Miniatura de Alfonso II Pelagius (Dominio público) Via wikicommons |
Liber
Testamentorum Ecclesiae Ovetensis
Ubicación: España
Fecha: h. 1118
Estilo: Arte románico
¿Qué puedes hacer si ves que
tu diócesis anda de capa caída?
Dejar claros tus derechos en
documentos legales y
Echarle un poco de arte.
Eso, ¿qué pasa cuando has sido la ciudad
más importante del reino y ves que el centro de poder se desplaza hacia el
Sur, como las cigüeñas en invierno?
El reino de Asturias tuvo capital, a partir del reinado de Alfonso
II el Casto (antes de 812) en Oviedo. Pero, claro,
la Reconquista fue avanzando hacia el sur, y Oviedo perdió la capitalidad en
favor de León en el año 910.
Eso ya no debió hacerles ninguna gracia
a los ovetenses, porque dejaban de ser el centro de poder político. Pero podrías
decir que bueno, el valor espiritual y todo eso, la religión, esa seguía
haciendo de Oviedo una sede importante.
Pero hete aquí que los cristianos
siguieron hacia el mediodía, y, en el año 1086, reconquistaron Toledo, la
que había sido capital visigoda y, además, sede primada de Hispania, o sea, que
ahora había, en territorio cristiano, otra ciudad que también podía superar a
Oviedo en lo espiritual, en el ámbito religioso.
De ahí que Pelayo, el obispo de Oviedo,
con riesgo de perder su preeminencia, pusiera manos a la obra para dar
relumbrón a su sede y que no se la hiciera desaparecer en beneficio de Toledo.
Como lo que más lustre daba era el arte
y la cultura, y que hubiera documentos legales que enfatizaran su importancia, una
de las cosas que hizo fue ordenar la composición de este Libro de los
Testamentos de la catedral de Oviedo.
No es más que una colección de
documentos importantes, o diplomas, en escritura
visigótica redonda. Más tarde, en el siglo XVI, le pusieron una
encuadernación con madera recubierta de cuero repujado. El tamaño es 36,4 cm de
largo por 24 cm de ancho. Este códice diplomático se convirtió en uno de los
manuscritos románicos iluminados más antiguos.
Y por eso lo traigo aquí, precisamente,
por esas ricas miniaturas, las más destacadas, las ocho (o siete, que he visto las dos cifras) a plena página. Aparte
de ello, hay otras que ocupan la mitad, algunas viñetas y, por supuesto, letras
capitulares historiadas. Todo, con profusión de oro y plata, para demostrar que
el obispo Pelayo se lo podía permitir.
Son un ejemplo de pintura románica, la
que se puede ver en los códices. Ya hubo códices medievales en épocas
anteriores; sin ir más lejos, los mozárabes con maravillosas miniaturas (los
Beatos, destacadamente), o los carolingios y otonianos. Las miniaturas
románicas beben de esta tradición.
¿Quién hizo estas pinturas? Pues según Sanz Fuentes, dos copistas, entre ellos
un tal Pelagius, o sea, Pelayo. Fue
realizado entre 1101 y 1129, y actualmente se da como fecha más aproximada
hacia 1118.
De todas las ilustraciones del Libro, la
más famosa es la que encabeza este artículo, miniatura de Alfonso II. Se divide
en dos partes: la superior que representa el mundo celestial, y la inferior, el
terrenal. Es un modelo de iconografía que veremos repetido muchísimas veces en
el arte occidental.
Arriba está Jesucristo en majestad, encerrado
en una mandorla, como se le ve
también en pinturas murales, los famosos pantocrátores de los que ya he hablado
por aquí. A cada lado de la cabeza, se distingue el alfa y el omega; y en la
mano lleva el Libro de la Vida, cerrado. A su alrededor, ángeles; en algunos de
ellos se ven rostros animales, por lo que deduzco que es el tetramorfos, again. Y, a uno y otro lado, cierran la
parte superior los apóstoles, cada uno bajo un arco. Se les puede identificar
por los nombres que tienen escritos y por elementos iconográficos que los
distingue, como San Pedro con las llaves.
Abajo se representa a ese rey, Alfonso
II el Casto, que es por así decirlo el más querido por Oviedo. Se le reconoce
fácil: lleva corona y encima se lee Adefons
Rex Castus. Está arrodillado, en actitud de oración. Viste de oro y
plata. A su lado, un escudero porta el escudo y la espada. En los extremos, dos
figuras sagradas: la Virgen María, madre de Jesús y el arcángel San Miguel, clavándole
la lanza al Dragón, «la serpiente antigua, que se llama “Diablo” y “Satanás”,
el seductor del mundo entero, y sus ángeles fueron precipitados con él», que
doce el Libro del Apocalipsis (12, 9).
Estilísticamente, ya he dicho que es
pintura románica. Dentro de ella, la miniatura hispana. Refleja sus relaciones
con las obras europeas, pues se nota la influencia de los modelos carolingios. Y,
dentro de los códices que se conserva, es de aquellos que tiene un contenido
histórico y jurídico, a diferencia de otros que son de contenido religioso
(Biblias).
Si queréis saber más, esta obra tiene
página propia en la Wikipedia.
Noticia de cuando Moleiro Editor sacó un facsímil en 1994 (RTV viejuna):
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