Detalle del panel central (el Jardín de las Delicias) |
El jardín de las delicias
(De tuin der lusten)
Fecha: 1490-1500
Estilo: Arte gótico
Autor: Jerónimo Bosco
Técnica: óleo sobre tabla
Ubicación: Museo del Prado (Madrid,
España)
Ayer describí un poco este magnífico cuadro que se expone en el museo del Prado. Hoy voy a adentrarme un poco más en otras cosas: el mensaje que puede querer transmitir y su estilo, principalmente.
La naturaleza: paisaje, animales y plantas.
Empiezo con su significado dentro de los géneros pictóricos. Es un cuadro de temática religiosa. Sin embargo, no podemos ignorar los detalles que nos presenta sobre la naturaleza.
El «paisaje» no era en aquella época un género pictórico independiente, pero sí que aparecía,
como fondo. Progresivamente iba cobrando más importancia, dejando a las figuras
como algo casi anecdótico. Esto llevó al nacimiento del paisaje como género
propio en generaciones posteriores a la del Bosco, con pintores como Patinir
(h. 1480-1524) o Brueghel el Viejo (h. 1525-1569).
El
Bosco representa, en esta evolución, un momento en el que el paisaje cobra
especial importancia, sin llegar a ser el tema dominante. Mezcla formas
naturales (montañas, lagos, praderas, árboles) con otras de fantasía, extrañas.
Con ello, su contribución al género paisajístico sería particularmente
relevante en lo que se llama «paisaje fantástico», como los que harían, ya en
el siglo XX, autores surrealistas como Dalí o Chirico.
Como
ya he comentado, en sus representaciones de animales y plantas, el Bosco
alterna lo real con lo imaginado. Aparecen asnos, ciervos, un elefante, una
jirafa, leones, leopardos, osos, panteras, que pudo ver al natural, o en
grabados o quizá en algún zoológico de un noble. Destaca lo bien que conocía la
anatomía de las aves, de las que se han identificado hasta veinticinco especies
distintas.
Junto
a ello, otros imaginados, como unicornios o monstruos híbridos y quimeras
(hombres-grillo, -pez o -pájaro). Se inspira, en este punto, en las imágenes
que pudo ver en bestiarios y otros manuscritos iluminados.
Los
animales tenían un sentido simbólico. Por ejemplo, las mujeres que están
bañándose en el estanque central tienen encima cuervos que simbolizan
incredulidad, o pavos que sería la vanidad. En la tabla del paraíso terrenal
aparece un búho, que se interpreta como una imagen del mal tenebroso y seductor
y de la tentación sexual. En los cuadros del Bosco suele haber este tipo de
aves (búhos, cárabos, mochuelos o lechuzas), considerados como símbolos de
maldad. También encontraremos sapos, interpretados como seres demoníacos.
Incluso lo que está imaginado sigue notas realistas. Solo así se explica lo que el humanista Guevara escribió a Felipe II, en 1563:
«Bosco nunca pintó cosa alguna fuera del natural en su vida, si no fuese en materia de infierno o purgatorio: sus invenciones estribaron en buscar cosas rarísimas, pero naturales».
Estilo.
Nos
devanamos los sesos entendiendo qué significa lo que vemos. Pero conviene también
detenerlos en el estilazo del Bosco. Las escenas no son caóticas, sino que
están bien pensadas. Hay continuidad entre las dos de la derecha, lo que se
logra con el mismo paisaje, los tonos claros, un punto de vista elevado. Cada
tabla se divide en tres partes, de arriba abajo.
Además,
hay cierta relación de espejo entre la tabla de la izquierda (el Paraíso) y la
de la derecha (el Infierno). Cada panel lateral se puede interpretar como
reflejo contrario en el otro.
Así, en la franja superior se oponen las verdes y azules montañas naturales del Paraíso con los oscuros edificios humanos incendiados del Infierno; la fuente de la vida de la izquierda se convierte en el hombre-árbol de la derecha; el limpio estanque del Paraíso se correspondería con una charca helada del Infierno; Dios-Cristo con Adán y Eva tendrían su reflejo invertido en el demonio sobre el trono que defeca a los condenados; la charca inferior de la izquierda se convierte en una letrina a la derecha.
Es
el mayor de sus trípticos, que contiene más detalles, y está considerado su
obra maestra. Como buen flamenco, es minucioso, representa las cosas con
realismo, ya digo, hasta las cosa que imagina intenta darles una coherencia, los animales inventados tienen una anatomía creíble. Maneja el pincel de forma ágil, aplicando finas capas de pintura al
óleo. Su imprimación es mucha más líquida que la de sus contemporáneos. Entre
unas cosas y otras, logra unos colores esmaltados, brillantes. La policromía
es, simplemente, maravillosa.
Recuerda
al mundo de la miniatura, tanto de los libros iluminados como de lo que se ve
en otras culturas, como la persa. El Bosco coge esas figuras grotescas que
estaban en los márgenes de los libros o en los coros tallados, y los traslada a
una composición de gran formato.
Sentido
Ahora
que hemos visto lo que hay, nos toca resolver la gran pregunta, la que a todos nos inquieta: ¿qué significa esto? ¿Para qué o por qué lo pintó? ¿Qué quería decir, o expresar, o despertar en ti?
Porque
tú te vas al Museo del Prado, te pones a ver obras como esta y empiezas a
mirar, a fijarte en los detalles, y te quedas perpleja. Vale, aquí distingo a
una pareja encerrada en una burbuja de cristal y allí, a un cerdo con toca de
monja abrazando a un tipo, pero ¿qué significa?
Hay
que leerlo en un sentido moral, religioso, está claro. Tú lees libros de Historia del Arte y te cuentan que es
alegórico y burlesco, pero no sabes exactamente en qué sentido.
Pues eso es algo que llevan siglos debatiendo. Se le han dado dos lecturas diferentes y opuestas. Tenemos claro que el ala izquierda es el Paraíso, y la derecha, el Infierno.
La interpretación tradicional, leyendo de izquierda a
derecha, sería que la humanidad, entregada a los placeres, acaba condenada precisamente por esos
pecados de la carne. La tabla central, entonces,
representaría los goces terrenales, efímeros, que te llevan al infierno,
eterno. Todo en ella aludiría al sexo, no de una manera explícita (aunque a mí
el tipo de las flores en el trasero me parece bastante claro) sino mediante
símbolos y alusiones. La cabalgata en círculo de la tabla central se
consideraría símbolo del pecado y la pasión, cada tipo de animal cabalgado
sería representativo de un determinado pecado capital; la carnosidad de los
frutos rojos como las fresas evocaría la carne misma, el cuchillo con las
orejas a los genitales masculinos, y así todo. Recurriría, entonces, a la
fantasía, con intención moralizadora: advertir de los peligros de los placeres
terrenales, en especial la lujuria.
O
sea, empezaría enseñando el paraíso verdadero, luego un paraíso falso,
consecuencia del pecado original, para acabar en el infierno. En los siglos XV
y XVI al falso Paraíso del amor lo
llamaban Grial, que no tiene que ver
con el ciclo artúrico.
Pero
hay otra interpretación que se fija en el hecho de que, en esa tabla central no
hay sufrimiento ni dolor, enfermedad ni muerte; tampoco pasa el tiempo, todos
son jóvenes, no hay ni niños ni viejos. El Bosco parece mirarlos divertido, no
condenando a esta gente que se entretiene tanto, que vive para el placer de la
conversación o la compañía mutua, sin necesidad de trabajar. Solo hay armonía
entre los humanos y lo que les rodea, no hay animales agresivos (a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en la tabla del Paraíso, donde un gato lleva a una presa en las fauces), unos
mordisquean un madroño, todo es pacífico, viven desnudos en plena naturaleza.
Así, lo que demostraría no el mundo lleno de pecado, sino uno ideal, en el que
hubieran cumplido lo ordenado por Dios en el Génesis 1, 28:
Y los bendijo Dios; y díjoles Dios: Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Sería,
entonces el mundo humano que podría haber sido, el futuro posible tras la
creación de la primera pareja, lo que será el Paraíso cuando se hayan
reproducido. Se frustró por el pecado original de Eva. Eso es lo que le estaría
diciendo el Bautista a Eva, abajo a la derecha: Ves, esto es lo que debería haber sido y no fue, por tu culpa.
En cualquier caso, es un mensaje cristiano, aunque recurra a imágenes profanas. Queda claro es que no hay nada herético, nunca se lo plantearon así, ni en su tiempo ni en las décadas posteriores. Así, el padre Sigüenza escribió:
«Si hay algún absurdo aquí es nuestro, no suyo […] son sátiras pintadas sobre los pecados y delirios del hombre».
Este autor señala cuál es la diferencia, para él, entre este autor y el resto:
«Los
demás tratan de pintar a los hombres tal como aparecen por fuera, en tanto que
él tiene el valor de pintarlos cuales son dentro, en el interior».
Lo
que te espera si no cumples con los deberes cristianos, ya lo sabes, las penas
del infierno. A cada pecador le corresponde una pena adecuada, como nos van
detallando en la tabla de la derecha. Así, a los avaros les correspondería el
destino de ser tragados por el demonio-pájaro que hay sobre una especie de
trona infantil. A los que sufrieron gula les espera la escena de taberna del
interior del hombre-árbol: tener que tragarse sapos que les sirven los
demonios. Los envidiosos padecerán el agua helada. Y así con todas las cosas...
Con ocasión del V centenario de la muerte de El Bosco, en 2016, se escribieron artículos como este en el ABC, que hace referencia a esta pintura como el jeroglífico más hermoso pintado nunca.
Aquí os dejo un clip que hay en You Tube, del Museo del Prado para niños, que explica este cuadro para niños en menos de tres minutos. Si pones en You Tube «El jardín de las delicias» encontrarás más de una explicación a lo que puedes ver aquí, de manera más amena que la mía.
Llevamos cinco siglos quedándonos perplejos ante este cuadro, sin comprenderlo del todo. Así que, si no lo entiendes, que no te incomode, porque hasta los expertos se contradicen al respecto.
⇦ El jardín de las delicias (1) Esto, ¿qué es? (3) Un poco de historia ⇨
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