El collar del neandertal
Autor: Juan Luis Arsuaga
Año: 1999
Género: Ensayo de divulgación
Tema: (Pre) Historia
Un acercamiento amenísimo al hombre y su entorno
A principios de
junio estuve por Madrid y aproveché para visitar la Feria del Libro. No había
ido nunca.
Me llamaron la
atención las colas. Algunas me las podía imaginar, como la de Juan Gómez-Jurado
o Santiago Posteguillo.
De repente me di
cuenta de que estaba firmando Juan Luis Arsuaga y me dije «venga, pásate por su
caseta, compras el último libro que tenga y te lo firma». Me quedé muy
sorprendida al ver la cola que tenía.
Esa no me la
esperaba. Y tampoco la de Alberto Garín, historiador, por ejemplo, que hasta donde yo sé simplemente es conocido así popularmente por algún programa de You Tube.
No, no hice ninguna
cola. Seguí paseando. Al fin y al cabo no soy tan fan como para estar allí
media hora esperando para que me firme el libro. Ni él ni nadie.
Pero sí que me hizo
pensar. ¿Cómo es posible que la gente esté haciendo cola por un
paleoantropólogo...?
Es lo fantástico de
los buenos comunicadores. Transmiten su pasión de tal forma que convierte a
cualquiera en entusiastas de cosas tan especializadas y complejas como el estudio de la Prehistoria.
Este libro que aquí
traigo es el primero que compré de Arsuaga hace... unos añitos. Es de 1999, aunque es la primera edición en Booket, de junio de 2012. Supone una fotografía del conocimiento sobre la Prehistoria existente en
aquel momento. Descubrimientos posteriores corrigen o amplían cosas que se
dicen en este libro.
Destacaría que es muy ameno. Aunque se centra en neandertales y cromañones, repasa también la evolución hasta llegar a ellos. Como el Homo habilis, el primero no exclusivamente forestal.
Sin
excepción, los demás miembros de nuestro grupo de primates (gibones,
orangutanes, gorilas y chimpancés), y todos nuestros antepasados hasta ese
momento son o eran habitantes del bosque.
Del habilis y su modo I de industria lítica,
el olduvayense, pasamos al II (achelense, con sus bifaces), que atribuye al Homo ergaster. En esto, El collar del neandertal contrasta con otros
libros que he leído. Lo que aquí atribuye al ergaster en otros lo he visto más referido al Homo erectus. No queda claro si son o no la misma especie. Si lo
son, se llama Homo erectus.
Es este ergaster (o erectus, en otros libros) el que sale de África y se distribuye por
Eurasia. La nomenclatura me acabó liando un poco, en comparación con la terminología de otros autores.
Los
homínidos... antes del Homo ergaster
pertenecen sin excepción al tipo de las especies de hábitat restringido.
¿Qué pasó para que
unos primates, los homínidos, salieran de ese entorno limitado y poblasen zonas del
planeta con climas tan diferentes?
La
flexibilidad ecológica se la proporcionó un único órgano: el cerebro.
Seguimos con las piedras que dejaron. El modo III, musteriense, aparece ligado a los neandertales. Y se acaba
con el modo IV, la rica producción de objetos atribuida al Homo sapiens, que empieza con auriñacense y otros modos de tallar
la piedra en el Paleolítico Superior.
Ya digo que el libro se centra más en el Homo neanderthalensis
y el Sapiens, o sea, neandertales y
cromañones. E insiste mucho en que unos no eran más primitivos o brutos que
otros, solo eran diferentes formas de ser humano.
En
su época [los neandertales] eran tan «modernos» como los hombres de Cro-Magnon.
Me gusta esa forma
de relacionar las diferentes especies humanas con el mundo en que vivieron y
que, en parte, persiste ahora. Los ecosistemas diversos, la parte de tundra o
estepa, los bosques fríos del norte, con sus propios animales, que contrastan
con los entornos mediterráneos, con otra flora y fauna. Y cómo todo eso se refleja por ejemplo en el arte, o en los restos que encuentras en los yacimientos.
En Cantabria vez un
poco de esas diferentes partes, puedes tener una ladera norte con hayas, umbría
y con niebla, y en la meridional, que brille el sol sobre los robles. Incluso
hay reductos de encinas en algunos parajes concretos de nuestra geografía. Así
que con mi imaginación veía a qué entornos se estaba refiriendo aunque
lógicamente los animales que los habitaban fueran diferentes.
Este gusto mío por
caminar por la naturaleza, intentar averiguar los nombres de las plantas que me
encuentro al practicar senderismo, lo sobrecogedor que es encontrarse con un jabalí, o un corzo, en el
bosque, hace que me sienta muy cercana a toda la parte del libro en que se
describen flora y fauna peninsulares.
España
es el país con una mayor biodiversidad de la Unión Europea. En las hermosas
palabras de don Eduardo Hernández-Pacheco: «Lo general y característico del
relieve hispano es lo montañoso, lo escarpado, lo abrupto, el roquedo
escabroso, lo montaraz, lo accidentado...».
Es por eso, en mi
opinión, que España es un país tan diverso. La población se concentra en las
costas o las ciudades, con amplias zonas prácticamente vacías entre medias. En cuanto te sales de una población, en la que además vivimos amontonados en bloques de viviendas, en seguida llegas a un monte, o una
serranía, un páramo desolado o unos picos escarpados. Y luego casi en cada valle se habla de una manera, la gastronomía
es diferente...
Encontrarás en este
libro descripciones sobre el yacimiento de Atapuerca, tal cual estaba –entiendo yo– hace
veinte años, claro, al menos en mi edición, qué animales y qué humanos encontraban allí.
Te haces una idea de cómo eran estas
gentes, físicamente. Los neandertales debían ser pálidos de piel, mientras que
los seres humanos modernos, los Sapiens,
eran morenos. Los primeros, más recios y fortachones, los segundos, esbeltos y
con cara como aniñada, más débiles.
Nuestro cuerpo es
el resultado de la evolución.
Los
humanos no basamos nuestra capacidad cinegética en la velocidad punta, sino en
la fuerza, la resistencia, la estrategia y la tecnología.
Estamos «hechos» para
correr largas distancias, lanzar objetos con precisión por encima de nuestras cabezas, y acumular en forma de
grasa los excedentes alimentarios, para sobrevivir en épocas de escasez.
Vivimos en una
sociedad en la que al final, parece que solo «aprovechamos» la última
característica, hasta el punto de enfermar por ello.
Siempre pensamos
que los neandertales son de la Edad del Hielo y los Homo sapiens, de zonas cálidas, y eso es solo verdad en parte. Los
neandertales sí que tenían un cuerpo más adaptado al frío, pero cuando llegó
una glaciación de verdad de la buena, no pudieron hacerle frente. Fueron los
humanos modernos los que supieron adaptarse al avance de los hielos por Europa. Y no gracias a su fortaleza física sino...
A su cerebro y la tecnología que supo crear con él. También, gracias a un lenguaje simbólico más complejo y a la vez más fácil de entender. Al parecer, ellos sí que tenían las «vocales universales» a, i, u, y no los neandertales, que en esto fallaban. Y dirás tú, ¿cómo pueden saber qué sonidos pronunciaban los neandertales...? Lo explican en el libro, es fascinante. Este lenguaje verbal y no verbal con símbolos daba más cohesión al grupo.
Los neandertales quedaron cada vez más arrinconados en esta península del
occidente europeo, los últimos allá en su extremo sur. No me digáis que no es
triste, aunque poético, imaginarse a nuestros primos hermanos mirando un último
atardecer, el sol poniéndose en el océano.
Al final, la última glaciación, los más terribles fríos, esos, esos los pasó el Homo sapiens él solito.
Los restos que nos
dejaron no solo nos habla de cómo eran, físicamente, sino también cómo vivían.
Se pregunta cuándo
somos humanos, cuándo puede decirse que una especie de Homo lo es realmente. Cómo se sabe cuándo surge el lenguaje y la
autoconciencia.
Resulta que el cerebro
humano es asimétrico: el hemisferio izquierdo se proyecta más hacia atrás que
el derecho. «Una asimetría tan marcada no se encuentra en los demás primates».
Dado el desarrollo
del área de Broca y Wernicke en la parte izquierda, si el cráneo que tienen
entre manos presenta esta desigualdad, es lógico deducir que lo más probable es
que tuvieran ya lenguaje.
Esta desigualdad
cerebral también se relaciona con que seamos predominantemente diestros. Los chimpancés,
por ejemplo, son básicamente ambidextros. ¿Cómo se sabe si un hombre
prehistórico era predominantemente diestro o también usaba ambas manos?
Pues mirando los
dientes. ¿Cómo...? Pues sí. Si sujetas la carne entre los dientes y la cortas,
alguna vez se te resbala la piedra y te acaba dando en los piños. Si sigue
orientación desde izquierda arriba a la derecha abajo, es que el tipo era
diestro. Se ha comprobado, de esta manera, que había como ahora mayoría de
diestros, minoría de zurdos.
O sea, que si te
encuentras un cráneo que amparaba un cerebro asimétrico, con unos dientes que
evidencian uso de la mano derecha de forma predominante, entonces estás ante
unos seres que, probablemente, tenían uso del lenguaje.
Los dientes también
te dicen de qué se alimentaban, si principalmente vegetales, o de animales. Los huesos de los animales que encuentras en el yacimiento te permite saber si eran cazadores o
carroñeros. Sí, lo siento por los que viven en los mundos de Yupi, pero el hombre primitivo era cazador, algo que –al parecer– nadie puso en duda hasta el movimiento hippie.
Si hay cortes en
los huesos, pero no marcas de dientes de carnívoros, es evidente que solo
intervinieron los humanos en el despiece del animal. Si éste está entero, es
que los humanos se apoderaron de todo el cuerpo. O sea, cazadores y cazadores. En cambio, si faltan las
partes con más carne, es que otros animales se les adelantaron.
Son esos detalles
curiosos con los que yo me quedo. Ser paleoantropólogo, como ser arqueólogo, implica jugar un poco a Sherlock, deducir cosas a partir de indicios.
Algo muy humano.
Solo los humanos son capaces de entender signos y símbolos. Somos los únicos
depredadores que seguimos huellas, el resto no.
Todos
los depredadores localizan a sus presas, y éstas a sus cazadores, a través de
los sentidos: la vista, el olfato, el oído (...) ninguno es capaz de reconocer,
distinguir y seguir a los animales por sus huellas. No hay ningún Sherlock
Holmes en el mundo de las bestias.
Neandertales y
cromañones convivieron en Europa durante miles de años. En 1999, aún no se había descubierto genoma neandertal en
humanos contemporáneos.
Basta leer la
biografía del premio Nobel Svante Pääbo para que nos demos cuenta lo mucho que
se ha avanzado en este tema desde que se publicó El collar del neandertal: es en 2006 cuando anunció un plan para
reconstruir el genoma completo del hombre de Neandertal, cuyo primer borrador se
anunció en 2009, en marzo de 2010 se descubrió un genoma de un Homo nuevo, los denisovanos.
Me parece alucinante,
la forma en que progresa el estudio de la prehistoria, sobre todo gracias a la
genómica. O sea, no solo se descubre que los humanos actuales, fuera de África,
tenemos un pequeño porcentaje de genoma neandertal (un 1, 2, 3 %, según donde lo mires). Es que, además, gracias al ADN, se
descubren nuevas especies humanas, como los denisovanos.
Lo que ya me hace
explotar la cabeza es que recuperan ADN incluso en sedimentos, que ya no
necesiten huesos para obtenerlo. Esto han hecho, a partir del año 2017, en una cueva asturiana, El Sidrón.
Curiosamente, leo
en este libro que hay investigadores que no tienen buen concepto de los neandertales, a los que niegan su humanidad. Ante la evidencia de los enterramientos, dicen que eso eran
azares, que les cayó la cueva encima, o hubo una riada... O, si no les queda
otra que admitir que sí, que enterraron conscientemente al pariente fallecido
entonces no eran humanos porque... porque nada asegura que se corresponda a
sentimientos religiosos, «sino a sentimientos de piedad y afecto por los
difuntos».
El comentario de
Arsuaga es, creo yo, el que haríamos cualquiera, que nada es más humano que
la compasión y el dolor por el fallecido:
Sinceramente,
si el dolor fue la causa de que los neandertales enterrasen a sus seres queridos,
les acompaño en el sentimiento. Nada podría hacerlos más humanos a mis ojos que
verlos llorando en sus «funerales laicos».
Este ensayo es una
introducción muy amena al mundo de las investigaciones sobre la Prehistoria,
aquellos hombres primitivos y su entorno. Te deja caer detalles curiosos sobre
cómo investigan las cosas. Luego, si te interesa, puedes ampliarlo con otras
cosas.
En estas ciencias
de la prehistoria, todo el rato hay nuevos descubrimientos que reescriben los libros. Lo que yo estudié en 1.º de B.U.P. ahora se ha superado
en muchos aspectos. Fijaos que cuando yo estudié ni siquiera habían empezado a
dirigir Atapuerca Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell Roura.
Este libro es justo
lo que personas como yo, que somos de Letras, necesitamos. Nos entretiene al mismo
tiempo que nos proporciona ideas básicas sobre un tema del que desconocemos todo. A alguien de Ciencias le
puede parecer que es más vulgarización que divulgación.
Al faltarnos el marco científico, a veces hay que leer dos veces un fragmento antes de entenderlo bien –o tres o cuatro. Pero en
general es de comprensión fácil. La parte para mí más abstrusa fue la discusión hasta filosófica sobre
si existe o no la mente.
Por cierto,
aprovecho para decir que no te pierdas la oportunidad de visitar el yacimiento
de Atapuerca, declarado Espacio de Interés Natural, Bien de Interés Cultural y
Patrimonio de la Humanidad. Allí se han encontrado fósiles de hasta cinco homínidos
diferentes: Homo erectus, Homo
antecessor, Homo heidelbergensis, Homo neanderthalensis y Homo sapiens.