Fecha: 1498
Estilo: Arte renacentista
Autor: Alberto Durero
Técnica: óleo sobre tabla
Ubicación: Museo del Prado (Madrid, España)
Uno
dado a los selfies, encantado de conocerse y de que tú lo
conozcas
Suelo
decir yo aquello que en todas las guerras hay saqueos, y las obras de arte son
uno de los botines más preciados. Las revoluciones políticas con sus guerras
civiles no son menos efectivas a la hora de mover el arte de un sitio a otro.
Un
siglo antes de que los franceses cortaran la cabeza a su rey, los ingleses
hicieron lo mismo con Carlos I, decapitado el 30 de enero de 1649. El intransigente gobierno de la república no apreciaba demasiado las bellas artes. Recordemos que la dictadura de Cromwell fue
un período de integrismo religioso en el que, por ejemplo, se prohibió el teatro
por considerar que era un instrumento del diablo. Tras el esplendor del teatro
isabelino y jacobino, vinieron dos décadas sin teatro en Gran Bretaña, entre
1642 y 1660.
La
colección de pinturas de los Estuardo se vendió en lo que se conoció como
Almoneda de la Commonwealth, que tuvo lugar entre 1649 y 1654. Entre las
pinturas subastadas estaban esta tabla, que el ayuntamiento de Núremberg había
regalado, junto a un retrato del padre de Durero, al rey Carlos I en el año
1636.
La
compró David Murray y este la vendió al embajador español en Inglaterra, Alonso
de Cárdenas, para don Luis de Haro, marqués de Carpio y ministro de Felipe IV.
Este último se lo regaló después al rey en 1654, estando catalogada en el
antiguo alcázar de los Austrias en el año 1686, según leo en la página web del
Museo del Prado.
Así
fue como este Autorretrato de Durero
llegó a las espléndidas colecciones reales españolas y, de ahí, al Museo del
Prado en 1827, en tiempos del rey felón.
Las dimensiones de este óleo sobre tabla son 52 x 41 cm, o sea, es
más bien de tamaño pequeño.
Ya
le veis al jacho, vestido como un gentilhombre, rubiales cual surfero y algo
despechugado. Donde hay, que se vea.
Es
un cuadro que sigue modelos italianos, con esa presentación tres cuartos, ligero escorzo, e
inserto en una arquitectura: se apoya en una barandilla y se ve un paisaje a
través de la ventana. El modelo, él mismo, está en primer plano, mirando
fijamente al espectador. Reparemos un poco en su expresión, en sus ojos, y
veamos lo que dice la página web del Museo del Prado:
«…el contraste entre el carácter sensual de sus facciones y su mirada fría y penetrante»
¿No
me digáis que no lo imaginas como un héroe romántico, de cabeza fría y corazón
caliente?
Viste
con distinción, lleva un jubón en blanco y negro que se abre para que podamos
verle la camisa blanca bordada en oro. Encima, una capa colocada así como quien
no quiere la cosa sobre un hombro y sujeta con un cordón. Sobre la cabeza lleva
una gorra con borla. Cubre sus manos con guantes, algo propio de una clase
superior y no un mero artesano que se gana la vida con ellas.
Bajo
la ventana, Durero se reivindica, pues deja escrito, en alemán: 1498, lo pinté según mi figura. Tenía yo
veintiséis años Albrecht Dürer.
Y,
debajo, la archiconocida firma: una D bajo una A que parece una puerta.
Esa inscripción nos permite datar la obra en un año que fue muy importante en
su carrera: publicó su serie de grabados al boj dedicada al Apocalipsis.
El sentido de esta obra es reivindicarse como artista. Se presenta como un individuo de rango superior, cultivador de un arte liberal, no un mero artesano. En su segundo viaje a Venecia, le escribió a su amigo Pirckheimer (quien, por cierto, le había pagado la gira), que allí le recibían como artista famoso:
«Aquí soy un señor; en mi tierra, un parásito».
Durero
fue el primer pintor occidental que se retrató una y otra vez a lo largo de su
vida, lo que permite seguir su evolución, como persona y como artista. Otro día
os pondré ejemplos.
Estilo
Durero
se enmarca en el Renacimiento. El humanismo italiano se extendió por
el resto de Europa en torno al cambio de siglo (del XIV al XV). Realmente, salvo en España, nunca llegó a tener la misma amplitud e incidencia
que en la península italiana. Tuvo más éxito la pintura que
otras artes, que siguieron con sus modelos góticos.
En Durero confluyen las tres tendencias estéticas del momento.
1 Del Norte de los Alpes trae el expresionismo gótico, intenso, patético y violento.
2 De los flamencos tomará su habilidad con el óleo y la fiel representación de la realidad y sus minucias con detalles como el plegado de las telas que se puede ver en algunas obras tardías.
3 De los italianos, el color, el
arte, y el racionalismo de la técnica, la reflexión mental sobre la obra
pictórica.
El
autor: Alberto Durero
Estamos
ante uno de los más grandes maestros de la Pintura occidental, maravilloso
dibujante y grabador sin igual. El más grande pintor, a mi juicio, al norte de
los Alpes. “La figura capital del arte alemán”, leo en un antiguo libro de arte;
“hombre de múltiples conocimientos e inquietudes”, en otro lado.
Alberto
Durero (Albrecht Dürer en alemán)
nació en Núremberg el 21 de mayo de 1471. Era hijo de un orfebre de origen
húngaro, de ahí que algunos quieran ver algo oriental o tártaro o mongol en sus
facciones. Su formación primera fue en el taller de su padre.
Pronto
estudió dibujo, pintura y grabado con Wolgemut. Impresionan los dibujos que
hizo durante su adolescencia, ¿cómo es posible tantísimo arte en alguien tan
joven?
Durero
fue un pintor viajero, que completó su formación allá donde iba. De su juventud,
cabe resaltar el viaje por la zona renana (1489-93): Colmar,
Basilea y Estrasburgo, estudiando en esta última localidad los grabados de
M. Schongauer.
Tuvo
que interrumpir su gira europea para volver a Núremberg, donde lo casaron con Agnes
Frey el 7 de julio de 1494. No tuvieron hijos y no parece que fuera un
matrimonio muy feliz. En sus cartas a colegas la llamaba «cuervo viejo» y otras
cosillas nada agradables. Tampoco su amigo Pirckheimer ocultaba su antipatía
por esta mujer.
La
cosa es que fue casarse y salir por patas hacia Italia, en concreto Venecia.
Durero cruzó los Alpes por vez primera, lo que le hizo descubrir un paisaje,
una flora y una fauna que pintó obsesivamente, con su ojo de naturalista. Este
viaje a Venecia (1494-1495) le puso en contacto con la escuela veneciana, en
particular con la obra del espléndido retratista que fue Giovanni Bellini, prodigio
de técnica y penetración psicológica. Si no he puesto nada de Bellini es porque
resumir toda la historia de la pintura en solo cien obras me está resultando
muy difícil.
Luego
volvió a Núremberg, no queda otra. Allí se asentó, realizando muchas de sus
obras maestras. Pero no creáis que aseló del todo, no. Diez años después lo
vemos de nuevo de viaje por Italia (1505-1507): Venecia y, tal vez, Roma.
A
partir del año 1515 estuvo al servicio del emperador Maximiliano I, para quien
creó una auténtica imagen de marca, con sus ilustraciones o imágenes a través
de las cuales se quería presentar el imperio. Como las pelas no daban para mucho, más que construcciones grandiosas, lo que creó Dureero para él fueron imágenes que se distribuyeron impresas. Yo destacaría el retrato que le
hizo al emperador.
Retrato del emperador Maximiliano I de Habsburgo (1519) óleo 74 x 61,5 cm, Kunsthistorisches Museum, Viena
Si
os fijáis, tiene en su mano una granada, símbolo de la unión de las dos ramas Habsburgo, los de España y los de Austria. En 1519 ya habían muerto los Reyes
Católicos y reinaba en España Juana I, viuda de Felipe, el hijo de Maximiliano.
Junto a ella reinó su hijo Carlos, nieto, pues, del señor aquí retratado.
Cuando
el emperador murió en el año 1519, Durero quiso obtener comisiones del nuevo
emperador, Carlos V o, al menos, que le confirmase lo que Maximiliano le había
concedido. ¿Qué hizo Durero? Pues coger las maletas y encaminarse a los Países
Bajos, donde estuvo en 1520-21; es un viaje bastante bien documentado. Conoció
artistas, a Erasmo de Róterdam y al propio Carlos V, a cuya coronación en
Aquisgrán acudió.
Gozó
de una inmensa fama en vida, y también a lo largo de los siglos venideros. Sus
cuadros y dibujos fueron muy apreciados. Posiblemente sea el mejor grabador de
la historia, que cultivó tanto la xilografía (talla en madera) como los
grabados calcográficos (sobre cobre). Gracias a estas técnicas, sus imágenes se
difundieron por toda Europa y, en este sentido, fue uno de los primeros
artistas cuyo renombre traspasó fronteras.
Al
final de su vida, escribió obras teóricas: «Cuatro libros acerca de la
proporción humana» (1528), «Instrucciones sobre la manera de medir con el
compás y la escuadra en las líneas, los planos y los cuerpos sólidos» (1525) o «La
teoría de la fortificación de las ciudades, los castillos y los burgos» (1528)
A
su ingente obra perdurable ha de sumarse aquellas ocasiones en que hizo
arquitecturas y ornamentos efímeros con motivos de fiestas y tal, algo al
parecer ineludible para los artistas al servicio del poder.
Murió
en Núremberg el 6 de abril de 1528.
Como
admiro muchísimo la obra de Durero, ya seguiré contando cosas suyas.
Solo una curiosidad os digo, que de este Autorretrato hay un click de Playmobil, que se venden tanto en El Prado como en Núremberg. Y por lo visto es superventas, dicen en la wikipedia.
¿Adivináis quien tiene una en casa...?
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