Foto de Turol Jones (2009) CC BY-SA 2.0 Vía Wikimedia Commons |
Ubicación:
cartuja de Miraflores (Burgos)
Fecha:
1496-99
Época: Arte gótico
Autor: Gil de Siloé
Gil de Siloé, el más espléndido escultor isabelino
Mientras en Italia se desarrollaba la
escultura renacentista, en España se seguía con modelos góticos, que desplegaron
gran esplendor y riqueza en época de los Reyes Católicos.
Estamos ya a finales del siglo XV, época
isabelina, pues reinaba ya Isabel la Católica. De hecho, fue ella la que
encargó al escultor Gil de Siloé, que tenía un espléndido taller en la rica
ciudad de Burgos, la construcción de un sepulcro para sus padres, Juan II e
Isabel de Portugal, así como para su hermano, el infante Don Alfonso. Esto fue
allá por los años 80 del siglo XV.
Pero hoy voy a hablar de algo que queda
detrás de este sepulcro real, el retablo tallado en madera, policromado y
dorado, en el altar mayor de la cartuja. Un retablo es lo que veis, una talla en madera enorme dividida en campos y calles, con profusión de figuras y escenas, todo pintado y dorado.
Esto de los retablos es como una cosa
muy española, y a finales del siglo XV hicieron un montón de ellos, cada vez
más grandes, para dar esa imagen omnipresente para el parroquiano. Impresiona, marea un poco, pero distrae la
mirada, escudriñando cada rincón y viendo cositas diversas.
Quien compuso el retablo, o sea, tuvo la
idea general y lo talló, con ayuda de su taller, fue Gil de Siloé, y el policromado y el dorado corrió a cargo de Diego de la Cruz. Como ya estamos en la
última década del siglo y, por lo tanto, ya estaba descubierta América, se dice
que el oro de este retablo procedía de los primeros envíos del continente
americano. A saber.
He leído que la técnica empleada por Diego
de la Cruz para la policromía era bastante sofisticada, se llamaba brocado aplicado y que consiste, al
parecer, y según la Wikipedia, en añadir
una filigrana que se ha labrado por separado a los ropajes y las hornacinas.
La impresión general es muy abigarrada,
que todo está lleno, y nos puede parece confuso. Lo cierto es que tiene su orden,
es una composición bastante pensada que hay que ir descubriendo por partes. Por
cierto que se considera inspirado por los modelos alemanes.
En el centro hay un círculo grande, con
Jesucristo crucificado. A un lado la Virgen y al otro San Juan.
En torno suyo, cuatro círculos más
pequeños con escenas de la Pasión.
La última cena
El prendimiento
El descendimiento de la cruz
Arriba hay un pelícano, símbolo del
sacrificio eucarístico, pues se creía que el pelícano alimentaba a su
descendencia con su propia sangre.
Fuera de la rueda, se ve a Dios Padre a
la izquierda y al Espíritu Santo, a la derecha, aguantando el travesaño de la
cruz.
En otros círculos que quedan fuera se
distingue a los Evangelistas.
En la parte inferior se representa la
Anunciación y el Nacimiento.
En los lados, las estatuas orantes y los
escudos de armas de los reyes enterrados en la capilla, Juan II e Isabel de
Portugal. Leones rampantes sostienen el escudo de castilla, y dos ángeles el de
Portugal.
En el rectángulo inferior se ven figuras
de gran tamaño que representan a diversos santos, como Catalina de Alejandría o
Santiago el Mayor.
Hay un curioso mecanismo rotatorio en la
parte que queda encima del tabernáculo. Según el momento del año, presenta una escena diferente. En total, son seis.
El estilo
es de gran originalidad. La talla es excelente, no en vano una de las cosas
que más se dicen de Gil de Siloé es que tenía una gran maestría técnica. También era virtuoso en el labrar piedra y alabastro,
como demuestran los espléndidos sepulcros de los reyes en la Cartuja.
Unía una gran fantasía al realismo en la
representación de las figuras.
Hay que enmarcar esta obra dentro de ese
estilo gótico isabelino tan peculiar
de España que mezclaba las formas góticas con influencias mudéjares y flamencas.
Os preguntaréis quién era este Gil de Siloé. Y mucha otra gente, también le gustaría saberlo. Desde luego, es una de
las máximas figuras de la escultura hispánica, y por lo tanto, de toda Europa,
en este momento histórico. Ahora, no se sabe de dónde venía, parece que
tiene un origen nórdico, pero no se aclaran si vino de Amberes, o de Orleans, si
era alemán de Núremberg o qué.
Nació en torno a 1440-50, tenía un gran
taller en Burgos, donde trabaja entre 1483 y 1500 y debió morir más o menos en
el cambio de siglo. Tuvo una vida más bien acomodado porque era el escultor del
momento. Sus obras más importantes son estas de la Cartuja de Miraflores, no
solo el retablo, sino también los sepulcros reales.
Sepulcro de don Juan II y doña Isabel de Portugal (1493). Estos que veis aquí, en su original sepulcro en forma de estrella, son los papás de Isabel la Católica. El alabastro parece labrado como si fuera cera.
Burgos es una de esas ciudades de la España interior que siempre merece una visita de fin de semana. Pero no os quedéis solo en la catedral gótica o el Museo de la Evolución Humana. No seáis vagos y cruzad el río Arlanzón y acercaos hasta la Cartuja de Miraflores. Es Bien de Interés Cultural desde 1923 y forma parte del Patrimonio de la Humanidad, como extensión de «Caminos de Santiago de Compostela: Camino Francés y Caminos del Norte de España».
Puede que aún tardemos un poco en salir al extranjero, pero cuando podamos salir entre provincias o comunidades, podemos gozar del turismo interior descubriendo estas joyitas patrias.
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