|
Ediciones B, S.A., 28.ª ed. (2013) |
Autor:
Santiago Posteguillo
Fecha
de publicación: 2008
Parte
de una serie: Trilogía sobre Escipión el Africano #2
En
esta lista en la que hablo de cien novelas históricas, cuando de series se trata suelo hablar solo de una, la primera.
Pero hoy voy a comentar la trilogía de Escipión, hablando sobre todo de la segunda,
que es la que me parece más redonda.
Esta entrega narra la vida de Escipión desde 209 a. C., guerra en Hispania, hasta la batalla de Zama, incluida (202 a. C.). Es el apogeo del personaje, quien triunfa contra todo
pronóstico en circunstancias muy complicadas. Tiene que luchar no solo en el campo de batalla sino también en el Senado, para convencerlos de la bondad de su estrategia: poner fin al conflicto con Cartago llevando la guerra a África. O, al menos, que le dejen intentarlo...
Tiene
esa competence porn que a mí (y no soy la única) me resulta irresistible: ver a una persona superando, gracias a su inteligencia y sus habilidades, obstáculos que habrían derrotado a cualquier
otra. Con un ejército pequeñito, ¿cómo va a enfrentarse con los
poderosos ejércitos cartagineses en Hispania…? Y luego esa parte tan atractiva
de un make over: cómo transformar unas legiones malditas, supervivientes de Cannas, exiliadas en Sicilia y escaso espíritu
de combate, en unas legiones capaces de enfrentarse a los veteranos de Aníbal.
Este mes de julio de 2020 me he dedicado a
releer toda la trilogía. Muy rápidas las dos primeras, demorándome en el tercero, porque es la parte que, bueno, a poco de historia que sepas…
son tiempos de derrota, aunque con alguna brillante victoria. Me di cuenta de que la otra vez que leí estos libros, las dos primeras
las esnifé y la tercera la dejé a medias. Esta vez conseguí apurar el cáliz de La traición de Roma hasta el final, y reconozco
que soy muy llorona y mojé la pestaña, pero no con Escipión, sino con Aníbal. No sé qué tiene ese personaje histórico, que incluso cuando te lo
ponen como el oponente del héroe, sigue cayéndote mejor. Con Escipión es un poco como con JC I, le reclaman los quinientos talentos del rey Antíoco, olvidando las cosas buenas que hizo; nadie vive del éxito pasado, por muy colosal que fuera. Cuando un jarrón chino estorba, hasta es un alivio que desaparezca.
Dentro del género de la novela histórica, esta trilogía de Escipión es estupenda. Reconstruye muy
bien toda una época de la República romana, que es cuando esta aldea del Lacio se convirtió en un imperio territorial. Destacaría la descripción de las
escenas bélicas, yo diría que es lo que más sobresale. Para un escritor, es muy difícil recrear
batallas y guerras y que no te aburran. Posteguillo aprueba con nota. En
esta novela, mismamente, revive Baecula y sobre todo Zama, con toda la tensión del combate, en escenas plenas de suspense, que te tienen en vilo, ¡y eso que el lector ya sabe cómo
acaba la cosa!
Porque, en una narración, lo más importante no es el final, sino cómo te llevan a él.
Es la clase de novela histórica en la que casi todos los personajes existieron de verdad, no de esas que sitúan a
un protagonista ficticio en un marco histórico auténtico. Eso te permite entrelazar
sin problemas la parte histórica (que es mayoritaria) con la ficción. No tienes que insertar a un personaje imaginario en sucesos reales, sino solo convertir los hechos históricos en un cuento con sentido propio, prescindiendo de lo que no añade dramatismo al argumento y rellenar los huecos de la historiografía con tu imaginación de manera coherente.
El obstáculo
con el que puede encontrarse el autor es que tiene que respetar lo que dicen
los libros de Historia, con lo que está más constreñido y, además, la Historia
no siempre te pone cosas amenas o dramáticamente interesantes.
Sin
embargo, Posteguillo lo resuelve sin problemas, apartándose un poquito de lo histórico en cositas
sin importancia. La vida real de Escipión fue sobradamente heroica, hasta el
punto de que te puedes creer que se lo inventa el autor, y no, es que fue así,
alucinante, un personaje bigger than life.
La
maravilla es dar con un narrador que es capaz de meterle vida y hacer que lo
veas como si fuera una película. De esta serie se me quedarán para siempre en la memoria
escenas grandiosas:
... el adolescente que se mete a rescatar a su
padre en mitad de la derrota, o que corta desesperado un puente de barcas;
... un romano caído que rodeado de sus enemigos se
esfuerza en ponerse en pie para morir espada en mano frente al general enemigo (escena del libro I simplemente sublime);
...la toma de las murallas de Cartago Nova;
... las dos entrevistas entre
Escipión y Aníbal;
... la carga de los elefantes, la resistencia cuando se ha
perdido toda esperanza y ser salvado al final por la campana,… o el Séptimo de
Caballería, como quien dice;
... los catafractos arremetiendo contra la caballería
romana y ésta retrocediendo, retrocediendo… de nuevo sin esperanzas de sobrevivir…
Y Aníbal, siempre Aníbal.
No
hará mucho escuché un debate en You Tube sobre quién fue mejor general, si
Escipión o Aníbal. Al fin y al cabo, el primero derrotó al segundo, ¿no? Bueno, yo soy de la opinión de que Rommel era mucho mejor que Montgomery, por mucho que el primero tuviera que largarse derrotado de África.
El yutubero
optaba por Escipión. Pero es a Aníbal al que han estudiado los militares durante siglos, es él quien hallaba soluciones creativas para problemas imposibles… y a él nunca se le
amotinaron sus soldados, a pesar de años de guerra en territorio enemigo, dirigiendo un ejército heterogéneo, con todas las de perder. Si se ganó la Segunda Guerra Púnica no fue solo por los logros de Escipión, sino también por las tácticas dilatorias de Fabio Máximo Cunctator o los éxitos de Marcelo. Lo de Aníbal fue más cosa exclusiva suya. Personalmente
me inclino más, mucho más, por Aníbal.
Escipión
fue, por así decirlo, el primer y más aventajado alumno de Aníbal: aprendió de la derrota, comprendió cuál era su estrategia general, y supo asimilar sus tácticas en el campo de batalla... y aplicó con éxito ese conocimiento. Escipión, con una confianza en sí mismo monumental, mostraba un arrojo a veces casi suicida, desde
joven, como se demuestra en diversos episodios: el rescate de su padre, lo de
Cartago Nova a cientos de kilómetros de su base, la lucha colina arriba en
Baecula (dificilísimo vencer así, me recordó otra batalla parecida que luchó
César siglo y medio más tarde, también por Andalucía, la de Munda), el
desembarco en África con ejército escaso, la propia batalla de Zama, la «solución»
a los catafractos de Antíoco III…
Esta
trilogía fue la primera que publicó el autor y es increíble que un escritor
novel consiga semejante prodigio. He leído por ahí que se está pensando hacer una
serie de televisión con estos libros. Si llega a buen término, a pocas ganas y (mucho)
dinero que le pongan, tiene que arrasar, porque pocos personajes tendrás tan
interesantes y monumentales con los que entretener al personal. Su vida fue legendaria. Escipión el
Africano lo merece de sobra.
Admito
que se le pueden poner reparos a esta obra. Desde el punto de vista del
lenguaje pues no, no está al nivel literario de Galdós, Pérez-Reverte, Yourcenar, Graves, Renault, Druon o Haase, por mencionar un puñado de lo
mejores escritores del género. Es muy práctico en su forma de contar las cosas
y tiende a recurrir a lo trillado, ya sabéis, lo que yo llamo «incendio pavoroso y espectáculo dantesco», radiante hermosura, enigmático hechizo y tal. A mí lo que más me rechinaba era el
constante uso de suave en referencia a
la anatomía femenina, particularmente la piel, repitiendo varias veces lo de terso y suave, lugar común que convierte
las novelas en anuncios de crema hidratante.
Narra de forma desmañada, («por la ambición de un ambicioso rey extranjero», leí en la tercera novela, si eso no es descuido...). Sí, ir a lo esencial y sin florituras, le va muy bien a una
historia ante todo bélica. Lo que pasa es que para eso haría falta ser más
aséptico aún: si no vas a meter adjetivos un poco más pensados, pues no los metas.
Aún
así, es un «defecto» que se sobrelleva.
Quizá
lo menos logrado son los personajes femeninos. Entiendo que una historia bélica
de la República romana tiene que ser protagonizada por hombres, pero puede
reconstruirse ese pasado y meter algún personaje femenino con personalidad
propia, como demostró Colleen McCullough. Aquí hay pocos, unidimensionales y no
superan, a mi modo de ver, la tradicional dualidad santa/puta, o sea, el ángel
del hogar (Emilia) versus la perdición de los
hombres (Sofonisba). No, no hablo ya de superar o no el test de Bechdel, sino simplemente
de que los personajes femeninos no estén al solo servicio de uno masculino; deberíamos encontrar mujeres con enjundia, encarnaciones con intereses propios y parte activa en la trama. Chicas reales, en suma, y no muñequitas recortables. Carece de chicha hasta el personaje femenino más trabajado, Cornelia la Menor.
A ver,
no es un problema exclusivo de Posteguillo. La representación de las mujeres –y, como se les asocia tradicionalmente con amor y sexo, la consecuente parte sentimental y la sexual– no les suele salir a los escritores varones tan bien como el resto del libro. Por ejemplo, las mujeres de Pérez-Reverte son
absurdamente tópicas y duales (santa/puta... a veces, lo que yo llamo «superlativa concentración de todas las perfecciones» frente a las «tordas que no valen ni para un polvo»). Y ya tiene «mérito», oye, pues Pérez-Reverte fue capaz de construir toda una
novela en torno a un cliché femenino (La
reina del Sur), sin convertirla en ningún momento en alguien creíble de
carne y hueso. En esto, mi Pérez Galdós del alma, en cambio, fue tan, pero tan bueno…
(Ya
podrían leerlo un poco más y ver cómo se pueden crear mujeres de ficción tan
auténticas como los hombres. Si Pérez Galdós se les escapa, yo
les aconsejaría una de Kleypas (o a Kinsale, Hoyt o Eloisa James) para que
entendieran un poco lo que es crear mujeres de carne y hueso dentro de lo que es ficción comercial y lograr tensión narrativa en la parte
romántico-erótica de las historias).
A ver,
que me aparto de lo que quería decir.
Si te
gusta la novela histórica, en particular la de la Antigüedad clásica, estos
libros de Santiago Posteguillo son imprescindibles. Narra de manera atractiva la asombrosa vida de un tipo que supo luchar y ganar en
los campos de batalla contra todo pronóstico, gracias a su ingenio y coraje, muy
orgulloso de su estirpe, y al que lo político no se le dio tan bien, teniendo en el Senado romano a enemigos rastreros que atacaron la dignitas de Escipión con más saña que los cartagineses su vida.
(Vamos, esto de la dualidad guerrero/político es algo que también le ocurriría a Julio César, cuando Catón el
Joven debió querer hacer con él lo mismo que Catón el Viejo con Escipión solo
que… Bueno, para entonces habían pasado muchas cosas, los Graco, Mario y Sila, Pompeyo... y César había aprendido del pasado).
((Por no
hablar de esa fría serpiente calculadora, Octaviano, que supo ser el más hábil de todos)).
Yo
aconsejo leer toda la serie en orden, pero si simplemente coges uno de ellos,
este de Las legiones malditas se
puede leer independiente. Merece la pena.
Si no,
siempre puedes esperar a que hagan la serie para que te cuenten la epopeya de
Escipión el Africano. Cruzo los dedos.