sábado, 16 de febrero de 2019

#16 Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo

Miniatura de Alfonso II
Pelagius (Dominio público)
Via wikicommons



Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis

Ubicación: España
Fecha: h. 1118
Estilo: Arte románico




¿Qué puedes hacer si ves que tu diócesis anda de capa caída?

Dejar claros tus derechos en documentos legales y

Echarle un poco de arte.


Eso, ¿qué pasa cuando has sido la ciudad más importante del reino y ves que el centro de poder se desplaza hacia el Sur, como las cigüeñas en invierno?

El reino de Asturias tuvo capital, a partir del reinado de Alfonso II el Casto (antes de 812) en Oviedo. Pero, claro, la Reconquista fue avanzando hacia el sur, y Oviedo perdió la capitalidad en favor de León en el año 910.

Eso ya no debió hacerles ninguna gracia a los ovetenses, porque dejaban de ser el centro de poder político. Pero podrías decir que bueno, el valor espiritual y todo eso, la religión, esa seguía haciendo de Oviedo una sede importante.

Pero hete aquí que los cristianos siguieron hacia el mediodía, y, en el año 1086, reconquistaron Toledo, la que había sido capital visigoda y, además, sede primada de Hispania, o sea, que ahora había, en territorio cristiano, otra ciudad que también podía superar a Oviedo en lo espiritual, en el ámbito religioso.

De ahí que Pelayo, el obispo de Oviedo, con riesgo de perder su preeminencia, pusiera manos a la obra para dar relumbrón a su sede y que no se la hiciera desaparecer en beneficio de Toledo.

Como lo que más lustre daba era el arte y la cultura, y que hubiera documentos legales que enfatizaran su importancia, una de las cosas que hizo fue ordenar la composición de este Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo.

No es más que una colección de documentos importantes, o diplomas, en escritura visigótica redonda. Más tarde, en el siglo XVI, le pusieron una encuadernación con madera recubierta de cuero repujado. El tamaño es 36,4 cm de largo por 24 cm de ancho. Este códice diplomático se convirtió en uno de los manuscritos románicos iluminados más antiguos.

Y por eso lo traigo aquí, precisamente, por esas ricas miniaturas, las más destacadas, las ocho (o siete, que he visto las dos cifras) a plena página. Aparte de ello, hay otras que ocupan la mitad, algunas viñetas y, por supuesto, letras capitulares historiadas. Todo, con profusión de oro y plata, para demostrar que el obispo Pelayo se lo podía permitir.

Son un ejemplo de pintura románica, la que se puede ver en los códices. Ya hubo códices medievales en épocas anteriores; sin ir más lejos, los mozárabes con maravillosas miniaturas (los Beatos, destacadamente), o los carolingios y otonianos. Las miniaturas románicas beben de esta tradición.

¿Quién hizo estas pinturas? Pues según Sanz Fuentes, dos copistas, entre ellos un tal Pelagius, o sea, Pelayo. Fue realizado entre 1101 y 1129, y actualmente se da como fecha más aproximada hacia 1118.

De todas las ilustraciones del Libro, la más famosa es la que encabeza este artículo, miniatura de Alfonso II. Se divide en dos partes: la superior que representa el mundo celestial, y la inferior, el terrenal. Es un modelo de iconografía que veremos repetido muchísimas veces en el arte occidental.

Arriba está Jesucristo en majestad, encerrado en una mandorla, como se le ve también en pinturas murales, los famosos pantocrátores de los que ya he hablado por aquí. A cada lado de la cabeza, se distingue el alfa y el omega; y en la mano lleva el Libro de la Vida, cerrado. A su alrededor, ángeles; en algunos de ellos se ven rostros animales, por lo que deduzco que es el tetramorfos, again. Y, a uno y otro lado, cierran la parte superior los apóstoles, cada uno bajo un arco. Se les puede identificar por los nombres que tienen escritos y por elementos iconográficos que los distingue, como San Pedro con las llaves.

Abajo se representa a ese rey, Alfonso II el Casto, que es por así decirlo el más querido por Oviedo. Se le reconoce fácil: lleva corona y encima se lee Adefons Rex Castus. Está arrodillado, en actitud de oración. Viste de oro y plata. A su lado, un escudero porta el escudo y la espada. En los extremos, dos figuras sagradas: la Virgen María, madre de Jesús y el arcángel San Miguel, clavándole la lanza al Dragón, «la serpiente antigua, que se llama “Diablo” y “Satanás”, el seductor del mundo entero, y sus ángeles fueron precipitados con él», que doce el Libro del Apocalipsis (12, 9).

Estilísticamente, ya he dicho que es pintura románica. Dentro de ella, la miniatura hispana. Refleja sus relaciones con las obras europeas, pues se nota la influencia de los modelos carolingios. Y, dentro de los códices que se conserva, es de aquellos que tiene un contenido histórico y jurídico, a diferencia de otros que son de contenido religioso (Biblias).

Si queréis saber más, esta obra tiene página propia en la Wikipedia

Noticia de cuando Moleiro Editor sacó un facsímil en 1994 (RTV viejuna):

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