Max Tilke: Póster de la ópera (1910) [Dominio público], vía Wikimedia Commons |
Salome
Estreno:
Dresde, 9 de diciembre de 1905
Compositor:
Richard Strauss
Libreto
en alemán: Hedwig Lachmann (obra teatral) traducción de la Salomé de Oscar Wilde
Género: drama bíblico
Tal
día como hoy se estrenó, en el Königliches Operhaus (Teatro Real de la Ópera),
de Dresde, esta ópera que va de sexo y contiene la que llaman «el acorde más
repugnante de toda la historia de la ópera»
A ver, no nos engañemos hablando de
amor. Esto va de sexo, de una sofisticada y joven princesa helenística (Salomé)
que se apasiona por el cuerpo de un hombre Jokanaan (Juan el Bautista), que
está prisionero en el palacio del rey Herodes.
Cuando más liberal se hace la sociedad,
más explícito aparece este elemento. Pero ya desde el principio se veía esto, y
esa es la razón por que la ópera se vio prohibida o censurada en Viena, en
Londres, en Nueva York, etc.
La historia que nos cuenta es la
contenida en los Evangelios cristianos: la princesa Salomé baila para el rey
Herodes, quien le ofrece lo que quiera a cambio, y ella le pide la cabeza del
Bautista, porque este se había pronunciado una y otra vez contra el matrimonio
de su madre, Herodías, con el rey Herodes, por ser ella divorciada. Parece más
bien que ella es simple instrumento de su madre.
Lo que aparece en la obra de Wilde, y se
transmite a esta ópera, es que Jokanaan despierta el deseo sexual de Salomé,
quien acaba la ópera besando la cabeza cortada del profeta.
Bueno, acabar,
acaba muerta, vamos, como se consideraba adecuado para una mujer pecadora y mala. Pero el plato fuerte es ella cantando y besando esa
cabeza.
La ópera es de las cortas, no llega a
dos horas. Un solo acto. Podéis verlo en internet, pues hay varias versiones
disponibles, entre ellas la muy hot de Catherine Malfitano y Bryn Terfel. Una
mujer joven pero compleja, frente a un tipo brutal, primitivo, vestido (más bien,
desvestido) de cualquier manera.
Los momentos cumbres son, primero, cuando Salomé descubre a Jokanaan, ese prisionero secreto que Herodes mantiene escondido, pero respecto al cual no se decide, si matarlo o no. Usando sus «malas artes de mujer seductora» (que se diría en la época), la joven consigue acceder a él, siente deseo por él, pero él
la rechaza.
Después, la danza de los siete velos,
momento famosísimo que ralentiza la historia, pero que supone todo un desafío. Se
supone que la cantante-bailarina acaba desnuda a los pies de Herodes, para
pedirle la cabeza de Jokanaan. Esto se resuelve de diversas maneras:
1.º Contratar a una bailarina, que
dance, al margen de la cantante, que es lo que hizo la que estrenó la obra pues al parecer, dijo que ella era una mujer decente y no bailaba;
2.º Que la cantante se desnude pero
lleve un bodi color carne de manera que no está realmente desvestida, pero
parece que sí o,
3.º Finalmente, las más osadas, que de
hecho sí que se embolan en el escenario.
A mí, sinceramente, me incomoda que una
mujer (o un hombre, pero suele ocurrir con las féminas) tenga que «desnudarse
por exigencias del guion». Tengo la impresión de que realmente nunca hay
guion que exija eso. A todos nos gusta ver cosas atractivas, y en eso se incluye el cuerpo humano, pero a mi me parece que es solo por escandalizar o usar la anatomía femenina para hacer caja.
La intriga de estar preguntándose hasta
dónde llegará la soprano me parece que distrae de lo que es importante: la
música y la propia historia de la obsesión de una mujer por el cuerpo de un
hombre.
(Sí, a mí me parece que a Salomé lo que Jokanaan
piense o sienta, cómo sea él como persona, se la trae al pairo).
((En las representaciones más recientes,
lo que hacen también es convertir el cuerpo masculino en objeto, y bien el
profeta, bien los personajes secundarias, están mazáos. Bueno, es una forma de
igualdad)).
El tercer momento de la ópera,
intensísimo, es aquel en el que traen a Salomé la cabeza del Bautista en una
bandeja, y acaba besándola. «Ah! Ich habe deinen Mund geküsst, Jochanaan». Ahí es donde suena el que veo que en la Wikipedia
llaman «el acorde más repugnante de toda la historia de la ópera».
Si se ponen esas palabras (Ah! Ich...) en You Tube se encuentran unas cuantas interpretaciones estremecedoras. Por poner una, aquí enlazo con la de María Ewing en el 1992:
La música es contemporánea, admito pues que quizá no sea para el gusto de todos. Pero es de Richard Strauss, el más clasicista de los
compositores del siglo XX, muy influido por Wagner, así que puede perfectamente escuchar en disco, a
pesar de las disonancias. En mi opinión, es una música que le va muy bien a una
historia tan morbosa con personajes tan desequilibrados, y a la propia
ambientación nocturna, oscura, de la obra.
Es una obra estéticamente simbolista,
modernista, art noveau, como quieras
llamarla. En aquella época, finales del XIX y principios del XX, hubo una
auténtica obsesión por esta figura neotestamentaria en la literatura y en las artes
plásticas. Les permitía expresar sensualidad, deseo reprimido, relacionado con
la manipulación, la crueldad y la muerte, todo ello muy excitante para la época.
Y también hoy en día, ¿para qué nos vamos a engañar?
Sexo y muerte en un
envoltorio esteticista son una combinación difícil de batir.
También expresa la idea misógina de
siempre, de la mujer como tentación, que provoca la lujuria y también la
perdición.
Dicen que es verdaderamente la primera
ópera moderna. Estéticamente, anticipa elementos del expresionismo posterior
como el Sprechgesang, las disonancias,
bitonalidad y atonalidad.
Como es una obra dramática de calidad
(proviene de uno de los mejores dramaturgos de la época, Wilde) resulta muy
atractiva de ver en el escenario. No es fácil encontrar ese equilibrio en una
ópera en que las palabras y la música estén tan bien armonizadas.
Tiene el problema esta ópera de
encontrar a una buena protagonista. ¿Por qué? Bueno, porque la partitura es
exigente, es muy de soprano dramática que, al tiempo, tiene que saber
transmitir que es una jovencita, y eso es muy difícil. Es un problema parecido
al de Madama Butterfly de Puccini. Si
le añades que tiene que saber bailar, entonces es prácticamente imposible
encontrar a alguien adecuado para el papel. Porque no todas las cantantes que
tienen la voz, cuentan con el cuerpo de una Salomé.
Como
grabación recomendada de esta ópera propongo la dirigida por Solti en 1961 para
Decca, con Birgit Nilsson (Salome), Eberhard
Wächter (Jochanaan), Gerhard Stolze (Herodes) y Grace Hiffman (Herodias) y, con la Filarmónica de Viena.
Para saber
más, la wikipedia. El libreto, en español y alemán, así
como discografía de referencia, en Kareol.
En You Tube
he encontrado una representación clásica de esta ópera, la de Malfitano y
Terfel en la Royal Opera House Covent Garden (1997)
Si tenéis la oportunidad de ver una Salomé en vivo y en directo, no os la perdáis, es de esas en las que merece la pena invertir. Creo que incluso para el supuesto de que no os guste la ópera, os dejará tocados (en el buen sentido).