miércoles, 4 de diciembre de 2024

#96 La ciudad muerta

 

File:Die Tote Stadt 5060-Peralta.jpg

Representación de La ciudad muerta en Graz (2015). Fotografía de Francisco Peralta Torrejón (vía Wikicommons)

 

Die tote Stadt

Estreno: Hamburgo y Colonia, 4 de diciembre de 1920

Compositor: Erich Wolfgang Korngold

Libretista: «Paul Schott», basado en la novela Bruges-la-Morte (Brujas la muerta, o Brujas : 33, en español) de G. Rodenbach. Bajo el seudónimo Paul Schott se esconden el propio compositor y su padre, Julius Korngold, crítico musical vienés

 

Tal día como hoy, del año 1920, se estrenó esta ópera, la más representada de Korngold, en dos lugares a la vez, en el Teatro municipal de Hamburgo y en el Teatro de la Ópera de Colonia.

 

Si hay un compositor de música para el cine que todos conocemos ese es, sin duda, John Williams. Pero los grandes del cine, como él, o como Morricone, no surgen de la nada, sino que son herederos de una tradición. Las grandes bandas sonoras de Hollywood no serían iguales sin el sinfonismo centroeuropeo que representan autores como Korngold.

Un efecto del antisemitismo feroz del régimen nazi, que incomodó y destruyó carreras antes de dedicarse a destruir personas, es que, quienes pudieron, escaparon de allí. Ocurrió con muchos artistas, también los del cine, desde directores o guionistas (¿cómo no pensar en Frizt Lang o Billy Wilder?) hasta compositores como este Korngold. Encontraron su refugio al otro lado del Atlántico, en la soleada y pacífica California. Entre los compositores judíos que contribuyeron al esplendor del séptimo arte en esta época, huidos de la persecución nazi, estaban no solo Korngold sino otros, como Karl Hajos, Max Seiner, Dmitri Tiomkin y Franz Waxman.

Korngold compuso bandas sonoras, lo que él llamaba, al parecer, «mis pequeñas óperas sin canto», dice la Wikipedia. Algunas son legendarias, como la de Robin de los Bosques, por la que ganó un óscar. Otras, menos populares, sirvieron de inspiración a compositores posteriores. Sin ir más lejos, el tema de Abismo de pasión (King’s Row, 1942) de Sam Wood, recuerda mucho al de La guerra de las galaxias y su fanfarria. Hay quien habla de plagio, pero yo creo que es simple inspiración, no es realmente lo mismo. La obra de Williams tiene muchas influencias notables. La música de las precuelas es totalmente wagneriana, y más de una vez él, como otros compositores de ciencia ficción, bebieron de Los planetas de Holst.

Korngold, nacido en Brno, ahora República Checa, entonces en el Imperio Autrohúngaro, fue un niño prodigio. Gracias a su padre conoció a compositores como Gustav Mahler. A sus tiernos veintitrés años, alcanzó la fama con esta ópera, La ciudad muerta. Es de las pocas óperas del siglo XX que se han integrado en el repertorio, tan dominado por productos decimonónicos.

Un drama inquietante. Tal vez por inspirarse en una novela belga, muchas de sus puestas en escena tienen el aire desasosegante de una pintura de Magritte. Bélgica es un país que, visto desde España, resulta antipático, donde nos suena, sobre todo, como santuario de terroristas y golpistas. Historias como ésta no lo convierten en algo más cercano, la verdad.

No es para menos, porque habla de una obsesión enfermiza, algo desviada, de un viudo no enteramente en sus cabales, Paul. Su mujer Marie murió, pero él está convencido de que la joven Marietta es su Marie rediviva. Hay deseo, enamoramiento, desesperación y violencia,… parte real, parte imaginada.

El estilo es tardo-romántico, sin esas cosas tan chirriantes de la época como el dodecafonismo. Pero, aún así, no la recomiendo para quien no sea ya aficionado al género. Incluso dentro de los líricos, muchos rechazan estas cosas tan ásperas y deformes, algo expresionistas.

Personalmente, encuentro que la incomodidad que produce es, en cierto sentido, perfecta para estos tiempos. Puede que los noventa nos parecieran como los alegres veinte americanos tras la PGM, o los pujantes cincuenta tras la SGM, una década optimista. Nuestro tiempo, sin embargo, recuerda más al pesimismo de los treinta, con sus tiranías boyantes, de izquierdas y derechas; a las dificultades económicas y al feísmo de los setenta.

Así que una obra que vive en una atmósfera opresiva, sin esperanza de un mundo mejor, que evoca nostálgica el pasado y que no acaba de librarse de él… No sé, me parece bastante adecuada para estos alicaídos tiempos.

De esta obra hay un pasaje famosísimo, el aria de Marietta (Marietta's lied). Es de esas piezas que las sopranos llevan en su repertorio y utilizan en conciertos. De hecho, es la forma en que yo descubrí esta ópera, porque Kiri Te Kanawa la interpretaba en aquel precioso recital que dio cuando cumplió los cincuenta años (Kiri!). Ya ha pasado tiempo, ya.

¿Qué creéis que fue de Korngold en Hollywood? Pues mirad, tuvo mucho éxito pero no compuso demasiadas bandas sonoras. Por lo visto, su papá le afeaba eso del cine y, pese a sus dos óscares, intentó dedicarse sólo a la música clásica. No le fue muy allá. Falleció en 1957, ya con nacionalidad estadounidense.

Después de él, la música de cine ya no volvió a ser igual. Sin su música –he leído– no podría entenderse la época dorada del cine estadounidense.

¿Qué grabación recomendar? Una del año 1975 para la RCA: Erich Leinsdorf dirige al coro y la orquesta de Radio Baviera, y los protagonistas son Carol Neblett, René Kollo, Hermann Prey, Benjamín Luxon y Rose Wagemann.

Para saber más, la Wikipedia. El libreto, en español y alemán, así como discografía de referencia, en Kareol.

Por internet he visto una representación en la Komische Oper Berlín, bastante reciente.

 


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