domingo, 1 de septiembre de 2019

#57 Salambó

Letras universales, Cátedra (2005)




Autor: Gustave Flaubert
Título original: Salammbô
Fecha de publicación: 1862

Otro «empiece» célebre, el de esta novela:

Era en Megara, arrabal de Cartago, en los jardines de Amílcar.

Gustave Flaubert era conocido por su célebre Madame Bovary, y decidió cambiar de registro con esta novela histórica ambientada en Cartago durante la guerra de los mercenarios (241–238 a. C.).
El ejército de los mercenarios que luchó por Cartago en la primera guerra púnica, espera ser recompensado. No se le pagan sus honorarios y entonces se revelan contra los cartagineses. Amílcar Barca conseguirá derrotarlos. Más o menos. La principal fuente para este episodio histórico son las Historias de Polibio.  
En ese marco, Flaubert te narra la historia de una hija ficticia de Amílcar Barca, Salambó, sacerdotisa de Tanit. Comienza la obra con un banquete de los mercenarios en los jardines de Amílcar; Salambó hará su aparición con toda la pompa de su cargo, lo que provocará que uno de los mercenarios, el libio Matón, se fije en ella, con quien quedará obsesionado el resto de la novela.
Los mercenarios, impagados, y enfadados porque los cartagineses han masacrado a algunos de ellos, se rebelan. Seguirán diversas luchas. Matón conseguirá arrebatar el velo de la diosa, que Salambó tendrá que recuperar más tarde. La historia termina con la derrota de los mercenarios.
De esta novela histórica destacaría dos cosas: su calidad literaria y la reconstrucción de la época. En cuanto a lo primero, da gusto leer algo tan bien escrito, con riqueza de vocabulario, con descripciones evocadoras, con el párrafo medido,… a través de un lenguaje que, simplemente, me dejó colgando de la brocha. Muchas veces, no tenía ni idea de qué me estaban hablando, pero me daba igual por lo placentera que me resultaba la lectura. Las palabras en sí, ¡qué gozada!
En cuando a la reconstrucción histórica, creo que Flaubert se documentó muchísimo y se nota. A veces, bordea el info-dump, pero hay que tener en cuenta que el lector poco o nada va a tener en su cabeza sobre la Cartago del siglo III a. C. Es lógico, entonces, que se detallen las murallas, los templos, las vestimentas, la comida, las medidas de peso, las monedas, en fin, un poco todo.
Todo el trabajo del autor pretende ofrecer una imagen que sea verídica. Si las cosas fueron así o no, no lo sabemos. Hay que recordar que nada nos queda escrito por los cartagineses mismos, sino que los conocemos a través de las fuentes grecorromanas y la arqueología.
En la introducción a mi ejemplar, de Cátedra (Colección Letras universales) se recoge un comentario de Emilia Pardo Bazán que, creo yo, refleja muy bien la impresión con la que se va a quedar el lector:
Lo que importa en obras como Salambona no es que los pormenores científicos sean incuestionablemente exactos, sino que la reconstrucción de la época, costumbres, personajes, sociedad y naturaleza no parezca artificiosa, y que el autor, siendo sabio, se muestre artista; (…), y que si no podemos decir con certeza absoluta: “así era Cartago”, pensemos al menos que Cartago pudo ser así.
Esa es la idea con la que te quedas: Cartago pudo ser así, con sus brutalidades y sus riquezas, sus traiciones y sus valentías.
La parte bélica me pareció muy bien representada, con vagas referencias a la estrategia a seguir en cada momento, a los movimientos tácticos en las batallas, el tipo de armamento, la forma de lucha… Siempre es de agradecer en un libro que para mí ha sido sobre todo la narración de una guerra.
Con los personajes, simplemente, cumple. Me sorprendió, pero a mí no me pareció que hiciera un profundo estudio psicológico de ninguno de ellos, ni que haya arcos de evolución o crecimiento personal.
Lo más decepcionante, o lo que más perpleja me dejó, fue la relación entre Salambó y Matón. No sé si pretende ser relación de amor, amor-odio, o qué. A pesar de dar título a la novela, Salambó tiene poco tiempo en escena. Básicamente aparece hierática en el festín de los mercenarios, con toda su deslumbrante riqueza en vestuario y joyas.
Así como las escenas guerreras podían perfectamente ser una peli actual, todo efectos especiales y mucho gore, con las apariciones de Salambó retrocedemos al cine mudo: era como una de aquellas divas, mudas, que suplían la falta de palabra con movimientos exagerados, marcado maquillaje y mucho bris-bris.

Así de divina de la muerte me imaginaba yo a Salambó, como la litografió Alfons Mucha para L'Estampe moderne, 10/1897.

Después, se la ve venerando a la diosa, sufre la pérdida del velo, va disfrazada al campamento de los mercenarios a recuperarlo y su padre la compromete con el rey de los númidas, cuando este hace su cambio de chaqueta. Y luego, la escena final, *spoiler* con la tortura y muerte de Matón y de ella misma, «por haber tocado el velo de Tanit» *fin de spoiler*.

Matón queda obsesionado con su cuerpo nada más conocerla, al principio de la novela. Con solo haberla vislumbrado de lejos, lo suyo es pura exaltación, un delirio francamente ridículo:

¡Pero la quiero!, ¡la necesito!, ¡muero por ella! ¡A la idea de estrecharla entre mis brazos, un furor me arrastra, y sin embargo la odio, Spendius! ¡Quisiera azotarla! ¿Qué hacer? Tengo ganas de venderme para hacerme su esclavo.

Todo su pensamiento es, básicamente, violarla, aunque en la novela te lo cuenten más eufemísticamente como soñaba con los placeres de su cuerpo. Pero vamos, que cualquier consentimiento de ella ni está ni se lo espera. Leyendo en la Wikipedia me entero de que, cuando ella acude a recuperar el velo a la tienda de Matón, «hacen el amor». Chicas, si ellos lo dicen serán, pero yo me quedo en que le toca una teta y la besa, y ella se desmaya y él luego se duerme. ¿Tengo que entender que ha habido sexo?
Releyendo otra vez ese capítulo el XI «En la tienda», me doy cuenta de que él la agarra y ella intenta soltarse, a lo que sigue es una discusión exaltada. Hay un momento en el que ella se siente fascinada por los brazos musculosos de él, cae desfallecida sobre el lecho y se le rompe una cadenita que llevaba en los pies, él la besa por todo el cuerpo y se queda dormido. En algún momento de todo eso (¿cuando se le rompe la cadena, como metáfora...?) tengo que entender que sí, que ella se ha sometido o entregado, (terminología de la época) para cumplir su misión, como le dio a entender el sacerdote. Será que, de tanto leer novela romántica, no entiendo las pudorosas omisiones y los sobreentendidos de los escritores decimonónicos.
Por otro lado, no dejo de pensar que, si Salambó y Matón no se conocen realmente, lo suyo será insta-lust, pero confundir eso con amor me parece demencial.
La novela en sí se puede leer aún, sobre todo si te interesa el género de la novela histórica ambientada en la Antigüedad. Te proporciona momentos muy intensos, como el sacrificio de niños a Moloch para satisfacer al dios y que les ayude a ganar la guerra; o la tremenda muerte de parte del ejército mercenario por el hambre.
Ahora bien, en cuanto a los personajes principales y las relaciones entre ellos, a mí se me quedó en nada. Lo único de interés, para mi gusto, fueron las hábiles manipulaciones que hace de sus compañeros el mercenario Spendio, o cómo el sumo sacerdote Schahabarim le come la oreja a Salambó para conseguir que esta se lance a la aventura de recuperar el velo de la diosa. O, finalmente, la inmensa figura de Amílcar Barca, y cómo defiende al principio a los mercenarios, luego cambia de idea, cómo planea la guerra, en momentos puntuales cómo sabe ver cuáles el camino correcto, militar y políticamente, y, desde luego, la aparición de un Aníbal niño, que no deja de conmover a quienes conocemos esa figura por otros libros, sean de historia o novelescos.
La impresión final que me ha dejado esta novela, con su exquisita prosa, el hieratismo de muchos personajes, la violencia de muchos momentos… es un poco inquietante, como los cuadros simbolistas de un Böcklin: hermoso, frío y turbador. A veces, hasta la náusea.

Arnold Böcklin: La isla de los muertos, 1.ª versión (5/1880)
Óleo sobre lienzo, Kunstmuseum de Basilea.
El ejemplar que yo tengo es el de Cátedra, en la colección letras universales. Siempre que puedo, si hay opción, compro estas versiones. Yo diría que Acantilado, Cátedra y Alba son mis editoriales favoritas en literatura, igual que Edhasa en novela histórica.
La traducción en líneas generales me parece muy lograda, consigue pasar al español la sugerente prosa de Flaubert.
Si le pongo un pero a esta traducción es que los nombres se mantengan en francés, cuando hay equivalentes en español consolidados desde siempre… Al menos desde que se empezó a traducir a Polibio primero y a Flaubert siglos después. No es solo que ponga Salammbô por Salambó, sino que me sonaba rarísimo leer Mathô, Narr’Havas, o Autharite, por ejemplo, cuando los líderes de los mercenarios, en los libros de historia, son Matón, Naravas o Autarito. Es como cuando lees una novela histórica ambientada en los tiempos de Cicerón y a su liberto Tirón lo llaman Tiro, conservando la traducción inglesa del nombre. Son cosas con las que me rechinan los dientes. A otros personajes, como Giscón, Aníbal o Amílcar, incluso Régulo, bien que ponen las versiones en español de sus nombres.
Aunque en su momento descolocó un poco a la crítica que Flaubert diera el bandazo a la novela histórica desde la coetánea Madame Bovary, lo cierto es que al público le encantó esta novela, por lo exótico y el morbo de las escenas cruentas, ¡la sangre, ¡¡lo sensual!!, ¡¡¡la violencia!!! Lo púnico se puso de moda, lo cual influyó por una temporada en la forma de vestir y las joyas de las damas francesas.
Esta novela inspiró otras obras artísticas, como óperas o películas, esculturas u obras de teatro. Hay una muy curiosa, para aquellos que recordéis Ciudadano Kane de Orson Welles. Una de las esposas del magnate era una poco dotada cantante. Se supone que estrena una ópera titulada Salambó, pero el aria que canta no pertenece a ninguna obra del género lírico. En realidad, el estupendísimo compositor de bandas sonoras Bernard Herrmann compuso una grandilocuente pieza ad hoc. Que luego las sopranos han usado en recitales. Yo se la escuché por vez primera a Kiri Te Kanawa, pero vamos, que es fácil de encontrar en You Tube si buscas Aria de Salambó.
Como este libro es un clásico, tiene página en la Wikipedia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario