Nineteen Eighty-Four
Autor: George Orwell
Fecha de publicación: 1949
No hablan del pasado, hablan
del hoy.
Esta
novela es una de las distopías más
famosas de la historia. Parecería que habla del totalitarismo de los nazis o de
la URSS, pero no, mira más adentro y verás que habla también del hoy.
Ambientada
en lo que entonces era el futuro, 1984
sigue a su protagonista, Winston Smith, que vive en un Londres que ya no se
llama así y que forma parte de uno de los tres grandes estados en los que se
divide la Tierra, en concreto, Oceanía. Estos tres grandes se enfrentan en una guerra
permanente, infinita, que ninguno de ellos puede acabar de ganar ni perder.
Esto
contribuye a controlar a la población. La gran masa son los proles, que llevan
existencias muy básicas y sensuales, y luego están los miembros del Partido
único, que mueven el cotarro.
Hay
pantallas y micrófonos por todas partes, mirando, oyendo, controlando lo que la
gente hace. Se pide una devoción incondicional e irracional al Gran Hermano. Y
hay que creer lo que dice la propaganda, incluso cuando hoy dice una cosa y
mañana la contraria.
Entre
los instrumentos de control está el cambio continuo del pasado. Cuando este se
vuelve incómodo, se destruyen documentos, escritos, fotos, hemerotecas enteras,
y se reconstruyen con lo que debieron decir, y no lo que pasó en realidad.
La historia
se reinventa continuamente, creando sucesos que no pasaron y borrando toda
evidencia de otros que sí ocurrieron. Quien
controla el pasado, controla el futuro, dicen en el libro, y el que controla el presente, controla el
pasado.
Se
inventan una neolengua, cada vez más
pobre, para limitar la capacidad de pensamiento de la gente.
Y
cosas como el doblepensar, es decir,
ser perfectamente capaces de aceptar una cosa y la contraria sin ver ninguna
incoherencia en ello. Sin sentir lo que en psicología se llama disonancias cognitivas.
Y
llamando a las cosas lo contrario a lo que son, como el Ministerio de la
Verdad, que es el que se encarga de crear mentiras, o el de la Paz, que se
dedica a la Guerra.
Son un
montón de conceptos que te hacen pensar.
El
argumento es bastante simple. El protagonista vaga por este mundo, se plantea
cosas, duda, tiene su lío amoroso, su momento de rebelión y, al final, lo
atrapan, torturan y acaba rindiéndose a la presión del régimen. Aceptará como verdad
lo que el Partido determine a cada momento.
La
novela goza de ese estilo tan práctico y eficaz de casi todos los anglosajones,
de manera que la lectura es bastante ágil y fácil.
Los
personajes se te quedan clavados en la retina. Después de la película que hicieron, para mí Winston tendrá siempre el rostro de John Hurt.
Cuando
leí este libro por vez primera, allá en los años ochenta, pensé que hablaba de
los totalitarismos de los años 20-30 como el nazismo o la URSS y sus purgas
constantes, confesiones forzadas, destrucción o borrado de personajes. Y sí,
está claro que por la época en la que se escribió estaba describiendo sobre
todo un futuro distópico con todo el mundo al estilo soviético.
Era la
época de la movida, había llegado la democracia, entrábamos en la Comunidad
Económica Europea,… seguro que eso no iba con nosotros.
Pero con
los años me he dado cuenta de que las ideas que contiene la novela van más
allá, se han hecho hueco en nuestra sociedad y, a pesar de la caída del Muro de
Berlín, son trucos que siguen estando presentes.
¿Qué
digo presentes? Precisamente el que
ya no exista la URSS podemos ver más claramente los trucos de la propaganda.
Ahora nos damos cuenta de que no hablaba de un régimen en particular sino de
una forma de hacer política: la forma fascista, totalitaria, excluyente y
brutal, de hacer política.
Me
resulta curioso que no fuera la URSS sino España la que le hizo ver este tipo
de manipulación, en particular la histórica. Será que es una forma de
deshonestidad que se nos da particularmente bien. Así se puede leer en la wiki:
Ya de joven me había fijado en
que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de
prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la
relación que se presupone en una mentira corriente. (...) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no
desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según
las distintas «líneas de partido». (...) Estas cosas me parecen aterradoras,
porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está
desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras,
o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá
la historia de la Guerra Civil Española? (...) Sin embargo, es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la
guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos,
la mentira se habrá convertido en verdad.
Para
que nadie se confunda, Orwell vino,
según dijo, “a matar fascistas” y entró en el POUM, se encontró con las barbaridades, las mentiras y la
propaganda de los estalinistas y acabó huyendo por pies, temiendo por su vida, y no precisamente por las balas franquistas.
Sus
reflexiones me parecen aún vigentes. Lo vemos cotidianamente en los medios de
comunicación. Veo a los extremistas de mi país (marxistas, nacionalistas y hasta chavistas) te
cuentan unas historias que tú sabes que no son verdad, porque has leído los
documentos, has visto y oído las grabaciones, y aun así mucha gente se lo cree.
¿No os
suena actual ese doble lenguaje que usa el opresor diciendo que no, que quien
oprime es “el otro”? ¿O que sea precisamente el que desarrolla comportamientos
fascistas, pretendiendo imponerse al que piensa diferente mediante la violencia no amparada por la ley, es precisamente quien llama “fascista”
al otro?
La
diferencia del mundo actual respecto al futuro imaginado de 1984 es que no hace falta un partido
único, ni tampoco violencia sistemática y torturas individualizadas para
“convertir” a cada individuo. No hay que convertir uno a uno, sino lograr una
masa crítica y después la conformidad
social hará el resto (“no estoy convencido de esto, pero si todo el mundo
lo dice, será, ¿para qué voy a ser el raro que dice otra cosa?”). Hay partes de
España que llevan años –me parece a mí- como experimentos tipo Solomon Asch.
No, el
fanatismo se puede dividir en partidos aparentemente distintos, con tal de que concierten una decidida acción común en la búsqueda conjunta del poder con exclusión de otros
grupos. 1984 lo deja claro, el
Partido quiere el poder por el poder; las grandes palabras son sólo excusas
Tampoco es necesario hacer como en el libro: controlar todos y cada uno de los documentos que quedan como testimonio
del pasado, destruir los incómodos e inventarse otros. No, basta con la
constante presencia de la televisión, alimentar a la gente con propaganda, y
calentar las redes sociales con mensajes sencillos, repetitivos, aunque no sean
verdad, sino postverdad al estilo
Trump. Tú afirma algo con toda tu cara de cemento, que ya se encargarán de
repetirlo una y otra vez quienes quieren comprarte el argumento, sin contrastar
ni profundizar, y acabará creyéndoselo una mayoría suficiente.
Y si
luego los hechos te desdicen, tú inmediatamente di lo contrario, y que siempre lo
sostuviste. Cambias el discurso en mitad del partido y no pasa nada. La gente
tenemos menos memoria que Dory la de Nemo, y nos creemos de verdad que donde un político dijo A (y lo oímos) en realidad dijiste B (y creemos que de verdad es lo que oímos). Es un truco de tarotista, mentalista y mago de los de toda la vida.
Y
sigue funcionando.
Hay
argumentos que la gente siempre está dispuesta a comprar:
…
todas las cosas malas de la vida que te pasan, siempre son culpa del otro;
…
siempre hay una solución sencilla y fácil que es la que yo te doy;
… y si
no te pasan cosas realmente malas, ya me ocupo yo de inventarlas y hacerte
creer que eres víctima de ellas, para incitar tu odio, tu sentimiento de
humillación y poderte usar como masa que simplemente sienta, y no piense.
Así se
explica el populismo, de izquierdas y de derechas, los partidos excluyentes –en suma- que sólo quieren una sociedad
con los que han conseguido convencer de su verdad y no una en la que quepamos más o menos todos.
Da carta blanca para odiar, escupir, humillar y aislar a todo
el mundo que no te gusta y encima te sientas bien por ello porque el grupo (los guays, los enrollados, los molones) te
lo jalea.
La
cosa es que funciona. Y, ¡ojo! Que nadie se crea a salvo de dejarse atrapar por
estos cantos de sirena. Todos podemos ser víctimas de las mentiras de los
medios y de los políticos, y encima creernos muy listos porque pensamos que sabemos
algo que el resto no sabe.
Y nos
engañan como a niños.
Por
eso hay que estar alerta y entender cómo funciona la propaganda, y cómo nos
mienten y manipulan los medios y los políticos.
Así
que, en mi opinión, si crees que 1984
sólo está hablando del estalinismo, me parece que te has quedado en la
superficie.