domingo, 6 de agosto de 2023

#36 Al final de la escapada

 



 


À bout de souffle

Año: 1960

País: Francia

Dirección: Jean-Luc Godard

Música: Martial Solal

 

Arqueología cinematográfica

 

Ayer volví a ver esta película, una de esas películas que tienes que ver por pura cinefilia.

Más por sentido del deber, por lo que significó, que por la película en sí, siendo sinceros.

La historia va de un quinqui, Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) que mata a un policía y se va a París, donde quiere pillar cacho con una muchacha estadounidense que estudia en la Sorbona, Patricia (Jean Seberg). Durante unos días están juntos, mientras la policía lo busca. Hasta que al final lo pillan.

No, no es una de esas películas con final feliz, ¿qué esperas de un clásico? Salvo las películas made in Hollywood, que saben ser artísticas y al tiempo tener final feliz, casi siempre, el resto del mundo suele ser más bien pesimista.

No es muy larga, porque la historia en sí no tiene mucho. Lo importante, como siempre, no es tanto lo que cuenta como el estilo. Esta es una de las primeras de aquello que se llamó Nouvelle Vogue, un tipo de cine rompedor para la época, con escenas entrecortadas, «fallos» de continuidad, grabaciones callejeras con gente mirando descaradamente a la cámara. Todo, pura apariencia descuidada que transmite muy bien esa idea de espontaneidad, frescura en la narración. Anunciaba nuevos tiempos, lejos de corsés sobre cómo debe hacerse una película.

En cuanto a los personajes, gente poco heroica. Y las tramas, para nada ennoblecedoras.

Reconozco que cuando veo películas así, me quedo colgada de la cinematografía, de esa forma de contar las cosas tan aparentemente improvisada, que luego no sabes muy bien hasta qué punto es inventada y qué parte se corresponde a una forma muy meditada de hacer las cosas.

Luego, como le suele pasar a los señores gabachos, no pueden evitar un cierto preciosismo, como los primeros planos de una guapísima Jean Seberg.

Lo que le pierde a esta película, vista con la perspectiva actual, son dos cosas. Una, su pretenciosidad y otra el machismo.

En cuanto a la pretenciosidad, de verdad que yo no sé qué tienen a veces los artistas franceses, que tienen que demostrar que son intelectuales, cartesianos y aquí hasta el más quinqui te hace alarde de filosofía existencialista. Lo cual es absurdo. La gente normal no habla así.

Hay una total falta de realismo en la forma de hablar, sobre todo, del personaje de Belmondo. Es como si Godard (o Truffault, de quien proviene el guion, o al menos la idea inicial, se dice que hubo bastante improvisación) no hubieran visto a un delincuente en la vida. O lo hubieran visto y no pretendieran realismo en su representación. Jean-Paul Belmondo en ese papel de tipo canalla, bastante asocial, que mata o roba sin pestañear, en el fondo, solo quiere echar un polvo con la chica que le gusta.

Que una chica que estudia en La Sorbona, educada en dos países diferentes, tenga más cabeza, sea más reflexiva, es coherente. Que lo haga un ratero de poca monta convertido en asesino, resulta risible.

He visto recientemente dos pelis neorrealistas italianas, Roma, ciudad abierta y La strada, y es todo un mundo de diferencia. En esas, sí que ves a gente normal de carne y hueso. Así habla y se comporta la gente. 

En Al final de la escapada es como si todos estuvieran posando para la foto. Muy instagrameros, diríamos hoy. Se ponen muy filosóficos sobre el sexo y el amor, el hombre y las mujeres,… mientras que Anna Magnani solo tiene que mirar a su hombre en la escalera, para transmitirte mucho más.

Lo segundo que se trasluce es el terrible machismo de aquella sociedad. Me pregunto hasta qué punto era consciente de ello Godard. Es repugnante como los hombres tratan y miran a las mujeres. No es cosa de desprecios, o golpes o violaciones. En ese sentido, resulta mucho más terrible La strada, la historia de una chica retrasada y su maltratador.

No, aquí que pretenden ser más finos, y sin embargo las mujeres acaban siendo solo un objeto de deseo. No interesan ni como personas con pensamientos propios, sus estudios o sus trabajos, aparecen aisladas, sin amigas o parientes, solo al servicio del macho de la historia. 

Cuando he leído por ahí que esta es una historia de amor, o que Patricia y Michel están enamorados, me parece ridículo. A mí me parecen solo dos que se enrollan, y con no demasiado entusiasmo el uno por el otro.

Es muy significativa la escena de un escritor en un aeropuerto, donde hacen una rueda de prensa, y todos los periodistas masculinos le preguntan por el sexo, y las mujeres, y el amor, y él suelta chorradas seudofilosóficas. Solo otra periodista y el personaje de Jean Seberg intenta preguntar algo diferente sobre su carrera o sobre su obra. Aunque, al final, hasta Patricia le hace la pregunta tonta sobre hombres y mujeres.

Esta película ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín, así como el premio Jean Vigo que en Francia se da a los nuevos realizadores. Tuvo el premio de la Crítica Alemana a la mejor fotografía, el lindo blanco y negro de Raoul Coutard.

Además, a Jean Seberg la nominaron a los BAFTA en la categoría de mejor actriz extranjera.

Si te gusta el Cine, esta película es de las imprescindibles para comprender la historia de este arte. Ahora, posiblemente al espectador actual, más acostumbrado a esa forma de narrar rápida, y cámara en mano, la da por hecho y quiere algo más, y le resulte todo bastante impostado.

Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base.

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