí las fantasías de un artista que se
imaginaban arrebatado, perdido en su propio mundo, como un surrealista avant la lettre.
Otras
obras
Os
pongo, a continuación, otras obras destacadas de este autor. La datación
es, como siempre, aproximada.
«Tríptico
de la Adoración de los Reyes» (h. 1494), grisalla y óleo sobre tabla de madera
de roble, 147,4 cm (altura con marco) × 168,6 cm (ancho con marco), Museo del
Prado, Madrid.
«Las
tentaciones de san Antonio» (h. 1501 o después), óleo sobre tabla, 131 cm × 238
cm, Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa.
«La
mesa de los pecados capitales» (1505-1510), óleo sobre tabla de madera de chopo,
119,5 cm × 139,5 cm, Museo del Prado, Madrid.
«Tríptico del carro de heno» (1512-1515), óleo sobre tabla, 146,1 cm (altura con marco) × 224,3 cm (ancho con marco), Museo del Prado, Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario