Neuromancer
Autor: William Gibson
Fecha de publicación: 1984
Novela seminal del ciberpunk
Hay
cosas que son tan de los ochenta como los cardados y las hombreras. Neuromante es una de ellas.
En su
momento logró algo nunca visto hasta entonces, que es ganar los tres
principales premios de ciencia ficción: Nebula, Hugo y Philip K. Dick. Algo
abrumador sobre todo considerando que es una primera novela.
¿De
qué va? Es una novela de ciencia ficción postapocalíptica. Cuando se escribió,
aún se vivía la guerra fría. Por lo tanto, lo que se imaginó el autor es una
tercera guerra mundial con los soviéticos después de la cual se vivía un mundo bastante oscuro, muy
urbano, con macrociudades extendiéndose a lo largo de centenares o miles de
kilómetros.
Un
mérito que se atribuye al autor es la acuñación del término ciberespacio, para referirse a esa
conexión de miles de ordenadores creando una red. Ya lo usó en un cuento
anterior, pero lo desarrolló más en esta novela.
El
protagonista, Case, es un cibervaquero, lo que hoy llamaríamos pirata
informático por su capacidad de superar las barreras defensivas de los
programas. Lo llaman ICE, «hielo» y este Case es muy bueno «rompiendo el hielo» para acceder a la información por la que le pagan.
Antes
de comenzar la novela, sin embargo, se ve impedido de tener ese acceso al
ciberespacio por haber querido engañar a sus jefes. Tiene una vida más bien
arrastrada en los bajos fondos. Consume todo tipo de sustancias, fuma, bebe y
se droga, o sea, el combo ideal tan de los ochenta.
Es el
personaje en torno al cual gira la historia y vamos siguiendo sus pasos por
todo ese mundo cutre y sombrío. Lo contratarán para que haga cierto trabajo.
Para ello tienen que arreglarle un poquito los órganos chafados por sus jefes y
que le impedían conectar con el ciberespacio. Los que le ponen, eso sí, vienen
con algún contratiempo, como que le impiden colocarse químicamente.
Porque
sí, este mundo permite modificaciones corporales más allá de la cirugía
estética actual. Por ejemplo, su compañera de aventuras, Molly, tiene
implantadas unas lentes de espejo ante sus ojos y unas garras retráctiles bajo
las uñas.
Molly,
por cierto, es el personaje que al final más te llama de toda esta historia.
Lástima que el autor, muy en plan adolescente, sienta que tiene que hacerla un
pasado como mujer prostituida y una de las primeras cosas que hacen ella y Case
es follar, porque sí. La identificación mujer=sexo es tan cansina... Creo que de cada personaje femenino que saca en la
historia, tiene que decir si está buena o no, llamando la atención sobre todo
sobre sus pechos. Esa es la parte del libro que me sonó más adolescente y me
hacía poner los ojos en blanco. Aunque en realidad es algo más frecuente de lo deseable en los autores
masculinos.
La
cosa es que luego la historia se complica y detrás del trabajito que le
encargan a Case, en realidad, hay un tema de una corporación, dos inteligencias
artificiales, unos rastafaris, una colonia espacial, un psicópata, un
guardaespaldas ninja… De todo un poco. Con el tópico de qué negativo es todo,
qué malas las empresas y sus ejecutivos, qué peligro las inteligencias
artificiales, vaya asco de mundo al que nos encaminamos, etc.
El
estilo con el que está narrado es lo que me parece a mí más ochentero y debió
suponer todo un golpe de aire fresco en el género. Yo lo llamaría surrealismo tecnológico. Desarrolla
escenas visualmente impactantes, con un toque onírico, de manera que no sabes
si es realidad, fantasía, sueño, visiones de tanto personaje drogado o qué. Una
imagen, a modo de ejemplo, sería la de un alacrán subiendo por el brazo de un
personaje, que me recordó muchísimo a las famosas hormigas de Un perro andaluz. Aquí no hay ojos
cortados, pero sí que fracturan un implante de espejo de Molly. Os hacéis a la
idea, ¿no?
Frente
a ciencia ficción más pesada, en la que se pierde en la creación de mundos,
razas, planetas, etc, hasta que el mundo se come a la historia y a los
personajes (un riesgo que se corre con el worldbuilding
tanto de ciencia ficción como de fantasía y, a veces, en novela histórica),
William Gibson te mete in media re en
este mundo sin explicaciones.
Es de
esas novelas que tuve que mirar de qué iba para entender lo que estaba
leyendo. Por un lado, bendita sea la ausencia de infodump; pero, por otro, caramba, me gusta comprender las cosas,
no solo meterme en el viaje lisérgico del autor. No, de veras, es de esas
novelas que parece que el autor debía estar fumado cuando la escribía.
Decía
yo que es muy ochentera esta novela, pero a mí se me dio un aire a la contracultura casposa, con antihéroe y con el feísmo de las películas de los
setenta, más que con el preciosismo Blade Runner con la que muchas veces se relaciona a esta novela.
Lo que
más me ha gustado es que supiera darle un aire desenvuelto a la ciencia
ficción, que se escribiera como un adolescente espídico inspirado en el
brutalismo de un Bukowski.
Lo que
menos, la forma de mirar a las mujeres. No me entendáis mal, en Molly, la
Navaja Andante, hay una heroína mítica de la que apetece saber más. Pero de
verdad, que lo primero que te digan de cada hembra sea cómo tiene las tetas, de
verdad, es un poco, ya digo, juvenil. Me pregunté si superaría el test de Bechdel,
y al final sí lo hace, cuando Moly y 3Jane, la directora de una corporación,
hablan de temas que no son Case.
No me
extraña que deslumbrase en los años ochenta. Y se puede convertir en una de tus
favoritas si la lees ahora, aunque mi impresión es que dependerá un poquito de la edad que
tengas. A mí, que he pasado el medio siglo, me dijo bastante poco, quizá porque me costó comprender lo que
estaba diciendo. La traducción no me parece demasiado lucida. Hace cosas como
dejar joint así, sin traducir a «porro».
Una traducción poco inspirada acaba causando confusión en el lector. Todo se
aprecia más si lo entiendes.
Después
de leer la novela, leí sobre la
novela, y eso me ayudó un poco a valorarla más.
Puedes
darle una oportunidad si tienes cierto gusto por el género de ciencia ficción. Pero, si no,
tampoco me parece que sea una historia de las que vaya a cambiarte la vida,
ahora, ya entrado el siglo XXI. En su momento, sí, fue muy rompedora y anticipó
cosas, aunque su ciberespacio y su conectarse a la red no es exactamente igual
que como entramos nosotros ahora en internet.
Y no, tampoco supo imaginar nada parecido a esos ordenadores de mano que llamamos teléfonos móviles.