Dama con l'ermellino
Dama z gronostajem
Fecha: 1488-90
Estilo: Arte renacentista
Autor: Leonardo da Vinci
Técnica: óleo sobre tabla
Ubicación: Museo Czartoryski (Cracovia, Polonia)
Mi
pintura favorita de Leonardo
No
sé si habéis visto la película de George Clooney The Monuments Men (2014).
En
todas las guerras hay saqueos, y las obras de arte son uno de los botines más
preciados. Napoleón recorrió Europa arrasando con todo lo de valor. A veces ni
siquiera hace falta una guerra, el más fuerte se hace con lo que quiere: la
depredación inglesa por los rincones del imperio y aledaños también es
antológica.
La
Segunda Guerra Mundial no fue una excepción. Conforme los ejércitos alemanes
conquistaban territorios, aparte de exterminar a Untermenschen, rapiñaban cuanta obra de arte se les pusiera a tiro.
Es célebre la colección que llegó a reunir Göring. La idea de Hitler sería construir un gran museo (se llamaría el Führermuseum)
en su ciudad natal, Linz, pero sus sicarios cuando atropaban algo, no lo daban
al estado, sino que se lo quedaban para sí.
Así
que no es de extrañar que el gobernador general de Polonia, Hans Frank, cuando
tuvo que largarse a Baviera al final de la guerra, se llevara consigo esta obra
de Leonardo da Vinci, que había cogido del castillo de los Czartoryski. En
Baviera es donde lo recuperaron los Monuments
Men a los que Clooney hizo una peli.
El
film, entre nosotros, es agradable de ver aunque nada especial. Lo mejor, que resulta un justo homenaje
hacia aquellos hombres estadounidenses que vinieron al viejo mundo, arriesgando
sus vidas, para salvar el patrimonio artístico europeo.
Aquí, a la izquierda, los Monuments Men originales, enseñando La dama del armiño. La foto la he tomado de Wikicommons y pone Fine Arts, and Archives program, dominio público, via Wikimedia Commons.
La dama del armiño es un óleo sobre tela. Leonardo es de
la generación florentina que empezó a experimentar con el óleo, esa técnica que
los flamencos habían llevado a su cumbre.
Como
muchos de los cuadros del autor, es de pequeñas dimensiones, 54,8 x 40,3 cm.
Tiene una inscripción, posiblemente añadida al llegar a Polonia en el siglo
XVIII, que dice la bele feroniere leonard
da vinci. Pero, como os contaré más tarde, la retratada no era la Bella
Ferronière.
Me
encanta este magnífico cuadro porque me parece una estampa real de la vida
captada al vuelo. Te imaginas perfectamente a la modelo, entretenida con su
mascota. De repente, se abre una puerta, o suena un ruido, y los dos se
vuelven a mirar, ella y el armiño.
Capta
el movimiento, y eso es dificilísimo. Otros retratos suyos son muy
cuatrocentistas, con modelos estáticos, desde Ginevra Benci a Mona Lisa: esas mujeres están posando. Solo en este se transmite el nervio, la vida, el movimiento. Se nota que es una muchacha joven, a punto de sonreír a la persona
que llega. Sabes lo que ha pasado antes y lo que pasará después de ese momento.
Notas
los músculos de la mano sujetando al animal. La postura del mustélido, además,
es muy reconocible para cualquiera que tenga una mascota, mismamente un gato: lo
coges en brazos con cariño y se deja acariciar pero, de repente, algo que llama
la atención y se revuelve, quizá para saltar a ver qué hay.
La
retratada es Cecilia Gallerani, de dieciséis años. Era amante del duque
Ludovico Sforza. No solo era bella, sino también ingeniosa y cultivada, hablaba
latín con fluidez, y se decía que era una música y cantante dotada. Hizo sus
pinitos literarios y contribuía a un salón en el que se hablaba de aquellas
cosas humanistas.
Ironizaba
Jane Austen en Orgullo y prejuicio
sobre lo mucho que tenían que saber las jovencitas. A mí me hace gracia, la
verdad, lo que se esperaba de las jóvenes casaderas en época georgiana o
durante la Regencia no es nada frente a los refinamientos exigidos de las
mujeres cultas de la Italia renacentista.
Estilo
Leonardo
da Vinci fue prácticamente contemporáneo de Botticelli (era siete años más
joven). Cuando su padre, un notario florentino, vio
lo bien que se le daba el dibujo al crío, le puso en el taller de Verrocchio, a ver si
aprendía a ganarse la vida con algo práctico.
Por
eso, aunque cronológicamente, Leonardo sería uno más de la segunda generación
de pintores florentinos, supone un paso más allá. Se le sitúa estilísticamente,
entre el Quattrocento y el Cinquecento.
Domina mejor la pintura al óleo, y aprende a sacarle potencial a la hora de reflejar la realidad, con sus veladuras. Por eso tantos de sus cuadros son pequeños, requiere tiempo, y él pintaba pausado.
Sus intentos en formatos más grandes... o no los terminaba porque siendo como era parsimonioso pintaba muy lento, no cumplía con los plazos y ni el comitente ni él conservaban el interés en terminar... O le pasaba como con la Última Cena, no
estaba dotado para pintar al fresco e intentó una técnica que, bueno, digamos
que empezó a desmoronarse ya al poco de ser terminado. De su torpe intento de
reavivar la encáustica en Florencia ya ni hablamos.
Leonardo
fue un magnífico pintor y, sobre todo, un extraordinario dibujante, en un
entorno, el florentino, que destacaba precisamente por eso, por el dibujo, la
línea, más que el color.
Su
principal aportación como pintor fue prescindir de la nítida línea que envolvía
las figuras de un Botticelli, por ejemplo. Difuminó los bordes, en
lo que se llama «esfumado» (sfumato), con lo que los personajes representados quedaban envueltos en una especie de niebla algo enigmática. Creando suaves contrastes entre la zona de luz y la de sombra, añadía volumen a las figuras.
Historia
del cuadro
Ya he dicho que la representada era amante del duque Ludovico Sforza, llamado el Moro. Llegó un momento en que el duque casó a su amante con el conde Bergamini de Cremona. Ella conservó su
retrato y, años más tarde, se lo envió a otra dama ilustrada del Renacimiento,
Isabel de Este, marquesa de Mantua, que se lo había pedido para comparar la
manera de pintar de Leonardo con la de Giovanni Bellini.
Era solo un adelanto. Ya se veía entonces que este cuadro iba a viajar más que el baúl que la Piquer. Os cuento.
La
pintura fue adquirida en 1798 por Adam Czartoryski, para su madre la princesa Izabela
Czartoryska (en otro sitio leí que era para su esposa) y se integró en las colecciones de la familia Czartoryski en 1800. A
lo largo de los siglos, la familia movió este cuadro de un lugar a otro de
Europa, protegiéndolo de las guerras y demás. Por ejemplo, entre 1830 y 1876, estuvo
en el hôtel Lambert, centro de la emigración
polaca en París y propiedad de los Czartoryski.
La
familia volvió a Polonia en 1869, y de nuevo se asentaron en Cracovia. El follón de la guerra franco-prusiana y la barbaridad de la Comuna les impulsó a llevarse la pintura a Cracovia en 1876. Dos años después,
abrieron el museo que lleva su nombre.
Siglo
XX. Primera Guerra Mundial: trasladan el cuadro a la Gemäldegalerie Alte
Meister de Dresde, para conservarla. Vuelta a Cracovia en 1920.
Ídem.
Segunda Guerra Mundial. La familia intenta ocultar el cuadro en Sieniawa, ante
el avance de la Wehrmacht. Sin
embargo, los nazis lo descubrieron y lo enviaron a un museo de Berlín. En 1940,
Hans Frank, el gobernador general de Polonia, lo vio y se lo llevó de vuelta a
Polonia, donde estuvo en su oficina en el castillo de Wawel hasta 1941, año en
que la trasladaron a un almacén de Breslavia. En 1943, de vuelta a Cracovia, la
exponen en el Castillo de Wawel. ¿No os digo que viaja mucho…?
Los
Monuments Men recuperaron el cuadro
en casa de Frank en Baviera y lo devolvieron a Polonia.
Dirás que aseló entonces, ¿no? Pues no. Más
meneítos de acá para allá. Leo en la Wikipedia en inglés que es la pintura de
Leonardo que más ha viajado: Varsovia (1952), Moscú (1972), Washington DC
(1991/92) y Malmö (1993/94), Roma/Milán (1998) y Florencia (1999).
Siglo XXI. La
Fundación de los Príncipes Czartoryski vendieron la colección el 29 de
diciembre de 2016 al gobierno polaco, por cien millones de euros. La fundación
estaba representada por Adam Karol Czartoryski, el último descendiente directo
de Izabela Czartoryska Flemming y Adam George Czartoryski, quien llevó la
pintura a Polonia desde Italia en 1798.
Actualmente
se encuentra en el Museo Czartoryski de Cracovia. De momento, supongo. Hasta que les de por traerla o llevarla de nuevo.
El
autor: Leonardo da Vinci
Nació
cerca de Vinci, en 1452, hijo no matrimonial de una campesina y el notario de Florencia que ya mencioné antes. Como dije, se formó en el taller de Verrocchio. Trabajó tanto en
Florencia como en Milán. Sus cuadros son pocos y, más de uno, lo dejó inacabado.
Fue
un extraordinario dibujante que reflejó en sus notas todos sus amplios
intereses: el cuerpo –que conoció mejor presenciando necropsias–, los animales, la
naturaleza, las expresiones diferentes de los rostros humanos, así como de
todas las cosas que observaba, desde los remolinos al vuelo de los pájaros a
idear cómo podrían hacerse unas alas con las que el hombre pudiera volar o un
buzo para caminar por el fondo de las aguas.
Solo
lo dibujaba, ¿eh? No quiere decir que construyera realmente nada de eso, ni que
experimentara, ni siquiera que algo de eso funcionase si se construyera hoy
según sus diseños. Dibujar era su forma de reflexionar y fantasear.
Vasari lo describe como un hombre fuerte y atractivo, que sabía cantar, entretenía a sus amos organizando fiestas para las que creaba decorados y trajes y que debió tener mucha labia.
Posiblemente, la mejor descripción de lo que debió ser este hombre encantador nos la da Vasari en sus Vite, cuando explica cómo encandilaba a todos con sus fantasías:
«los persuadía con tan grandes razones que parecía posible, aunque todos, cuando se había ido, constataban por sí mismos la imposibilidad de tamañas empresas».
Otras
obras
Este
cuadro es mi favorito de los que pintó Leonardo. Pero hay otros que gustan
mucho a la gente y que por sus méritos, son los que más veréis citados en los
libros de Historia del Arte.
Como,
ante todo, fue un dibujante fuera de lo común, os pongo a continuación algunos
de sus dibujos más memorables.
«Paisaje
del Arno» (5 de agosto de 1473), tinta sobre papel, 16 cm × 28,5 cm, Gabinetto
dei Disegni e delle Stampe, Galería de los Uffizi, Florencia.
«Las
proporciones del cuerpo humano según el canon de Vitrubio», también conocido
como «El hombre de Vitrubio» (h. 1492), plumín, pluma y tinta sobre papel, 34,4
cm × 25,5 cm, Galería de la Academia, Venecia.
«Cartón
de Burlington House» (h. 1501-1505), tiza negra, albayalde y difumino sobre papel,
141,5 cm × 104,6 cm, National Gallery,
Londres. Representa a la Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista.
Y
ahora paso a algunos de sus pinturas de colorines más populares.
«La
Virgen de las rocas» (entre 1483 y 1486), óleo sobre lienzo (tabla añadida al
lienzo en 1806), 199 cm × 122 cm, Museo del Louvre, París. Hay otra Virgen de las rocas en la National
Gallery de Londres.
«La última cena» (desde 1495 hasta 1498), temple y óleo sobre yeso, 460 cm × 880 cm, refectorio de Santa María de las Gracias (Santa Maria delle Grazie), Milán. Es prodigiosa la forma en que pinta con perspectiva, de manera que parece como un trampantojo, que hay un espacio más allá de la pared. Para cada uno de los apóstoles, por otro lado, estuvo buscando rostros durante mucho tiempo en las calles milanesas; cada uno tiene su propio carácter. Una auténtica pena que los experimentos aquí del artista acabaran haciendo que nada más terminarse ya se estuviera desprendiendo de la pared.
«La Gioconda» (1503-1505), óleo sobre tabla, 77 cm × 53 cm, Museo del Louvre, París.
Esta que aquí veis, medianamente conservada, es la pintura más famosa de
Leonardo, acumulando mugre y amarilleándose el barniz. Posiblemente,
de las obras de semejante calidad, la peor conservada.
Bajo ese aspecto mugroso lo que pintó Leonardo debió ser algo más parecido a lo que se ve en la copia del Prado:
Anónimo, 1503-1519, óleo sobre tabla, 76,3 × 57 cm, Museo del Prado, Madrid.
¿Veis por
qué no hay huevos para limpiar la Gioconda original?
«La Virgen y el Niño con santa Ana» (h. 1503-1519), óleo sobre tabla, 168 cm × 130 cm, Museo del Louvre, París.
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