|
Magio: «El ángel, el sol y los cuatro vientos» Beato Morgan o Pierpoint Ms. 644, f.º 115 vto. |
Ubicación: Museo & Biblioteca Morgan,
Nueva York (EE. UU.)
Fecha: h. 940-945
Estilo: Arte mozárabe
Autor: Magio
Hoy voy a hablar un poco de mi
tierra…
Antes de llegar a este manuscrito
que hoy se guarda en Nueva York
Espero no liarme y a ver si
cuento claro cómo llego de aquí allí
Pasando por el «testículo del
Anticristo».
Vamos a ver. Tenemos España, en la península
Ibérica. Arriba, en el norte, en el centro de la costa Cantábrica, Cantabria. Y, dentro de Cantabria, en
el extremo occidental, una comarca entre montañas que se llama Liébana.
Sí, un poquito remoto, y a donde no se
llega por autovía, precisamente. Pero el paisaje espectacular, merece la pena. Os
pongo una foto mía de cuando estuve no hace demasiado tiempo:
A este reducto del norte de España
llegaron refugiados procedentes del sur, huyendo del emirato de
Córdoba, entre ellos estuvo probablemente este monje llamado Beato.
Este monje del siglo VIII salió erudito
y se metió en el gran fregado religioso del momento, sobre la naturaleza de Jesucristo.
Elipando, arzobispo de Toledo, entonces bajo dominio musulmán, defendía el
adopcionismo: Cristo nació humano pero Dios lo adoptó.
Este Beato, desde su reducto entre
montañas, furiosamente defendió lo contrario: nada de adopciones, aquello era encarnación
divina, pura y dura. Acabó llamando a Elipando «testículo del Anticristo».
Había un poquito de política en ello, del
reino de Asturias buscando independizarse de la sede toledana, de prestigio
indudable ya desde tiempos visigodos, pero que ahora estaba bajo dominio
musulmán.
El obispo de Urgel se metió en el lío,
apoyando al de Toledo, con lo que la cuestión llegó a la corte de Carlomagno,
pues el condado de Urgel acababa de pasar a dominio carolingio. La cuestión se
zanjó en el concilio de Fráncfort (794) Jesucristo era divino, antes, durante y
después, nada de adopciones.
Al parecer para combatir la herejía adopcionista
es que este Beato escribió sus Comentarios
al Apocalipsis de San Juan, siendo la segunda versión del año 786. No era
muy original, sino más bien recopilaba o resumía lo de autoridades precedentes.
Pero, ¡ay amigo!, el refrito acabó siendo el texto
más ilustrado de la España medieval. Tuvo tremendo éxito, a ver, entendámonos,
para lo que era aquella época. Un libro se copiaba a mano por el scriptorium del monasterio, y no solo se
repetía el texto sino que se iluminaba, o sea, se ponían imágenes.
Desde el siglo X hasta el siglo XIII se
estuvieron produciendo manuscritos llamados Beatos, o sea, cuatrocientos años. Al menos veinticuatro de esos manuscritos estaban ilustrados. Ninguna otra obra tuvo tantas
reproducciones.
Uno de los más antiguos, y de los que yo
cojo la imagen que ilustra este artículo, es el llamado Beato Morgan. Fue
encargado por el monasterio de San Miguel de Escalada (lo pone en el propio
libro), pero no parece que se confeccionara allí sino más bien en San Salvador
de Tábara. Al scriptorium de este
último monasterio pertenecía su autor, Magio (Magius archipictor, como se dice en el propio manuscrito), otro de
esos casos rarísimos de un artista medieval cuyo nombre conocemos.
Dataciones del manuscrito he visto
varias: entre 922 y 958; 940-945; 962… En algún sitio lo ponen como el más
antiguo de los Beatos, del año 926. Yo he optado por poner la fecha que dicen
en la Biblioteca Morgan, porque supongo que al estar
allí, tendrán más estudiada la datación. Es el manuscrito 644 de su colección.
O sea, pensadlo un poco. Beato es un
tipo que vive en un sitio remoto de los Picos de Europa en el siglo VIII, en el
siglo X le empiezan a hacer copias como locos y siguen así hasta el siglo XIII.
La ilustración que he escogido como cabecera de esta entrada se refiere al Apocalipsis, VII, 1-8,
que os pongo en la versión Reina-Valera:
1
Y después de estas cosas vi cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos
de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase
viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol.
2
Y vi otro ángel que subía del nacimiento del sol, teniendo el sello del Dios
vivo: y clamó con gran voz á los cuatro ángeles, á los cuales era dado hacer
daño á la tierra y á la mar,
3
Diciendo: No hagáis daño á la tierra, ni al mar, ni á los árboles, hasta que señalemos
á los siervos de nuestro Dios en sus frentes.
4
Y oí el número de los señalados: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de
todas las tribus de los hijos de Israel.
5
De la tribu de Judá, doce mil señalados. De la tribu de Rubén, doce mil
señalados. De la tribu de Gad, doce mil señalados.
6
De la tribu de Aser, doce mil señalados. De la tribu de Neftalí, doce mil
señalados. De la tribu de Manasés, doce mil señalados.
7
De la tribu de Simeón, doce mil señalados. De la tribu de Leví, doce mil
señalados. De la tribu de Issachâr, doce mil señalados.
8
De la tribu de Zabulón, doce mil señalados. De la tribu de José, doce mil
señalados. De la tribu de Benjamín, doce mil señalados.
Fijémonos bien en la lámina. En las
esquinas tenemos a los ángeles soplando, una forma de retener o contener los
vientos. Luego arriba en el centro, aparece el ángel que «sube del nacimiento
del Sol». Por si tienes dudas, ahí te lo ponen, un sol rojo en el que –por si
no sabes exactamente qué representa– está escrita la palabra sol. Este ángel es el que lleva en la
mano el sello con el que va a marcar a unos cuantos varones de entre las tribus.
Por todo el borde, están pintados peces en el mar (de nuevo por si te despistas, lo ponen con todas sus letras: marre).
En el centro de la imagen hay cuatro
grupos de santos con nimbo, representando las tribus. Estas personas se alzan
sobre la tierra, con árboles y arbustos. Si nos fijamos las personas y las
plantas están sobre un fondo de franjas de color plano, muy características de este
tipo de ilustraciones de los Beatos.
Por poner otro ejemplo de esto de las tiras de color en el fondo, el folio 172
vto. de otro Beato, el llamado Beato de
Las Huelgas, también en la Morgan, y que es trescientos años posterior al
Beato Morgan:
«El profeta Daniel y los tres ángeles», en
el Beato de Las Huelgas (h. 1220)
Estas miniaturas, desde finales del siglo IX se realizaban en los
monasterios. Se considera
dentro del arte mozárabe, tradicionalmente atribuido a cristianos que
se iban de la zona musulmana; ahora se tiende más a hablar de «arte de
repoblación», mezcla de evolución autóctona a partir de la tradición visigoda, e
influencias foráneas, como las musulmanas en los motivos ornamentales.
Ya he comentado que se considera que
este Beato Morgan al más antiguo, y que era un raro caso de los que se conocía
el nombre del pintor: Magio A este miniaturista se atribuye también el Beato de
Tábara, hoy en el Archivo Histórico Nacional (Madrid).
Magio trabajó con otro pintor cuyo nombre se conoce, Emeterio, en otro manuscrito de este tipo, el Beato de Tábara. Y Emeterio tuvo mano en el Beato de Gerona, acabado en el año 975
junto con la pintora Ende, sí una artista femenina, como lo oís.
Y como no se han conservado en la
Historia del Arte los nombres de muchas mujeres, me pararé un momento en esta
Ende, «pintora y sierva de Dios». Posiblemente fuera monja del monasterio de
San Salvador de Tábara. Es considerada la primera artista femenina en España,
la única cuyo nombre nos queda, de la Edad Media.
Venga, voy a poner un ejemplo de ese
Beato de Gerona, que sigue en la catedral de esa ciudad:
Ende: «El ángel del abismo y las
langostas infernales», en el Beato de Gerona (975).
La miniatura mozárabe usa colores
básicos, intensos. Destaca por su intensidad expresiva y el dramatismo en el
dibujo.
Como toda la pintura, nos sirve para conocer
un poquito la época. Al representar las cosas, el pintor recurría a lo que
conocía, como los muebles, las vajillas, las ropas,… de manera que te sirve
para conocer un poco más de la vida cotidiana de aquellos años que se
consideraban «oscuros».
Pero aparte de reflejar algunos aspectos
de la realidad, la imaginación de los monjes les permitía representar aquellas
cosas de las que no tenían referencia real, como los monstruos o las criaturas
fantásticas. Toda esa imaginería pasaría después a la iconografía del Románico
español.