Es
como un cuento terrible, romántico. Lo tiene todo: la noche, el misterio, el
bosque, lo paranormal, la figura demoníaca…
Un
jinete cabalga con su hijo en brazos. El niño se revuelve, escondiéndose, ¿qué
te ocurre? Es que veo al rey de los elfos.
El
rey de los elfos o el rey de los alisos, el Erlkönig
La
voz suave lo seduce, ven conmigo, a jugar, a cantar y bailar
El
padre dice que será un jirón de niebla… luego que es el susurro de las hojas
secas… o el viejo prado, que brilla de tan gris…
El
niño aterrado, ve y oye al rey de los elfos, y a sus hijas…
Y rey le dice que lo ama, que vaya con él por las buenas o por las malas.
Padre
mío, ¡ya me está agarrando!
El
padre lo abraza más fuerte, galopa, hasta llegar a casa. Pero es tarde,…
In seinen Armen das Kind war tot
(En
sus brazos el niño estaba muerto)
Erlkönig, D. 328
Es
un lied de 1815, el mejor de ese año y uno de los más recordados del autor.
Sobre texto de Goethe, al que otros pusieron música, pero que es conocido sobre
todo en esta versión de Franz Schubert.
El
piano se independiza, ya no es mero acompañamiento de la voz, sino que también
relata la historia terrible, el galope incansable del caballo, insistente, el nervio, la tensión…
Es
tan difícil que en una de las versiones (Müller & Espagne, 1868),
enviada al propio Goethe, el acompañamiento está simplificado pues el original
era muy difícil para él.
Tiene
cuatro voces: el narrador, el padre, el hijo, y el fantasmal rey de los elfos.
El intérprete tiene que ir modulando la voz para diferenciar los personajes, el
padre en tono más grave, el rey de los elfos susurrantes y seductor, el niño,
aterrorizado.
El fantasma te mete más miedo precisamente porque su parte es lenta, susurrante, lo que inquita más que si gritara desaforado. Aquí, una representación con sombras:
Si tienes un cantante que además sea buen actor, mi Dietrich, sin ir más lejos, este lied te pone los vellos de punta. Aquí, de yogurín.
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